"Al siguiente día, Dulcesio mandó llevar ante si a Irene y la reprendió ásperamente porque había escondido los libros de los cristianos y había negado tenerlos, y le dijo que dejase la religion cristiana y obedeciese a los emperadores y tomase ejemplo de Agape y Chionia, sus hermanas. Dicho esto añadió:
D: "¿Pues a qué te determinas? ¿Estás persuadida a obedecer los edictos imperiales, comer de los sacrificios y sacrificar a nuestros dioses?"
Sta Irene: "No, por cierto -dijo Irene -no, por cierto; y esto juro por aquel Dios Omnipotente que crió el cielo, la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay; por cuanto la extraña pena de aquel sempiterno fuego está propuesta para el que negare al Verbo de Dios Jesús"
D: "¿Quién fue el que te enseñó y aconsejó que guardases los libros de los cristianos?"
Sta Irene: "Aquel Dios Todopoderoso que nos mandó que le amásemos hasta la muerte, y por eso particularmente no osaremos decir quién fue y antes moriré quemada y sufriré todos los tormentos que me quisieres dar, que descubrirlo"
D: "¿En la casa donde vivías quién veía o sabia lo que hacía?"
Sta Irene: "Todo lo vio Dios omnipotente, que todo lo ve y sabe, y fuera de él ninguno, y cierto que ninguno de nuestros criados lo supo, porque los teníamos por peores que enemigos, temiéndonos que nos descubrirían"
D: ·"Este año pasado, cuando se publicaron los edictos imperiales, ¿dónde estuvisteis escondidas?"
Sta Irene: "Allí donde Dios quiso, en los montes al descubierto, como lo sabe muy bien mi Dios, estuvimos"
D: "¿En compañía de quién vivisteis?
Sta Irene: "Al sereno, y andando por otros montes"
D: "¿Quién os llevaba pan?
Sta Irene: "Dios, que da a todos de comer"
D: "¿Sabia estas cosas vuestro padre?"
Sta Irene: "No, por cierto.
D: "¿Quién de vuestros vecinos lo supo?"
Sta Irene: "Pregúntalo a ellos y busca los lugares, y a los que saben dónde estábamos"
Otras muchas cosas le preguntó Dulcesio, y como no pudiese de ella saber cosa alguna, porque respondía a todo con discreción divina, mandó á Zozimo, verdugo, que con otros de los de la guarda la llevase a la casa pública de las malas mujeres; mas el Señor Dios nuestro la guardó, de suerte que ninguno osó tocarla ni le dijo palabra que la causase enojo. Luego que supo esto, el presidente mandóla volver a su tribunal, en donde, como la gloriosa Irene perseverase en la confesión de Jesucristo, la sentenció a que fuese quemada como sus hermanas. Fue luego al punto ejecutada la sentencia y cantando la fiel sierva y esposa de Jesucristo muchos salmos en gloria de su amante Jesús, entró en medio del fuego, y estando contaba dulces himnos de alabanzas y gracias a Dios, porque no le tocaba el fuego, que le servía de corona y triunfo. Se quedó en oración traspuesta y en ella dio su purísima alma al Señor que la esperaba para premiarla"
Fuente: "Vida de todos los santos"
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