Una mujer ocupada en la cocina o en coser una tela puede siempre levantar su pensamiento al cielo e invocar al Señor con fervor. Uno que va al mercado o viaja solo, puede fácilmente rezar con atención. Otro que está en su bodega, ocupado en coser los pellejos de vino, está libre para levantar su ánimo al Maestro. El servidor, si no puede llegarse a la iglesia porque ha ido de compras al mercado o está en otras ocupaciones o en la cocina, puede siempre rezar con atención y con ardor. Ningún lugar es indecoroso para Dios.
(S. JUAN CRíSÓSTOMO, Hom. 4, sobre la Profetisa Ana).
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