viernes, 12 de agosto de 2016

Santa Clara, fundadora (12 de agosto)



Santa Clara, fundadora.

(† 1253)


La seráfica virgen santa Clara, fundadora de las religiosas del seráfico padre san Francisco, fue, como este santo, natural de Asís, y de claro y nobilísimo linaje. Siendo aún muy niña y no teniendo aún rosario para llevar la cuenta de sus oraciones, las iba contando con piedrecillas, y aunque por voluntad de sus padres vestía ropas preciosas, mas interiormente usaba de un áspero cilicio, y ofrecía a Dios su virginidad con gran resistencia de sus padres, que deseban casarla. Había Dios enviado en este tiempo al mundo para renovarlo, al seráfico padre san Francisco, el cual estaba en la misma ciudad de Asís; y por su consejo dejó la santa doncella la casa de sus padres y renunciando a todas las grandezas del mundo, entró en la iglesia de santa María de la Porciúncula que está a una milla de Asís. Allí la aguardaban san Francisco y todos sus santos religiosos con velas en las manos y entonando el Veni Creator Spiritus; y ella, al pie del altar, se desnudó de todas sus galas y preciosas vestiduras, se cortó las trenzas de su rubia cabellera, y recibió de manos del seráfico patriarca el hábito penitencial. Pretendieron sus deudos y parientes llevársela por fuerza, mas la santa se asió tan fuertemente al altar, que al quererla sacar por fuerza, dejó en sus manos la mitad de sus vestiduras, y aun se quitó la toca, para que viesen que había también sacrificado a Cristo la hermosura de sus cabellos. Premió el Señor tan ilustre victoria que su sierva alcanzó de la carne y de la sangre, con dar la misma vocación a su hermana Inés y a otras nobilísimas doncellas, parientas suyas, hasta el número de dieciséis; las cuales formaron la primera comunidad de religiosas de santa Clara. No solamente en aquella ciudad, sino en la Umbría y por todo el mundo se extendió el resplandor de las virtudes de santa Clara. Ayunaba a pan y agua todas las vigilias de la Iglesia y toda la cuaresma, llevaba por vestidura interior una asperísima piel de jabalí, y dormía sobre la tierra teniendo un haz de sarmientos por almohada; pero el amor de Cristo le hacía tan suaves éstas, y otras espantosas penitencias, que no había rostro más alegre y apacible que el de la santa. Y ¿qué lengua podrá decir las inefables dulzuras, éxtasis seráficos y dones de milagros y de profecía con que Jesucristo la regalaba y correspondía a su amor? Cuando los bandidos y sarracenos con que el malvado Federico II talaba el valle de Espoleto, cercaron la ciudad de Asís y escalaban ya los muros del monasterio de santa Clara, ella, aunque enferma, se hizo llevar a las puertas, y sacando del seno una custodia del santísimo Sacramento, oyó la voz de Jesús, que le decía: "Sí, Clara, yo te protegeré": y huyeron al punto aquellos bárbaros, dejando muchos cadáveres, heridos como si hubiesen peleado contra los rayos del cielo. Finalmente toda la vida de la santa fue como la de un serafín sacrificado por amor de Jesucristo, y a la edad de sesenta años, visitada por un coro celestial de santas vírgenes, entregó su alma purísima al divino esposo. 


Reflexión: 

Los monasterios de santa Clara han llegado a la crecida suma de cuatro mil; y en ellos se han santificado mucha nobilísimas doncellas, condesas, duquesas y princesas, y sobre todo un gran número de almas heroicas que practicando la regla más austera de todas, han sido en la tierra las delicias de Dios, el ornamento de la Iglesia católica, y el más elocuente ejemplo del mundo.


Oración: 

Óyenos, Señor y Salvador nuestro, y haz que la alegría que sentimos en la fiesta de tu bienaventurada virgen santa Clara, sea acompañada de los afectos de una verdadera devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890


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