San Pantaleon, médico y mártir.
(† 305.)
El médico, taumaturgo y mártir de Cristo san Pantaleón, nació en Nicomedia de Bitinia, y fue hijo de Eustorquio, hombre rico y noble, aunque gentil, y de Ebula, señora cristiana, la cual murió dejando a Pantaleón muy niño. Lo puso el padre a los estudios de retórica y filosofía, y después a los de la medicina, en la cual salió nuestro santo muy aventajado. Estaba a esta sazón escondido en una pequeña casa por temor de la persecución, un venerable sacerdote de vida santísima, llamado Hermolao, el cual trabó amistad con Pantaleón y poco a poco lo vino a persuadir que el autor de la vida y señor de la salud temporal y eterna era Jesucristo: y como un día viese Pantaleón un niño muerto, y junto a él una víbora que parecía decir que ella había cometido aquel homicidio, movido del Señor dijo entre sí: "Ahora veré yo si es vendad lo que Hermolas me dice". Y llegándose al niño, le dijo: "Levántate vivo en el nombre de Jesucristo, y tú, bestia ponzoñosa, padece el mal que le has hecho". Luego el niño se levantó con vida y la víbora quedó muerta: y visto este milagro se fue a Hermolao y le pidió el bautismo. De allí a pocos días entró en casa de Pantaleón ya cristiano, un hombre ciego, y poniéndole el santo las manos sobre los ojos, invocando el nombre de Jesucristo, luego le restituyó la vista, y con ella le dio juntamente la luz del alma, persuadiéndolo que se hiciese cristiano. Presenció este prodigio el padre de Pantaleón, y luego quiso también bautizarlos. De aquí se comenzó a divulgar la fama del santo médico; y por las muchas enfermedades incurables que sanaba en el nombre del Señor, le tenían gran envidia los otros médicos y lo acusaron delante del emperador Maximiano que estaba a la sazón en Nicomedia. Confesó claramente Pantaleón que era cristiano, y concertaron que trajesen un enfermo del todo desahuciado de los médicos y de sus sacerdotes, con la invocación de cualquiera de sus dioses, le procurasen dar la salud, y que él también invocaría a Jesucristo, y que el que le sanase fuese tenido por verdadero Dios. Se hizo así: trajeron un paralítico de muchos años: los sacerdotes de los ídolos hicieron sus diligencias, y todas fueron en vano. Y Pantaleón tomando por la mano al paralítico, le dijo: "Levántate sano en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo". Y el enfermo se levantó sano, haciendo gracias a Dios; y muchos de los circunstantes se convirtieron a la fe. Mas como los sacerdotes de los ídolos persuadiesen al emperador de que Pantaleón era un gran mago y enemigo de los dioses, el tirano ejercitó en él diversos suplicios, el potro, las uñas de hierro, el plomo derretido, las fieras y la espada; de todos los cuales salió el santo milagrosamente ileso; hasta que animando él mismo al verdugo que había de cortarle la cabeza, en la segunda herida, entregó su espíritu al Criador.
Reflexión:
Este glorioso santo no solamente fue portentoso en su vida y en su martirio, mas lo es también perpetuamente después de su muerte; porque en la ciudad de Ravello, en el reino de Nápoles, se conserva en la iglesia catedral una redoma de su sangre, y cada año en el día de su martirio se derrite y descuaja, estando el resto del tiempo cuajada y dura, y la sacan aquel día en procesión. Semejante prodigio hace el Señor con la sangre de este mismo santo que se conserva también en una ampollita de cristal en la iglesia de las Agustinas del real convento de la Encarnación de Madrid.
Oración:
Te suplicamos, oh Dios omnipotente, nos concedas por la intercesión de tu bienaventurado mártir Pantaleón, que seamos libres de todas las calamidades del cuerpo y de todos los malos pensamientos del alma. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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