¿Sabéis cuál es la primera tentación que el demonio presenta a una persona que ha comenzado a servir mejor a Dios? Es el respeto humano.
No eres más santo cuando te alaban, ni más vil si te desprecian. Lo que eres, eso eres: ni se puede decir más de ti de lo que Dios sabe que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de fuera hablan de ti. El hombre ve lo de fuera; Dios el corazón (1S 1S 16,7). El hombre considera las obras, y Dios pesa las intenciones.
Tenéis el sacramento de la Confirmación, por el cual quedáis convertidos en otros tantos soldados de Jesucristo, que valerosamente sientan plaza bajo el estandarte de la cruz, que jamás deben ruborizarse de las humillaciones y oprobios de su Maestro, que en toda ocasión deben dar testimonio de la verdad del Evangelio. Y no obstante, ¿quién lo dijera?, se hallan entre vosotros yo no sé cuántos cristianos que por respeto humano no son capaces de hacer públicamente sus actos de piedad; que quizás no se atreverían a tener un crucifijo en su cuarto o una pila de agua bendita a la cabecera de su cama; que se avergonzarían de hacer la señal de la cruz antes y después de la comida, o se esconden para hacerla. ¿Veis, por consiguiente, cuán lejos estáis de vivir conforme vuestra religión os exige?
Oh, Señor mío, que si de veras lo conociésemos no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que se quieren fiar de Vos!
Aquel que después de ser menospreciado deja de hacer el bien que hacía, da a entender que actúa por el aplauso de los hombres; pero si en cualquier circunstancia hacemos el bien a los demás, tendremos una grandísima recompensa.
(S. J. CRISÓSTOMO, Catena Aurea, vol. II, p. 43).
Piensa lo que te plazca de Agustín, con tal de que la conciencia no me acuse delante de Dios.
Dice, pues: "¿cual es, pues, mi, galardón, esto es, ¿qué he de hacer para alcanzarlo?, que en esto esta el mérito de la recompensa, en que, predicando gratuitamente el Evangelio, ponga, quiere decir, establezca el Evangelio" (Is 28). Y esto lo hacia, según la Glosa, porque no pensasen que el Evangelio fuese una mercancia. "Gratuitamente, repito, y esto, para no abusar del derecho que tengo", es a saber, que me dieron, por la predicación del Evangelio; lo cual sucederia si recibiese indistintamente lo que me diesen, porque con eso perderia la autoridad de reprender sin respetos humanos, ya que los dones y los regalos ciegan los ojos de los jueces, y les cierrán la boca para no corregir a los malos (Si 20,31). Va, pues, de por medio, en esta respuesta la útilidad, es a saber, la confirmación en lo bueno, porque se trata de predicar el Evangelio, y la desviación de lo malo: "para no abusar del derecho que tengo por la predicación del Evangelio".
(..) ¿Y será posible que aún me resista a entregarme del todo a vuestro amor y deseo? Oh, amado Jesús mío! Por vuestros merecimientos, heridme, prendedme, atadme, unidme todo a vuestro Corazón. Resuelvo en este día, aydado de vuestra gracia, complaceros cuanto pudiere, pisoteando todos los respetos humanos, inclinaciones, repugnancias, todos mis gustos y comodidades que pudieran impedirme el contentaros por entero. Haced Vos, Señor mío, que así lo ejecute, de suerte que de hoy en adelante todas mis obras, sentimientos y afectos se conformen enteramente con vuestro beneplácito. ¡Oh, amor de Dios, arrojad de mi corazón los demás amores!¡Oh, María, mi esperanza, que con Dios todo lo podéis, alcanzadme la gracia de que sea hasta la muerte siervo fiel del puro amor a Jesús! Amén, amén. Así lo espero; así sea en esta vida y en la eternidad.
S. Alfonso María de Ligorio (Visita 30)
Ordinariamente despreciamos las cosas pasajeras y, sin embargo, nos abstenemos muchas veces -por los respetos humanos- de expresar con la voz la rectitud que tenemos en el alma. Por eso el Señor añade el oportuno remedio a esta herida, diciendo: "Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el Hijo del hombre".
S. Gregorio Magno (Hom 32)
El cuarto daño se sigue de éste, y es que no hallarán galardón en Dios, habiéndole ellos querido hallar en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o de otra manera, en sus obras; en lo cual dice el Salvador (Mt 6,2) que en aquello recibieron la paga. Y así, se quedaron sólo con el trabajo de la obra y confusos sin galardón. Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres, que tengo para mí que las más de las obras que hacen públicas, o son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos humanos. Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren (hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a si más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.
S.J. de la Cruz (Subida al Monte Carmelo 28, 5)
En todas las Sagradas Escrituras, por aceite se entiende las obras de misericordia, con el cual se alimenta y luce la lámpara de la predicación. También significa la doctrina, con la cual se alimenta a los oyentes, con la fervorosa predicación de la fe. Generalmente se llama aceite todo lo que sirve para ungir. El bálsamo o perfume es diferente del aceite, pues es un ungüento precioso. Así, toda acción justa se llama buena obra, pero una cosa son las que se practican por respetos humanos para agradar a los hombres, y otra las que se hacen por Dios y según Dios. Y esto mismo que hacemos por Dios, o aprovecha para los hombres, o únicamente para la gloria de Dios. Por ejemplo, alguno hace bien al hombre por un sentimiento natural de justicia, no por Dios, como obraban a veces los gentiles; semejante buena obra es aceite común, no perfume. Y sin embargo, es agradable a Dios, porque, como dice San Pedro por boca de San Clemente, las buenas obras que hacen los infieles, les aprovechan en este siglo, no en el otro para conseguir la vida eterna; pero los que las hacen por Dios les aprovechan para el siglo venidero. Este es el ungüento de buen olor. Pero algunos se hacen para utilidad de los hombres, como por ejemplo las limosnas y las demás de su género: el que esto hace con los cristianos, unge los pies del Señor; porque éstos son los pies del Señor que es lo que principalmente suelen hacer los penitentes para el perdón de sus pecados. Pero el que observa castidad, persevera en los ayunos y oraciones y en las demás obras que tan sólo conciernen a la gloria de Dios, unge con perfume la cabeza del Señor, y éste es el ungüento precioso de cuyo olor se llena toda la Iglesia. Y ésta es la obra propia no de los penitentes, sino de los perfectos. También la doctrina que es necesaria a los hombres es el bálsamo con que son ungidos los pies del Señor. Pero el conocimiento de la fe que sólo pertenece a Dios, es el bálsamo con que se unge la cabeza de Cristo con el que nos enterramos con Cristo por el bautismo muriendo al mundo.
Orígenes, in Matthaeum, 35.
fuente: http://www.clerus.org
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