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martes, 5 de julio de 2016

San Miguel de los santos (5 de julio)



San Miguel de los santos. 

(† 1625.)


El seráfico siervo de Cristo crucificado, san Miguel de los santos fue natural de Vich, en Cataluña, a donde poco antes se había trasladado su padre, que ejercía el oficio de escribano en la villa de Centellas. Tenía el asombroso niño Miguel seis años no cumplidos, cuando abrasado del amor de Cristo se encaminó con otro niño hacia Montseny, con propósito de hacer en aquellas asperezas una vida penitente y solitaria. Al hallarlo su padre en una cueva, hincado de rodillas y orando con muchas lágrimas, le preguntó por qué lloraba; y el niño respondió: "Lloro por la pasión de nuestro Señor Jesucristo"; y preguntándole también cómo pensaba sustentarse en aquella soledad, respondió que Dios lo alimentaría como alimentaba a otros santos. Tomándole el padre de la mano lo volvió a su casa, donde comenzó a ayunar la cuaresma, las vigilias y los miércoles, viernes y sábados de cada semana; ponía los pies desnudos sobre la nieve, se disciplinaba todas las noches, y llevaba en el pecho una cruz de madera atravesada con tres clavos, que traía hincados en las carnes. Terminados los primeros estudios de las letras humanas y siendo de doce años fue a Barcelona, donde recibió el hábito de los Trinitarios calzados, místicamente el corazón, dándole Jesucristo el suyo de una manera inefable. Eran tan frecuentes sus éxtasis seráficos que se arrobaba predicando, diciendo misa, orando, en el templo, en las visitas y en las calles. Lo vieron muchas veces elevado todo el cuerpo en el aire, especialmente al celebrar la misa, y teniendo el que se la ayudaba curiosidad de medir la altura, pues los arrobamientos duraban un cuarto de hora, halló que estaba elevado más de media vara del suelo. Finalmente llegado el tiempo en que el Señor quería trasladar este serafín humano al paraíso, después de haber asombrado al mundo con sus extraordinarias virtudes, lo llevó para sí el segundo día de Pascua de Resurección a la edad de treinta y tres años. 


Reflexión: 

Oye y asienta en tu alma lo que solía decir este mismo santo, maravillándose de que hubiese hombres que no amasen a Dios. "¡Oh, hijos de Adán!,—exclamaba,— ¿Es posible que haya hombres que no quieran amar a Dios? ¡Oh si las almas conocieran aquella suma bondad, cómo no la ofendieran, antes se abrasaran en su amor! ¡Oh! ¡si experimentaran la suavidad de Dios, cómo se morirían todos de amor por El!" Tal es el secreto y verdadera causa de la vida asombrosa de los santos. 


Oración: 

¡Oh Dios misericordioso! que te dignaste adornar al bienaventurado Miguel, tu confesor, con maravillosa inocencia y admirable caridad, concédenos por su intercesión, que libres de los vicios, y encendidos en tu amor, merezcamos llegar a gozarte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890


lunes, 9 de mayo de 2016

San Gregorio Nacianceno (9 de mayo)



San Gregorio Nazianzeno.  

(† 389)

San Gregorio Nazianzeno, llamado por excelencia el Teólogo, fue natural de Nazianzo, ciudad de Capadocia. Su padre fue obispo de su misma ciudad, su hermano fue san Cesáreo, y su her-mana santa Gorgonia. Estudió la elocuencia y filosofía en Atenas, donde trabó tal amistad con san Basilio, condiscípulo suyo, que parecían los dos un alma y un corazón. Mas no quiso acompañarse jamás con Juliano el Apóstata, que había venido a aquella universidad al estudio de las buenas letras, porque desde entonces adivinó cuán pernicioso había de ser a toda la república si Dios le daba el cetro de ella. Después de haber enseñado elocuencia con grande loa, se retiró con su amigo Basilio al desierto del Ponto, donde los dos vivían como ángeles; mas al fin dejaron su amada soledad para defender la religión católica; y Gregorio procuró que eligiesen a Basilio por obispo de Cesárea. Pasando a Constantinopla, empleó todo su gran caudal de sabiduría en la conversión de los herejes, los cuales trataron muchas veces de darle la muerte. Mas al fin venció la causa de Dios, refloreció la fe y Gregorio fue nombrado arzobispo de Constantinopla con aplauso del emperador de Oriente, el gran Teodusio, español, el cual le dio el templo patriarcal que poseían aún los herejes. Todo el favor que el emperador hacía a san Gregorio era tósigo para los herejes; los cuales determinaron acabarle, y para salir con su intento se concertaron con un mozo hereje como ellos, que entrase a visitar al santo que a la sazón estaba enfermo y hallase ocasión de cometer la maldad. Lo hizo así, mas cuando se vio en el aposento del santo, al tiempo que le podía herir, se echó a sus pies pidiéndole perdón con muchos sollozos y lágrimas; y como san Gregorio le preguntase qué quería, uno de los que estaban presentes le dijo: "Este mozo, padre, ha entrado aquí inducido por los herejes para matarte, y ahora arrepentido llora su pecado". Entonces el santo abrazando al mozo le dijo: "Dios te perdone y te guarde como a mí me ha guardado; deja pues, hijo mío, la herejía, y sirve al Señor con sincero corazón". Viendo después muy turbada aquella iglesia por los bandos y herejías pidió licencia al emperador para renunciar a su dignidad arzobispal, y volviendo a su patria se retiró a una heredad de sus padres; donde cargado de años y dolores escribió en prosa y en verso algunas obras de rara elegancia. Finalmente habiendo este glorioso doctor ilustrado la Iglesia con su vida, doctrina y escritos, a los noventa años de su edad fue a recibir el galardón de sus largos y dichosos trabajos. 

Reflexión: 

Hablando el mismo san Gregorio en uno de sus libros de la vida que hizo en Atenas en el tiempo de su juventud, dice: "Yo con mis continuos trabajos quebranté mi carne, que con la flor de la edad tiraba coces y hervía; vencí la glotonería del vientre y la tiranía que está cerca de él; mortifiqué mis ojos, reprimí el ímpetu de mi ira, y todas mis cosas consagré a Cristo. El suelo fue mi cama, el velar mi sueño, y las lágrimas mi descanso. Este fue mi instituto de vida, cuando era mozo; porque la carne y la sangre echaban llamaradas y me apartaban de la sabiduría del cielo". Aprendan los jóvenes a refrenas sus apetitos, poniendo los ojos en este modelo; y no digan que es imposible la victoria de sí mismos, después que los mismos santos han luchado también y triunfado con tanta gloria de la rebeldía de sus pasiones. 

Oración: 

Oh Dios, que concediste a tu Iglesia por ministro de su .eterna salvación al bienaventurado Gregorio, haz que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que logramos por maestro en la tierra. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

martes, 4 de junio de 2013

¿Hasta cuándo en brazos ajenos?



¿Hasta cuándo en brazos ajenos?

"¿Hasta cuándo piensa, hija, que ha de andar en brazos ajenos? Ya deseo verla con una gran desnudez de espíritu y tan sin arrimo de criaturas que todo el infierno no baste a turbarla"

"Acerca de los pecados, que Dios tanto aborrece, que le obligaron a muerte, le conviene, para bien llorarlos y no caer en ellos, tener el menos trato que pudiere con gentes, huyendo de ellas, y nunca hablar más de lo necesario en cada cosa; porque de tratar con las gentes más de lo que puramente es necesario y la razón pide, nunca a ninguno, por santo que fuese, le fue bien; y con esto, guardar la ley de Dios con grande puntualidad y amor".

San Juan de la Cruz; (extractos epistolares)

domingo, 10 de marzo de 2013

Soledad: Aquí es donde se halla a Dios

Soledad: Aquí es donde se halla a Dios

Un excelente video católico que señala una verdad fundamental, de cuyo olvido; tantas apostasías colectivas han sobrevenido sobre estos tiempos finales. Es imposible arraigarse en Dios; cuando, huidizos de la soledad, nos sometemos absoluta y exclusivamente a cualquier tipo de sociedad humana.

viernes, 18 de mayo de 2012

viernes, 20 de enero de 2012

Cuando veáis la DESOLACIÓN EN EL LUGAR SANTO


Cuando veáis la
DESOLACIÓN EN EL LUGAR SANTO

Mateo 24, 15:

"Por tanto, cuando viereis que la abominación de la desolación, que fue dicha por el profeta Daniel, está en el lugar santo, el que lee entienda."


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San Jerónimo:

"Esto que dice: "El que lee entienda", se expresa para que busquemos el sentido místico. Leemos, pues, en Daniel de este modo: "Y en medio de la semana cesará el sacrificio y las ofrendas; y en el templo habrá abominación de desolaciones hasta la consumación del tiempo, y la consumación se dará sobre la soledad" ( Dn 9, 27).


miércoles, 21 de diciembre de 2011

Soledad. Juicio Temerario. Juicio Necesario




SOLEDAD. JUICIO TEMERARIO. JUICIO NECESARIO


San Bernardo:

"En lo demás, no se os manda sino la soledad del corazón y del espíritu. Permaneceréis solos si no tenéis pensamientos bajos y humanos, si no amáis lo presente, si despreciáis lo que muchos aprecian, si desecháis lo que todos desean, si evitáis las pendencias, si os mostráis insensibles a las pérdidas, si olvidáis las injurias. Si no, no estaréis solos aunque viváis en soledad. ¿Veis, pues, cómo podéis estar solos aun viviendo en compañía de muchos, y vivir en compañía de muchos aun permaneciendo en soledad? En cualquier concurrencia grande que estéis, estaréis solos si cuidáis de no escuchar con demasiada curiosidad lo que se dice o de no juzgar de ello con temeridad. Aunque veáis algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Y si la cosa es tan clara que no cabe disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: La tentación habrá sido muy fuerte. ¿Qué habría hecho yo de haberme apretado a mí tan seriamente? Pero acordaos que es a la Esposa, o sea a los súbditos, a quien digo todo eso, y que no instruyo ahora al amigo del Esposo, o sea, a los superiores, que tienen otras razones para observar cuidadosamente lo que pasa, impedir lo que no conviene, cuidar de si en algo se ha faltado y corregir a aquellos que han caído en alguna culpa. Mas la Esposa está exenta de esta necesidad, viviendo para sí sola y para Aquel a quien ama, que es a la vez su Esposo y su Señor, y que es sobre todas las cosas Dios bendito en los siglos. Amén"


Sermón 40 Sobre los Cantares, "La intención es la cara del alma", Capítulo 5 (Completo),
pág 282, BAC, 1955

viernes, 25 de noviembre de 2011

LA SOLEDAD


LA SOLEDAD

(Estudio Bíblico de Cornelio A Lapide)

LOS SANTOS Y TODOS LOS GRANDES HOMBRES HAN AMADO Y PRACTICADO LA SOLEDAD

"Cuando David era todavía niño, dice San Crisóstomo, huía de las ciudades y de la muchedumbre, habitaba los desiertos, no tenía ninguna comunicación con el siglo, no ocupándose de comercio, ni de ventas, ni de compras; vivía en silencio en la soledad; y allí, como en un puerto tranquilo, reposando en paz en su aislamiento, guardaba su rebaño, meditaba sobre el reino de los Cielos, vencía y mataba osos y leones que querían arrojarse sobre sus ovejas, y los abatía, no con la fuerza de su cuerpo, sino con la virtud de su fe, que sacaba de la soledad". (Homil. ad pop.).

Según la Sagrada Escritura, "Judith tenía en lo más alto de su casa un cuarto secreto para ella, donde permanecía encerrada con sus fieles criadas" (Judith 8, 5)

La Iglesia canta la siguiente estrofa en honor de San Juan Bautista, que tanto amaba la soledad:

"Antra deserti, teneris sub annis,
Civium turmas fugiens, petisti;
Ne levi saltem maculare vitam
Famine posses".

San Juan se retiró a la soledad a fin de que, a ejemplo de Moisés y de Elías, imitase el espíritu y la virtud de Jesucristo.

Los hombres piadosos y contemplativos han deseado, amado y buscado siempre la soledad.

"Los más más grandes Santos, dice la Imitación de Cristo, han evitado siempre, en lo posible, el comercio de los hombres, y han elegido la soledad para vivir de Dios y por Dios". (Lib. I, c. XX, n. 1)

Así como la tierra oculta el oro en sus entrañas, así como el mar esconde las perlas, y el suelo cubre las raíces de los árboles, la virtud de los humildes y de los Santos está siempre escondida en este mundo.

El mismo Jesucristo obra secretamente con su gracia y sus dones.

La vida de los anacoretas y de los ermitaños ha sido una vida oculta en la soledad. El mismo Salmista lo dice: "He huido, me he alejado, he establecido mi morada en la soledad" "Gran rey, ¿por qué os alejáis? ¿por qué huís y buscais la soledad?" "Porque he visto en el mundo la violencia y la discordia; la iniquidad mora en él. El crimen habita en sus plazas públicas". (S. 54, 8-12)

Escribe San Jerónimo a Rústico: "Mirad vuestra celda como un Paraíso; para mí la ciudad es una cárcel, y la soledad la mansión del Paraíso".

Y el Apocalipsis relata: "Se dieron dos alas a la mujer que el dragón perseguía, para que volase al desierto, lejos de la presencia de la serpiente" (Apoc. 12, 14)

San Nilo, discípulo de San Crisóstomo, dice: "El que ama la soledad es invulnerable a los dardos de sus enemigos: pero el que se mezcla con la muchedumbre recibirá frecuentes y crueles heridas". (In. Vit. Patr.).

Dijo Rahab a los enviados de Josué: "Id hacia las montañas, para que los que vuelvan no os encuentren, y escondeos allí hasta que se vuelvan, y luego continuaréis vuestro camino". (Josué 2, 16)

"Colocaré mi tabernáculo en medio de vosotros, dice el Señor; marcharé en medio de vosotros; seré vuestro Dios, y seréis mi pueblo" (Lev. 26, 11-12)

"Por cuya razón abandonad el bullicio del mundo, y separaos, dice el Señor, y no toquéis lo que es impuro. Y os recibiré, y seré vuestro Padre, y seréis hijos míos e hijas mías, dice el Señor omnipotente" (2 Cor. 6, 17-18)

¡Cuántas gracias y favores especiales y abundantes promete y concede el Señor a las almas elegidas y privilegiadas que abandonan el mundo para retirarse a la soledad!

San Jerónimo: "La soledad es la forma y la regla de la sabiduría; la soledad es por sí misma una predicación de la virtud; el apartarse del mundo es disponerse para ir al Cielo". (Ad Theorasiam.)

¡Oh dichosa soledad! Tú eres la escuela del Paraíso. Dios dice por medio de Oseas: "Conduciré esta alma a la soledad, y hablaré a su corazón" (Oseas 2, 14)

"Colocaré el verdadero camino en la soledad" (Is. 43, 19)

"Estará sentado solitario, y se callará, porque Dios le ha elevado hasta sí", dice Jeremías (Lament. 3, 28)

San Bernardo exclama: "Oh alma santa, estáte sola, consérvate para el Dios que para sí te ha elegido" (Serm. 40, in Cant.)

Y añade San Bernardo: "La soledad es la muralla y el antemuro de las virtudes. Creed en mi experiencia, aprenderéis más en las selvas que en los libros; los bosques y las peñas os instruirán, os enseñarán lo que no pueden enseñaros vuestros maestros" (Ut supra.)

No sólo quita la soledad la ocasión de pecar, sino que eleva el alma a Dios...

Dice San Basilio: "El que te habita, oh soledad, se eleva sobre sí mismo, porque teniendo el alma hambre de Dios, se pone sobre todo lo que es de la tierra; está suspendida en la fortaleza de la contemplación, y separada del mundo, vuela hacia el Cielo, y esforzándose para ver lo que es superior a todo, desprecia todo lo demás" (Tract. de Laude vitae solitariae)

Y exlama Musio Cornelio: "¡Oh dichosa soledad, oh única bienaventuranza que disfrutan los que te aman! ¡Cuán dichosas son las almas privilegiadas y cándidas que vuelan a tus brazos y se alejan de este mundo, que no es más que perfidia!" (In Laudem vitae solitariae)


MOTIVOS QUE OBLIGAN A BUSCAR LA SOLEDAD Y A AMARLA

"Se oye la voz que clama en el desierto", dice Isaías: "Preparad el camino del Señor, rectificad en la soledad sus senderos. Levántense los valles, allánense los montes y collados y corríjase la aspereza de los caminos. Una voz me ordena que clame. Y dije: ¿Qué he de clamar? Toda carne no es más que heno, y toda su gloria es como flor del campo. El Señor sopló, y se secó la yerba del campo, y cayó la flor. Sí, los pueblos son como la yerba del prado. La yerba se marchita, y la flor cae" (Is. 40, 3-4, 6-8)

"Retiraos, retiraos" dice el Señor por medio de Isaías; "salid, no toquéis nada impuro. Purificaos, vosotros que lleváis los vasos del Señor. El Señor os precederá" (Is. 52, 11-12)

Exclama Jeremías: "¿Quién me dará en el desierto una cabaña de viajero, y abandonaré a este pueblo, y me retiraré lejos de él, ya que todos son prevaricadores?" (Jer. 9, 2)

Dice San Bernardo: "Huid del público, huid de vuestros allegados; alejaos de vuestros amigos y de vuestros íntimos. ¿Ignoráis que tenéis a un esposo vergonzoso, reservado, que no quiere manifestarse en presencia de la multitud?" (Epist. 107)

Dice San Crisóstomo: "Es difícil que un árbol plantado a lo largo de una carretera conserve sus frutos hasta su madurez; y es también difícil que un alma, en medio de las gentes del siglo, conserve su inocencia hasta el fin. Cuanto menos se arroja un hombre en las agitaciones exteriores, tanto más abrasada está su alma de fervor, de amor de Dios" (In Moral.)

"Cada vez que he estado con los hombres, he vuelto menos hombre", dice el autor de la Imitación de Cristo (c. XX, n. 2)

"El que se proponga pues y desee llegar a las cosas interiores y espirituales, debe imitar a Jesús y alejarse de la muchedumbre", continúa el mismo autor (idem.)

He aquí una sentencia de Tolomeo: "La seguridad de la soledad aleja el dolor; temer el tumulto dispone los consuelos" (In Prologo Almagesti.)

Dice Demócrito: "Pocas personas me bastan, una sola es suficiente, y aún estoy mejor sin compañía".

"Despreciad todo el vano trabajo que algunos se dan por un vano adorno. Sabed que no hay nada más admirable que el alma, y nada parece grande en el siglo a un alma noble y elevada" (Teste Seneca in Epist. ad Lucil.).

Tal es el lenguaje de los mismos paganos.

Dice Hugo de San Víctor: "Consultemos las Escrituras y veremos que Dios no ha hablado casi nunca en medio de la muchedumbre. Cuando ha querido dar a conocer algo a los hombres, no se ha manifestado a las naciones, sino a algunos pocos, a los que estaban separados de la muchedumbre" (Lib. IV. de Arca Noe, c. IV)

Dice el profeta Miqueas:
"Levantaos e id a la soledad, pues no tendréis reposo en medio del mundo" (Miq. 2, 10)
"Huid de en medio de Babilonia, y salve cada cual su alma", dice el profeta Jeremías (Jer. 51, 6)

San Antonio, después de haber visto y oído al primer ermitaño San Pablo, dijo a sus discípulos:
"¡Desgraciado de mí, soy pecador que llevo falsamente el nombre de monje! He visto a Elías, he visto a Juan en el desierto, y he visto verdaderamente a Pablo en el Paraíso". (In. Vit. Patr.)
.

No basta laa soledad del cuerpo si no se añade la soledad del alma; y ésta no tiene lugar, si el alma se ocupa de lo que ha visto y oído fuera de la soledad; si divaga y se pasea por el mundo; si como el pueblo hebreo en el desierto echa aún de menos la esclavitud de Egipto y las ventajas materiales que allí encontraba. Dios no derrama sus dulces perfumes más que en un alma desprendida de todo, y principalmente de sí misma, en un alma pura y muerta para todo lo del mundo. Es menester pues, para gozar de todas las ventajas de la soledad, renunciar,

1.º, al mundo exterior, a nuestros padres, a nuestros amigos, a nuestra casa, a nuestro país, a nuestras riquezas y honores, etc.;


2.º y principalmente renunciar al mundo interior, a nuestra propia voluntad, a nuestras afecciones especiales, etc.

Es digno de observación lo que dice el abate Juan Mauburne: "Muchas órdenes han degenerado de su esplendor y de su santidad primitiva por varias causas. Los bernardinos han caído por su ociosidad, la tercera orden por demasiadas ocupaciones rurales, los permonstratenses por el excesivo número de misas y demasiadas cargas de coro, los mendigos por su demasiada familiaridad con los seglares; se mezclaban demasiado con la multitud, según aquellas palabras del Salmista: "Se mezclaron entre las naciones, aprendieron sus obras, y ésta fue su ruina" (S. 105, 35-36); los benedictinos por sus grandes riquezas. Pero los cartujos han conservado su esplendor, y su vigor primitivo, por su amor a la soledad y al silencio, y por la rigurosa observancia de las visitas que exige la regla. Estas tres cosas están encerradas en el siguiente verso latino:

"Per tria, si, so, vi, carthusia permanet in vi (id est, vigore.)"* (In Roseto, lib. I, c. III)


"Si" indica el "SILENCIO", "so" la "SOLEDAD", "vi" la "VISITA" (de los religiosos visitadores)




viernes, 4 de noviembre de 2011

SILENCIO... Soledad y Silencio



De la Locuacidad y del Silencio.



1. Ya hemos visto cuan peligroso es juzgar al prójimo y cómo este vicio alcanza aun a los de apariencia espiritual; aunque se puede agregar que ellos son juzgados y atormentados con su propia lengua. Ahora me resta decir que ella es la causa de este vicio y explicar rápidamente que por esa puerta es por donde entra y sale.



2. La locuacidad es la silla de la vanagloria, sobre la que ella se descubre y se muestra. Es la marca de la ignorancia, puerta de la calumnia, madre de la villanía, servidor de las mentiras, reina de la contrición, artífice de la pereza, destierro de la meditación y destrucción de la plegaria.



3. Por el contrario, el silencio es madre de la oración, reparo de la distracción, examen de los pensamientos, atalaya de enemigos, incentivo de la devoción, compañero perpetuo del llanto, amigo de las lágrimas, recordatorio de la muerte, pintor de tormentos, inquisidor del juicio divino, sostén de la santa tristeza, enemigo de la presunción, esposo de la quietud, adversario de la ambición, auxiliar de la sabiduría, obrero de la meditación, progreso secreto para un secreto acercamiento a Dios.



4. El que conoce sus pecados cuida su lengua, pero el charlatán aún no se conoce como debe.



5. El amante del silencio se acerca a Dios, y en lo secreto de su corazón reconoce Su luz.



6. El silencio de Jesús confundió a Pilatos: "La voz baja y humilde conforta el alma, mientras que la vanagloria la destruye."



7. San Pedro dijo una sola palabra, por la que luego lloró al recordar lo que está escrito: "Observaré mis caminos para no pecar con mi lengua" y "Caer por la propia lengua es como caer de lo alto."



8. No quiero detenerme mucho en este punto, aunque las artimañas de este vicio incitan a ello. Hablaba yo con un gran hombre (cuya opinión tenía mucho valor para mí) de la paz de la vida solitaria. La murmuración, me decía, conviene recordar que se engendra en el hábito de la charlatanería, o en la vanagloria, y finalmente en la gula, porque el mucho hablar siempre anda junto al mucho comer.

De allí que muchos que consiguieron refrenar su apetito, lograron también refrenar su lengua.



9. El que se ocupa de la muerte acorta las palabras; y aquél que alcanza la virtud de la aflicción del alma, huye de la murmuración como del fuego.



10. El que ama la soledad, permanece callado; pero aquel que se complace en el trato con los hombres, es sacado de su celda por su pasión.



11. El que ya sintió el ardor del fuego del Espíritu Santo, huye del trato de los hombres mundanos como la abeja del humo, pues como el humo daña a los insectos, asila compañía de los hombres es perjudicial al recogimiento. El agua de un río no corre derecho si no tiene un cauce por donde hacerlo ni riberas que lo detengan. Pocos hombres pueden sofrenar su lengua y afrontar a tan peligroso enemigo.





Undécimo Escalón, Santa Escala, 3 p; San Juan Clímaco

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