martes, 12 de abril de 2016

San Julio, papa (12 de abril)


San Julio, papa.

(† 352.)

Al tiempo que murió el glorioso pontífice san Marcos, pusieron todos los ojos en san Julio, porque por su rara prudencia, doctrinas y excelentes virtudes parecía el más digno de sentarse como Vicario de Cristo en la silla de san Pedro. Y bien era menester una entereza y santidad, como la de este insigne pontífice para defender la causa de san Atanasio, patriarca de Alejandría, contra los herejes arrianos; los cuales con el favor de los emperadores pretendían derribarle, y con él, a toda la Iglesia de Jesucristo. Volvía san Julio, cuando los herejes nombraron por patriarca a un Gregorio de Capadocia, hombre facineroso, hereje insolente y atrevido, el cual entrando en la ciudad con mucha gente de guerra y bárbara, hizo un estrago en toda aquella población tan extraño y lastimoso, como si fuera un ejército de enemigos, no perdonando a doncellas ni casadas, ni a viejos ni a niños, ni a seglares, ni a eclesiásticos, ni a cosa sagrada ni profana, divina ni humana, con tan gran impiedad y fiereza que no se puede explicar. Y viendo san Atanasio esta calamidad tan lastimosa, salió a escondidas de la ciudad y vino a Roma para ver si con la autoridad del sumo pontífice podría hallar algún remedio para detener el ímpetu furioso de los herejes y apagar aquel incendio que abrasaba no sólo a Alejandría, mas también a Egipto y a todas las partes de Oriente. Lo recibió muy bien el santo pontífice Julio y celebró un concilio en Roma en el cual aprobó su inocencia, y declaró que era valeroso capitán del Señor, e invencible defensor de su Iglesia, y cuatro años después con el consentimiento del emperador Constante convocó un concilio ecuménico y universal en Sárdica, el cual fue de trescientos obispos de todas las provincias de la Iglesia occidental y setenta y seis de la oriental, presidiendo en él, Osio, español, obispo de Córdoba con otros dos legados de la sede apostólica. Y con la sentencia de este concilio, y las cartas que el santo papa Julio escribió a los prelados de Alejandría, volvió san Atanasio a su iglesia, y fue privado de aquella silla el usurpador, a quien acababa de matar el mismo pueblo por no poder sufrir sus desafueros. Finalmente habiendo aprobado el santo pontífice los veintiún cánones del concilio general de Sárdica y dado sabios reglamentos a la Iglesia, que gobernó santísimamente por espacio de quince años, descansó en la paz del Señor. Se conserva una excelente carta suya, o de su concilio, en la cual defiende la verdad con una entereza y vigor digno del vicario de Cristo. 


Reflexión: 

Decía el santo papa Julio en su carta a los fieles de Alejandría: "Recibid, amados míos, a vuestro obispo Atanasio, con entera gloria y alegría espiritual, y con él a todos los que han sido sus compañeros en sus grandes y trabajosas persecuciones. Yo ciertamente tengo particular alegría cuando me pongo a pensar la que cada uno de vosotros ha de tener cuando llegue vuestro pastor a esa ciudad, como toda ella ha de salir a recibirle, y la fiesta que se ha de hacer. ¡Qué día tan regocijado será para vosotros, cuando nuestro hermano vuelva a veros, y los males pasados tendrán fin y el corazón de todos será uno!" Como ésta ha de ser la unión de paz y amor que ha de reinar entre el pastor y las ovejas del rebaño de Jesucristo. No turbemos jamás esta santa concordia, como suelen turbarla por cualquier motivo los herejes, antes, como obedientes hijos de la Iglesia, procuremos a todo trance conservarla. 


Oración: 

Te rogamos, Señor, que oigas las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Julio, y que por la intercesión y merecimientos de aquel que dignamente te sirvió, nos absuelvas de todos nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

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