sábado, 30 de abril de 2016

Visión de Santa Catalina sobre el Bautismo de Sangre


Capítulo XI

Cómo los imperfectos quieren seguir solamente al Padre, pero los perfectos al Hijo; y de una visión que tuvo esta alma devota, en la cual se refieren varios Bautismos y de algunas otras cosas útiles y excelentes.


Te he dicho que salen afuera, lo cual es señal de que se levantaron de la imperfección y llegaron a la perfección. Abre los ojos de tu entendimiento y míralos correr por el puente de la doctrina de Cristo crucificado, el cual es vuestra regla, camino y doctrina. No se proponen otra cosa ante los ojos de su entendimiento que a Cristo crucificado. No se proponen a Mí, que soy el Padre, como lo hace el que está en el amor imperfecto, el cual no quiere padecer penas, y porque en Mí no puede haberlas, desean el contentamiento que en Mí hallan, y por eso digo que siguen en Mí, no a Mí; esto es el deleite que hay en Mí, no a Mí mismo. No proceden así estos (los que quieren la perfección), sino que como embriagados y encendidos en amor subieron estos tres escalones generales, que signifiqué en las tres potencias del alma, y los tres actuales, que te manifesté en el cuerpo de Cristo crucificado, mi Unigénito Hijo. Habiendo subido a los pies con los del afecto, llega al costado, en donde halló el secreto del corazón y conoció el Bautismo del agua, el cual tiene virtud en la sangre, en donde halló gracia en el santo Bautismo, dispuesto el vaso del alma a recibir la gracia unida y enlazada con la sangre. 

¿En dónde conoció esta dignidad de verse unida y enlazada con la sangre del Cordero, recibiendo el santo Bautismo en virtud de la sangre? En el costado, donde conoció el fuego de la Divina Caridad. Así te lo manifestó mi Verdad cuando la preguntaste, diciendo: "Dulce e inmaculado Cordero, ya habías muerto cuando te abrieron el costado, ¿por qué, pues, quisiste ser herido y partido el corazón?" 

Y Él te respondió que por muchos motivos había sucedido esto, y te diré uno de los principales, y fue porque mi deseo para con el linaje humano era infinito, y el acto de sufrir penas y tormentos era limitado y finito; y por cuanto en cosa finita no podía mostrar el amor infinito, por tanto quiso que vieseis el secreto del corazón mostrándoosle abierto, para que vieseis que más amaba de lo que manifestaba por una pena finita. Derramando sangre y agua os mostré el santo Bautismo, el cual recibisteis en virtud de la sangre y, sin embargo, derramaba sangre y agua. Manifestaba también el Bautismo de sangre de dos maneras, uno en aquellos que son bautizados en su sangre vertida por Mí, el cual tiene virtud por mi sangre, no pudiendo ellos ser bautizados. Algunos otros se bautizan con fuego, deseando el Bautismo con afecto de amor, y no lo pueden tener. Mas no hay Bautismo de fuego sin sangre, porque la sangre está enlazada y unida con el fuego de la Divina caridad, porque fue vertida por amor.

También recibe el alma de otra manera este Bautismo de sangre, hablando figuradamente, y esto proveyó la caridad Divina porque, conociendo la flaqueza y debilidad del hombre, éste me ofende por ella, no que sea precisado, ni ningún otro motivo le induzca a la culpa, si él no quiere; mas cae como frágil en pecado mortal, por el cual pierde la gracia que recibió en el santo Bautismo en virtud de la sangre, por tanto fue precisado que la caridad Divina dejase el Bautismo continuo de la sangre, el cual se recibe con la contrición del corazón y con la confesión, confesándose cuando pueda con mis Ministros, que tienen las llaves de la sangre, la cual derraman sobre el alma; y no pudiendo confesarse basta la contrición del corazón. Entonces mi clemencia os da el fruto de esta preciosa sangre; pero pudiendo confesaros, quiero que lo hagáis, y el que pueda confesarse y no quiera, será privado del fruto de la sangre. Es sin embargo cierto que al fin de la vida, si quisiere confesarse. aunque no pueda, todavía recibirá el dicho fruto de la sangre; pero no haya alguno tan necio que con esta esperanza espere a la hora de la muerte para arreglar su vida, pues no está seguro de que por su obstinación no le diga mi justicia Divina: Ya que tú no te acordaste de mí en el tiempo de tu vida cuando podías, yo también me olvidaré de ti en la hora de la muerte. Así que nadie debe fiarse, y si por culpa suya se ha descuidado, no debe dilatar este Bautismo a la última hora con la esperanza de esta sangre. 

Ya ves que es continuo este Bautismo con que debe bautizarse el alma, pues puedes conocer en él que la pena de la cruz fue finita, pero el fruto de la pena que por Mí habéis recibido, es infinito; porque fue en virtud de la naturaleza Divina, que es infinita, unida con la humana, la cual sufrió la pena en el Verbo, vestido de vuestra humanidad. Mas porque está una naturaleza unida y enlazada con la otra, por eso la Deidad eterna trajo a sí la pena que yo padecí con tan encendido amor, y por tanto puede esta operación llamarse infinita, no porque lo sea la pena que yo padecí, ni la actual del cuerpo, ni la del deseo, que yo tenía de redimiros, pues terminó en la cruz cuando espiré, sino el fruto que dimanó de la pena y deseo de vuestra salud, que es infinito, y por tanto lo recibisteis infinitamente, porque si no hubiera sido infinito, no hubiera sido restituido a la gracia todo el linaje humano, pasados, presentes y venideros: Ni el hombre cuando peca pudiera levantarse, si no fuese infinito este Bautismo de sangre, esto es, si el fruto de la sangre no fuese infinito. Esto os manifesté en la llaga del costado de mi Hijo, donde puedes hallar los secretos del corazón, manifestando que os ama más de lo que puede manifestar con una pena finita. Te he manifestado ser este fruto infinito. ¿Con qué? Con el Bautismo de sangre unida a mi ardiente caridad, derramada por amor. Y en el Bautismo general dado a los cristianos, y a cualquiera que lo reciba del agua unida con la sangre y con el fuego, en donde el alma se hace una misma cosa con mi sangre, y para dároslo a entender, quise que del costado saliese sangre y agua. Te he respondido a lo que me preguntabas.



Diálogos de Santa Catalina de Sena, Gerónimo de Gigli, 1797

Santa Catalina de Sena, virgen (30 de abril)


Santa Catalina de Sena, virgen.

(† 1380.)

La bienaventurada virgen santa Catalina de Sena, esposa regalada de Jesucristo, nació en la ciudad de Sena, de padres virtuosos, que sólo tenían lo necesario para pasar la vida. Desde su más tierna infancia comenzó a resplandecer en ella la gracia de Dios; y apenas tenía cinco años, cuando subiendo o bajando alguna escalera de su casa se arrodillaba en cada escalón y decía el Ave María. Siendo de seis años tuvo ya una visión celestial en que Jesucristo le echó su bendición, quedando ella tan transportada, que su hermano no podía volverla en sí. Algunas niñas se le juntaban con deseo de oír sus dulces palabras, y ella les enseñaba y se encerraba con ellas y hacía que se disciplinasen en su compañía. A los siete años hizo votos de perpetua virginidad, y cuando más tarde siendo de edad, la apretaban sus padres para que se casase, ella se cortó el cabello, que le tenía por extremo hermoso, por lo cual se enojaron mucho y la mandaron a las cosas de la cocina en lugar de la criada; mas como un día la hallase el padre orando en el rincón de un aposento y viese sobre su cabeza una blanca paloma, le otorgó su permiso para dejar las cosas del mundo y tomar el hábito de las Hermanas de Penitencia, que le había ofrecido en una admirable visión el glorioso santo Domingo. Después que se vio plantada en el jardín de la religión, fueron tan extraordinarias sus virtudes y tan excelentes sus dones celestiales, que no hay palabras con que puedan explicarse. La trataba Jesucristo su esposo tan familiarmente, que siempre estaba con ella. Le daba algunas veces la sagrada comunión de su cuerpo y sangre; una vez le dio a beber de su costado, y en otra maravillosa aparición le puso en su lado izquierdo su Corazón divino, dejándole en la misma parte una prodigiosa herida. La adornó además con toda suerte de gracias y prodigios, y eran tantas las gentes que venían a verla y con sola su presencia se compungían, que el sumo pontífice dio al confesor de la virgen y a dos compañeros suyos amplia facultad de absolver a los que luego se querían confesar: y por ser tan grande la fama de sus virtudes, Gregorio XI y Urbano VI, se sirvieron de ella en negocios gravísimos de la cristiandad, y la enviaron por embajadora suya. Finalmente a la edad de treinta y tres años murió diciendo aquellas palabras de Jesucristo: Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Reflexión: 

Un día se apareció Jesucristo a esta santa llevando dos coronas en las manos, una de oro finísimo y otra de espinas y le dijo que escogiese cual quería. "¡Señor!, respondió ella, yo quiero en esta vida la que escogisteis para Vos" y diciendo esto tomó la de espinas y se la puso tan apretadamente en su cabeza, que luego sintió grandes dolores. Por esta causa se representa la imagen de santa Catalina de Sena coronada de espinas. Imitémosla nosotros, llevando siquiera con paciencia los trabajos que nos envía el Señor y las cruces con que se digna probar nuestra fidelidad. Si el divino Redentor se te apareciese, y te ofreciese la cruz de esos trabajos que padeces, ¿no la abrazarías con mil acciones de gracias? Pues entiende que es voluntad suya que la lleves siquiera con paciencia y resignación, para que asemejándote en algo a tu soberano modelo crucificado, puedas después gozar con El en la gloria. 

Oración: 

Concédenos, oh Dios todopoderoso, que pues celebramos el nacimiento al cielo de tu bienaventurada virgen Catalina, nos alegremos santamente con su anual solemnidad y nos aprovechemos del ejemplo de su eminente virtud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

viernes, 29 de abril de 2016

San Hugo, abad (29 de abril)



San Hugo, abad de Cluni.

(† 1109.)

El glorioso y venerable abad de Cluni, san Hugo, nació en Semur, de una ilustre y antigua familia de Borgoña. Su padre llamado Dalmacio era señor de Semur, y su madre Aremberga, descendiente de la antigua casa de Vergi. Quería el padre que su hijo Hugo siguiese, como noble, la carrera de las armas, pero sintiéndose él más inclinado al retiro y a la piedad que a la guerra, recabó licencia para ir a cultivar las letras humanas en Châlon-sur-Saône, donde la santidad de los monjes de Cluni, gobernados por el piadoso abad Odilón, le movió a dar libelo a todas las cosas de la tierra, y a tomar el hábito en aquel célebre monasterio. Hizo allí tan extraordinarios progresos en las ciencias y virtudes, que corriendo la fama de su eminente santidad, sabiduría y prudencia por toda Europa, el emperador Enrique le nombró padrino de su hijo; y Alfonso rey de España, hijo de Fernando, acudió a él para librarse de la prisión en que le tenía su ambicioso hermano Sancho, lo cual recabó el santo con su grande autoridad, y también puso fin a las querellas del prelado de Autún y del duque de Borgoña que devastaba las posesiones de la Iglesia. Y no fue menos apreciado de los sumos pontífices, por su rara prudencia y santidad. Lo nombró León IV para que lo acompañase en su viaje a Francia, y su sucesor Víctor II previno al cardenal Hildebrando, después Gregorio VII, que lo tomase por socio y consejero en la legacía cerca del rey de los franceses; Esteban X que sucedió a Víctor, lo llamó y quiso morir en sus brazos. El gran pontífice Gregorio VII se aconsejaba con este santísimo abad de Cluni en todos los negocios más graves de la cristiandad. Es increíble lo mucho que trabajó este santo en la viña del Señor, edificándola con sus heroicas virtudes, defendiéndola de sus enemigos, y acrecentándola con su celo apostólico. Finalmente después de haber fundado el célebre monasterio de monjas de Mareigni, y echado los cimientos de la magnífica iglesia de Cluni, lleno de días y mere cimientos falleció en la paz del Señor a la edad de ochenta y cinco años.


Reflexión:

Entre las muchas cartas de san Hugo, se halla una escrita a Guillermo el Conquistador, el cual le había ofrecido para su monasterio cien libras por cada monje que le enviase a Inglaterra. Le responde el santo abad que él daría la misma suma por cada buen religioso que le enviasen para su monasterio si fuese cosa que se pudiese comprar, en cuyas palabras manifestaba el temor de que se relajasen los monjes que enviase a Inglaterra no pudiendo vivir allí en monasterios reformados. Y si todas estas preocupaciones juzgaba el santo necesarias para conservar la virtud de aquellos tan fervorosos monjes, ¿cómo imaginamos nosotros poder estar seguros de no perder la gracia divina, si temerariamente nos metemos en medio de los peligros y lazos del mundo? Se quejan muchos de las tentaciones que padecen, y murmuran de la Providencia por los recios y continuos combates que les dan los tres enemigos del alma: mundo, demonio y carne: pero día vendrá en que Dios se justifique recordándoles que ellos mismos se metían las más de las veces en las tentaciones, y haciéndose sordos a las voces de la gracia y de la conciencia, se ponían voluntariamente en las ocasiones de pecar, y se rendían a sus mortales enemigos.

Oración:

Te suplicamos, Señor, que nos recomiende delante de Ti la intercesión del bienaventurado Hugo, abad, para que alcancemos por su patrocinio, lo que no podemos conseguir por nuestros merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

jueves, 28 de abril de 2016

San Vidal, mártir (28 de abril)


San Vidal, mártir.

(† 172.)

Entre los santos que derramaron su sangre en las primeras persecuciones de la Iglesia, uno fue san Vidal, caballero muy noble de Ravena y marido de Santa Valeria, y padre de Gervasio y Protasio, que todos cuatro fueron ilustres mártires del Señor. Sucedió que habiendo apresado los gentiles en Ravena a un cristiano, llamado Ursicino, de profesión médico, le dieron muchos y atroces tormentos, los cuales él sufrió con gran constancia y fortaleza ayudado de la gracia del Señor. Mas cuando llegaba su última hora y vio que el verdugo desenvainaba la espada y le vendaba los ojos, comenzó (como hombre) a desmayar, y a perder el vigor que antes había tenido; y estando ya por adorar a los falsos dioses, Vidal, que estaba presente en este espectáculo, compadeciéndose de él, y juzgando que le corría obligación de socorrerle en aquel conflicto, alzó la voz y públicamente dijo: "¿Qué es esto, Ursicino? ¿qué dudas? ¿qué temes? Habiendo tú como médico dado salud a tantos enfermos, ahora no aciertas a salvarte a ti mismo? Acuérdate que con esta muerte que se acaba en un soplo, comprarás una vida bienaventurada que no tiene fin". Fueron de tanta eficacia las palabras de Vidal que animaron de tal suerte a Ursicino, que con gran alegría tendió el cuello al cuchillo y murió por Cristo. San Vidal, no contento de haberle dado la vida del alma, por dar honra a su cuerpo muerto con gran celo y fervor, lo hurtó y sepultó. El juez que se llamaba Paulino, visto lo que Vidal había dicho y hecho, y entendiendo que era cristiano, lo amonestó blandamente que dejase aquella nueva secta, y siguiese la antigua religión de los romanos. Se burló Vidal de las palabras de Paulino, el cual le mandó luego atormentar en el ecúleo, donde fueron despedazadas sus carnes y descoyuntados sus miembros, y probada su fe y su paciencia. Como todo esto no bastase para trocarle y ablandar su pecho fuerte, ordenó que lo llevasen al mismo lugar donde había sido ajusticiado Ursicino, y que hiciesen en él una hoya muy grande, le echasen vivo en ella, y la llenasen de tierra y piedra, lo cual ejecutaron a la letra los verdugos, y murió el glorioso mártir ahogado y sepultado vivo, entregando con este linaje de cruel martirio su triunfante espíritu al Criador. Se conservan las sagradas reliquias de este santo en un magnífico sepulcro de una iglesia que se le dedicó en Ravena, que es uno de los templos más hermosos del mundo; parte de ellas se veneran en Bolonia y en Praga.

Reflexión:

Dio el bárbaro tirano contra san Vidal aquella sentencia de horrorosa muerte, a persuasión de un sacerdote de Apolo, en el cual luego que expiró el santo mártir, entró el demonio y le comenzó a atormentar tan terriblemente, que daba gritos y decía: "¡Quémame, Vidal! ¡enciéndeme, Vidal!"  Y como padeciese siete días este tormento, no pudiendo más sufrir el fuego interior que le abrasaba, se echó en un río y se ahogó. Donde se ve el castigo del mal consejo que había dado aquel mal hombre contra nuestro santo; el cual por el contrario, mereció la palma de los mártires por el buen consejo que había dado a Ursicino ayudándole a morir por el Señor. Procuremos pues aconsejar siempre cosas buenas y santas: ya que de los buenos consejos podemos esperar la recompensa de Dios, y de los malos consejos solo podemos esperar el daño y castigo, que no pocas veces recae aun en esta vida sobre la cabeza de los que aconsejaron a otros lo que era inicuo.

Oración:

Te suplicamos, Señor todopoderoso, que los que celebramos el nacimiento al cielo de tu bienaventurado mártir Vidal, seamos por su intercesión fortificados en el amor de tu santo nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

miércoles, 27 de abril de 2016

San Pedro Armengol, mártir (27 de abri)


San Pedro Armengol, mártir.

(† 1284.)

El glorioso redentor de los cautivos y mártir de la caridad san Pedro Armengol nació en la Guardia de los Prados, villa del arzobispado de Tarragona, y su apellido queda todavía en la muy ilustre familia de los barones de Rocafort, descendientes de los condes de Urgel y emparentados con los antiguos condes de Barcelona, y reyes de Francia, condes de Flandes y reyes de Castilla y Aragón. Se halló presente en su nacimiento el venerable padre Bernardo Corbera, religioso de la Merced, el cual profetizó del niño recién nacido diciendo: "A este niño un patíbulo ha de hacerle santo". Lo crió su padre Arnoldo como a mayorazgo, noble, rico y deseado: pero ¡oh fuerza de las malas compañías y cuántas torres de virtud has derribado! El ilustre mancebo que parecía un ángel por su piedad e inocentes costumbres, con el ejemplo de otros mozos desenvueltos, bravos y valientes con quienes jugaba y como brioso caballero de su edad probaba con las armas en la mano la destreza y el valor, vino a desenfrenarse de manera, que hacía gala de sus desórdenes y oscurecía su linaje capitaneando una cuadrilla de ladrones. Por este tiempo determinó el rey don Jaime pasar de Valencia a Mompeller y entendiendo que los Pirineos estaban infestados de salteadores, mandó a Arnoldo que con dos compañías de infantes y algunos caballos limpiase aquellos caminos de bondoleros. Entonces lucharon cuerpo a cuerpo Arnoldo y su hijo Pedro hasta que después de haberse herido, se reconocieron, y el hijo, llenos de lágrimas los ojos, se echó a los pies del padre, con gran arrepentimiento de su mala vida. Partió de allí a Barcelona y después de hacer una confesión general de todas sus culpas, pidió el hábito de los religiosos de la Merced, y comenzó una vida llena de admirables y extraordinarias virtudes. Lo ordenaron de sacerdote, y todos los días celebraba la misa con tantas lágrimas que hacía llorar de devoción a todos los que la oían. Rescató en Murcia doscientos cuarenta cautivos, convirtió al rey Almohazen Mahomet, el cual se hizo Mercedario y se llamó Fray Pedro de santa María. Pasando después el santo de Argel a Bugía con Fray Guillermo, florentino, rescató ciento diecinueve cautivos, y para sacar de la esclavitud a dieciocho niños se quedó en rehenes de mil escudos que ofreció por ellos. Ocho meses estuvo encerrado en un calabozo, padeciendo cada día palos y azotes; y como no llegasen los mil escudos a su tiempo, lo condenaron a la horca. Vino ocho días después del suplicio su compañero Guillermo con los mil escudos, y con gran espanto lo halló vivo todavía y pendiente de la horca, en la cual dijo el santo que la santísima Virgen le había sostenido en sus manos. Finalmente después de haber convertido con estupendos prodigios a muchos infieles a nuestra santa fe, entregó su bendita alma al Señor en su mismo convento de nuestra Señora de los Prados. 

Reflexión: 

La vida admirable de este santo nos manifiesta cuán poderosa es la gracia de nuestro Señor Jesucristo para trocar los corazones de los hombres, hasta hacer de un capitán de bandidos un perfectísimo religioso, un celoso misionero y un gloriosísimo mártir de la caridad. Esta es una excelencia propia de nuestra santa Religión: porque ninguna fuerza ni convicción humana sería bastante para trocar con tan extraña mudanza el ánimo y las costumbres de los hombres, si no interviniera en ello la mano poderosa de Dios. 

Oración: 

Oye, Señor, benignamente las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu glorioso confesar el bienaventurado Pedro, para que consigamos por la intercesión del que tanto te agradó, lo que no podemos esperar de nuestros merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

martes, 26 de abril de 2016

Los santos Cleto y Marcelino, papas y mártires (26 de abril)



Los santos Cleto y Marcelino, papas y mártires.  

(† 96. † 304.) 

El tercer vicario de nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra fue el glorioso pontífice y mártir san Cleto. Fue natural de Roma y convertido a la fe por el príncipe de los apóstoles san Pedro; el cual, viéndolo varón espiritual, prudente y celoso, lo ordenó obispo y lo tomó por coadjutor, así como a san Lino que fue el segundo pontífice. Gobernaba san Cleto santísimamente la Iglesia; mas habiendo sucedido a Vespasiano y Tito su hijo, el viciosísimo emperador Domiciano, que entre otras maldades que cometió se hizo llamar dios, persiguió a los cristianos que no le reconocían por tal, y en un solo día hizo millares de mártires. En esta persecución, que fue la segunda que padeció la Iglesia, fue preso y cargado de cadenas el glorioso pontífice san Cleto, y en el día 26 de abril alcanzó la corona del martirio, habiendo tenido la silla apostólica doce años, siete meses y dos días. Lo sepultaron los cristianos junto al apóstol san Pedro, y se conserva su cuerpo en el Vaticano. En este mismo día celebra la Iglesia el martirio del papa san Marcelino, el cual fue natural de Roma e hijo del prefecto, y sucedió en el pontificado a san Cayo, asimismo papa y mártir, siendo emperadores Diocleciano y Maximiano. En este tiempo se levantó la décima persecución contra la Iglesia, que fue la más brava y más cruel de todas, porque en espacio de un mes murieron por Cristo en diversas provincias más de diecisiete mil mártires con tan atroces y exquisitos tormentos, que sólo el demonio los pudiera inventar. Y porque durante esta persecución, recibía el santo benignamente a los que espantados con las amenazas y el terror de los suplicios habían ofrecido incienso a los falsos dioses y después arrepentidos de su culpa le pedían el perdón y la penitencia, no faltaron malvados censores que rigurosamente osasen juzgar y condenar la paternal blandura del santo pontífice: lo cual fue ocasión para que más tarde le infamasen diciendo calumniosamente que el mismo santo, vencido también del temor de los tormentos, había sacrificado a los ídolos, y hecho después penitencia de su pecado, ofreciéndose de su voluntad al martirio. Mas lo que hubo fue, que habiendo sido preso juntamente con otros tres santos llamados Claudio, Cirino y Antonino, por sentencia del emperador, fue como ellos decapitado. Se dejaron por orden del juez los cadáveres insepultados, hasta que san Marcelo los recogió a los treinta y tres días, y con acompañamiento de los presbíteros y diáconos, y con himnos y antorchas les dio honrosa sepultura en el cementerio de santa Priscila en la vía Salaria. 


Reflexión: 

No es maravilla que en aquellas cruelísimas persecuciones algunos fieles, vencidos por la inhumanidad y duración de los tormentos, se rindiesen a la voluntad de los tiranos. El ser vencidos era efecto de la fragilidad del hombre; el vencer, prodigio de la fortaleza de Dios. Pero así como es propio de la humana flaqueza el caer, también lo es de la gracia de Cristo, levantar al caído. Por esta causa instituyó el Señor el sacramento de la penitencia, donde el pecador alcanzase remisión de sus pecados por muchos y graves que fuesen, con solo confesarlos con un corazón contrito y humillado. ¿Por qué pues no hemos de humillarnos, si hemos pecado? ¿No vale más confesar ahora humildemente nuestras culpas, que padecer la vergüenza de ellas cuando se manifiesten a todo el mundo en el día del juicio, y caer en una eterna confusión? 


Oración: 

Te suplicamos, Señor, que en la fiesta de tus pontífices y. mártires Cleto y Marcelino, merezcamos su poderosa protección, y que por su intercesión sean gratas a tu divina Majestad nuestras oraciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890 

lunes, 25 de abril de 2016

San Marcos, evangelista y mártir (25 de abril)



San Marcos, evangelista y mártir.

(† 64.)

El glorioso evangelista y mártir de Cristo san Marcos fue hebreo de nación, y como algunos autores escriben, de la tribu de Leví y uno de los setenta y dos discípulos del Señor. Acompañó al apóstol san Pedro, que le llama en sus epístolas hijo carísimo, y por su gran espíritu y gracia en el hablar, lo tomó por intérprete para que explicase más copiosamente los profundos misterios de Cristo, que él en pocas palabras anunciaba. Y como los fieles que por la predicación de San Pedro se habían convertido en Roma, deseaban tener por escrito lo que de él habían oído, rogaron a san Marcos que escribiese el Evangelio de la manera que lo había oído de la boca de san Pedro; y el santo apóstol lo aprobó y con su autoridad lo confirmó y mandó que se leyese en la iglesia. Habiendo pasado el santo evangelista algunos años en Roma, tomó la bendición de su padre y maestro san Pedro, y por su orden partió a Egipto, llevando consigo el Evangelio que había escrito para predicarlo a aquellas gentes bárbaras y supersticiosas. Descubrió primero aquella luz del cielo a los de Cirene, Pentápoli y otras ciudades; y vino después a Alejandría como cabeza de toda aquella provincia y más necesitada de aquella divina luz. Allí edificó una iglesia al Señor con nombre de San Pedro su maestro que aun vivía; y fueron tantos los que se convirtieron a la fe de Jesucristo, así de los judíos que moraban en aquellas partes, como de los mismos egipcios, que presto se formó una admirable cristiandad, en la cual florecían maravillosamente todas las virtudes que el Señor enseñaba en su santo Evangelio; porque todos los fieles vivían entre sí con gran paz y conformidad, no había entre ellos pobres, porque a todos se daba lo que habían menester; ni ricos, porque los que lo eran dejaban sus riquezas para uso de los demás, y todos eran entre sí un alma y un corazón. Otros muchos había que dando libelo de repudio a todas las cosas de la tierra poblaban los montes y desiertos de Egipto, y vivían con tan extremada santidad, que no parecían hombres, sino ángeles vestidos de carne mortal. No pudieron sufrir tanta luz los ojos flacos de los gentiles y determinaron dar muerte a san Marcos como a destruidor de sus templos y enemigo de sus dioses, y un 24 de abril, que era día de domingo para los cristianos, y para los gentiles de una fiesta que celebraban a su dios Serapis, hallando al santo evangelista diciendo Misa, lo prendieron, y echándole una soga a la garganta lo arrastraron por las calles. Lo encerraron después en la cárcel, y venida la mañana siguiente lo arrastraron de nuevo por lugares ásperos y fragosos hasta que dio su espíritu al Señor. 


Reflexión: 

Así murió el glorioso evangelista san Marcos, sellando también con su sangre el santo Evangelio que nos dejó escrito, para que nadie pudiese imaginar con algún color de razón que quisiese engañar a los hombres. Este es el mismo Evangelio que predicaba en Roma el príncipe de los apóstoles san Pedro, el cual a su vez dio la vida en confirmación de la verdad de Cristo, muriendo en cruz con la cabeza abajo. Recuerden, pues, estos hechos, los despreocupados de nuestros días, y entiendan que si niegan el santo Evangelio sólo porque es contrario a sus pasiones, con aquellos sellos de sangre apostólica, se firmó también la sentencia de su condenación. 

Oración: 

Oh Dios, que ensalzaste a tu bienaventurado evangelista Marcos por la gracia de la predicación del santo Evangelio; concédenos que nos aprovechemos de su santa doctrina, y seamos protegidos por su poderosa intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

domingo, 24 de abril de 2016

San Fidel de Sigmaringa, mártir (24 de abril)



San Fidel de Sigmaringa, mártir.

(† 1622.)

El apostólico varón y glorioso mártir de Cristo, san Fidel nació de padres nobles y católicos en la ciudad de Sigmaringa que está en la Suevia, en el obispado de Constancia. Después de haber estudiado las letras humanas y el derecho civil y canónico en la universidad de Friburgo, se disgustó del tumulto y peligros del foro, y trocó la toga de abogado por el hábito de los padres capuchinos. El día del patriarca san Francisco vistió el tosco sayal del Padre de los pobres. Celebró su primera misa con gran concurso y edificación del pueblo, y lo destinaron los superiores al sagrado ministerio de la palabra divina, y el santo con estilo llano y desnudo de adornos retóricos, pero con gran fuerza de espíritu y eficacia de razones, predicó el divino Evangelio por las principales ciudades de Alemania, ganando para Jesucristo innumerables pecadores. Socorría a los pobres con copiosas limosnas que pedía a las personas ricas y caritativas, y habiendo sido inficionado de una enfermedad contagiosa el ejército austriaco que estaba acuartelado en aquellas provincias, asistía a los soldados, curándoles las llagas, dándoles de comer por su mano, y administrando los sacramentos de la Iglesia a los que estaban en peligro de muerte. Lo llamó el Señor a la conversión de los calvinistas Grisones, y la congregación de Propaganda Fide escogió por cabeza y Prefecto de aquella ardua misión a nuestro santo, el cual con increíbles trabajos redujo a la verdadera fe a muchos herejes, aun de los más principales y nobles del país. Mas los infernales ministros de Calvino fingiendo que querían también convertirse llamaron un día al santo para que les predicase la verdad católica en la iglesia de Servis. Llegó el apostólico misionero a aquel lugar, y habiendo celebrado aquel día la Misa con extraordinario fervor, subió al púlpito donde halló un billete que decía: Hoy predicarás y no más. No desmayó el santo con este anuncio de muerte; antes con la misma fuerza de espíritu y apostólica libertad predicaba la verdad católica, cuando de improviso entraron en la iglesia muchos hombres armados. Disparó uno de ellos su fusil contra el santo misionero, y aunque no acertó a herirle, entendió el santo que era ya llegada la hora suspirada de dar la vida por Cristo, y por la salud de sus hermanos. Bajando pues de la sagrada cátedra, se postró delante del altar mayor, donde encomendó su alma en las manos de Dios, y para evitar un nuevo sacrilegio de los herejes, salió de la iglesia por una puerta que estaba al lado de ella. Entonces como lobos sedientos de sangre se echaron sobre él los herejes y le asesinaron bárbaramente con veintitrés heridas, mientras rogaba, como san Esteban, por los que le daban la muerte. 


Reflexión: 

Se llamaba el glorioso san Fidel, con el nombre de Marco que le habían puesto en el bautismo: mas el día en que se vistió la librea de Cristo, y tomó el hábito de religión, tomó el nombre de Fidel para recordar continuamente la fidelidad con que había de servir a Dios; y por esta causa solía escribir en la primera página de todos sus libros aquellas palabras de la Sagrada Escritura que dicen: "Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida". Seámoslo también nosotros, perseverando en la santa fe y en las buenas obras hasta la muerte para que podamos oír de los labios del eterno Juez aquellas palabras: ¡Ea, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor! 


Oración: 

Oh Dios, que te dignaste adornar con la palma del martirio y con gloriosos milagros al bienaventurado Fidel, abrasado de celo en la propagación de la verdadera fe: Te rogamos por sus méritos e intercesión que fortalezca con tu gracia nuestra fe y caridad, de manera que merezcamos ser hallados fieles en tu servicio hasta la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

sábado, 23 de abril de 2016

San Jorge, mártir (23 de abril)


San Jorge, mártir.

(† 290.)

El valeroso capitán y glorioso mártir de Cristo san Jorge fue natural de Capadocia, e hijo de padres nobles y ricos. Siendo ya mozo y de muy gentil disposición y grandes fuerzas,, siguió la milicia y vino a ser tribuno o maestre de campo y miembro del consejo del emperador Dioclaciano, el cual no sabiendo que era cristiano, quería honrarle mucho en el ejército y servirse de él en cosas grandes y hazañosas. Sucedió, pues, que habiendo propuesto Diocleciano a sus consejeros y ministros la voluntad que tenía de acabar con atroces tormentos a los cristianos, todos aprobaron la determinación del emperador, menos san Jorge, que con admirable elocuencia y libertad dijo que era gran injusticia condenar a tales hombres sólo porque daban culto al verdadero Dios. Se levantó entonces el cónsul Majencio y dijo a Jorge: "Bien se conoce que debes ser uno de los principales jefes de esa secta". Respondió san Jorge: "Sí: cristiano soy". Entonces el emperador procuró desviarlo de aquel propósito, poniéndole delante la flor de su juventud, su nobleza, riqueza y gallardía, y también los favores que de él había recibido, y los daños que se le podían seguir si despreciara a los dioses del imperio. Mas como no hiciesen mella en aquel pecho armado de Dios promesas ni amenazas, el día siguiente mandó el tirano atormentar al soldado de Cristo, con una rueda armada por todas partes de puntas aceradas que despedazaban sus carnes, en cuyo suplicio oyó una voz del cielo que le dijo: "Jorge, no temas, que yo estoy contigo". Y el santo mártir padeció aquellos y otros exquisitos tormentos con tan gran serenidad que muchos se convirtieron maravillados de aquella soberana fortaleza, y entre ellos dos Pretores, llamados Anatolio y Protoleo, los cuales fueron descabezados por Cristo. Hallaron después al invicto mártir milagrosamente curado de sus heridas, y como el emperador volviese a exhortarle para ofrecer incienso a Apolo: "Vamos al templo si quieres, le dijo el santo, y veamos qué dioses adoráis". Entraron en el templo y estando todos mirando a san Jorge, él se llegó a la estatua de Apolo, y extendiendo la mano, le preguntó: "Dime, ¿eres Dios?" "No soy Dios", respondió la estatua, y el santo, haciendo la señal de la cruz, le reprendió diciendo: "Pues, ¿cómo osas estar aquí en mi presencia?". Se oyeron entonces en el templo alaridos y aullidos dolorosos, y con gran espanto de todos, cayeron los ídolos y se hicieron pedazos. Informado el emperador del suceso, y movido de los sacerdotes de los ídolos que pedían a voces la muerte de aquel gran hechicero, y del gran número de gentiles que se convirtieron al ver caídos y desmenuzados los falsos dioses por la palabra de san Jorge, lo mandó degollar, y en este suplicio alcanzó la gloriosa palma de los mártires. 

Reflexión: 

El martirio de san Jorge fue muy ilustre y muy celebrado en todas las iglesias del Oriente y Poniente; y el haber sido militar este santo fue causa de que la gente de guerra lo invocase contra sus enemigos. En la batalla que el rey don Pedro I de Aragón dio en los campos de Alcaraz a los moros de Huesca, apareció san Jorge a caballo; y lo mismo sucedió al rey don Jaime el Conquistador en el castillo de Puig de Enesa, y en el sitio de Alcoy. Y para representar el favor que recibieron de san Jorge las poblaciones libertadas de sus fieros enemigos, lo pintaron a caballo, atravesando con la lanza un fiero dragón y defendiendo de él a una doncella que invoca al santo. 

Oración: 

Oh Dios, que nos alegras con los merecimientos y con la intercesión de tu bienaventurado mártir san Jorge, concédenos que consigamos por tu gracia los beneficios que pedimos por tu intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

viernes, 22 de abril de 2016

Los santos Sotero y Cayo, pontífices y mártires (22 de abril)


Los santos Sotero y Cayo, pontífices y mártires. 

(† 170. † 296.)

El venerable pontífice y glorioso mártir de Cristo san Sotero o Soter nació al fin del siglo primero en Fondi que está en el reino de Napoles, y vivía en Roma al tiempo en que los fieles romanos que habían recibido la doctrina celestial de mano de los príncipes de los apóstoles, eran modelos de virtud para toda la cristiandad. Y como resplandeciese san Sotero en aquella santa Iglesia por su sabiduría y celo apostólico, fue elegido por sucesor de san Aniceto en la silla de san Pedro. Bien fue menester aquella caridad de Cristo que ardía en las entrañas del nuevo pastor de la Iglesia; porque arreciaba a la sazón la persecución de Marco Aurelio Antonino, el cual imitó la bárbara crueldad de Nerón contra los inocentes cristianos; y así unos eran enterrados vivos y cargados de cadenas en cárceles subterráneas, otros condenados a las minas, otros arrojados a los tigres y leones del anfiteatro, otros despedazados y muertos a puros tormentos en las plazas y patíbulos. Mas san Sotero como buen pastor que no temía perder la vida por sus ovejas, les visitaba en las cárceles y en las cavernas, los socorría con limosnas, los alentaba con cartas y saludables instrucciones, con tanta gracia del Señor, que todo el mundo fue testigo de la constancia admirable con que innumerables fieles dieron la vida por la fe, antes que el santísimo pastor mereciese también la corona de su ilustre martirio. Celebramos hoy también la fiesta de otro pontífice mártir, llamado Cayo, el cual era originario de Dalmacia y pariente de Diocleciano; y semejante a san Sotero en los trabajos, persecuciones y gloriosa muerte. Se veían los cristianos obligados a esconderse en los bosques y cavernas; en las plazas, esquinas y encrucijadas de las ciudades mandaban los tiranos poner unos idolillos, con bando riguroso que nadie pudiese comprar, ni vender sin haber los antes incensado, ni aun podían sacar agua de las fuentes y pozos públicos sin hacer antes aquel impío sacrificio. Es imposible decir lo que hizo el santísimo pontífice Cayo para que triunfase la ley de Cristo en esta horrible persecución; y no poco le ayudaron Cromacio, antiguo prefecto de Roma, convertido a la fe, y san Sebastián, que era el capitán de la guardia imperial, y un oficial del emperador, llamado Cástulo, fervoroso cristiano, en cuyo palacio tenía su oculta iglesia el santo pontífice. Y allí en lo más alto de la casa se juntaban secretamente los fieles todos los días, y san Cayo les apacentaba con la palabra de Dios, celebraba la misa y les distribuía el pan de los fuertes. Finalmente después de haber enviado delante de sí al cielo gran muchedumbre de valerosos mártires, a los doce años de su pontificado, que pasó en los montes, cuevas y casas de los cristianos, selló también con su sangre la fe de nuestro Señor Jesucristo. 

Reflexión: 

¡Qué trabajosa y azarosa vida la de aquellos cristianos! Por no ser infieles al santo Bautismo, por no quemar un granito de incienso en el ara de los falsos dioses se condenaban a un destierro voluntario, moraban en los bosques, en las cuevas y catacumbas, y ponían mil veces a riesgo la hacienda y la vida. Pues, ¿qué hacemos nosotros por nuestra fe? ¿No es por ventura, tan preciosa como la suya? ¿No tenemos el mismo Dios, la misma fe y el mismo bautismo? ¡Ah¡ cubrámonos de vergüenza y temamos a Dios, que puede castigar nuestra culpable incredulidad, o nuestra torpísima indolencia en su servicio. 

Oración: 

Te suplicamos, Señor, que nos proteja la festiva memoria que celebramos de tus santos mártires y pontífices Sotero y Cayo, y que su venerable intercesión nos recomiende ante el acatamiento de tu divina Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

jueves, 21 de abril de 2016

San Anselmo, arzobispo y doctor (21 de abril)



San Anselmo, arzobispo y doctor.

(† 1109.)

El venerable prelado y doctor de la Iglesia de Jesucristo san Anselmo nació de nobles padres en la ciudad de Augusta, que está en los confines del Piamonte y de Borgoña. Se dio desde niño al estudio de las buenas letras; y aunque a la edad de quince años determinó renunciar a todas las cosas del siglo, olvidado de su primera vocación, se dejó llevar sin freno de sus gustos con grande y terrible enojo de su padre. Partió Anselmo de su casa y pasando a la provincia de Normandía, llevado de mejores pensamientos, se hizo discípulo del famoso monje Lanfraneo, con que vino a revivir y reflorecer aquel deseo de consagrarse totalmente al servicio de Dios, como lo hizo en el monasterio gobernado por aquel insigne monje. Se extendió la fama de sus esclarecidos talentos y virtudes en toda Normandía, Francia, Flandes e Inglaterra, de manera, que muchos hombres nobles y letrados concurrían al monasterio donde Anselmo era ya prelado, para vivir debajo de su disciplina; mas como tuviese necesidad de pasar a Inglaterra, el rey Guillermo el Conquistador lo recibió con gran honra, y su hijo Guillermo II quiso que fuese consagrado por arzobispo de la Iglesia de Cantorbery. Pero cuando entendió el rey codicioso que el santo prelado estaba lejos de darle la hacienda de los pobres, se indignó de manera que, no pudiendo el santo conjurar aquella tormenta horrible, se vistió de hábito de romero y huyó a Roma, donde fue bien acogido del Sumo Pontífice, y pasó después a León de Francia para ayudar al arzobispo de aquella silla, y allí tuvo nueva que el rey Guillermo, andando de caza, había sido traspasado con una saeta en el corazón: y no se puede creer el dolor que tuvo con esta nueva el santo prelado, y las lágrimas de amargura que derramó. A Guillermo II sucedió en el reino su hermano Enrique II, el cual rogó a san Anselmo que volviese a Inglaterra, y aunque le persiguió y le mandó confiscar los bienes, cuando supo la excomunión que había fulminado el papa contra los legos que osasen dar la investidura de los obispados, al fin dejó a la Iglesia lo que era suyo y convirtió el odio que tenía a san Anselmo en amor. Estando ya, pues, el venerable arzobispo con mucha paz y quietud en su iglesia, no solo hizo oficio de santo y vigilante pastor, sino que escribió además muchos y excelente libros, añadiendo a los de materias teológicas, otros en que engrandeció las prerogativas de la Virgen Santísima; y fue tan devoto de su inmaculada concepción, que mandó con precepto se celebrase esta fiesta en su Iglesia Cantuariense. Finalmente después de haber ilustrado toda la cristiandad con su doctrina, virtudes y milagros, armado con los sacramentos, y tendido sobre el cilicio y la ceniza, dio su bienaventurada alma al que para tanta gloria suya la había criado. 


Reflexión:

Mira en el desdichado hijo de Guillermo el Conquistador, rey de Inglaterra, el paradero de los perseguidores de la Iglesia. Había dicho este rey, que él era el papa en su reino, y que no conocía ni quería que se nombrase en él otro papa sino él; por lo cual le alcanzó la sentencia de excomunión que fulminó el papa contra los legos que osasen dar la investidura de los obispados. Y ¿cuál fue el castigo de Dios? Fue que andando el rey de caza, una saeta le traspasó el corazón; para que se vea cómo el Señor, aunque permite que los malos reyes aflijan sus reinos, y se sirve de ellos como de ministros y verdugos de su justicia, a la postre los castiga y ejecuta en ellos su furor. 

Oración: 

Oh Dios, que hiciste al bienaventurado Anselmo ministro de la eterna salvación de tu pueblo; te suplicamos nos concedas que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que tuvimos por maestro y doctor en la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

miércoles, 20 de abril de 2016

Santa Inés de Monte-Pulciano, virgen (20 de abril)



Santa Inés de Monte-Pulciano, virgen

(† 1317.)

La bienaventurada virgen y esposa de Jesucristo, santa Inés de Monte-Pulciano, nació en la ciudad de este nombre, que está en la Toscana, de padres muy señalados por su nobleza y riqueza. Desde la cuna comenzó a mostrar su devoción a Jesucristo y a la santísima Virgen; porque cuando le ponían a los ojos alguna imagen del Señor o de su benditísima Madre, la miraba y remiraba con visibles demostraciones de gran alegría. La educaron en el monasterio de las saquinas, llamadas así porque traían un escapulario de sayal grosero; y como una abadesa de rara prudencia y virtud visitase aquel monasterio, viendo a la niña Inés, dijo: "No ilustrará menos esta Inés a la religión con sus virtudes, que la otra Inés romana con su martirio". A los catorce años mostraba tanto seso y prudencia, que no dudaron en encomendarle la administración de las cosas temporales del convento, y a la edad de dieciocho años, con la bendición del sumo pontífice Nicolás IV, fue nombrada superiora del convento que se acababa de fundar en Proceno, en el condado de Orvieto. Ayunaba todos los días a pan y agua, dormía sobre la desnuda tierra, reclinando la cabeza sobre una piedra: pero, ¿quién podrá explicar los favores extraordinarios que recibía del cielo, las apariciones de los ángeles, de santo Domingo, de san Francisco, y de su dulcísimo Esposo Jesús, con quien familiarmente conversaba con celestial suavidad y regalo? ¿Quién podrá decir los milagros que obró el Señor por esta santa virgen y el fruto que causó en muchos pecadores con su santa vida y conversación? Sintieron mucho los vecinos de Monte-Pulciano la ausencia de sor Inés, que estaba en Proceno, y acordándose del deseo que tenía la santa siendo niña, de ver convertido en convento de penitencia una casa de mujeres públicas que había en la entrada de la ciudad, determinaron ponerlo por obra a todo trance a trueque de que viniese la santa. Entonces cedió el amor del retiro, al celo de las almas, fundó aquel nuevo monasterio, y entabló en él la primitiva regla de san Agustín, según el instituto y espíritu de santo Domingo, y en breve tiempo floreció la pureza de muchas santísimas vírgenes, donde tenían su asiento los vicios más abominables. Allí hizo la santa brotar un manantial de agua viva, de virtud muy prodigiosa para curar todo género de enfermedades, que hasta hoy se llama el agua de santa Inés. Finalmente, a los cuarenta y tres años de su vida pasó a gozar de la eterna gloria de su Divino Esposo, haciendo el Señor glorioso su sepulcro con muchos milagros.


Reflexión:

En el ardiente celo que manifestó esta santa virgen, convirtiendo aquel lodazal de vicios en jardín de flores celestiales, echarás de ver la inmaculada pureza que inspira nuestra santísima Religión a todos los que de veras la profesan. Por el contrario, la impiedad infernal de los modernos sectarios y apóstatas, multiplica cada día las tentaciones sensuales y lazos de Lucifer para acabar con la honestidad y fe de los católicos. "Está resuelto en nuestras logias, dice un documento muy conocido de la suprema Venta de los masones, que es menester popularizar al vicio para matar la fe: que lo respiren los hombres por todos sus cinco sentidos, que se saturen de él, y ya no habrá más católicos". No es nueva en el mundo esta astucia de Satanás. La impiedad hace de los hombres bestias: la Religión hace de las bestias hombres, y de los hombres ángeles.

Oración:

Oh Dios, que eres nuestra salud, oye nuestras súplicas, para que así como celebramos con gozo la festividad de la bienaventurada virgen Inés, así alcancemos el fervor de una piadosa devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

lunes, 18 de abril de 2016

San Vicente de Colibre, mártir (18 de abril)


San Vicente de Colibre, mártir.

(† 303.)

En el principio del imperio de Diocleciano estaba en todo el mundo en tanta estimación la fe y la religión cristiana, que los mismos emperadores, aun que paganos, daban el gobierno de las provincias a los cristianos, porque hallaban en ellos tanta fidelidad para con los príncipes, cuanta nunca jamás experimentaron en los de alguna otra profesión. Se había, pues, mostrado Diocleciano favorable a los cristianos mientras tuvo necesidad de sus fuerzas contra los persas; pero viéndose ya triunfante y glorioso, reventó y salió de madre furiosamente aquel odio mortal al nombre de Cristo, que por espacio de dieciocho años estaba represado en su infame corazón; y determinó con Maximino, su compañero, destruir a los cristianos y acabarlos del todo. En todas las ciudades del imperio se hallaban las cárceles llenas de cristianos, los cuales eran ajusticiados en las plazas para escarmiento de los demás: y como España estaba sujeta al imperio, le cupo gran parte de esta cruel persecución. En este tiempo pues, había en Colibre, pueblo de Cataluña cerca de Perpiñán, un hombre muy católico, virtuoso y gran siervo de Dios, llamado Vicente. Llegó a Calibre Daciano, presidente general de España por los ya mencionados emperadores, y el primer católico que le presentaron fue Vicente, al cual en vano procuró apartar de la fe de Jesucristo, y atraer a la adoración de los falsos dioses; porque lo halló siempre firme y constante; y al fin de varios tormentos con que juzgó el tirano amedrentarlo, viendo que se cansaba en balde, y que Vicente traía escrito contra él el triunfo, palma y corona, que eso es Vicente, o Vincente, lo condenó a morir degollado. Ofreció, la cerviz a la cuchilla del verdugo, y con este suplicio entregó su bendita alma en manos del Señor y alcanzó la corona inmortal de los mártires vencedores, significada en el nombre de Vicente que llevaba nuestro santo glorioso.

Reflexión:

Fue tan cruel el odio de estos tiranos emperadores, contra los cristianos, que no contentos con quitarle las vidas después de tan bárbaros cuanto inhumanos tormentos, hacían luego quemar cuantos escritos hallaban en poder de los cristianos que pudieran dar testimonio a los venideros de los santos mártires y sus hechos ilustres; por lo cual hay infinitos mártires gloriosos, de quienes no han quedado más que los nombres, y de otros tan pocas noticias como se ve en este martirio de san Vicente. Sabe el demonio el provecho que se sigue a las almas de leer semejantes historias, y el daño que a él le viene, y por eso procura ocultarlas; pero no todas las veces sale con su intento, y por donde intenta ocultarnos un Vicente mártir, queda burlado, cuando se nos descubren muchos gloriosos Vicentes, mártires españoles, como son san Vicente, diácono de Zaragoza, mártir insigne; san Vicente de Ebora, mártir glorioso en Ávila, con santa Sabina y Cristela hermanas; san Vicente, mártir en Gerona, con Oroncio y Víctor; san Vicente, abad del monasterio de san Claudio, mártir célebre en tiempo de los godos y otros santos Vicentes, con que el diablo se quiebra los ojos en su dañino intento; vaya para quien es y nosotros esperemos siempre vencerle, por la intercesión de santos Vicentes, como le vencieron y triunfan gloriosos en el reino de Dios.

Oración:

Concédenos, oh Dios omnipotente, que los que veneramos el nacimiento para la gloria de tu bienaventurado mártir Vicente, seamos fortalecidos por su intercesión en el amor del Santísimo Nombre.Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

El beato Andrés Hibernón (18 de abril)


El beato Andrés Hibernón.

(† 1602.)

El bienaventurado y fervorosísimo siervo de Dios, beato Andrés Hibernón nació en la ciudad de Murcia de padres pobres aunque eran hijosdalgo de Cartagena. Queriendo darle una carrera, le enviaron a unos tíos suyos que vivían en Valencia; pero estos le hicieron guardar el ganado, en cuyo oficio llegó con admirable inocencia a la edad de veinte años. Habiendo recibido ochenta ducados de manos de su tío, pensaba dotar con ellos a una hermana suya, pero como unos ladrones se los robasen, determinó abrazar la Regla del Patriarca de los pobres y tomó el hábito de fraile lego en el convento de Franciscanos que estaba en la villa de Albacete. Allí resplandeció con tan admirables virtudes, que hasta los superiores tomaban su parecer como de hombre esclarecido con luces del cielo. Comenzó por este tiempo la Reforma de san Pedro de Alcántara, y el santo pasó al convento de Élche para servir a Dios con extremada humildad, penitencia y desnudez, ejerciendo los oficios de portero, hortelano, refitolero y cocinero. Cuando andaba en las cosas de la cocina, se maravillaban los religiosos de que a pesar de verle casi siempre en oración guisase tan bien los manjares, en los cuales hallaban un sabor tan delicado, que parecía del cielo. Tuvo después el cargo de limosnero, y era tanta la gracia del Señor con que pedía limosna por Jesucristo, que por su medio se pudo acabar la obra del monasterio de san Juan de Valencia, y el famoso noviciado de aquella custodia, y más tarde el nuevo convento de Murcia llamado el Real de san Diego. Convertía a los pobres que se llegaban a la portería para pedir limosna, curaba milagrosamente a los enfermos, interpretaba con soberana luz los lugares difíciles de la Sagrada Escritura, penetraba los secretos de los corazones, y hasta los cardenales Doria y Borja y el arzobispo de Valencia beato Juan de Ribera, le veneraba como a santo. Morando en Gandía, y entendiendo que le llegaba el día y la hora de pasar de esta vida, barrió con extraordinario aseo los claustros y corredores por donde había de pasar el Señor, a quien recibió por viático, y clavando los ojos en la imagen de Jesucristo crucificado, murió tranquilamente a los cincuenta y ocho años de edad. Tres días estuvo el santo cuerpo recibiendo los obsequios de los fieles de Gandía, sin que se oyesen en el templo otras voces que las aclamaciones de los que le llamaban santo, y las alabanzas de los enfermos que repentinamente alcanzaban la salud, por los méritos del siervo de Dios.


Reflexión:

Ahí tienes un pobrecillo fraile lego de San Francisco, despreciable a los ojos del mundo, pero muy apreciable, grande y glorioso a los ojos de Dios. ¡Oh! ¡Si entendieses en qué está la verdadera grandeza! ¡Cuán poca estima hicieras de las vanidades del mundo! ¡Oh, si considerases que también ha de llegar un día para ti, en el cual no se hará ningún caso de tus riquezas, de tus honras y talentos, sino solamente de tus virtudes, y buenas obras! Este es el secreto de la sabiduría de Dios que nos enseñó su Hijo Unigénito: La verdadera grandeza es para los humildes; el reino de los cielos es para los pobres de espíritu y el gozo de Dios es para los que toman la cruz y siguen a Jesucristo. La sabiduría del mundo piensa y siente todo lo contrario: y por esta causa dice el apóstol, que "la sabiduría de este siglo es necedad delante de Dios".

Oración:

Oh Dios, que nos alegras con la solemnidad anual de tu confesor el bienaventurado Andrés, concédenos propicio, que los que veneramos su nacimiento para el cielo, imitemos también sus virtuosas acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

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