miércoles, 24 de junio de 2009

Contra el Diezmo Judío y Protestante


El "diezmo" se ha de pagar. Es un mandato irrevocable en la Iglesia. ¿Pero debe entenderse el diezmo como lo entienden los judíos o cómo lo entienden los protestantes, o ahora los carismáticos?

Los carismáticos invierten con el diezmo, creyendo pentecostalmente que serán prosperados material y obligatoriamente por pagar la exacta cuota mensual de sus ingresos. Pero ¿a quién pagan esos diezmos? ¡Ni siquiera a un clérigo! Lo depositan al pastor de la comunidad pentecostal a la que asisten, que en la mayoría de los casos es un laico casado que vive de su trabajo y lucra de los diezmos.

Pues el sacrificio del diezmo es aplaudido por los pastores protestantes, "haciendo de la religión un negocio" (1 Tim.3, 8), el que más le reditúa, aferrándose al ceremonial de la Ley para renunciar a la libertad generosa del Evangelio.

En las propagandas de su diezmar, podrán ver sus testimonios farisaicos y usureros (¡usuran hasta al mismísimo Buen Dios!) demostrando cómo ahora poseen automóviles, ascensos laborales, duplicados ingresos, herencias, mejores negocios y mejores micrófonos para publicitar sus herejías, gracias al cumplimiento inminente de dar el 10 % de todos sus ingresos. Y en su afán de enriquecerse olvidan lo principal: "Vivir con sobriedad" (Tit 2, 12)

Uno al verlos, ve a esos falsos cristos, y con inmediatez recuerda la Parábola del Fariseo y del Publicano, donde el que NO QUEDÓ JUSTIFICADO ANTE DIOS decía: "Doy el diezmo de todo lo que poseo" (Lc 18, 9-14). Y un odio cristiano le grita imperecederamente a las obras muertas y a los fingidos virtuosos:
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello". (Mt 23, 23)

La Iglesia de Ntro Señor Jesucristo, jamás ha descuidado aquello de diezmar. He aquí lo que la Iglesia manda y aconseja:


"No se condena, pues, el sacrificio en sí mismo: antes hubo oblación, y ahora la hay; el pueblo ofrecía sacrificios y la Iglesia los ofrece; pero ha cambiado la especie, porque ya no los ofrecen siervos, sino libres. En efecto, el Señor es uno y el mismo, pero es diverso el carácter de la ofrenda: primero servil, ahora libre; de modo que en las mismas ofrendas reluce el signo de la libertad; pues ante él nada sucede sin sentido, sin signo o sin motivo. Por esta razón ellos consagraban el diezmo de sus bienes. En cambio quienes han recibido la libertad, han consagrado todo lo que tienen al servicio del Señor. Le entregan con gozo y libremente lo que es menos, a cambio de la esperanza de lo que es más, como aquella viuda pobre que echó en el tesoro de Dios todo lo que tenía para vivir (Lc 21,4). (S. Ireneo, contra herejes)


"Por eso el Señor, en lugar de "No cometerás adulterio" mandó no desear con concupiscencia (Mt 5,27-28); en lugar de "No matarás" prohibió ceder a la ira (Mt 5,21-22); en vez de simplemente pagar el diezmo, ordenó repartir los bienes entre los pobres (Mt 19,21); no amar sólo al prójimo, sino también al enemigo (Mt 5,43-44); y no únicamente estar dispuestos a dar y compartir (1Tm 6,18), sino también a dar generosamente a aquellos que nos arrebatan nuestros bienes: "Si alguien te quita la túnica, dale también el manto; no le reclames al otro lo que te arrebata; y trata a los demás como quieres que ellos te traten" (Lc 6,29-30). De modo que no debemos entristecernos de mala gana cuando algo nos quitan, sino que lo demos voluntariamente, incluso que nos alegremos más dando al prójimo por gracia que cediendo a la necesidad: "Si alguien te obliga a caminar con él una milla, acompáñalo otras dos" (Mt 5,41), de manera que no lo sigas como un esclavo, sino que tomes la delantera como un hombre libre. De este modo te harás siempre útil en todo a tu prójimo, no mirando su malicia sino sólo tratando de ejercitar la bondad, para hacerse semejante al Padre, "el cual hace salir su sol sobre los malos y los buenos, y llueve sobre justos e injustos" (Mt 5,45). (Idem)


"En la ley hubo mandamientos puramente ceremoniales, como la circuncisión, la inmolación de los corderos y cosas por el estilo, que, por ser sólo figuras de lo que vendría después, ya no es lícito ahora guardarlas; de suerte que quien ahora las guardase daría a entender que Cristo aún estaba por venir. Otros preceptos eran puramente morales, como los de los diezmos, y éstos hay que guardarlos también ahora. De donde se sigue que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento vale esta ley; "pues el que trabaja merece su recompensa" (Lc X,7). Mas la determinación de tal porción corresponde ahora a la Iglesia, así como en el Antiguo Testamento correspondía a la Ley. En cambio, otros preceptos, como los judiciales, fueron parte ceremoniales y parte morales, y, según eso, no es lícito guardarlos en lo que tienen de ceremoniales, pero sí en lo que tienen de morales, aunque no precisamente en su propia forma." (Sto Tomás de Aquino, Com. Heb)


"De lo que se ordena a un fin se ha de juzgar cual corresponde a tal fin. Los diezmos, pues, deben pagarse no fijándose en la naturaleza de lo que se da, sino en el fin con que se dan, que es ayudar a los ministros, con cuya dignidad está reñido el que reclamen aún lo más menudo con todo rigor. Tal proceder, en efecto, se lo tomarían a mal, como el Filósofo enseña en el IV Ethic.. Y éste es el motivo por el que la antigua ley no determinó nada acerca del pago de estas pequeneces, sino que lo dejó al arbitrio de quien quisiera pagarlos, por aquello de que lo muy pequeño casi no se tiene en cuenta. De ahí que los fariseos, como reivindicando para sí la perfecta observancia de la ley, pagasen incluso el diezmo de tales minucias (Mt 23,23). Y no es por esto por lo que el Señor los reprende, sino únicamente porque menospreciaban lo más importante, o sea, los preceptos espirituales. Nos da a entender, sin embargo, que por su minuciosidad eran más bien encomiables cuando dice: Bien estaba el practicar tales cosas, refiriéndose sin duda a los tiempos de la ley, como expone el Crisóstomo. Parece asimismo que en todo esto hay más de conveniencia que de obligación. Y así, en la actualidad, nadie está obligado a pagar los diezmos de estas menudencias, a no ser, si acaso, por la costumbre del país." (Sto. Tomás de Aquino, S.Th)

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y cómo ibas a dejar mis comentarios?: Me acabo de acordar que vos y tus amiguitos son antidemocráticos, obviamente no soportan opiniones ajenas. Viva el Rey (y los curas pedófilos).

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