San Panteno, padre de la Iglesia.
(† 212.)
El sapientísimo y apostólico doctor de la Iglesia san Panteno, a quien san Clemente de Alejandría llama por su elocuencia la Abeja siciliana, fue natural de Sicilia, y antes de convertirse a la verdadera fe profesaba la filosofía en la secta de los estoicos. Mas habiendo conversado y trabado amistad con algunos cristianos, quedó tan enamorado de la doctrina de Jesucristo que le enseñaron que, dando de mano a las supersticiones de los falsos dioses y a los libros de la humana filosofía, abrió los ojos a la luz de la fe y abrazó de todo corazón la sacrosanta ley del Evangelio. Después de su conversión, estudió con gran cuidado las divinas Escrituras, conferenciando sobre ellas con algunos varones virtuosos y eruditos que habían sido discípulos de los santos apóstoles; y pasando luego a la ciudad de Alejandría se hizo discípulo de los que lo habían sido del Evangelista san Marcos, y enseñaban en aquella famosa escuela Alejandrina, la doctrina misteriosa del Hijo de Dios Escuchaba en silencio sus lecciones, ocultaba con tan rara modestia y humildad sus grandes talentos, que costó harto trabajo a sus maestros el descubrirlos; hasta que el año 179, por voz común de todos fue nombrado maestro de aquella cátedra, en la cual por espacio de muchos años explicó la filosofía de las divinas Escrituras con gran aplauso y reputación de sabiduría. Porque fue en efecto san Panteno el primer maestro cristiano de su siglo, y glorioso padre y doctor de la Iglesia, y como enseñaba con excelente método, atraía de muchas y lejanas tierras numerosos discípulos, los cuales, viendo la gran ventaja que hacía aquella doctrina del cielo a las de los otros filósofos, abrazaban la fe cristiana, y pregonaban por todas partes la admirable sabiduría de su maestro. Los cristianos de la India, que venían a Alejandría para entender en sus negocios, le enviaron un mensaje, rogándole que fuese a su país a confutar a los doctores brachmanes, y el santo vencido de sus ruegos, dejó por algún tiempo su escuela, y se encaminó a aquellas apartadas regiones: y Demetrio, obispo de Alejandría, confirmó su misión y lo nombró predicador del Evangelio en las naciones del oriente. Refiere Eusebio que san Panteno vio sembrada ya en aquellas Indias alguna semilla de la fe, y halló un libro del Evangelio de san Mateo escrito en lengua hebrea, que había dejado allí san Bartolomé, apóstol del Señor, y que san Panteno lo trajo a Alejandría, después de haber evangelizado con gran fruto a los indios durante algunos años. Finalmente, mientras el glorioso doctor san Clemente gobernaba la célebre escuela pública de Alejandría, su maestro san Panteno, que era ya de edad muy avanzada, continuó todavía leyendo algunas lecciones privadamente, hasta que lleno de méritos y virtudes, en el reinado del emperador Caracalla acabó la peregrinación de su vida gloriosa.
Reflexión:
Utilísima es a la Iglesia de Dios la profunda sabiduría de los sagrados doctores, no porque nuestra sacrosanta fe tenga necesidad de filósofos que demuestren su divina verdad, porque la Religión católica no es alguna teoría o sistema filosófico, sino un acontecimiento histórico público y notorio a más no poder: sino porque los santos doctores enseñan la doctrina cristiana en toda su pureza, y como la recibieron de mano de los apóstoles y discípulos de Jesucristo, y la defienden contra todos los herejes y filósofos libertinos.
Oración:
¡Oh Dios! que nos alegras con la anual solemnidad de tu confesor san Panteno, concédenos propicio, que imitemos las virtuosas acciones de aquel santo cuyo nacimiento para el cielo celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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