“Por aquel tiempo Jesús dio una respuesta, diciendo: «Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque encubres estas cosas a los sabios y a los prudentes, y las revelas a los pequeños».” (Mt. XI, 25)
Dice Monseñor Juan Straubinger comentando este pasaje:
“El Evangelio no es privilegio de los que se creen sabios y prudentes, sino que abre sus páginas a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo a los pequeñuelos, esto es, a los pobres en el espíritu y humildes de corazón, porque «aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, caridad y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y tembloroso, las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y dejada a un lado, ni los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni consolidar la tranquilidad social y la concordia» (Pío XII en la Encíclica ‘Divino Afflante Spiritu’).”
Y dice S.J. Crisóstomo:
Todo lo que el Señor dijo a los Apóstoles en este pasaje, tiene por objeto el hacerlos más precavidos, porque era natural que tuviesen un concepto elevado de sí mismos, aquellos que lanzaban los demonios. De aquí el reprimir este concepto, porque cuanto se había hecho en su favor no era resultado de su celo, sino de la revelación divina. Por eso los escribas y los fariseos, teniéndose por sabios y prudentes, cayeron por efecto de su orgullo. De donde resulta que si por su orgullo no les fue revelado nada, también nosotros debemos tener miedo y ser siempre pequeños: pues esto hizo que vosotros gozaseis de la revelación. Y como dice San Pablo: "Los entregó Dios a su réprobo sentido" ( Rom 1,26). No dice esto para afirmar que Dios es el que produce ese efecto, pues Dios no hace mal, sino que aquellos fueron causa inmediata de ello. Por esta razón dice: "Ocultaste estas cosas a los sabios y a los prudentes". ¿Y por qué razón se las ocultó? San Pablo expone la razón en estos términos: "Porque queriendo establecer su propia justicia, no estuvieron sometidos a la justicia de Dios" ( Rom 10,3).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,1-2
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Nota: Entiéndase -con respecto al título del post- discriminación, en su sentido tradicional. Discriminar es hacer una distinción.
1 comentario:
Fue el caso de los fariseos con respecto a Jesucristo: 'su predicación, que tendía a levantar a Israel sobre todas las naciones, como el pueblo mesiánico, fue el motivo de su crimen -y de su ruina. Jesucristo lo indicó cuando le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas? -Para que no entiendan... y se pierdan". (Mt. XXIII, 15)
Este lugar tan desconcertante está explicado en El Evangelio de Jesucristo, pág. 109, 110. Ha hecho correr mucha tinta, demasiada quizás. Se trata de una profecía conminatoria, de una amenaza, de una advertencia indignada: pertenece al género "ironía", como cuando un padre dice a su hijo: "Vos vas a acabaren la cárcel"; y no es que lo desee, al contrario. Es un ejemplo de aplicación de esta parábola: la "cosa santa", o sea la doctrina del Reino y la revelación cristiana, tenía que ser dada en "estilo indirecto" y con gran cautela -a causa de las disposiciones de los oyentes.
Jesucristo cita una profecía de Isaías (Is. VI,9) que tiene la misma índole, y es catastrófica. Se trata de la visión del llamado de Isaías. El profeta ve al Señor en su trono en medio de dos Serafines con seis alas; con dos de las cuales volaban, con dos se cubrían los ojos, con dos se cubrían los pies. El Profeta se queja de vivir en medio de un pueblo que tiene la boca sucia, y él por tanto también tiene los labios poluídos. Uno de los extraños pájaros sexales (ojo, cajista, no es "sexuales ") le purifica los labios con una brasa, y él se ofrece a ir de profeta. Entonces le es dicho:
"Vé y dile a ese pueblo:
Oíd oíd y no entendáis
Ved la visión y no la conozcáis
Enceguece el corazón de este pueblo
Y tupe sus orejas
Y cierra sus ojos
No sea que vean con sus ojos
Y oigan con sus oídos
Y entiendan con su corazón
Y se arrepientan, y Yo los sane".
La voluntad de sanar está pues allí: lo que falta es la voluntad de arrepentirse. Es una protesta inflamada contra la bestialidad de la gente, protesta que dice lo que estaba pasando y lo que iba seguro a pasar en la esperanza desesperada de evitarlo. "¿Hasta cuándo lo diré?", pregunta el Profeta; y Dios le contesta con una descripción de catástrofe. En resumen le dice que hasta que estén casi exterminados; y entonces un pequeño resto se arrepentirá, y comenzará a escuchar. Cuando Cristo repitió este fatal vaticinio, sin duda tenía delante de los ojos de su alma el próximo exterminio de Jerusalén, debido al endurecimiento de los Fariseos, Letrados y Príncipes; y la Precaria salvación del grupito que lo rodeaba, su "pequeña grey" -la semilla. Los otros MATABAN a los profetas -por no escucharlos.
Castellani "Las Parábolas de Cristo" Perlas a los Puercos.
PL
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