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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Las Trompetas del Apocalipsis en el Holocausto de la Iglesia




Las Trompetas del Apocalipsis en el Holocausto de la Iglesia


2 Crónicas 29, 27-28:
"Entonces Ezequías mandó ofrecer el holocausto sobre el altar. Cuando el holocausto comenzó, también comenzó el canto al Señor con las trompetas, acompañado por los instrumentos de David, rey de Israel. Mientras toda la Igesia adoraba, también los cantores cantaban y las trompetas sonaban; todo esto continuó hasta que se consumió el holocausto."

La Pasión de la Iglesia es la mística participación de la Pasión de Cristo. Si sufre y muere la Cabeza; sufre y muere el Cuerpo. La historia de la Iglesia refleja la historia de su Divino fundador. Y en ese sentido; puede hablarse del holocausto de la Iglesia. Y, por eso mismo, en ese sentido, puede pensarse que el coro trompetístico sacerdotal, acompaña ese holocausto.

Muchos son los signos evidentes que se relacionan en estos tiempos con Las Trompetas del Apocalipsis. Un sonido particular que se repite en la atmósfera a nivel mundial; y que cuyas interpretaciones variadas dan muestras claras de que, innegablemente, un suceso físico es objeto de interpretación.

Podría habérsele dado cualquier nombre al fenómeno, pero, aunque sea por un capricho; ha querido la historia contemporánea que lleve ese nombre y no otro.

No pretendemos explicar el fenómeno (Ver más aquí); ni hacer una reducción exegética del mismo. Simplemente, si de algo fuera útil (creemos que sí), mostrar cómo se relacionan las Trompetas en las Sagradas Escrituras con el sacerdocio, y con el Sacrificio Perpetuo. Ambas cosas que escasean (por la Gran Apostasía (2 Tesalonicenses 2); y por la Falta de Fe (Lucas 18, 8) en los últimos tiempos), en los tiempos que nos tocan vivir.

Nehemías 12, 41:
"Y los sacerdotes Eliacim, Maasías, Miniamín, Micaías, Elioenai, Zacarías y Hananías, con trompetas"

2 Crónicas 29, 26:
"Los levitas se colocaron con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes con las trompetas"


1 Crónicas 16, 6:
"Y los sacerdotes Benaía y Jahaziel tocaban trompetas continuamente delante del arca del pacto de Dios"


Números 10, 8:
"Además, los hijos de Aarón, los sacerdotes, tocarán las trompetas; y os será por estatuto perpetuo por vuestras generaciones"

¿Podría decirse que a falta de sacerdotes válidamente ordenados (ver más aquí), en nuestros tiempos, el sacrificio perpetuo, y las trompetas sacerdotales han de restablecerse en la restauración de la Iglesia y del Orbe; no por mano humana, sino por intervención divina?

Apocalipsis 8, 6:
"Entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas"

¿Será que la Doctrina que siempre ha predicado la Santa Iglesia (hoy reducida a un remanente); resuena en todas partes como un icono, como un vitral, como un "sonido apocalíptico"?


Cristo nos asegura la visibilidad y audibilidad de la Iglesia. Y por eso, antes del versículo que narra las lágrimas de Ntro. Señor Jesucristo ante la Gran Apostasía del que dejaría de ser el Pueblo Elegido, se lee: "Respondiendo El, dijo: Os digo que si éstos callan, las piedras clamarán" (Lc 19, 40)











viernes, 4 de septiembre de 2009

Cuando se piensa


Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.


Gustavo Martínez Zuviría / HUGO WAST
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Pintura: "La Comunión de los Apóstoles" del Beato Fray Angélico

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