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miércoles, 31 de octubre de 2018

Que NINGUNA definición doctrinal católica sea vedada por otra de mayor consenso





Que NINGUNA definición doctrinal católica sea vedada por otra de mayor consenso

¿Acaso podemos confiarnos de algún demonio porque enarbola la bandera de la PAZ, o la bandera de la Familia; de la LIBERTAD tal vez; o del patriotismo? Más aún en nuestros días postreros; ¿creeremos ingenuamente que porque un laicista, o un "libre pensador", o un modernista de cualquier talante lucha contra las proclamas gomorritas a favor de la pedofilia; por ello mismo está de nuestra parte; que lucha acaso por el verdadero reinado de Nuestro Señor Jesucristo? Estúpidos y necios seremos; ¡cómplices aún! si negamos las verdades que la Santa Iglesia Católica de Siempre (No la usurpadora secta del falso Papa Francisco) para siempre ha proclamado una vez.

¿Qué significa eso de rezar con sectarios protestantes para que las legislaciones apóstatas de países otrora católicos no asesinen a niños que aún no nacen y no se bautizan; debiendo morir bajo el yugo del Pecado Original y del Demonio? No hay motivo para rezar con protestantes ni realizar congresos "pancristianos".

"Podrá parecer que dichos “pancristianos” tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que SAN JUAN, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de JESUCRISTO: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis. Siendo, pues, la fe integra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe". (S.S. Pio XI, "Mortalios Animos")

¿Qué significa aquello de proclamar la Educación Sexual del Estado y la concientización de acotar obligadamente el número de los hijos que Dios quiere enviarle a los matrimonios por cuyo fin han sido consumados? Para evitar la lujuria impuesta y corruptora de la Ideología degenerada; no se han de negar los principios católicos de familia, castidad y pureza.

"Peligroso en sumo grado es, además, ese naturalismo que en nuestros días invade el campo educativo en una materia tan delicada como es la moral y la castidad. Está muy difundido actualmente el error de quienes, con una peligrosa pretensión e indecorosa terminología, fomentan la llamada educación sexual, pensando falsamente que podrán inmunizar a los jóvenes contra los peligros de la carne con medios puramente naturales y sin ayuda religiosa alguna; acudiendo para ello a una temeraria, indiscriminada e incluso pública iniciación e instrucción preventiva en materia sexual, y, lo que es peor todavía, exponiéndolos prematuramente a las ocasiones, para acostumbrarlos, como ellos dicen, y para curtir su espíritu contra los peligros de la pubertad" (S.S. Pio XI "Divini Illius Magistri" )

¿Cómo aprobar las ridiculeces seudocreativas de la Secta Modernista que para luchar contra el día de Halloween, el día principal de todo satanista, disfrazan a sus hijos de esos falsos santos que la Roma Ecuménica y Masónica ha decretado; ya sea Juan Pablo II, la Madre Teresa o ahora Pablo VI (uno peor que otro); o si no; de verdaderos santos; pero que, como acostumbran los modernistas; son edulcorados con pacifismos hinduistas o caricaturizados con la sumatoria de todas las herejías? Un católico no celebra Halloween. Pero tampoco entra por la misma puerta ancha y por los mismos dulces; con eufemismos como Holywins. No caigamos en redadas.

No hace falta negar, o esconder o negociar todos los enunciados de la Fe para perderla por completo. Basta negar un solo y único punto de la Fe; para estar fuera de la Santa Madre Iglesia Católica. Y ya bien se sabe, y nunca es inoportuno recordarlo, que Fuera de la Santa Iglesia Católica No hay Ninguna Salvación.

"¿Puede ser permitido a alguien rechazar alguna de esas verdades sin precipitarse abiertamente en la herejía, sin separarse de la Iglesia y sin repudiar en conjunto toda la doctrina cristiana? Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello. La Iglesia profesa efectivamente que la fe es ‘una virtud sobrenatural por la que, bajo la inspiración y con el auxilio de la gracia de Dios, creemos que lo que nos ha sido revelado por Él es verdadero; y lo creemos no a causa de la verdad intrínseca de las cosas, vista con la luz natural de nuestra razón, sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades y que no puede engañarse ni engañarnos’ (Conc. Vat. I, ses. 3, cap. 3). (…) Al contrario, quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe" (S.S. León XIII, "Satis cognitum")

Extra Ecclesiam Nulla Salus.

¿Qué otra lucha puede ocupar la primera de todas; que es la de salvar nuestras propias almas? He ahí el motivo de nuestro existir; he ahí la razón de ser de nuestra terrenal residencia.

¡Viva Cristo Rey!


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miércoles, 13 de enero de 2016

Más Herejías y Apostasías de Francisco

Más Herejías y Apostasías de Francisco

Francisco con esto ofende, humilla y aplasta todo lo que es católico. Es una ofensa al Verdadero Dios que no tiene nombre. La iglesia que lidera Francisco, con esta evidencia, queda más que claro que: NO ES la Iglesia Católica, y que: Todos los que están en comunión con esta Falsa Iglesia católica, que en realidad es la Ramera de la que habla el Apocalipsis, no pueden ser católicos (por más que ellos digan que lo son), y están en las vías de la perdición.

Francisco no es Papa, nunca lo ha sido, es un hereje, y un hereje no puede ser Papa:

San Roberto Belarmino, cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30:
“Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza DE TODOS los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
“Este principio es de lo más cierto. El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo. La razón de esto es que no puede ser cabeza de lo que no es miembro; ahora bien, quien no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y quien se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente enseña San Cipriano, San Atanasio, San Agustín, San Jerónimo, entre otros; por lo tanto, EL HEREJE MANIFIESTO NO PUEDE SER PAPA”.

En este video queda más que manifiesto que Francisco es un hereje, por lo tanto, quienes están en comunión con él, no pueden ser católicos.

Papa San León Magno, Sermón 129: 
“Dondequiera que sea, ya que fuera de la Iglesia Católica NADA existe perfecto, nada puro… Nos no somos de ningún modo comparados con los que se separan de la unidad del cuerpo de Cristo; NO ESTAMOS EN COMUNIÓN”

Papa Inocencio III, Eius exemplo, 18 de diciembre de 1208:
“Creemos de todo corazón y profesamos con nuestros labios una sola Iglesia, NO DE HEREJES, sino la Santa Iglesia, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos nadie se salva”.

San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, La Controversia Católica, pp. 305-306:
“Ahora bien, cuando él [el Papa] es explícitamente un hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia…”.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30, : 
“Porque, en primer lugar, SE DEMUESTRA CON ARGUMENTOS DE AUTORIDAD Y POR LA RAZÓN que el hereje manifiesto es depuesto ipso facto. El argumento se basa en la autoridad de San Pablo (Tito 3, 10), que ordena que evitemos al hereje después de dos advertencias, es decir, después de haber mostrado ser manifiestamente obstinado; lo que significa que es antes de cualquier excomunión o sentencia judicial. Y es por eso que San Jerónimo escribe, agregando que los otros pecadores están excluidos de la Iglesia por la pena de excomunión [ferendae sententiae = proceso formal], pero los herejes, por sus propios actos, se destierran y se separan del cuerpo de Cristo [latae sententiae = excomunión automática]”.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, libro II, cap. 30:
“Finalmente, los Santos Padres enseñan unánimemente que no sólo los herejes que están fuera de la Iglesia, sino también esos que están privados ipso facto de toda jurisdicción eclesiástica y dignidad”.

Extracto del exorcismo a San Miguel arcángel compuesta por el Papa León XIII que predice que Roma, el mismo Vaticano, será usurpado y que el Vaticano se convertirá en la cabeza de todo lo que es anticatólico: 
"Los enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado y le han dado de beber ajenjo, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales para realizar todos sus impíos designios. ALLÍ, EN EL LUGAR SAGRADO DONDE ESTÁ CONSTITUIDA LA SEDE DEL BEATÍSIMO PEDRO Y LA CÁTEDRA DE LA VERDAD PARA ILUMINAR A LOS PUEBLOS, ALLÍ COLOCARON EL TRONO DE LA ABOMINACIÓN DE SU IMPIEDAD, para que, con el designio inicuo de herir al Pastor, se dispersen las ovejas."

LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA LO ADVIRTIÓ EN SU MENSAJE EN LA SALETTE CUANDO DIJO:

"Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo... la Iglesia será Eclipsada"



Fuentes: 

Video Oficial del Vaticano, 

martes, 31 de marzo de 2015

Francisco evidentemente NO es Papa: NO CREE EN EL DIOS CATÓLICO


Francisco evidentemente NO es Papa: 
NO CREE EN EL DIOS CATÓLICO


Estas son algunas de las blasfemas, mentirosas y heréticas frases del Anticristo que usurpa la Sede Vacante de Pedro:

"Yo creo en Dios, pero no en un Dios católico. No existe un Dios católico".

“Cuando me encuentro frente a un clerical, me dan ganas de hacerme anticlerical”

“El proselitismo es una gran estupidez. No tiene sentido, lo que hay que hacer es conocerse y escucharse”

“Le he dicho que la Iglesia no se ocupa de política”

“La Iglesia no irá más allá de la difusión de sus valores. Por lo menos no lo hará mientras yo esté aquí”

“(La Iglesia) No lo ha sido casi nunca (como ahora). Con mucha frecuencia la Iglesia, como institución ha estado dominada por la temporalidad y muchos de sus miembros y altos exponentes católicos aún hoy piensan así”


Fuente Pública: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/10/01/actualidad/1380654645_079306.html


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Papa Paulo IV, de la bula Cum ex Apostolatus Officio, 15 de febrero de 1559:

“1… dado que donde surge un peligro mayor, allí más decidida debe ser la providencia para impedir que falsos profetas y otros personajes que detentan jurisdicciones seculares no tiendan lamentables lazos a las almas simples y arrastren consigo hasta la perdición innumerables pueblos confiados a su cuidado y a su gobierno en las cosas espirituales o en las temporales; y para que no acontezca algún día que veamos en el lugar Santo la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel; con la ayuda de Dios para Nuestro empeño pastoral, no sea que parezcamos perros mudos, ni mercenarios, o dañados los malos vinicultores, anhelamos capturar las zorras que tientan desolar la viña del Señor y rechazar los lobos lejos del rebaño…
6. Agregamos, [por esta Nuestra Constitución, que debe seguir siendo válida en perpetuidad, Nos promulgamos, determinamos, decretamos y definimos:] que si en algún tiempo aconteciese que un obispo, incluso en función de arzobispo, o de patriarca, o primado; o un cardenal, incluso en función de legado, o electo Pontífice Romano que antes de su promoción al cardenalato o asunción al pontificado, se hubiese desviado de la fe católica, o hubiese caído en herejía:
(i) o la hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto (...)




Descargar el PDF: Un hereje no puede ser Papa


Leer Libro Completo: La verdad de lo que le ocurrió a la Iglesia Católica después del Segundo Concilio Vaticano

domingo, 16 de marzo de 2014

¡Depuestos y Excomulgados!


¡Depuestos y Excomulgados!

Por si quedara duda de que están FUERA DE LA IGLESIA por apóstatas y herejes; aún si ocuparan válidamente sus puestos... Estarían:

¡Depuestos y Excomulgados!

“Si algún eclesiástico o laico, va a la sinagoga de los Judíos, o la reunión-casas de los herejes para unirse en oración con ellos, que sean depuestos y privados de la comunión. Si algún obispo o un sacerdote o diácono se unen en oración con herejes, que sea suspendido de la comunión".

Concilio de Constantinopla, A.D. 680

domingo, 18 de agosto de 2013

miércoles, 13 de marzo de 2013

Habemus Antipapam


Habemus Antipapam

El nuevo antipapa Francisco es un hereje manifiesto al igual como lo fueron sus 5 predecesores. Es un hereje elegido por “cardenales” herejes de la Iglesia apóstata del Vaticano II. 

El antipapa Francisco es un ecumenista a ultranza, un progresista hasta la médula de los huesos que no dudamos será un propulsor acelerado de la implantación del miserabilismo dentro de la falsa Iglesia del Vaticano II y la unificación de todas las falsas religiones. Representa sin duda alguna al sector más progresista de la secta del Vaticano II.

Ver Artículo Completo en LA DENUNCIA PROFÉTICA

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Gauchito Gil: Respuesta a un ambiguo ecumenista


Gauchito Gil: Respuesta a un ambiguo ecumenista

Comentó Maximiliano en el artículo El Gauchito Gil (Siervo del Diablo)

"Solo una simple pregunta voy a dejar a aquellos que si creen en el Gauchito Gil: ¿Como alguien puede llegar a la santidad cometiendo actos de vándalo? Cabe aclarar que, para aquellos que no lo sepan, la Santa Iglesia Católica, Madre y Maestra, instituida e iluminada por Cristo tiene ya desde sus orígenes estudios y metodologías muy estrictas y santas, sin obviar que también con iluminación del Espíritu Santo. También pido a aquellos que se ponen en contra de este ídolo y la gente que lo adora idolatradamente que no las ataquen, es fundamental el trabajo Ecuménico para entendernos entre todos y que entre todos seamos unos. (...)"

Respuesta:

Estimado Maximiliano; lamentamos advertirle que el "trabajo ecuménico" que usted menciona no sólo no es católico, sino que es apóstata y más satánico que el mismo Gauchito Gil; que contradictoria, ambigua y paradojalmente, usted mismo reconoce como ídolo. Es por ese mismo "trabajo ecuménico" que la Roma que se dice católica; no lo es; de acuerdo a las profecías cumplidas de Ntra Señora de La Salette: "Roma perderá la Fe" y de las mismas Escrituras cuando nos advierten del tiempo actual como "La Gran Apostasía"

¿Cómo pretende entenderse y ser uno con un satanista; un siervo de este siervo del diablo, que es el Gauchito Gil? No puede haber verdadero ecumenismo, verdadero apostolado; si no se predica contra la mentira, el error y la idolatría, y se anuncia sin tapujos la Verdad, que es Cristo.


Salmo 95, 5: “Todos los dioses de los gentiles son demonios …”. 

1 Cor. 10, 20: “Antes bien, digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y no a Dios lo sacrifican. Y no quiero yo que vosotros tengáis parte con los demonios”. 

Papa Pío XI, Ad salutem, # 27, 20 de abril de 1930: “…toda compulsión y locura, todo ultraje y lujuria, son introducidas en la vida del hombre por los demonios a través de la adoración de dioses falsos”.

martes, 5 de junio de 2012

EBRIEDAD Y ECUMENISMO ACTUAL

Bodegón de Uvas (Panfilo Nuvolone)

EBRIEDAD Y ECUMENISMO ACTUAL

Así como hay una Paz, ¡verdadera Paz!, que da Cristo y que sólo Él puede dar; contraponen los espíritus del mundo, que son demonios, la falsa paz. Una paz que es una miopía, un opio, somnífero o sedante, a veces con propensión hacia el estrés y otras hacia la hilaridad y la grotesca alegría. Esa paz que da el mundo no es una Paz reconfortante y consoladora; porque la Paz que nos da Dios es hija de la Esperanza, de la Caridad bien entendida y de la Certeza nunca ambigua de la Fe Inmaculada. Por eso, habiendo una verdadera Paz y una falsa paz; Cristo dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da..." (Jn. 14, 27)


Pero esto que sucede con la Paz, mucho más acentuado en este tiempo final preparusíaco en el que los signos de apostasía y abominación colman el vaso; se corresponde de casi similar manera con el Celo apostólico. Ese celo apostólico que es unción y fuego del Espíritu Santo por las cosas santas; fue muchas veces percibido por los paganos como borrachera y ebriedad. Por eso dice San Lucas: "Pero otros se burlaban y decían: Están borrachos" (Hech. 2, 13) para describir el efecto que había producido en los apóstoles, y lo que parecían, en Pentecostés. A partir de esta falsa percepción, es que se podría hablar análogamente, y sólo así, de "borrachera santa" (y no como hacen los pentecostales y carismáticos que hacen una interpretación literal de lo que ellos creen que ha de manifestárseles por ser cristianos (que no lo son) y entonces saltan, gritan y se revuelcan con alaridos de posesos (porque eso terminan siendo) y se arrastran en un suelo poco iluminado y casi orgiástico). Una Ebriedad divina entonces sería la sublimación de la ebriedad pecaminosa. Y no se culpe a la analogía de atenuar la gravedad del pecado de ebriedad. Porque sabido es que las Escrituras en incontables pasajes dictamina que los ebrios y borrachos no van al Cielo. Y siendo la ebriedad tan grave, y para que no quede duda de su conculcación; San Pedro aclara muy bien que no están borrachos (Hech. 2, 15) y da sobrados argumentos de su Fe y de su estado de santa ebriedad.

Esa santa ebriedad, como se hace más caricaturezca en los carismáticos que también se hacen llamar católicos, es emulada y falseada en todo el Reino del Anticristo, en la Iglesia del Vaticano Segundo. Su diferencia con la Santa Ebriedad es una sola; pero radical: Los verdaderos cristianos se embriagan de Dios para convertir a todos los hombres, a todo el mundo, a la verdadera y única Doctrina Divina y Salvífica; los anticristos de hoy se embriagan del Diablo para convertir la verdadera doctrina a todos los hombres; adecuar la fe al mundo.

Entonces allí están los borrachos de primera fila: Los fariseos que desde pentecostés andan diciendo "están borrachos" de los verdaderos cristianos; mientras que ellos se embriagan del odio de su segregarse, de su no aceptar a Cristo ni la exclusividad de un único Banquete. Judíos, Masones, Comunistas. Las 3 ranas del Apocalipsis. Quien dice Judío dice Judaizante, Judófilo, Sionista, Holocaustista y Sectario. Toda secta que niega a la Iglesia, por más que diga amar a Jesucristo, es desconocida y condenada por Él; y retrocede al primer escalón del infierno: La Religión Judía y Cabalista en la Era Cristiana. (Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, "Cantate Domino", 1441, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir…"). Quien dice Masón dice Laicismo, Naturalismo, Racionalismo, Desacralización, Neutralismo, Globalización y Laico Orden Mundial. No hay nota mejor atacada en el catolicismo que su nota de catolicidad (universal); y sin embargo, aunque 12 hombres resistieran en la Fe; esa Fe sería católica; porque nada es el número aquí en la tierra cuando uno sólo puede salvarse a pesar de todo; cuando uno sólo aquí acepta la Gracia; numerosa es la alegría en los Cielos. Pero el masonismo ha conseguido un unísono y numeroso ejército feliz en la tierra para que se salve (por un tiempito) la Idea del Gran Arquitecto del mundo. ¡Ay de ese arquitecto cuando venga el Creador de todas las cosas! Finalmente, quien dice Comunista dice Revolucionario, y no hacen falta muchas sinonimias para describir el mundo cultural y político vigente y totalitariamente impuesto absolutamente por todos los rincones del planeta. Tercermundismo, Derecha, Izquierda, Socialismo, Radicalismo, Capitalismo, Militarismo se encierran bajo cualquier aparente diferenciación y tonalidad bajo una misma directriz: La Democratización de toda soberana Verdad y la decapitación de toda excelencia y altura. El fundamentalismo y fanatismo en las mentiras que el Igualitarismo sembró; han secado el buen gusto, el sentido común, la ley natural y depuesto a la Verdad de su merecido trono de Absolutez y Señorío. Sin la Verdad; ¿qué cosa podrá ser cierta? ¿qué conducta honrada? ¿qué acción buena desinteresada? Estos borrachos de primera fila; para no decir, judíos, masones, comunistas, protestantes, orientalistas, democratizantes, etc, etc; podríamos llamarlos como los denominó nuestro Señor: SEPULCROS BLANQUEADOS. Ellos padecen la borrachera de ver su inmundicia en el otro; y como todo lo ven igual (igualdad que siempre significa empero que la paja del ojo ajeno es mil veces más grande que la propia viga) siempre estarán desgarrándose las vestiduras ante la violencia que educa, ante la jerarquía que disciplina, ante la doctrina cristiana que no se mueve un ápice de Nuestro Señor.

Los borrachos de las filas intermedias son los tontos, los bobitos. Los necios que son llevados de las narices con ricos perfumes; con sensualidades sugerentes, con lindos colores y frases bonitas. Donde está la belleza está la verdad; pero entonces gustan de lo feo; y a lo feo llaman belleza. No rige la vida de los mal llevados el deber, sino la conveniencia. Por eso aplauden las leyes inmutables que cambian (y si pudieran cambiarían las leyes aritméticas, físicas y químicas). No se guían por la inteligencia, sino por los apetitos. Como no pueden vivir como Dios le dice que vivan; hacen decir a Dios lo que ellos viven. Estos son los que Dios vomitará de su boca por no ser ni fríos ni calientes (Apoc. 3, 16), los TIBIOS.

Los borrachos de la última fila es la de los Pánfilos (pan=todo/filo=amor). En ella entran aquellos que encuentran en el falaz concepto edulcorado del AMOR que tienen, una aplicación para todo género de cosas, animales y personas. Entonces entra el Ecumenismo en lo que pretende ser la Iglesia Católica. ¿Por dónde no ha entrado el ecumenismo? Este es el peor vino, de cuya borrachera parece no escapar ningún alma con vertiente religiosa. ¡Ninguna! La condescendencia, el respeto humano, la ternura y piedad por el depravado y delincuente, la caricia al ala rota de un demonio o el desencadenamiento de todos los males para que no se inflame tanto ese tobillo infernal. Esa falsa devoción hacia un prójimo indiscriminado se empecina en "demostrar" el fanatismo "democrático" de los de la primera. Exibir cuidados y atenciones en nombre de la caridad; cuando se olvida de rezar y pedir por la conversión (sin la cual, no merecen aplausos y felicitaciones los hombres), es un desatino muy contemporáneo.

Entre los pánfilos encontramos la gama más completa de miembros de la Igesia Adúltera que adhiere al Antipapa Hereje Benedicto XVI y al Cociliábulo herético Vaticano II. Están los pastorales, los doctrinales y los liturgistas. Los pastorales hacen ecumenismo con todo lo pastoral; en desmedro de lo doctrinal y litúrgico. Estos son los más chocantes; porque son capaces de clavar a Cristo y flagelarlo mil veces nuevamente, con tal de abrazarse y sonreirse por la Paz del Mundo, por la Ecología o por cualquier bien que sirva para cualquier hombre, con cualquier hombre. El doctrinal será ecuménico con cualquier doctrinal; entonces buscará afinidades con las doctrinas protestantes y judías, luego pasará a las afinidades musulmanas y terminará con las afinidades entre induístas y budista. Y a pesar de su mezcolanza en un área, hablarán de distinción nominal, y de ritualidad diversa; como si en fondo, con distintas camisetas no sirvieran al mismo empresario deportivo. Los pánfilos o ecumenistas litúrgicos son los que defienden la Misa que Pablo VI pretendió cambiar. Entonces cuidan las formas, las genuflexiones, las normas y las rúbricas; pero terminan negociando (antes o después) la "communicatio in sacris" y la "inmutabilidad de los dogmas". ¿Quién no es ecumenista hoy por hoy? ¿Quién es verdaderamente fiel, verdadero católico? Estos, los ecumenistas ordenados o "falsos tradicionalistas" son los últimos de los últimos en la borrachera del diablo; pero AY que "los últimos (también en lo malo) serán los primeros (en condenarse)" (cfr Mt 19, 30); y "al que mucho se le dio; mucho se le pedirá" (cfr. Lc. 12, 48).

Una cosa más queda por decir: El Ecumenismo y el Alcoholizarse gozan de una paz mundana que estimula sentimientos de redención; mientras que son en sí mismos, condena y reprobación ¿Acaso en la ebriedad no se llena el corazón de amiguismo por todo lo circundante; no resulta cualquier idea interesante y cualquiera que comparte la misma copa (que en tan mal estado deja), no se vuelve a los ojos del beodo, por más perverso que sea, el más disculpado de los hombres? La embriaguez pecaminosa tiene esa implicación "salvífica". Los borrachos mientras se condenan sienten estar salvándose de algo. Y mientras más arruinados se ven; más favor creen que les hace el beber.

Hay ciertos sermones embriagantes (en la Falsa Iglesia) que conducen a la misma paz mundana. El fiel que se cree tradicionalista comienza a sentir una alegría desbordante cuando en lugar de la severidad acostumbrada se escucha resonar la palabra AMOR. Esa palabra que debe ser el combustible; comienza a ser inyectada en el encendido, en la bomba de agua, en el sistema eléctrico y en todo lo que no sólo arruina la marcha de una maquinaria, sino que la expone a una explosión o destrucción total. El trocar el sentido del amor; es lo mismo que predicar el odio. El odio, principalmente, a la verdad. Verdad que es Cristo. Ese falso amor comienza a embriagar al que Dios quiere por soldado suyo; y embriagado comienza a disculpar a los Judas, luego a los Pilatos, luego a los Caifás y finalmente, viendo a Cristo llorar sobre la necesidad de la Pasión; ellos mismos toman la lanza y lo atraviesan. Todo estará consumado cuando se comience el alma a embriagar reprobadamente de la Tolerancia al mal, del Derecho al Error y de la Pasividad ante la Herejía.

Dios quiera que nos podamos embriagar del amor de Dios por sobre todo amor; y que su Santísima Madre nos permita recibir las gracias necesarias para no traicionarlo nunca más.


Don Francisco Delafuente


lunes, 21 de mayo de 2012

DEVITA HERETICUM HOMINEM


DEVITA HERETICUM HOMINEN


PIEZA DE ORO ACUÑADA POR EL PRÍNCIPE ESPAÑOL SAN HERMENEGILDO (555-585).

SU DIVISA ESTÁ TOMADA DE SAN PABLO (TITO 3,10): 

"DEVITA HERETICUM HOMINEM" ("EVITA EL TRATO CON LOS HEREJES")

Como se sabe, San Hermenegildo prefirió la muerte a recibir la comunión de un obispo arriano. Este Santo es todo un ejemplo para el "catolicismo" ecuménico e interconfesional.


Fuente: Tomado del Blog "Amor de la Verdad"

viernes, 28 de octubre de 2011

Asís 2011: Sólo las Falsas Religiones





2 Juan 1, 10: “Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo saludéis”.
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1 Reyes 13, 16: “Y él respondió: No puedo volver contigo ni ir contigo; tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar”.
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Romanos 16, 17: “Y os ruego, hermanos, que vigiléis a los que causan disensiones y tropiezos contra las enseñanzas que vosotros aprendisteis, y que os apartéis de ellos”.
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2 Tesalonicenses 3, 6: “Ahora bien, hermanos, os mandamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la doctrina que recibisteis de nosotros”.
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2 Tesalonicenses 3, 14: “Y si alguno no obedece nuestra enseñanza en esta carta, señalad al tal y no os asociéis con él, para que se avergüence”.
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Tito 3, 10: “Al hombre que cause divisiones, después de la primera y segunda amonestación, deséchalo”.
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3 Juan 1, 10: “Por esta razón, si voy, llamaré la atención a las obras que hace, acusándonos injustamente con palabras maliciosas; y no satisfecho con esto, él mismo no recibe a los hermanos, se lo prohíbe a los que quieren hacerlo y los expulsa de la iglesia”.

lunes, 8 de junio de 2009

San Francisco contra "el espíritu de Asís"


«Francisco, el siervo de Dios, respondió con corazón intrépido que no había sido enviado por los hombres, sino por Dios Altísimo, para mostrarle a él y a su pueblo el camino de la salvación y anunciar el Evangelio de la verdad. Y predicó al sultán el Dios uno y trino y el Salvador de todos, Jesucristo, con tanto coraje, fuerza y fervor de espíritu, que logró mostrar luminosamente que se estaba realizando con plena verdad la promesa del Evangelio: “¡Yo os daré un lenguaje y una sabiduría a las que no podrá resistir o contradecir ningún adversario vuestro”».

Trece años después de su conversión, partió hacia las regiones de Siria, afrontando valerosamente muchos peligros, con el fin de poderse presentar ante el sultán de Babilonia.

Entre los cristianos y los sarracenos estaba en curso una guerra implacable: los dos ejércitos estaban acampados muy cerca, uno frente al otro, separados por una franja de tierra que no se podía atravesar sin peligro de muerte. El sultán había promulgado un edicto cruel: quien llevase la cabeza de un cristiano, recibiría como recompensa un roel de oro. Pero Francisco, intrépido soldado de Cristo, animado por la esperanza de poder realizar pronto su sueño, decidió acometer la empresa, sin aterrorizarse ante la muerte sino más bien ansioso por afrontarla.

Confortado en el Señor (1S 30,6), rezaba confiado y repetía cantando aquellas palabras del profeta: «aunque camine entre sombras de muerte, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo» (Sal 22,4).

Así pues, partió llevando consigo un compañero que se llamaba Iluminado y era de verdad iluminado y virtuoso. Apenas emprendieron el camino, encontraron dos pequeñas ovejas y el Santo se alegró y dijo al compañero: «Ten confianza en el Señor (Si 11,22), hermano, porque se está realizando en nosotros aquella palabra del Evangelio: “Os mando como corderos en medio de lobos”».

Avanzaron un poco y se toparon con los centinelas sarracenos, quienes, lanzándose como lobos contra las ovejas, capturaron a los siervos de Dios y, amenazándoles de muerte, les maltrataron cruel y despectivamente, les cubrieron de insultos y de golpes y les encadenaron. Finalmente, después de haberles maltratado y ultrajado de mil formas, por disposición de la divina providencia, les llevaron ante el sultán, como el hombre de Dios quería. El príncipe comenzó a indagar de parte de quién, con qué fin y a título de qué habían sido enviados y cómo habían llegado hasta allí. Francisco, el siervo de Dios, respondió con corazón intrépido que no había sido enviado por los hombres sino por Dios Altísimo, para mostrarle a él y a su pueblo el camino de la salvación y anunciar el Evangelio de la verdad.

Y predicó al sultán el Dios uno y trino y el Salvador de todos, Jesucristo, con tanto coraje, con fuerza y fervor de espíritu, que logró mostrar luminosamente que se estaba realizando con plena verdad la promesa del Evangelio: «Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro» (Lc 21,15).

El propio sultán, viendo el admirable fervor de espíritu y la virtud del hombre de Dios, lo escuchó gustoso y le pedía vivamente que se quedara junto a él. Pero el siervo de Dios, iluminado por un oráculo del cielo, le dijo: «Si tú con tu pueblo quieres convertirte a Cristo, me quedaré muy a gusto con vosotros. En cambio, si te resistes a abandonar la ley de Mahoma por la fe de Cristo, ordena que enciendan un fuego lo más grande posible y yo, con tus sacerdotes, entraré en el fuego y así, al menos, podrás saber con conocimiento de causa cuál fe debe ser tenida por más cierta o más santa». Pero el sultán le respondió: «No creo que ninguno de mis sacerdotes tenga ganas de exponerse al fuego o de afrontar la tortura para defender su fe» (de hecho, había visto desaparecer inmediatamente ante sus ojos a uno de sus sacerdotes, famoso y de edad avanzada, en cuanto había oído los términos del desafío).


Y el Santo prosiguió: «Si me prometes, en tu nombre y el de tu pueblo, que os pasaréis a la religión de Cristo si yo salgo ileso del fuego, entraré en el fuego solo. Si me quemo, venga ello imputado a mis pecados; en cambio, si la potencia divina me hace salir sano y salvo, reconoceréis a Cristo, potencia y sabiduría de Dios, como el verdadero Dios y Señor, salvador de todos» (1Cor 1,24, Jn 17,3 y 4,42).

Pero el sultán le respondió que no osaba aceptar este desafío por temor a una revuelta popular. Sin embargo, le ofreció muchos regalos preciosos; pero el hombre de Dios, ávido no de cosas mundanas sino de la salvación de las almas, los despreció todos como fango.

Viendo cuán perfectamente el Santo despreciaba las cosas del mundo, el sultán quedó admirado y concibió hacia él una devoción cada vez mayor. Y, ya que no quería pasarse a la fe cristiana, o tal vez no se atrevía, rogó devotamente al siervo de Dios que aceptara aquellos dones para distribuirlos entre los cristianos pobres y las iglesias, para la salvación de su alma. Pero el Santo, dado que quería permanecer libre del peso del dinero y al no ver en el ánimo del sultán la raíz de la verdadera piedad, no quiso aceptar de ninguna manera.

Además, viendo que no hacía progresos en la conversión de aquella gente y que no podía realizar su sueño, advertido por una revelación divina, retornó a los países cristianos."


Leyenda Mayor de san Bonaventura de Bagnoregio, en la edición “Fuentes Franciscanas”, Messaggero, Padua 1990. Probablemente san Francisco llegó ante el sultán Melek-el-Kamel durante la tregua que tuvo lugar entre final de agosto y final de septiembre de 1219

domingo, 24 de mayo de 2009

MIRARI VOS


MIRARI VOS
GREGORIO XVI
Sobre los errores modernos

1. Los males presentes
Admirados tal vez estáis, Venerables Hermanos, porque desde que sobre Nuestra pequeñez pesa la carga de toda la Iglesia, todavía no os hemos dirigido Nuestras Cartas según Nos reclamaban así el amor que os tenemos como una costumbre que viene ya de los primeros siglos. Ardiente era, en verdad, el deseo de abriros inmediatamente Nuestro corazón, y, al comunicaros Nuestro mismo espíritu, haceros oír aquella misma voz con la que, en la persona del beato Pedro, se Nos mandó confirmar a nuestros hermanos. Pero bien conocida os es la tempestad de tantos desastres y dolores que, desde el primer tiempo de nuestro Pontificado, Nos lanzó de repente a alta mar; en la cual, de no haber hecho prodigios la diestra del Señor, Nos hubiereis visto sumergidos a causa de la más negra conspiración de los malvados.
Nuestro ánimo rehuye el renovar nuestros justos dolores aun sólo por el recuerdo de tantos peligros; preferimos, pues, bendecir al Padre de toda consolación que, humillando a los perversos, Nos libró de un inminente peligro y, calmando una tan horrenda tormenta, Nos permitió respirar. Al momento Nos propusimos daros consejos para sanar las llagas de Israel, pero el gran número de cuidados que pesó sobre Nos para lograr el restablecimiento del orden público, fue causa de nueva tardanza para nuestro propósito.

La insolencia de los facciosos, que intentaron levantar otra vez bandera de rebelión, fue nueva causa de silencio. Y Nos, aunque con grandísima tristeza, nos vimos obligados a reprimir con mano dura la obstinación de aquellos hombres cuyo furor, lejos de mitigarse por una impunidad prolongada y por nuestra benigna indulgencia, se exaltó mucho más aún; y desde entonces, como bien podéis colegir, Nuestra preocupación cotidiana fue cada vez más laboriosa.


2. La Sma. Virgen es la celestial patrona de la presente carta
Mas habiendo tomado ya posesión del Pontificado en la Basílica de Letrán, según la costumbre establecida por Nuestros mayores, lo
que habíamos retrasado por las causas predichas, sin dar lugar a más dilaciones, Nos apresuramos a dirigiros la presente Carta, testimonio de Nuestro afecto para con vosotros, en este gratísimo día en que celebramos la solemne fiesta de la gloriosa Asunción de la Santísima Virgen, para que Aquella misma, que Nos fue patrona y salvadora en las mayores calamidades, Nos sea propicia al escribiros, iluminando Nuestra mente con celestial inspiración para daros los consejos que más saludables puedan ser para la grey cristiana.

3. Confianza en los pastores de la Iglesia.
Afligid
os, en verdad, y con muy apenado ánimo Nos dirigimos a vosotros, a quienes vemos llenos de angustia al considerar los peligros de los tiempos que corren para la religión que tanto amáis. Verdaderamente, pudiéramos decir que ésta es la hora del poder de las tinieblas para cribar, como trigo, a los hijos de
elección. Sí; la tierra está en duelo y perece, inficionada por la corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el derecho, han roto la alianza eterna.

4. Rebelión del espíritu del mal contra todo lo bueno.

Nos referimos, Venerables Hermanos, a las cosas que veis con vuestros mismos ojos y que todos lloramos con las mismas lágrimas. Es el triunfo de una malicia sin freno, de una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la santidad de las cosas sagradas; y la majestad del divino culto, que es tan poderosa como necesaria, es censurada, profanada y escarnecida: De ahí que se corrompa la santa doctrina y que se diseminen con audacia errores de todo género. Ni las leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las santas enseñanzas están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas. Se combate tenazmente a la Sede de Pedro, en la que puso Cristo el fundamento de la Iglesia, y se quebrantan y se rompen por momentos los vínculos de la unidad.


5. Se niega toda autoridad y toda obediencia a la Iglesia.
Las sectas secretas.

Se impugna la autoridad divina de la Iglesia y, conculcados sus derechos, se la somete a razones terrenas, y, con suma injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos reduciéndola a torpe servidumbre. Se niega la obediencia debida a los Obispos, se les desconocen sus derechos. Universidades y escuelas resuenan con el clamoroso estruendo de nuevas opiniones, que no ya ocultamente y con subterfugios, sino con cruda y nefaria guerra impugnan abiertamente la fe católica. Corrompidos los corazones de los jóvenes por la doctrina y ejemplos de los maestros, crecieron sin medida el daño de la religión y la perversidad de costumbres. De aquí que roto el freno de la religión santísima, por la que solamente subsisten los reinos y se confirma el vigor de toda potestad, vemos avanzar progresivamente la ruina del orden público, la caída de los príncipes, y la destrucción de todo poder legítimo. Debemos buscar el origen de tantas calamidades en la conspiración de aquellas sociedades a las que, como a una inmensa sentina, ha venido a parar cuanto de sacrílego, subversivo y blasfemo habían acumulado la herejía y las más perversas sectas de todos los tiempos.


6. La oración, el trabajo constante, la unión, son las armas de la Iglesia.
Estos males, Venerables Hermanos, y muchos otros más, quizá más graves, enumerar los cuales ahora sería muy largo, pero que perfectamente conocéis vosotros, Nos obligan a sentir un dolor amargo y constante, ya que, constituidos en la Cátedra del Príncipe de los Apóstoles, preciso es que el celo de la casa de Dios Nos consuma como a nadie. Y, al reconocer que se ha llegado a tal punto que ya no Nos basta el deplorar tantos males, sino que hemos de esforzarnos por remediarlos con todas nuestras fuerzas, acudimos a la ayuda de vuestra fe e invocamos vuestra solicitud por la salvación de la grey católica, Venerables Hermanos, porque vuestra bien conocida virtud y religiosidad, así como vuestra singular prudencia y constante vigilancia, Nos dan nuevo ánimo, Nos consuelan y aun Nos recrean en medio de estos tiempos tan tristes como desgarradores. Deber Nuestro es alzar la voz y poner todos los medios para que ni el selvático jabalí destruya la viña, ni los rapaces lobos sacrifiquen el rebaño. A Nos pertenece el conducir las ovejas tan sólo a pastos saludables, sin mancha de peligro alguno. No permita Dios, carísimos Hermanos, que en medio de males tan grandes y entre tamaños peligros, falten los pastores a su deber y que, llenos de miedo, abandonen a sus ovejas, o que, despreocupados del cuidado de su grey, se entreguen a un perezoso descanso. Defendamos, pues, con plena unidad del mismo espíritu, la causa que nos es común, o mejor dicho, la causa de Dios, y mancomunemos vigilancia y esfuerzos en la lucha contra el enemigo común, en beneficio del pueblo cristiano.


7. Ser fieles a la tradición de la Iglesia.

Desconfiar del espíritu de novedad.

Bien cumpliréis vuestro deber si, como lo exige vuestro oficio, vigiláis tanto sobre vosotros como sobre vuestra doctrina, teniendo presente siempre, que toda la Iglesia sufre con cualquier novedad, y que, según consejo del pontífice San Agatón, nada debe quitarse de cuanto ha sido definido, nada mudarse, nada añadirse, sino que debe conservarse puro tanto en la palabra como en el sentido. Firme e inconmovible se mantendrá así la unidad, arraigada como en su fundamento en la Cátedra de Pedro para que todos encuentren baluarte, seguridad, puerto tranquilo y tesoro de innumerables bienes allí mismo donde las Iglesias todas tienen la fuente de todos sus derechos. Para reprimir, pues, la audacia de aquellos que, ora intenten infringir los derechos de esta Sede, ora romper la unión de las Iglesias con la misma, en la que solamente se apoyan y vigorizan, es preciso inculcar un profundo sentimiento de sincera confianza y veneración hacia ella, clamando con San Cipriano, que en vano alardea de estar en la Iglesia el que abandona la Cátedra de Pedro, sobre la cual está fundada la Iglesia.



8. Fidelidad de los Obispos al Sumo Pontífice y de los Presbíteros a los Obispos

Debéis, pues, trabajar y vigilar asiduamente para guardar el depósito de la fe, precisamente en medio de esa conspiración de impíos, cuyos esfuerzos para saquearlo y arruinarlo contemplamos con dolor. Tengan todos presente que el juzgar de la sana doctrina, que los pueblos han de creer, y el régimen y administración de la Iglesia universal toca al Romano Pontífice, a quien Cristo le dio plena potestad de apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal, según enseñaron los Padres del Concilio de Florencia. Por lo tanto, cada Obispo debe adherirse fielmente a la Cátedra de Pedro, guardar santa y religiosamente el depósito de la santa fe y gobernar el rebaño de Dios que le haya sido encomendado. Los presbíteros estén sujetos a los Obispos, considerándolos, según aconseja San Jerónimo, como padre de sus almas; y jamás olviden que aun la legislación más antigua les prohíbe desempeñar ministerio alguno, enseñar y predicar sin licencia del Obispo, a cuyo cuidado se ha encomendado el pueblo, y a quien se pedirá razón de las almas. Finalmente téngase como cierto e inmutable que todos cuantos intenten algo contra este orden establecido perturban, bajo su responsabilidad, el estado de la Iglesia.



9. La doctrina de la Iglesia no permite críticas.

Reprobable, sería, en verdad, y muy ajeno a la veneración con que deben recibirse las leyes de la Iglesia, condenar por un afán caprichoso de opiniones cualesquiera, la disciplina por ella sancionada y que abarca la administración de las cosas sagradas, la regla de las costumbres, y los derechos de la Iglesia y de sus ministros, o censurarla como opuesta a determinados principios del derecho natural o presentarla como defectuosa o imperfecta, y sometida al poder civil.

10. La Iglesia, institución divina, no requiere nunca restauración ni regeneración.
En efecto, constando, según el testimonio de los Padres de Trento, que la Iglesia recibió su doctrina de Cristo Jesús y de sus Apóstoles, que es enseñada por el Espíritu Santo, que sin cesar la sugiere toda verdad, es completamente absurdo e injurioso en alto grado el decir que sea necesaria cierta restauración y regeneración para volverla a su incolumidad primitiva, dándola nueva vigor, como si pudiera ni pensarse siquiera que la Iglesia está sujeta a defecto, a ignorancia o a cualesquier otras imperfecciones. Con cuyo intento pretenden los innovadores echar los fundamentos de una institución humana moderna, para así lograr aquello que tanto horrorizaba a San Cipriano, esto es, que la Iglesia, que es cosa divina, se haga cosa humana. Piensen pues, los que tal pretenden que sólo al Romano Pontífice, como atestigua San León, ha sido confiada la constitución de los cánones; y que a él solo compete, y no a otro, juzgar acerca de los antiguos decretos, o como dice San Gelasio: Pesar los decretos de los cánones, medir los preceptos de sus antecesores para atemperar, después de un maduro examen, los que hubieran de ser modificados, atendiendo a los tiempos y al interés de las Iglesias.


11. Defensa del celibato eclesiástico.
Queremos ahora Nos excitar vuestro gran celo por la religión contra la vergonzosa liga que, en daño del celibato clerical, sabéis cómo crece por momentos, porque hacen coro a los falsos filósofos de nuestro siglo algunos eclesiásticos que, olvidando su dignidad y estado y arrastrados por ansia de placer, a tal licencia han llegado que en algunos lugares se atreven a pedir, tan pública como repetidamente, a los Príncipes que supriman semejante imposición disciplinaria. Rubor causa el hablar tan largamente de intentos tan torpes; y fiados en vuestra piedad, os recomendamos que pongáis todo vuestro empeño en guardar, reivindicar y defender íntegra e inquebrantable, según está mandado en los cánones, esa ley tan importante, contra la que se dirigen de todas partes los dardos de los libertinos.


12. Santidad del matrimonio cristiano. - Su indisolubilidad.
Aquella santa unión de los cristianos, llamada por el Apóstol sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, reclama también toda nuestra solicitud, por parte de todos, para impedir que, por ideas poco exactas, se diga o se intente algo contra la santidad, o contra la indisolubilidad del vínculo conyugal.

Esto mismo ya os lo recordó Nuestro predecesor Pío VIII, de s. m., con no poca insistencia, en sus Cartas.

Se debe, pues, enseñar a los pueblos que el matrimonio, una vez constituido legítimamente, no puede ya disolverse, y que los unidos por el matrimonio forman, por voluntad de Dios, una perpetua sociedad con vínculos tan estrechos que sólo la muerte los puede disolver. Tengan presente los fieles que el matrimonio es cosa sagrada, y que por ello está sujeto a la Iglesia; tengan ante sus ojos las leyes que sobre él ha dictado la Iglesia; obedézcanlas santa y escrupulosamente, pues de cumplirlas depende la eficacia, fuerza y justicia de la unión. No admitan en modo alguno lo que se oponga a los sagrados cánones o a los decretos de los Concilios y conozcan bien el mal resultado que necesariamente han de tener las uniones hechas contra la disciplina de la Iglesia, sin implorar la protección divina o por sola liviandad, cuando los esposos no piensan en el sacramento y en los misterios por él significados.


13. El indiferentismo. - Su condena.

Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la iglesia es el indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo, entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable
que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha; que oigan a San Jerónimo que nos cuenta cómo, estando la Iglesia dividida en tres partes por el cisma, cuando alguno intentaba atraerle a su causa, decía siempre con entereza: Si alguno está unido con la Cátedra de Pedro, yo estoy con él.

Falsamente, alguien acariciaría la idea que le basta con estar regenerado por el bautismo, a esto les responde San Agustín que no pierde su forma el sarmiento cuando está separado de la vid; pero, ¿de qué le sirve tal forma, si ya no vive de la raíz?


14. La libertad de conciencia. - Sus malas consecuencias.
De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes,

llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error! decía San Agustín. Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio -por parte del pueblo- de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades.


15. La libertad de prensa. - Su refutación.

Debemos también tratar en este lugar de la libertad de imprenta, nunca suficientemente condenada, si por tal se entiende el derecho de dar a la luz pública toda clase de escritos; libertad, por muchos deseada y promovida. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar qué monstruos de doctrina, o mejor dicho, qué sinnúmero de errores nos rodea, diseminándose por todas partes, en innumerables libros, folletos y artículos que, si son insignificantes por su extensión, no lo son ciertamente por la malicia que encierran; y de todos ellos sale la maldición que vemos con honda pena esparcirse sobre la tierra. Hay, sin embargo, ¡oh dolor!, quienes llevan su osadía a tal grado que aseguran, con insistencia, que este aluvión de errores esparcido por todas partes está compensado por algún que otro libro, que en medio de tantos errores se publica para defender la causa de la religión. Es de todo punto ilícito, condenado además por todo derecho, hacer un mal cierto y mayor a sabiendas, porque haya esperanza de un pequeño bien que de aquel resulte. ¿Por ventura dirá alguno que se pueden y deben esparcir libremente activos venenos, venderlos públicamente y darlos a beber, porque alguna vez ocurre que el que los usa haya sido arrebatado a la muerte?

16. Doctrina de la Iglesia acerca de la libertad de prensa.

El índice de libros prohibidos.

Enteramente distinta fue siempre la disciplina de la Iglesia en perseguir la publicación de los malos libros, ya desde el tiempo de los Apóstoles: ellos mismos quemaron públicamente un gran número de libros.

Basta leer las leyes que sobre este punto dio el Concilio V de Letrán y la Constitución que fue publicada después por León X, de f. r., a fin de impedir que lo inventado para el aumento de la fe y propagación de las buenas artes, se emplee con una finalidad contraria, ocasionando daño a los fieles. A esto atendieron los Padres de Trento, que, para poner remedio a tanto mal, publicaron el salubérrimo decreto para hacer un Índice de todos aquellos libros, que, por su mala doctrina, deben ser prohibidos. Hay que luchar valientemente, dice Nuestro predecesor Clemente XIII, de p. m., hay que luchar con todas nuestras fuerzas, según lo exige asunto tan grave, para exterminar la mortífera plaga de tales libros; pues existirá materia para el error, mientras no perezcan en el fuego esos instrumentos de maldad. Colijan, por tanto, de la constante solicitud que mostró siempre esta Sede Apostólica en condenar los libros sospechosos y dañinos, arrancándolos de sus manos, cuán enteramente falsa, temeraria, injuriosa a la Santa Sede y fecunda en gravísimos males para el pueblo cristiano es la doctrina de quienes, no contentos con rechazar tal censura de libros como demasiado grave y onerosa, llegan al extremo de afirmar que se opone a los principios de la recta justicia, y niegan a la Iglesia el derecho de decretarla y ejercitarla.


17. La desobediencia a las autoridades legítimas, sobre todo a las eclesiásticas.

Sabiendo Nos que se han divulgado, en escritos que corren por todas partes, ciertas doctrinas que niegan la fidelidad y sumisión debidas a los príncipes, que por doquier encienden la antorcha de la rebelión, se ha de trabajar para que los pueblos no se aparten, engañados, del camino del bien.

Sepan todos que, como dice el Apóstol, toda potestad viene de Dios y todas las cosas son ordenadas por el mismo Dios. Así, pues, el que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios, y los que resisten se condenan a sí mismos. Por ello, tanto las leyes divinas como las humanas se levantan contra quienes se empeñan, con vergonzosas conspiraciones tan traidoras como sediciosas, en negar la fidelidad a los príncipes y aun en destronarles.

Por aquélla razón, y por no mancharse con crimen tan grande, consta cómo los primitivos cristianos, aun en medio de las terribles persecuciones contra ellos levantadas, se distinguieron por su celo en obedecer a los emperadores y en luchar por la integridad del imperio, como lo probaron ya en el fiel y pronto cumplimiento de todo cuanto se les mandaba (no oponiéndose a su fe de cristianos), ya en el derramar su sangre en las batallas peleando contra los enemigos del imperio. Los soldados cristianos, dice San Agustín, sirvieron fielmente a los emperadores infieles; mas cuando se trataba de la causa de Cristo, no reconocieron otro emperador que al de los cielos. Distinguían al Señor eterno del señor temporal; y, no obstante, por el primero obedecían al segundo.

18. Los mártires dan el verdadero ejemplo de obediencia.

Así ciertamente lo entendía el glorioso mártir San Mauricio, invicto jefe de la legión Tebea, cuando, según refiere Euquerio, dijo a su emperador: "Somos, oh emperador, soldados tuyos, pero también siervos que con libertad confesamos a Dios; vamos a morir y no nos rebelamos; en las manos tenemos nuestras armas y no resistimos porque preferimos morir mucho mejor que ser asesinos. Y esta fidelidad de los primeros cristianos hacia los príncipes brilla aún con mayor fulgor, cuando se piensa que, además de la razón, según ya hizo observar Tertuliano, no faltaban a los cristianos ni la fuerza del número ni el esfuerzo de la valentía, si hubiesen querido mostrarse como enemigos: Somos de ayer, y ocupamos ya todas vuestras casas, ciudades, islas, castros, municipios, asambleas, hasta los mismos campamentos, las tribus y las decurias, los palacios, el senado, el foro... ¿De qué guerra y de qué lucha no seríamos capaces, y dispuestos a ello aun con menores fuerzas, los que tan gozosamente morimos, a no ser porque según nuestra doctrina es más lícito morir que matar? Si tan gran masa de hombres nos retirásemos, abandonándoos, a algún rincón remoto del orbe, vuestro imperio se llenaría de vergüenza ante la pérdida de tantos y tan buenos ciudadanos, y os veríais castigados hasta con la destitución. No hay duda de que os espantaríais de vuestra propia soledad...; no encontraríais a quien mandar, tendríais más enemigos que ciudadanos; mas ahora, por lo contrario, debéis a la multitud de los cristianos el tener menos enemigos.

19. Estos ejemplos refutan las teorías de los modernos libertarios.


Estos hermosos ejemplos de inquebrantable sumisión a los príncipes, consecuencia de los santísimos preceptos de la religión cristiana, condenan la insolencia y gravedad de los que, agitados por torpe deseo de desenfrenada libertad, no se proponen otra cosa sino quebrar y aun aniquilar todos los derechos de los príncipes, mientras en realidad no tratan sino de esclavizar al pueblo con el mismo señuelo de la libertad. No otros eran los criminales delirios e intentos de los valdenses, beguardos, wiclefitas y otros hijos de Belial, que fueron plaga y deshonor del género humano, que, con tanta razón y tantas veces fueron anatematizados por la Sede Apostólica. Y todos esos malvados concentran todas sus fuerzas no por otra razón que para poder creerse triunfantes felicitándose con Lutero por considerarse libres de todo vínculo; y, para conseguirlo mejor y con mayor rapidez, se lanzan a las más criminales y audaces empresas.


20.
Concordia que debe reinar entre el poder eclesiástico y civil.

Las mayores desgracias vendrían sobre la religión y sobre las naciones, si se cumplieran los deseos de quienes pretenden la separación de la Iglesia y el Estado, y que se rompiera la concordia entre el sacerdocio y el poder civil. Consta, en efecto, que los partidarios de una libertad desenfrenada se estremecen ante la concordia, que fue siempre tan favorable y tan saludable así para la religión como para los pueblos.


21. Condena de las asociaciones y asambleas que conspiran contra la Iglesia.

A otras muchas causas de no escasa gravedad que Nos preocupan y Nos llenan de dolor, deben añadirse ciertas asociaciones o reuniones, las cuales, confederándose con los sectarios de cualquier falsa religión o culto, simulando cierta piedad religiosa pero llenos, a la verdad, del deseo de novedades y de promover sediciones en todas partes, predican toda clase de libertades, promueven perturbaciones contra la Iglesia y el Estado; y tratan de destruir toda autoridad, por muy santa que sea.
22. Exhortación a ser diligentes en la lucha contra estos males modernos.

Con el ánimo, pues, lleno de tristeza, pero enteramente confiados en Aquel que manda a los vientos y calma las tempestades, os escribimos Nos estas cosas, Venerables Hermanos, para que, armados con el escudo de la fe, peleéis valerosamente las batallas del Señor. A vosotros os toca el mostraros como fuertes murallas, contra toda opinión altanera que se levante contra la ciencia del Señor. Desenvainad la espada espiritual, la palabra de Dios; reciban de vosotros el pan, los que han hambre de justicia. Elegidos para ser cultivadores diligentes en la viña del Señor, trabajad con empeño, todos juntos, en arrancar las malas raíces del campo que os ha sido encomendado, para que, sofocado todo germen de vicio, florezca allí mismo abundante la mies de las virtudes. Abrazad especialmente con paternal afecto a los que se dedican a la ciencia sagrada y a la filosofía, exhortadles y guiadles, no sea que, fiándose imprudentemente de sus fuerzas, se aparten del camino de la verdad y sigan la senda de los impíos.

23. Confiar ante todo en Dios.


Entended que Dios es guía de la sabiduría y reformador de los sabios, y que es imposible que conozcamos a Dios sino por Dios, que por medio del Verbo enseña a los hombres a conocer a Dios. Sólo los soberbios, o más bien los ignorantes, pretenden sujetar a criterio humano los misterios de la fe, que exceden a la capacidad humana, confiando solamente en la razón, que, por condición propia de la humana naturaleza, es débil y enfermiza.
24. Llamado a los príncipes cristianos y a los gobernantes para que colaboren con la Iglesia.

Q
ue también los Príncipes, Nuestros muy amados hijos en Cristo, cooperen con su concurso y actividad para que se tornen realidad Nuestros deseos en pro de la Iglesia y del Estado. Piensen que se les ha dado la autoridad no sólo para el gobierno temporal, sino sobre todo para defender la Iglesia; y que todo cuanto por la Iglesia hagan, redundará en beneficio de su poder y de su tranquilidad; lleguen a persuadirse que han de estimar más la religión que su propio imperio, y que su mayor gloria será,
digamos con San León, cuando a su propia corona la mano del Señor venga a añadirles la corona de la fe. Han sido constituidos como padres y tutores de los pueblos; y darán a éstos una paz y una tranquilidad tan verdadera y constante como rica en beneficios, si ponen especial cuidado en conservar la religión de aquel Señor, que tiene escrito en la orla de su vestido: Rey de los reyes y Señor de los que dominan.
25. Invocación final a la Sma. Virgen y a los Ss. Apóstoles Pedro y Pablo.

Y para que todo ello se realice próspera y felizmente, elevemos suplicantes nuestros ojos y manos hacia la Santísimo Virgen María, única que destruyó todas las herejías, que es Nuestra mayor confianza, y hasta toda la razón de Nuestra esperanza. Que ella misma con su poderosa intercesión pida el éxito más feliz para Nuestros deseos, consejos y actuación en este peligro tan grave para el pueblo cristiano. Y con humildad supliquemos al Príncipe de los apóstoles Pedro y a su compañero de apostolado Pablo que todos estéis delante de la muralla, a fin de que no se ponga otro fundamento que el que ya se puso. Apoyados en tan dulce esperanza, confiamos que el autor y consumador de la fe, Cristo Jesús, a todos nos ha de consolar en estas tribulaciones tan grandes que han caído sobre nosotros; y en prenda del auxilio divino a vosotros, Venerables Hermanos, y a las ovejas que os están confiadas, de todo corazón, os damos la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, en Santa María la Mayor, en el día de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, 15 de agosto de 1832, año segundo de Nuestro Pontificado.

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Gráfica y Resaltados: Guillermo Carlos Pérez Galicia


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