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miércoles, 13 de abril de 2016

Francisco confirma aún más en Twitter su herejía revolucionaria sobre los divorciados vueltos a ‘casar’



Varias personas se han enterado de que la “exhortación apostólica” de Francisco, Amoris laetitia (La alegría del amor), oficialmente enseña que los que viven en adulterio y en segundas ‘nupcias’ inválidas pueden estar en gracia santificante y pueden recibir la sagrada comunión. Esto significa que la secta del Vaticano II bajo el Antipapa Francisco ahora, de manera oficial y pública, niega el dogma católico de la indisolubilidad del matrimonio, como también la doctrina católica que enseña que los que viven en adulterio o en segundas ‘nupcias’ no pueden recibir la comunión.

Tómese en cuenta que Amoris laetitia (el documento que contiene esta doctrina revolucionaria) es la enseñanza oficial de Francisco para toda la Iglesia del Vaticano II. El documento está dirigido a todos, “a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas, a los esposos cristianos y a todos los fieles laicos”. Obviamente esta es una herejía significativa que constituye más prueba infalible de que Francisco es un hereje público y un antipapa. Su secta claramente no es la Iglesia Católica. Es, más bien, otra secta no católica que permite el divorcio y las ‘segundas nupcias’.

Esta revelación es, de hecho, otra rotunda vindicación para los verdaderos católicos que han venido señalando que los reclamantes al papado post-Vaticano II no son verdaderos papas. Representa otra derrota humillante contra los falsos tradicionalistas y contra los defensores de la falsa Iglesia (p. ej., grupos como la FSSPX). Los hechos y la realidad prueban, una vez más, que ellos y sus falsas posiciones son totalmente erróneos.

Aquellos que se mantienen obstinadamente unidos al Antipapa Francisco quedarán unidos con una secta notoriamente herética y anticatólica. Se estarán colocando fuera de la Iglesia Católica.


Muchos miembros de la secta del Vaticano II han admitido lo obvio: Amoris laetitia en realidad sí enseña que las personas que viven en adulterio o tienen segundas ‘nupcias’ inválidas pueden estar en gracia santificante y pueden recibir los sacramentos, incluyendo la sagrada comunión. Todo el que niegue que el documento contiene está doctrina herética es un mentiroso. Dicha enseñanza se halla claramente en los siguientes lugares (entre otros) – y considérese que los dos pasajes van de mano en mano, ya que la última es una nota explicativa de la primera:

Antipapa Francisco, Amoris laetitia, #305, hablando de las uniones ‘irregulares’ (es decir, adúlteras): “A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia[351]”[1].

Antipapa Francisco, Amoris laetitia, nota #351 del párrafo #305: “En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»: Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 44: AAS 105 (2013), 1038. Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» ( ibíd, 47: 1039)”[2].

Es clarísima la enseñanza herética del documento de que las personas que están en situaciones adulteras y en segundas ‘nupcias’ pueden estar en gracia santificante y ser admitidas a recibir la comunión.

“Las personas divorciadas que viven en nueva unión son parte de la Iglesia, no están excomulgadas”[3].

El tuit de Francisco es otro ejemplo de su audacia y tenacidad herética. Él pone su enseñanza revolucionaria en las caras de las personas. Quienes siguen bajo el Antipapa Francisco se adhieren a una secta no católica, la falsa iglesia del Vaticano II.

En efecto, la reciente herejía de Francisco es un ejemplo excelente por qué la Iglesia Católica enseña que personas como el Antipapa Francisco –que enseñan herejía notoria y profesan una falsa fe en el fuero externo– no deben considerarse como miembros de la Iglesia Católica ni tampoco los puedan tener un oficio en la Iglesia Católica. Porque, de las multitudes que erróneamente creen que Francisco es el papa, ciertamente adoptarán y seguirán su falsa doctrina sobre los divorciados vueltos a ‘casar’ y como resultado terminarán perdiendo sus almas. Por lo tanto, los defensores del Antipapa Francisco no sólo cometen pecado gravísimo por estar obstinadamente en comunión con un hereje notorio y una secta no católica, además pecan igualmente por contribuir en la condenación de muchísimos otros al decirles que pueden reconocer a un hombre que los conducirá al pecado mortal y la herejía a través de su enseñanza oficial.


domingo, 28 de febrero de 2016

Murmuración: El Demonio se sirve mucho de nuestra Lengua



Murmuración: El Demonio se sirve mucho de nuestra Lengua

(Domingo III de Cuaresma)


“Et illud erat mutum”: Nota este efecto el evangelista como una cosa singular, porque el demonio incita por lo común a los que posee a hablar, valiéndose de la lengua como de un instrumento que nos hace irreparables daños.

EI espíritu tentador enemigo implacable del hombre y que no perdona ocasión ni artificio alguno para dañarle y perderle, tiene en nuestra lengua un fatal instrumento de su malignidad que pudiendo servir a nuestro provecho y vida sirve por su funesto influjo a nuestra perdición y a nuestra muerte. En manos de la lengua está nuestra muerte y nuestra vida. Y el mismo Jesucristo nos dijo: “Tus palabras te justificarán y tus palabras te condenarán”. “De la boca, dice el apóstol Santiago, procede la bendición y la maldición, y de un mismo origen salen en nuestro pecho aguas saludables y dulces, y aguas amargas y llenas de corrupción”. El hombre tiene tiempo señalado para hablar y tiempo para callar. El demonio le hace romper la importante medida y orden de este tiempo, y le pierde por el mismo medio con que él debía alcanzar ganancias y bienes infinitos. Las palabras de Abigail cuando salió al encuentro de David, que venía lleno de furor y de venganzas, la salvaron y libertaron del peligro. Las palabras del amalecita, que dijo al mismo David haber sido el homicida de Saúl, le perdieron e hicieron reo de la muerte. Plutarco refiere que mandando el tirano Amásis a Biante le dijese cuál era la cosa más útil y al mismo tiempo más dañosa al hombre, aquel filósofo le envió uno lengua. En efecto, ninguna cosa más importante al hombre que hablar en el tiempo debido, ninguna más dañosa que hablar cuando el silencio es una estrecha obligación que no puede romperse sin injusticia.
Hemos visto antes las ventajas y utilidades de la corrección, en ella las palabras sanan a nuestro prójimo enfermo y nos hacen dignos de la vida eterna. Veamos ahora los daños y funestas consecuencias de la detracción en la que las palabras son tiros envenenados de la malicia que rompen los sagrados vínculos de la caridad y saetas que, penetrando nuestro mismo corazón, le quitan la vida de la gracia. El demonio, pues, ansioso de nuestra perdición, nos hace trastornar este orden admirable y ventajoso. Nos hace callar en el tiempo que nos obliga la caridad a hablar a nuestro hermano, y nos hace hablar cuando la misma caridad nos inspira y ordena un inalterable silencio. ¡Desgraciados de nosotros si el demonio llega a apoderarse de nuestras lenguas!

Daños horribles de la lengua

David contempla al padre del error y de la injusticia en la boca de Doeg Idumeo, hombre atrevido y desnudo de caridad, que habla a Saúl, contra el profeta rey, censurando todas sus acciones y llenando de oprobio su irreprehensible conducta. Tu lengua no pensó en todo el día sino en horribles injusticias, como una penetrante espada dividió mi corazón, rompió mi honra y dañó mi estimación. Injustas son con efecto y en el más alto grado de inicua usurpación las detracciones que ofenden el honor de nuestro hermano. Si es injusticia robarle sus bienes temporales, ¿cuánto mayor lo será robarle aquel precioso bien que es más estimable que la multitud de las riquezas? Es la lengua una espada penetrante que llega hasta la división del alma; que no perdona clase, distinción, honra, ni bien que no acometa y asole. Jesucristo pedía a su eterno Padre le librase de esta fatal y venenosa espada. Pide en estas palabras, dice san Agustín, le libre no de la cruel lanza que en la cruz había de penetrar su amoroso pecho, sino de la envenenada lengua de sus perseguidores, que fue una aguda espada que le hendió y dividió con más crueldad que los tormentos y la muerte. ¡Oh espada cruel!, tú no perdonaste al hijo de Dios vivo, ni has perdonado jamás a la honesta viuda, a la doncella recogida, al sacerdote virtuoso, al religioso penitente; todo lo abrasas, todo lo destruyes, todo lo asolas. No te engañes, oh hombre, dice el apóstol Santiago, no te creas honrado y religioso, sino has refrenado esta fatal bestia. Tu lengua hará estéril y vano tu decantada religión. Si tu lengua está desenfrenada, vana es tu oración, vanas tus limosnas, vanas tus virtudes. En la lengua sólo habita la universidad de los pecados, y ella sola inflamada en el fuego del infierno te hará un digno objeto de horror y de desprecio. De ella salen saetas encendidas como carbones desoladores que todo lo abrasan y consumen. Es un fuego infernal que no perdona ni los cuerpos ni las almas, ni los ángeles, ni a Dios mismo.

Siendo uno de las partes más pequeñas del cuerpo humano, causa horribles estragos

¡Oh instrumento infernal que siendo tan pequeño y uno de los menores del cuerpo humano levantas tan soberbios edificios de iniquidad y de injusticia! El grano de pólvora, apenas perceptible, levanta, encendido, los montes, vuela las torres, quebranta las peñas y las arroja con violento impulso por los aires. Así, inflamada la lengua en el fuego de la envidia, de la emulación y del odio, levanta las torres y derriba los más sólidos edificios de santidad y de virtud. No hay murallas, cerrojos o cadenas que puedan reprimir su bárbaro furor; vuela de una a otra parte tan ligera como el pensamiento y a grandes distancias, obra males y daños indecibles. Deshace este azote fatal, los huesos del inocente que dista muchas leguas del injusto detractor. Está Achimelech en el santuario cerrado con sus sacerdotes, empleado en el culto del Señor, y allí llega, allí le despedaza la injusta lengua de Doeg. Se retira el Bautista a lo más profundo del desierto, y allí le hiere la desenfrenada lengua que le llama hijo y poseído del demonio. Sube Cristo a la cruz y allí le despedaza, con nueva e inaudita crueldad, la envenenada lengua de sus implacables enemigos. Está Dios en el cielo, sentado en el trono inmortal de su grandeza, rodeado de gloria y majestad, y allí llega el sacrílego furor de la lengua con el osado designio de ofenderle. El hombre puede muy bien libertarse de las serpientes venenosas y evitar con la distancia sus fatales mordeduras, pero no puede al favor de la distancia evitar el bocado infernal de la lengua, que de un modo oculto, malicioso e imperceptible, daña sus entrañas cuando él está más descuidado.

Es fiera indomable

Es, además de esto, un animal inquieto, que resiste a todo freno y dirección, lleno de mortal veneno. El furioso ímpetu de las olas cede al freno y baluarte, y sobre el mar soberbio camina el hombre astuto, con tranquilidad y sosiego. Las fieras más indómitas y feroces ceden a la sujeción y al castigo, y no hay león, oso, halcón o buitre que no enfrene su furor a la voluntad del hombre. Mas, ¿quién hasta ahora ha sido capaz de sujetar la lengua? Es fiera indomable llena de veneno, pero de un veneno insanable al que no debe compararse el del áspid más terrible. Se asombra Jeremías viendo que, al solo ruido de uno palabra, es consumida la oliva hermosa llena de frutos deleitables. Mayor asombro es ver a la llama infernal encendida por esta indomable fiera consumir, en un momento, la forma hermosa y deleitable con que se honraba la doncella, el varón justo y el piadoso sacerdote.

Enemigo que daña engañosamente

Sus estragos son más temibles cuanto es más oculto, engañoso y lleno de artificio su principio. Funesto y formidable lazo que enreda y enmaraña al hombre, sin que él sienta su daño, ni conozca la ruina de su alma, semejante a la pequeña piedrecilla que derribada de un alto monte, sin que se perciba la mano que la arroja, arruina grandes y riquísimas estatuas. Es deshonrado un inocente por la injusta detracción y acre censura de un malvado, si preguntáis quién ha hecho este horrible daño, no encontraréis al culpado, todos se excusan, ninguno conoce su pecado. Un mortífero veneno abrasa sus entrañas, su lengua ha vomitado este veneno y no conoce su mal, aún el que lo ha ocasionado a su prójimo. Esta ilusión fatal, que ciega a los infelices detractores, se vio representada en las excusas que alegaron en la muerte de Jesucristo sus más sacrílegos e inhumanos autores. Jesucristo está pendiente de la cruz, como un malvado. Preguntad al demonio si ha ocasionado él aquel bárbaro atentado; y responderá: yo no hice tal maldad, yo mismo sugerí a Pilatos por medio de su mujer para que no tomara parte en la causa de este Justo. Preguntad a los Fariseos y os dirán: Nobis non licet interficere quemquam. Herodes se excusó de juzgarle; Pilatos lava sus manos. ¿Pues quién le ha deshonrado, quién le ha puesto en una cruz? El demonio, los Fariseos, Herodes, Pilatos, todos contribuyeron a su muerte: su corazón estaba lleno de mortal veneno contra el divino Salvador, pero un velo fatal cubre sus ojos para que no vean su pecado. Así vemos a un hombre honrado en presa de la más cruel censura y desapiadada detracción. Si preguntáis quién ha sido la causa de tan horrible injusticia, no encontraréis el detractor. Yo, dirá uno, no he pensado ofenderle; otro, yo dije la verdad; otro, yo no dije uno cosa en ningún momento. Todos se disculpan y todos le ofendieron, todos le desgarraron con sus lenguas que, como agudos y venenosos cuchillos, dividieron y ultrajaron su honor.

Cuánto debe temerse

¿Quién no temerá los estragos que puede ocasionar en su alma esta fatal bestia? ¡Ah! Incesantemente deberíamos pedir a Dios los auxilios más eficaces de su divina gracia para contener el furor de tan temible enemigo. Jamás deberían caerse de nuestra boca las palabras del profeta: “Poned Señor guardas y vigilantes, centinelas a mi boca y una bien cerrada puerta a mis labios, para que como ciudad cercada de furiosos enemigos, se libre de sus violentos asaltos”. Una ciudad sin murallas, rallos, ni puertas es fácilmente conquistada. Así el espíritu del hombre es fácilmente pervertido si sus labios no tienen freno. Por eso el Espíritu Santo nos ordenó que cerquemos y fortalezcamos con invencibles muros nuestra boca. Ninguna diligencia es ociosa en tan importante cuidado. “Ignoro, decía Orígenes, si los mayores santos y escogidos estarán libres de los cargos de la lengua”. El santo profeta Isaías lloraba las manchas con que su lengua había afeado su alma. Bienaventurado el varón de cuya boca no han salido palabras injuriosas. Porque, ¿quién es el que no ha delinquido en su lengua? Fiera indomable cuyo furor no cede sino a la gracia poderosa del Señor.

Es universal instrumento de pecado

Todas las partes del cuerpo humano sirven a la iniquidad, pero cada uno tiene objeto fijo y determinado. La lengua es un instrumento universal y un arma con que el demonio obra en nosotros en todas las materias y por todos los caminos. La lengua es el órgano de la deshonestidad, dispone sus trazas, hace las engañosas promesas. Es el arma del ladrón, disfraza también la usura, y no hay pecado que por su medio no se acabe y perfeccione. La lengua suscita las disensiones más ruinosas y abrasa en voracísimo fuego las familias, los reinos, el mundo todo. “Conmovió a muchos, dice la sagrada Escritura, los esparció de gente, destruyó las ciudades muradas de los ricos, dividió las casas de los grandes, arruinó las virtudes de los pueblos, deshizo los fuertes, trastornó la fortaleza de las mujeres, las privó del fruto de sus honestos trabajos”. Vil y astuta sabandija que, trepando las paredes más encumbradas, entra en las casas de los grandes y en los palacios de los reyes. Inquieto y turbulento animal que no sosiega un momento, ni perdona la más ligera ocasión para dañar al hombre. Apenas una ligera palabrilla ha excitado en nuestro ánimo el más leve sentimiento de envidia o de desazón contra nuestro hermano, cuando la lengua turbada, inquieta y desasosegada, como la mujer a quien apuran y alteran los vivos dolores del parto, discurre de una a otra parte y no descansa hasta que ha vomitado sus dañados sentimientos. Todas las acciones del prójimo la turban y dan motivo a sus malignos producciones. Si come y bebe, luego se dice como los judíos de Jesucristo: “Hic homo potator vini est”. Si ayuna y vive en la austeridad, luego se dice como del Bautista: “Daemonium habet” Si hace obras prodigiosas, luego se clama: “In beelzebub principe daemoniorum ejaecit daemonia”. Si medita sus resoluciones, si es afligido con adversidades, luego se dice: “El que restituyó la vista, el que sanó a otros, no pudo… Si sois rico os llamarán usurero; si pobre, pródigo y profano; si no rezáis os llamarán indevoto, y si frecuentáis el templo dirán que sois hipócrita. A todas partes alcanza, desde la tierra al cielo, esta turbulenta fiera. El Señor castigó los pecados de la lengua en su pueblo con el terrible azote de serpientes de fuego (Cfr Números 21, 6), que discurriendo de una a otra parte, saltando como centellas o cohetes encendidos, llevaban a todas partes la desolación y el estrago. El pecado de aquel ingrato pueblo había sido la sacrílega murmuración contra el mismo Dios y sus siervos Aarón y Moisés. El verdugo de la lengua inquieta y detractora debía ser una serpiente venenosa que nada perdonase y todo lo llevase a sangre y fuego.

Daña al que murmura, al que oye y al que es ofendido

Y advirtió bien el padre san Bernardo que “no hay entre los insectos venenosos ponzoña comparable a la de la lengua”. Aquellos ofenden solamente al que hieren con su fatal diente, pero el veneno de la lengua daña a un mismo tiempo al que murmura, al objeto de la detracción y al que la oye. Lazo fatal que prende al ofendido y al verdugo mismo, y aún a los desgraciados testigos de la criminal injusticia. “Muchos, dice san Juan Crisóstomo, fueron tristes víctimas de la espada, pero son muchos más los que lo han sido de la lengua”. Ponderada ha sido en las sagradas letras la fuerza de David, que siendo un hombre tan blando y débil como un pequeño gusanillo, con un solo ímpetu quitó la vida a ochocientos hombres. Mayor es todavía la fuerza de la lengua que hiere y mata de un solo golpe a innumerable multitud de objetos y de personas.

Daño del prójimo

Me diréis acaso: ¿Es posible que una cosa tan ligera y de poco momento cause tan horribles y ruidosos estragos? ¡Ah! ligera cosa es la palabra; pero sus heridas son gravísimas. Pasa en un momento, pero en él abrasa y consume distintos objetos. Su facilidad y ligereza misma es un motivo poderoso para que ofenda más fácilmente la primera de las virtudes. Uno pequeña mosca corrompe una gran cantidad de bálsamo precioso y delicado, y un poco de humo que se desvanece al ligero impulso de un soplo, afea y ennegrece una bella pintura. ¡Oh cuántos vasos de delicado bálsamo vemos corrompidos por esta mosca despreciable; cuántas bellas imágenes fueron afeadas por este humo infernal.

De sí mismo

Se matan a sí mismos los detractores, y sus palabras son espadas crueles que despedazan su propio corazón cumpliéndose lo que dijo el profeta: “Gladius eorum intret in corda ipsorum”. Por ventura, dice san Bernardo, ¿no pierden, los injustos detractores, la vida de la gracia; no se hacen objeto de horror delante del Señor? El que guarda su boca tiene guardada su alma; pero el que es inconsiderado en las palabras, la llena de males. Con la palabra injuriosa contra vuestro hermano, dais una puñalada mortal a vuestro corazón. Este no puede vivir sin el amor de Dios, y este amor no puede conservarse sin la caridad del prójimo.

Del que oye la detracción

Ofende finalmente a los testigos de la injusta detracción. La misma caridad del prójimo nos obliga a no mirar con indolencia sus ofensas. No sólo merece castigo el que comete el delito, sino también el que lo presencia y consiente. ¿Quién vería con tranquilidad el robo, el daño corporal y la muerte de su hermano? Y si así lo viese, ¿quién no le tendría por un malvado? Se lamentaba el profeta Isaías de las manchas de sus labios, no por haber hablado, sino por haber guardado un importuno silencio: “Habité en medio de un pueblo lleno de iniquidad y manchas en sus labios, y no pudo menos de haberme inficionado su contagio”. Mi conciencia me arguye de no haberme levantado contra ellos en defensa de la honra de mi prójimo. “No te excuses, escribía san Jerónimo al monje Rústico, diciéndome yo no murmuro: ¿cómo me he de oponer a las detracciones de otros? ¡Vanas excusas para honestar vuestros pecados! Pero no os engañéis, Dios no puede ser engañado. No puedes impedir que el otro hable, pero ¿quién te impide que te opongas a su furor, que vuelvas hacia él un rostro de hierro y fuego, que desvanezca su malignidad? El viento aquilón disipa las nubes, y el semblante triste la lengua de los detractores. Muéstrate duro como una peña, que, rebatiendo el golpe de la lengua enemiga, convierta contra él sus palabras y le obligue, a pesar suyo, a guardar silencio.

Igual castigo merece el que oye, que el que murmura

Si así no lo hicieses, incurrirás justamente en la indignación divina que te castigará con la misma pena debida al horrible delito de la murmuración. “No te mezcles con los detractores, se dice en los Proverbios, porque repentinamente vendrá su perdición, ¿y quién sabe cuál será su ruina y la tuya? “No te engañes, decía el mismo padre a Nepociano, el murmurador no habla con gusto al que resiste a sus palabras: si le muestras benigno semblante, tú eres tan culpable como él, y mereces la misma pena. Se lamentaba el padre san Bernardo de la desgraciada suerte de aquellos que malogran el precioso tesoro del tiempo, que Dios les ha concedido para nobles y magníficas empresas, empleándole en vanos y perjudiciales conversaciones. ¡Ah!, desventurada hora la que se dedica a un ejercicio tan pernicioso: Debiendo no perder un solo instante de un tiempo tan estimable, según el consejo del Sabio: “Non te praetereat particula diei bona (Ecco 14, 14); se pierde con tan lastimoso y universal estrago del alma en conversaciones injuriosas contra nuestro hermano. Si ha de ser rigurosa y estrecha la cuenta que hemos de dar al Señor de las palabras ociosas, ¿cuánto más lo será la de las palabras injuriosas? Y será menor el cargo del que ha malogrado el tiempo en oír semejantes conversaciones, que el que se haga al que las ha sustentado. ¿Emplea por ventura éste el tiempo menos perniciosamente que el primero?, ¿contribuye menos a la ofensa y ruina de su prójimo?

Los daños de la lengua son irreparables

Se llama también, lazo malo, el de la lengua, porque la murmuración es un nudo ciego hecho en uno, imperceptible seda que, o no puede deshacerse, o se repara con gran dificultad. Si roba uno la hacienda de su hermano, nudo es este de fácil solución, pues la justicia le abre un camino seguro para reparar su daño. El que ciego por la falaz ilusión de sus pasiones ha dejado correr libremente sus apetitos y no ha perdonado placer con qué lisonjear su carne, nudo es éste más difícil, mas la penitencia, llevada hasta la justa medida del placer, puede reparar sus daños. Pero el que murmuró de su prójimo y ofendió su honra, ha echado un insoluble nudo en seda delicada, jamás se deshará enteramente, ni reparará el daño que ha causado a su hermano. Haced protestaciones en su aborto, publicad vuestro pecado, no perdonéis diligencia para restituirle la joya preciosa que le robasteis; jamás el daño quedará reparado. Ni hablaréis en esta restitución con la libertad que hablasteis en vuestra detracción, ni el que os oye creerá tan fácilmente vuestra retractación como creyó vuestra censura. Y como la mala yerba arrancada, en una parte se reproduce, en otra ya jamás la tierra logra librarse enteramente de su peso, así la fama del prójimo, una vez vulnerada, jamás llega a repararse. Cuando el profeta David lleno de congoja y aflicción por los funestos tiros que dirigía contra su persona la maledicencia de sus enemigos, no encontrando en la tierra remedio alguno para tan grave daño, acudió al cielo en busca de los divinos consuelos; parece que el mismo Dios no encontró remedio a su aflicción: “Libradme, Señor, decía, de los labios malvados y de la lengua engañosa”. Pero él mismo se da la respuesta, en nombre del Señor: ¿Qué consuelo podré yo darte en tu aflicción, quién puede curar los males ocasionados por una lengua engañosa y maldiciente? Ella es una espada, una saeta, un dardo envenenado que no deja parte sana y cuya herida es incurable”.
La mala lengua ha sido significada en la sagrada Escritura en una cadena de hierro, o en una argolla de acero, que hace irreparable la ruina del que una vez aprisiona. “Bienaventurado el que no fue ligado en sus cadenas porque su yugo es yugo de hierro, sus vínculos de acero. La llaga del azote, se dice en otra parte, rompe la carne y muda su color, pero la de la lengua desmenuza los huesos”. Y entre los pozos de iniquidad, en que son sumergidos los mortales por sus pasiones, las ilusiones del mundo, las riquezas, ninguno se señala en las escrituras por más peligroso que éste de la detracción. El que en él cayese, bien puede llorar su triste suerte. En vano se arrojarán en su socorro sogas ni otros auxilios; él perecerá. Así lo dijo la sabiduría: “Guárdate de caer en este pozo, tu caída será incurable y tu libertad perdida para siempre. Haz en tu corazón una fiel medida, en la que sean pesadas, con escrupulosidad, todas tus palabras. No vomites con destemplada importunidad todo lo que piensa tu desordenado corazón. Esta es la propiedad del necio, su corazón está en su lengua, y apenas pensó la iniquidad, cuando luego la publicaron sus palabras. El sabio tiene pues su boca en lo más secreto de su alma, no pronuncia una palabra sin que sea examinada con la atención más escrupulosa”.

Muchas veces se disfraza la murmuración con capa de celo y caridad

Ni podrá jamás excusar la detracción en la presencia del Dios de la justicia, la exterior apariencia de celo y caridad con que muchas veces pretende honestarse entre los hombres. ¡Ah!, ¿cómo el Señor podrá jamás admitir en su presencia la falsedad y el dolo? Muchos, ocultando en su corazón un odio mortal hacia su hermano y un ardiente deseo de desacreditarle, llegan a otro con demostraciones de compasión y de celo. Ciertamente, señor, dicen, me llega al alma lo que veo en N.: entra con frecuencia en una casa de sospecha, comercia injustamente. Vos sois su amigo, os lo digo con vivos deseos de su enmienda. ¡Oh, injusto! ¡Oh, traidor! Con palabras artificiosas ¿pretendes la ruina de tu hermano?, con apariencia de abeja codiciosa que quiere comunicar sus dulces y sabrosas impresiones, ¿eres una desapiadada y cruel avispa que sólo pretende picar, ofender y desgarrar al objeto de su odio? El sonido y eco de vuestras palabras es semejante al de un hombre lleno de verdadera caridad, que con cristiano celo viene a corregir las faltas de su prójimo; pero este eco y sonido de avispa semejante al de la abeja es muy contrario en sus efectos y principios. Vuestra intención es dañada, vuestro corazón no puede ocultarse al que registra y penetra los corazones de los hombres.

Artificios con que se ponderan y aumentan las faltas del prójimo

Cuando los escribas y fariseos quisieron acriminar con Jesucristo la falta que cometían sus discípulos en no lavar sus manos antes de comer, según la costumbre de los judíos; juntaron el consejo de los ancianos, que adornados de las vestiduras pontificales, con paso grave y en apariencias de gran seriedad y misterio, se acercan al Señor y le dicen: “¿Por qué tus discípulos traspasan las tradiciones de nuestros ancianos?” Cada una de estas palabras encerraba grandes ponderaciones del pretendido delito de los discípulos de Jesús. ¿Por qué tus discípulos?, como si dijeran: Estos que han abrazado tu doctrina, que siguen tus máximas, y quieren distinguirse en el concepto del pueblo por la pureza de sus costumbres y fiel observancia de la ley, estos que reprehenden nuestros descuidos y nos arguyen de irreligiosos, estos que deben ser tanto más perfectos cuanto más separados del mundo y de sus errores, traspasan las tradiciones de los antiguos. Se juzgaría al oírles que habían dado al traste con toda la ley y los profetas, y violado las más sagradas y venerables costumbres de la sinagoga. Sin embargo, todo su delito era la omisión de una vana y supersticiosa ceremonia. Pero esta es la costumbre de los malignos detractores y calumniadores de la conducta del prójimo. Ostentan religiosidad y ardiente celo por la observancia de la ley, y se valen de vanas y pomposas exterioridades para acriminar sus defectos, aunque sean leves y tal vez imaginarios. Pero el Señor los recibe con semblante airado, y con otra pregunta los confunde, los avergüenza, los arroja de sí con ignominia. Conocía bien, el sapientísimo Salvador, la de aquellos malvados. Sus deseos se ordenaban a desacreditar la conducta de sus discípulos, y aún su doctrina misma. Sus lenguas eran agudas navajas, llenas de dolo y de malicia. No las movía la caridad, sino la envidia, el odio y la iniquidad.
De este modo usaron los maestros de la ley para preocupar el ánimo de Pilatos contra Jesucristo y obligarle, como dice san León, a que le condenase a muerte. Prenden al Señor y llevan con gran estruendo y aparato, entre multitud de alguaciles y soldados, presiden la comitiva los pontífices y sacerdotes, con las vestiduras de sus dignidades, y entran con gran alboroto y estruendo en el pretorio. Preguntándoles el presidente de qué delitos acusaban al Señor, se dan por ofendidos, diciendo: No vendríamos a comprometer los respetos de nuestra dignidad entregándote este hombre sino estuviéramos ciertos de que es un malhechor. Así ostentan celo, religiosidad y pompa para echar un velo sobre los ojos de Pilatos, y hacerle ver la iniquidad donde verdaderamente no había sino santidad e inocencia. Pues a esta manera en las mordaces conversaciones del mundo se ostentan celo, amor a la virtud y otras señales exteriores de sinceridad, para acriminar los defectos del prójimo y hacer ver los enormes delitos en donde, a lo más, hay una ligera omisión.

El odio a nuestro hermano nos obliga a descubrir sus faltas

Siendo afectos contrarios el odio y el amor, son también opuestos sus efectos. El amor cubre, desvanece y aniquila las faltas, por graves que sean; y el odio las aumenta y pondera. ¿Con qué diligencia oculta la madre las faltas de su hijo?, ¿el amigo las de su amigo?, ¿cuántas excusas se buscan para honestar y desvanecer su delito? La ignorancia, la inadvertencia, la provocación, el peligro imprevisto; todos estos y otros muchos medios que se ofrecen de tropel se aprovechan para cubrir a nuestro amado. José encerrado injustamente en una obscura prisión, cuando anuncia al copero de Faraón que sería restituido a su antigua privanza y dignidad: “Acuérdate de mí, le dice, habla en mi favor al Faraón para que me saque de esta cárcel, porque has de saber que fui arrebatado de la tierra de los hebreos y arrojado a esta prisión, siendo inocente”. Ved aquí, dice san Juan Crisóstomo, la conducta de un hombre cuyas palabras salen de un corazón abrasado en caridad. No revela, ni se da por sentido de la perfidia y traición de sus hermanos, nada dice contra la malvada adúltera, que rompiendo las leyes sagradas de la justicia le calumnió con su marido y fue causa de los malos tratamientos que sufría. Todo lo cubre su caridad; solamente dice: “Haz conmigo misericordia, acuérdate de mí”. Mas quiere padecer en su opinión, tener perdida su libertad y sufrir grandes trabajos que revelar las faltas de su prójimo.
Pero bien al contrario el odio; no solamente publica las verdaderas faltas del prójimo, sino que las aumenta, y aun de ligeras sospechas y leves fundamentos, fabrica torres de iniquidad y de injusticia: “Suscitat rixas”. De esta expresión usa la sagrada Escritura para explicar el poder infinito de las manos de Dios, que de la nada sacaron todas las cosas, para darnos a entender que el odio saca de la nada, o de un polvo apenas perceptible, grandes faltas, encumbradas torres, montes que llegan al cielo para deshonrar a nuestro hermano.

Y aún las supone e inventa

Era José aborrecido de sus hermanos: Les refiere un día, con inocente sencillez, sus sueños misteriosos, y apenas es oído cuando se enfurecen contra él: “¿Quién puede sufrir, dicen, el atrevimiento de este rapaz? Siendo el menor de todos, quiere hacerse nuestro superior; y que nosotros le adoremos”. Luego tratan de quitarle la vida, le arrojan en una cisterna y le venden por esclavo a unos comerciantes. Observemos cuál había sido su pecado: el sueño de un niño, en el que ni tuvo libertad, ni menos culpa alguna. Y a una soñada falta, ¿un castigo tan terrible? Sí: el odio de sus hermanos levantó sobre este sueño, torres de pecado y de indignación.
No había sido otro el delito del santo Mardoqueo, que no inclinar su cabeza al soberbio Aman; pero éste lleno de odio junta sus deudos y amigos, y en tono de declamación y de furor, les dice: Ya sabéis mi grandeza, mis riquezas, mi privanza con el rey y los respetos que se deben a mi persona; pues sabed que ese vil y despreciable Mardoqueo me desprecia, no me quita el sombrero, se mofa de mi autoridad, se desdeña de mirarme. ¡Oh, qué torres de viento levanta sobre tan débil cimiento! Sus privados le oyen y sentencian al inocente, a un bárbaro suplicio: Se levanta una horca de cincuenta codos para castigar tan alta maldad. Los judíos aborrecían a Jesucristo y a sus discípulos: y el odio les hace mirar la ligera falta de no lavar sus manos como una horrible transgresión de la ley de Moisés. Se quejan y censuran, dice san Pedro Crisólogo, no el que no lavasen sus manos según el uso ordinario de aquel tiempo, sino que no las laven a cada momento y con supersticiosas ceremonias. Pero esta supuesta omisión ¿cómo se ensalza, cómo se pondera? Se juntan concilios en Jerusalén se encarga la discusión de este gravísimo negocio, a los doctores y maestros de la ley, no se perdonan gastos ni diligencias, como si amenazase a la ley y a la nación una total ruina. Ordenan una embajada a Jesucristo en la que con artificioso y maligno Intento se le consulte este negocio. Por qué, dicen, tus discípulos… ¡Oh injustos! El odio abulta a vuestra vista lo que es nada, y hace pomposas y ponderativas vuestras palabras.

Nuestra malicia nos hace juzgar mal de nuestro prójimo

Nuestra mala intención, nuestra malicia, hace también dignas de calumnia y censura mordaz hasta las mismas acciones santas de nuestros hermanos. Convierte el bien en mal, hace asechanzas a la virtud y denigra el honor del escogido. Llora Jesucristo a un energúmeno de la funesta opresión de tan cruel tirano, y luego dicen sus enemigos: “In beelzebub principe daemoniorum ejicit daemonia”. ¿Qué obra más a propósito para atraer su veneración hacia un generoso bienhechor que así curaba sus dolencias?, ¿qué acción más santa? Sin embargo, de ella toma la malicia de sus enemigos ocasión para llamarle endemoniado. De aquí, debemos inferir la gravedad y el cuidado con que se han de medir nuestros juicios acerca de la conducta y mérito del prójimo. Juzgados y condenados serán los que juzgasen y condenasen precipitadamente a su hermano. En casos dudosos, inclinaos siempre, dice san Agustín, a la parte que le sea más honrosa y favorable. En la acción que ofrece toda la exterior apariencia de iniquidad, puede ocultarse una intención pura, un motivo poderoso que excuse legítimamente su pecado. Si el Apóstol no osaba formar juicio de sí mismo, ¿quién osará formarlo de su hermano sin insolente temeridad? Pero es tan atrevida la malicia del corazón humano que no solamente juzga, censura y decanta las acciones equívocas; sino que aun extiende su ponzoña sobre las más inocentes y sencillas. ¡Maldita tierra que concibiendo buena semilla, produce frutos venenosos y pestíferos; tierra maldita semejante a la que del huevo de una inocente avecilla produce un basilisco! Que se recoja en vuestro pecho una mala acción que se escapó a vuestro hermano y que repasada en él produzca un juicio feo e injurioso, señal es de que se ha extinguido en vuestro pecho el fuego de la caridad cristiana; pero al fin el juicio es parecido a la obra y tiene en ella fundamento. Mas, que veáis una acción santa y que el calor de vuestra dañada voluntad saque de ella un áspid venenoso, un juicio feo e inhumano, éste es el mayor extremo de iniquidad y de malicia que se manifestó de un modo horrible y detestable a todos los siglos en los judíos contra Jesucristo. De sus santísimas obras tomaron motivo para calumniarle y perseguirle, y las que debieran haber abierto sus ojos e inflamado su corazón para conocerle y amarle, obstinaron su voluntad, cegaron su entendimiento y llevaron el odio y la venganza hasta el extremo más sacrílego.


Fuente: "Discursos Predicables", Msr. Gerónimo Bautista de Lanuza OP, 1803

domingo, 24 de enero de 2016

El "Cura" Sanador Ignacio Peries amigo del Antipapa Francisco, de los Abortistas, Homosexuales y Enemigo de Cristo y de su Iglesia



El "Cura" Sanador Ignacio Peries, 
amigo del Antipapa Francisco, de los Abortistas, Homosexuales y 
Enemigo de Cristo y de su Iglesia

Recordemos que el tal falso profeta Ignacio Peries ni siquiera es sacerdote válido, dado que no ha sido ordenado con las únicas y válidas materia y forma tradicionales, necesarias para el Sacramento. No nos ocuparíamos de él si no fuera lo terriblemente popular, influyente y "milagroso" como para obligarnos a denunciarlo como Falso Profeta. Y, si bien es cierto que hemos dedicado ya un artículo de advertencia (Ver La Mentira del "Padre" Ignacio Peries), vale la pena agregar estos hechos sucedidos un año después de nuestra denuncia.

Veamos primero la repercusión pública en la Argentina, a través de esta entidad nacional, por su programa televisivo del 2013:

La plataforma de defensa de la familia Argentinos Alerta denunció que el "Padre" Ignacio Periés, sacerdote natural de Ceilán, dedicó la edición del 25 de diciembre de 2013 de su programa televisivo a promover el mal llamado “matrimonio” gay y la adopción de parejas homosexuales.

El "Padre" Periés invitó al programa a dos parejas gay y una de lesbianas, asegurando que “mi intención es, a través de ustedes, hacer conocer los sentimientos de dos personas que aman, conviven, comparten”.
El programa televisivo fue emitido para la ciudad argentina de Rosario y por varios canales de cable.
El sacerdote aseguró que “es lindo conocer la realidad y también cambiar nuestros conceptos, dar al posibilidad de que cada ser humano viva con su libertad”, añadiendo que “el amor es algo que va más allá de lo físico”.
"Ustedes están rompiendo tradición, cultura, sentimientos de muchos, ¿no?, porque todo lo que escuchamos para muchos va a ser una novedad, más que otra cosa. Por eso es importante dar tiempo a que la gente se acostumbre, piense, analice, y acepte esta hermosa realidad que ustedes viven. Para alguno puede ser un shock”, dijo.
El presbítero calificó el encuentro en su programa como “una vivencia muy hermosa, muy diferente, las dos son mamás, con mellizos, con dos hijos, ¡qué hermoso! ¿no? ojalá que Dios las bendiga, y les de lo mejor para compartir este techo, este hogar, que ustedes hacen con un nuevo concepto de la familia”.
Entre los simbólicos invitados del sacerdote se presentaron la primera pareja homosexual que adoptó en Argentina, Iván D´Ortona y Ezequiel Rivero, la primera pareja de la ciudad de Rosario en contraer “matrimonio” gay y Loreley Flores y Alejandra Butticé, así como Guillermo Lovagnini, un militante de la Asociación Civil Vox, que promueve la ideología de género.
Otro caso presentado en el programa es el de Loreley Flores y Alejandra Butticé. Loreley es madre de dos varones fruto de una relación heterosexual previa, mientras que Alejandra se ha sometido a un proceso de fertilización con el que consiguió quedar embarazada de mellizas, que ya tienen dos meses de nacidas.
Entrevistado por ACI Prensa el 9 de enero, Martín Patrito, miembro de la comisión directiva de ArgentinosAlerta, criticó que “el Padre Ignacio eligió el día de Navidad para promover el ‘matrimonio’ homosexual y la adopción por parejas del mismo sexo en su popular programa televisivo ‘Huellas de Navidad’ que se emitió en la Ciudad de Rosario por Canal 3 el pasado 25 de diciembre de 2013”.
“Abordando esta problemática desde un plano sensible y tomando como modelo de familia moderna a este tipo de uniones, el programa resultó una apología de la ideología de género por parte del sacerdote rosarino”.
Patrito remarcó que la visión propuesta por el sacerdote “no resiste el menor análisis, pues si el matrimonio fuera tan sólo una cuestión de sentimientos, también debería permitirse entre hermanos, entre varios hombres, entre varias mujeres, entre un hombre y varias mujeres, entre una mujer y varios hombres, y por qué no también con una mascota”.
“En esta visión del matrimonio basada solamente en la satisfacción de necesidades personales, el sacerdote presentó con toda superficialidad el tema de la adopción: un bebé adoptado por una pareja de homosexuales y mellizas nacidas por inseminación artificial, en el caso de la pareja de lesbianas. Nada se habló del derecho natural que tienen estos bebés de ser criados por un padre y una madre”.
El líder pro-familia recordó que el sacerdote dijo en su programa que “hay que experimentar la realidad de la vida”.
“Efectivamente, la adopción por parejas del mismo sexo constituye uno de los tantos experimentos de la ingeniería social que fomenta la ideología de género”, advirtió Patrito.
“Finalmente, ha resultado lamentable la insistencia del sacerdote en fomentar las críticas a la Iglesia Católica respecto de su clara postura ante el mal llamado matrimonio homosexual”.
El directivo de ArgentinosAlerta denunció que el P. Periés “se encargó de preguntar a todos los entrevistados si en esta materia la Iglesia debía cambiar algo, buscando forzar que solicitaran el sacramento del Matrimonio”.
“El padre Ignacio está causando una gran confusión y no ha tenido la honestidad intelectual de aclarar que su visión ideologizada del matrimonio se contrapone con el de la Iglesia Católica”, señaló.
(Fuente: Aciprensa)

Puede ver las pruebas del escándalo (Prohibido a la vista de cualquier menor sin la debida autorización, explicación y compañía de un Adulto), en el siguiente enlace de video:



Para mayor evidencia de su falsía profética; que se autoproclama, blasfema y ofensivamente, ser intermediaria entre Dios y los hombres; veamos qué incluye la misma Wikipedia sobre él:

"El 6 de agosto de 2013 un edificio de Rosario se derrumbó, causando la muerte a varias personas, el padre Ignacio Peries dijo que Santiago Laguía, uno de los desaparecidos, seguía vivo, “Nos dijo que mi hijo está con vida, que él puede sentir los latidos de su corazón, que puede estar shockeado o mareado pero que lo busquemos y nos indicó que específicamente fuéramos a las zonas verdes de la ciudad” explicó la madre de Santiago 2 Un amigo de Santiago dijo algo parecido: “La búsqueda en ese lugar específico se basa en varios testimonios que indican que lo vieron por ahí. El Padre Ignacio manifestó en tres oportunidades que ve signos vitales, que no entiende porque no lo encuentran, y que ve verde”, dijo cuando fue consultado por la relación del cura con los sitios elegidos para la búsqueda. Finalmente Santiago fue encontrado en el lugar del derrumbe, donde había fallecido el día de la tragedia."
(Fuente: Wikipedia)

Las Sagradas Escrituras son muy claras en condenar la Homosexualidad y a los Falsos Profetas, queda en cada alma el preferir curarse de cualquier dolencia y enfermedad, a costillas de vender el alma al diablo; pues el mismo Cristo enviará al Infierno Eterno donde no termina el dolor, tanto al Hereje que sanó EN y POR su Santísimo Nombre Divino, como a aquel que ha seguido a tal hereje, despreciando su Santa Doctrina:

Romanos 1- “Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; sino que devanearon en sus discursos, y quedó su insensato corazón lleno de tinieblas… ellos que habían colocado la mentira en el lugar de la verdad de Dios, dando culto y sirviendo a las criaturas en lugar de adorar al Creador, el cual es bendito por todos los siglos. Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames. Pues sus mismas mujeres invirtiendo el uso natural, en el que es contrario a la naturaleza. Del mismo modo también los varones, desechado el uso natural de la hembra, se abrasaron en amores brutales de unos con otros, cometiendo torpezas nefandas varones con varones, y recibiendo en sí mismo la paga merecida de su obcecación… los que hacen tales cosas, son dignos de muerte, y no sólo los que las hacen, sino también los que aprueban a los que las hacen”.

Isaías 3, 9 – El semblante que presentan da testimonio contra ellos; pues, como Sodoma, hacen alarde de su pecado, ni lo encubren: ¡Ay de su alma de ellos! porque se les dará el castigo merecido”.

Judas 1, 7: Así como Sodoma, y Gomorra, y las ciudades comarcanas, siendo reas de los mismos excesos de impureza y entregadas al pecado nefando, vinieron a servir de escarmiento, sufriendo la pena del fuego eterno”.

Levítico 18, 22: “No cometas pecado de sodomía, porque es una abominación”.

Levítico 20, 13: El que pecare con varón como si éste fuera una hembra, los dos hicieron cosa nefanda: mueran sin remisión: caiga su sangre sobre ellos”.

Deuteronomio 23, 17: “No haya entre las hijas de Israel ninguna ramera; ni hombre fornicador entre los hijos de Israel”.

1 Reyes 14, 24: Y aun hubo también en el país hombres afeminados, que renovaron todas las abominaciones de aquellos pueblos que el SEÑOR había destruido al presentarse los hijos de Israel”.

1 Reyes 15, 11-12: “E hizo Asa lo que era justo delante del SEÑOR, como su padre David; y extirpó del país a los afeminados: y le limpió de todas las inmundicias de los ídolos fabricados por sus padres”.

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Mateo 24, 24-25: Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si posible fuera, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano”.

Mateo 7, 21-23: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése entrará en el reino de los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿pues no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces yo les diré claramente: nunca os conocí. Apartaos de mí los que obráis la iniquidad"


Mateo 7, 15-20: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos rapaces: por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así todo árbol bueno lleva buenos frutos; y el mal árbol lleva malos frutos. No puede el árbol bueno llevar malos frutos, ni el árbol malo llevar buenos frutos. Todo árbol que no lleva buen fruto, será cortado y metido en el fuego. Así, pues, por los frutos de ellos los conoceréis"

domingo, 27 de diciembre de 2015

Meditación sobre la Gula y sus 8 Señales para Reconocerla



MEDITACIÓN DE LA GULA

Considera cuánto debe aborrecerse el vicio de la gula. Cristo Señor nuestro te advierte muy expresamente en el Evangelio que le huyas: 

"Guardad que vuestros corazones no sean gravados de la comida demasiada y de la embriaguez y os sobrevenga repentina desdicha" (Cfr. Lc. 21, 34). 

Y otra vez dio su maldición a los golosos: 

"¡Ay de vosotros, que coméis demasiado! Tiempo vendrá que rabiaréis de hambre" (Cfr. Lc 6, 25)

Este vicio hace al hombre estúpido, arruina la salud y abrevia la vida; hace al alma incapaz de razón, indigno de las consolaciones celestiales e inhábil para las cosas del servicio de Dios. Es como imposible que el goloso pueda ser jamás casto, siendo la deshonestidad compañera inseparable de la gula. Ordinariamente está muy sujeto a la ira. Dios castiga severamente este vicio, aun en esta vida, como lo hizo con nuestros primeros padres, por haber comido del fruto vedado, echándolos vergonzosamente del paraíso terrenal. El pueblo de Israel apenas hubo comido la carne cuando la ira de Dios vino sobre ellos e hizo extraña matanza. Un Profeta, por haber comido contra el orden de Dios, fue muerto por un león. En fin serán los golosos en el infierno sobremanera atormentados. El rico Epulón pidió una gota de agua para refrescar la lengua y no la alcanzó, y semejante sequedad nos ha de caber, si no sabemos dar de mano a las golosinas.

Considera, que la gula es un deseo desordenado, y excesivo de comer y beber. Se peca:

1. Si se anticipa el tiempo como hizo Jonatán, hijo de Saul (Cfr. I Samuel 14, 24). 

2. Si se buscan comidas o bebidas delicadas y exquisitas, como los israelitas (Cfr. Núm. 11,5-6) 

3. Si se guisan los manjares, aun comunes, con extraordinarios sainetes, como hicieron los hijos de Helí (Cfr. I Samuel 2, 29).

4. Si se excede en la cantidad, como los sodomitas (Cfr. 1 Reyes 14, 24) 

5. Si se come con demasiada sensualidad, aunque sean comidas viles y groseras, como Esaú sus lentejas (Cfr. Gn 25, 34). 

6. Si se comen viandas prohibidas, o por la Iglesia, o por la regla, o por el voto. 

7. Si fuera de tiempo, o de lugar, o más a menudo del que es necesario. 

8. Si pierde la paciencia, cuando las viandas no están bien sazonadas y de gusto, o cuando falta alguna cosa. 

Examínate sobre todo esto; y hallarás por ventura, que apenas comes o bebes sin alguna culpa. 

Usa de los siguientes medios para vencer y refrenar la gula: 

1. Pensando en los ayunos y abstinencia, que hizo Cristo Señor nuestro, y en la hiel y vinagre que gustó por nuestro amor. 

2. Engañando el hambre y la sed con santas ocupaciones, que diviertan la imaginación del comer y beber 

3. Regulando, si es posible, las horas de nuestra refección, y huyendo de los banquetes y de toda ocasión de hacer excesos. 

Cuando fueres tentado de Gula, medita la respuesta que hizo Cristo al demonio:

"El hombre no vive sólo de pan, sino de la palabra de Dios" (Mt. 4,4; Lc. 4,4);

esto es del gusto que siente en oír su santa palabra y en hacer su divina voluntad. Finalmente, piensa que, este cuerpo que regalas con tanto cuidado, será bien presto comido de gusanos, como ya lo dijo Isaías (14, 11).


Fuente: "Manual de Piadosas Meditaciones", PP de la C. de la C. de la Misión de Barcelona, 1833

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Meditación sobre la Soberbia y sus 8 Señales para Reconocerla



MEDITACIÓN DE LA SOBERBIA

Considera que la soberbia es por su naturaleza pecado grave, vicio tan detestable que David lo llama grandísimo pecado, y san Agustín lo juzga por el peor de todos: y con razón, porque este vicio fue causa de la caída de los ángeles rebeldes, los cuales llegaron a ser demonios por haber consentido en un solo pensamiento de soberbia. 

Fue el origen de todas las miserias e infelicidades humanas, en nuestros primeros padres, por haber comido del árbol vedado, movidos del espíritu de la soberbia, y de una vana curiosidad de saber el bien y el mal (Gen 3, 5). La soberbia es una carcoma que roe y hace perder el fruto de las buenas obras. Por eso decía el Hijo de Dios que, el hacer acciones buenas para ser estimado de los hombres no merece recompensa en el cielo. 

Los soberbios son aborrecidos de todos porque no quieren ceder a ninguno, ni saben tener paz con nadie.

Dios sumamente aborrece a los soberbios, como se ve en los fariseos, tantas veces malditos y reprobados de Cristo en su santo Evangelio; y les reserva para la otra vida rigurosísimos castigos: "Dadle otros tantos tormentos, cuanto ha sido arrogante", dice de Babilonia, que es figura del alma soberbia (Apoc. 18, 7).

Y otra vez, "El que se ensalza, será humillado" (Lc. 14, 11). Por esto, humíllate, para que no caigan sobre ti los castigos y maldiciones de Dios contra los soberbios. 

Considera qué cosa es la soberbia:  Es una buena opinión de sí mismo, o un deseo desordenado de gloria mundana. Ocho son las señales para conocer si uno es tocado por este vicio: 

1. Gloriarse de lo que tiene, como si no lo tuviese de Dios; o de lo que no tiene, o de cosas que merecen vituperio; y esto se llama arrogancia.

2. Desear ser visto por los hombres para ser alabado y alegrarse de agradarles, o de ser estimado por ellos; y esto es vanagloria. 

3. Alabarse a sí mismo, vendiéndose por aquello que no es, o engrandeciendo lo que es, y descubriendo sin necesidad aquello que debía callar; y esto es jactancia. 

4. Tener deseo desordenado de cargos y dignidades; y es ambición. 

5. Emprender cosas que exceden las propias fuerzas y su capacidad, y se llama presunción. 

6. Mostrar que se es aquello que no es, o hacer obras buenas en presencia de otros para ser estimado; y es hipocresía. 

7. Estar amartelado en su propio juicio, y preferir su parecer al ajeno, no queriendo ceder a ninguno que sea; y esto es obstinación. 

8. Finalmente, el desprecio de los otros, así iguales como superiores. 

Estas son las señales de la soberbia, y la principal entre todas, si siendo tan soberbio como eres ninguna de estas reconocieras en ti. 

Para desarraigar de tu alma este vicio, el primer medio es considerar que "la soberbia es madre de los demás vicios" (Ecclo. 10, 15), y por esto Dios la castigó tanto en Luzbel, en nuestros primeros padres, en el Faraón Nabucodonosor, Aman, Herodes y otros. 

Haz frecuentes actos de fe sobre esta verdad, que no tienes cosa alguna de ti mismo, más, que lo has recibido todo de Dios, el cual te pedirá estrechísima cuenta de ello.
Entérate bien de tus miserias, así de cuerpo como de alma; pasadas, presentes y venideras. En cuanto al cuerpo, has sido una asquerosísima materia, eres un saco lleno de inmundicia y de suciedad; y un día, serás reducido a corrupción, y a comida de gusanos vilísimos. En cuanto al alma, has sido, y aun quizá eres esclavo del demonio, y no sabes si te hallarás algún día en el número de los condenados; por tanto, debes tener escondido lo que te puede conciliar estimación en todas tus acciones, dirigir tu intención a sólo Dios, y últimamente, pensar a menudo en la humildad de nuestro Redentor: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt. 11, 29). 

Oh cuán adelantado se hallaría tu espíritu, si aprendieses bien, de tu divino maestro Jesús, tan importante lección.



Fuente: "Manual de Piadosas Meditaciones", PP de la C. de la C. de la Misión de Barcelona, 1833

martes, 13 de enero de 2015

Los Católicos que mueren con algún Pecado Mortal NO SE SALVAN


Los Católicos que mueren con algún Pecado Mortal 
NO SE SALVAN

Papa Benedicto XII, Benedictus Deus, 1336, ex cathedra:

“Definimos además que, según la común ordenación de Dios, las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales…” 

(Denzinger 531).

miércoles, 12 de junio de 2013

El mal que PLACE



El mal que PLACE

"Cuando nos causan un daño, debiéramos juzgarlo sabiendo que,  peor, más engañoso y más perverso que el mal que nos duele, es el que nos place"

Francisco Delafuente


jueves, 6 de junio de 2013

EXAMEN DE CONCIENCIA



EXAMEN DE CONCIENCIA
que se ha de hacer al fin del día

Para con Dios:

Amor a Dios sobre todas las cosas. Negligencias y omisiones en mis deberes de religión. Irreverencias en la iglesia. - Santificación del Domingo. - Falta de respeto a las personas y cosas santas. -Dudas sobre de Fe. -Respetos humanos. - Blasfemias. -Murmuraciones. -Falta de confianza o de resignación. -Resistencias a la gracia.

Para con el prójimo:

Amor del prójimo por Dios. -Falta de solicitud, -de obediencia. Pertinacia. -Aspereza. Desprecio. -Frialdad. -Odio. -Envidia. -Injurias. - Perdón de las injurias. -Burlas. -Calumnias. -Maledicencias. -Falsos testimonios. -Violencias. -Mentiras. -Malos ejemplos. - incitación al mal. -Escándalos. -Injusticias -Daño en la reputación o los bienes. -Deudas. -Hurtos. -Deberes patrióticos. -Deberes sociales.

Para consigo mismo:

Satisfacción. - Enmienda de mi principal defecto. Práctica de mi virtud dominante. -Sencillez. -Generosidad. -Orgullo -Vanidad. -Avaricia. -Sensualidad en deseos, miradas, lecturas, palabras, acciones. -Intemperancia. -Gula. -Molicie. -Inmortificación. -Ira. -Impaciencia. -Pereza n el cumplimiento de mis deberes de estado.

lunes, 15 de octubre de 2012

Dios Castiga y Mata a los Malos

Muerte de Simón Mago (Crónicas de Nuremberg)

Dios Castiga y Mata a los Malos

El siguiente artículo está tomado del capítulo "Ejemplos sacados de la muerte de los malos" de los Tesoros de Cornelio a Lapide. Esperamos sirva de contra ejemplo para que si no se ama el Sagrado y Amoroso Corazón de Jesús; al menos se le tema a su Temible Mano Justiciera. ¡Dios nos libre del pecado y la maldad!


El Señor -dice la Escritura- hirió al impío Antíoco con una llaga interior e incurable; un dolor cruel y horribles tormentos degarraban sus entrañas (Cfr. 2 Macabeos 9, 5). El cuerpo de aquel impío hervía de gusanos, y aun viviendo se le desprendían las carnes en medio de los dolores, de modo qae era intolerable al ejército el hedor que despedía. 

Obsérvase cuál fue la muerte del endurecido Faraón, la del Baltasar, y la de los judíos deicidas... 

Judas se ahorcó (Hech 1, 18)

Heredes, que hizo degollar a los Santos Inocentes y fue perseguidor de Jesucristo, murió en medio de sufrimientos semejantes a los de Antioco. 

La misma suerte tuvo su sobrino Heredes Agrippa, así como Hunerico rey de los vándalos (Hist Eccles)

Después de haber Nerón perdido el poder, se vio reducido al extremo de suicidarse, consiguiendo así terminar su vida mediante el auxilio de su secretario Epafrodrita (Ibid) 

Domiciano fue asesinado por un liberto (Ibid)

El emperador Severo, que se ensañó contra los cristianos, murió de pesar dejando a un hijo que había querido quitarle la vida, y que después mató a su propio hermano. Toda su familia pereció miserablemente (Ibid) 

Maximiano fue sacrificado por sus propios soldados (Ibid) 

Decio pereció en un pantano (Ibid) 

Galo fue asesinado un año después de haber encendido el fuego de la persecución (Ibid) 

Valerio y Aurelio murieron a mano airada (Ibid) 

El emperador Caro que había osado tomar el título de Dios, quedó muerto por el rayo. Su hijo Numerio fue asesinado por su tio Aper, y Diocleciano mató al segundo hijo de Caro (Ibid) 

Diocleciano terminó con el Veneno una Vida que no podia sufrir vida manchada con crímenes atroces (Ibid) 

Maximiano Hércules se vio obligado a estrangularse él mismo (Ibid) 

Galerio se vio atacado de una enfermedad horrible Su carne se llenó, como la de Anlíoco, de gusanos, y caía a pedazos de su cuerpo (Ibid) 

Maximino Daía murió en medio de atroces dolores (Ibid) 

Habiendo sido Haxencio derrotado por Constantino cayó en el Tíber y se ahogó (Ibid) 

Licinio sufrió la pena de muerte (Ibid) 

Todos sabemos cómo pereció Juliano, el Apóstala (Ibid) 

La mayor parte de los heresiarcas han muerto pronto y de una muerte infame. 

Simón el Mago, que se había levantado por los aires con el auxilio del demonio, quedó privado de su apoyo por las oraciones de San Pedro; cayó, se rompió las piernas y expiró entre vivos dolores (Ibid) 

A Manes le arrancaron las entrañas por orden del rey de los Persas (Ibid) 

Montan se ahorcó (Ibid) 

Algunos donatistas que arrojaron la Sagrada Eucaristía a los perros, fueron despedazados por aquellos mismos animales (Ibid) 

En el mismo momento que Arrio iba a la iglesia de los católicos para apoderarse de ella y entregarla a sus sectarios, le acometieron intolerables dolores y expiró desgarrando sus entrañas (Ibid) 

A Prisciliano le cortaron la cabeza por orden del tirano Máximo (Ibid) 

León el Armenio, iconoclasta, fue asesinado en la iglesia (Ibid) 

El empacador Heráclilo, que habia abrazado la herejía de los monotelitas, murió de una manera repentina y asquerosa (Ibid) 

Valente, sectario de Arrio, fue vencido y quemado por los godos (Ibid) 

Los gusanos devoraron la lengua del blasfemo Nestorio (Ibid) 

El emperador Anastasio, sectario de Eutiches, pereció herido del rayo (Ibid)

Después de una espléndida cena, Lutero murió ahogado en su cama. Y un historiador contemporáneo refiere que una multitud de demonios en figura de cuervos volaron al rededor de su cadáver dando horribles graznidos y le acompañaron hasta la tumba. 

Zuinglio fue muerto. 

Garlostadio fue arrebatado por un demonio y desapareció. 

Calvino fue devorado por los gusanos y expiró blasfemando. 

Enrique VIII, rey de Inglaterra, murió desesperado (Hist de su vida) 

¡Cuán horrible fue siempre, en general, el fin de los grandes pecadores!



C. a Lapide

domingo, 23 de septiembre de 2012

¡Al Infierno por Masturbarse!





¡Al Infierno por Masturbarse!

Gálatas 5, 19-21: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, desenfrenos, y cosas semejantes a estas; de las cuales os denuncio, como también ya os denuncié, que los que hacen tales cosas, no heredarán el reino de Dios”. 

1 Corintios 6, 9-11: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos de vosotros; mas ya sois lavados, ya sois santificados, ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. 


Efesios 5, 5-8: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor: Andad como hijos de luz”

Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, pt. II-II, c. 154, a. 11: “Como dijimos ya antes (a.6 y 9), existe una determinada especie de lujuria en la que hay una razón de torpeza que hace que el acto venéreo sea malo. Esto puede darse bajo un doble aspecto. En primer lugar, porque choca contra la recta razón, como sucede en todo vicio de lujuria. En segundo lugar, porque se opone también al mismo orden natural del acto venéreo apropiado a la especie humana, y entonces se llama ‘vicio contra la naturaleza’. Esto puede suceder de varios modos. Primero, si se procura la polución sin coito carnal, por puro placer, lo cual constituye el pecado de ‘inmundicia’, al que suele llamarse ‘afeminación’. En segundo lugar, si se realiza el coito con una cosa de distinta especie, lo cual se llama ‘bestialidad’. En tercer lugar, si se realiza el coito con el sexo no debido, sea de varón con varón o de mujer con mujer, como dice el Apóstol en Rom 1, 26-27, y que se llama ‘vicio sodomítico’. En cuarto lugar, cuando no se observa el modo natural de realizar el coito, sea porque se hace con un instrumento no debido o porque se emplean otras formas bestiales y monstruosas antinaturales”.

Para desarrollar el tema y leer más; ir a la Fuente: Vaticano Católico

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