jueves, 10 de noviembre de 2011

Salmo 109: TRIUNFO DE CRISTO REY Y SACERDOTE




SALMO 109 (110)
TRIUNFO DE CRISTO REY Y SACERDOTE

1 Salmo de David.

Oráculo de Yahvé a mi Señor:
"Siéntate a mi diestra,
hasta que Yo haga de tus enemigos
el escabel de tus pies."

2 El cetro de tu poder
lo entregará Yahvé (diciéndote):
"Desde Sión impera
en medio de tus enemigos."

3 Tuya será la autoridad
en el día de tu poderío,
en los resplandores de la santidad;
Él te engendró del seno antes del lucero.

4 Yahvé lo juró y no se arrepentirá:
"Tú eres Sacerdote para siempre
a la manera de Melquisedec."

5 Mi Señor está a la diestra de (Yahvé).
En el día de su ira destrozará a los reyes.
6 Juzgará las naciones,
amontonará cadáveres,
aplastará la cabeza de un gran país.
7 Beberá del torrente en el camino;
por eso erguirá la cabeza.



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Traducción Bíblica y Comentarios de Monseñor Straubinger:

Versículo 1: "Breve por el número de las palabras, grande por el peso de las sentencias" (San Agustín), este Salmo, paralelo del Salmo 2 y "el más célebre de todo el Salterio" (Vaccari), goza del privilegio de haber sido interpretado por Jesús mismo (Mt. 22, 41-46). Después de señalar allí como autor a David, de modo que nadie pudiese negarlo (Comisión Bíblica, 1º de mayo de 1910), el Señor prueba con él a los judíos la divinidad de su Persona. Prueba también que el Padre le reservaba el asiento a su diestra glorificándolo como Hombre (Salmo 2, 7 y nota) -según dice el Credo: "Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre"- y destaca sus derechos como Mesías Rey, que Israel desconoció cuando Él vino y "los suyos no lo recibieron" (Jn 1, 11; cf. Is. 35, 5 y nota). Estos derechos los ejercerá cuando el Padre le ponga a todos sus enemigos bajo sus pies para "reunirlo todo en Cristo, las cosas del cielo y de la tierra" (Ef. 1, 10) y someterlo todo a Él (v. 2), en el día de su glorificación final (v. 3) porque "al presente no vemos todavía sujetas a Él todas las cosas" (Heb. 2, 8; 10, 12-13; cf. Mc. 16, 11 y nota). No hay pasaje, en todo el Antiguo testamento que no sea tan citado en el Nuevo como este Salmo, y San Pablo no se cansa de citarlo como mesiánico (I Cor. 15, 24 ss.; Ef. 1, 20 ss.; Col 3, 1; Heb. 1, 3; 5, 6; 7, 17; 8, 1; 10, 12-13), porque el Mesías es aquí proclamado Hijo de Dios (vv. 1 y 3), Rey futuro (vv. 2 y 3) y Sacerdote para siempre (v. 4). Para cada una de estas proclamaciones habla Dios en Persona, es decir, el Padre, tres veces sucesivas (vv. 1, 2, 4). En lo restante es David quien confirma la profecía explicando su sentido. "A mi Señor": A Cristo, al cual David llama proféticamente mi Señor (en hebreo Adoní; cf. v. 5 y nota) como Hijo de Dios (Salmo 2, 7). Vano parece detenerse a mostrar que esto no pudo dirigirse a Salomón, ni siquiera como "tipo" de Cristo, pues "aquel rey pacífico" nunca se pareció en nada al formidable Guerrero que aquí vemos. "Siéntate a mi diestra": Que esto no se refiere al Verbo eterno antes de su Encarnación, sino a Cristo después de su Ascensión, consta de muchos textos (Hech. 2, 34; 7, 55; Rom. 8, 34; Heb. 1, 8; I Ped. 3, 22). Sentarlo a su diestra como Hombre, equivale a otorgar a su Humanidad santísima la misma gloria que como Verbo tuvo eternamente y que Él había pedido en Jn. 17, 5 cf. Salmo 2, 7 y nota. "Hasta que Yo ponga, etc": Esto es hasta que llegue la hora (Heb. 10, 12 s.) en que el Padre se disponga a decretar el triunfo difinitivo del divino Hijo (v. 2 y 3) que en su primera venida fue humillado (v. 7). Equivale al otro artículo del Credo, según el cual desde la diestra del Padre "vendrá otra vez con gloria a juzgar a vivos y muertos y su reinado no tendrá fin".

Versículo 2: "Lo entregará Yahvé": Como lo anuncia Él en Salmo 2, 6: "Yo he constituído a mi Rey sobre Sión mi santo monte", diciendo luego a Cristo: "Pídeme y te daré en herencia las naciones y en posesión los términos de la tierra" (Salmo 2, 8). "El Héroe está asociado a Dios con una intimidad que hace pensar en la del Hijo del Hombre en Dn. 7, 13 s. y aún la sobrepuja por la precisión con que está expresada" (Calès). "Desde Sión impera, etc.": Así también Rembold, Ubach y otros. Esta puntuación es más exacta que si dijera: "Lo entregará Yahvé desde Sión": Pues, como bien dicen Calès, Lesêtre y otros, "su imperio partirá desde Sión (Is. 2, 3) y se extenderá sin límites, sin que ningún adversario pueda resistirle"; y así acabamos de ver que en Salmo 2, 6 el Rey es constituído "sobre" Sión y no "desde" Sión (cf. Miq. 4, 1 ss.; Salmo 43, 3; 64, 2; 67, 16 s.; 75, 3; 131, 13, etc). Es, como dice el Crisóstomo, una predicción de que un día Cristo someterá a su Reino la totalidad de sus enemigos, los judíos (Rom. 11, 26 s.) y los gentiles (Salmo 71, 11).

Versículo 3: El T.M. (Texto Masorético) está muy lastimado (algunos piensan que intencionalmente para destruir la riqueza mesiánica de la profecía), siendo muchas las variantes que se proponen. Felizmente se conserva el texto de los LXX, fundado en uno hebreo mucho más antiguo que el masorético, y a él podemos atenernos en estos casos. Como explica Teodoreto, el sentido de este v. es el mismo de Salmo 92, 2 (cf. nota), a saber: aunque Tú eres omnipotente, pues el Padre te engendró igual a Él desde la eternidad, manifestarás ese poder cuando vengas para el juicio y llenes de esplendor a tus santos.
"Tuya será la autoridad en el día, etc": Literalmente: "Contigo el principado en el día, etc". La Vulgata tradujo "principado" por "principio". El hebreo dice aproximadamente: "Tu pueblo (o "los prícipes") presuroso estará contigo el día de tu fortaleza sobre las santas montañas" (cf. v. 5; Zac. 13, 9; Rm. 11, 25 ss.). Otros, en vez de "fortaleza", dicen "llamado" (cf. Salmo 88, 16 y nota). En vez de "tu poderío" algunos vierten: "tu nacimiento", pero como así lo anunció el ángel a María (Lc. 1, 32 s.), sabemos que "el primer advenimiento fue en la humildad y despreciado" (Canon de Muratori, Ench. Patr. 268), y Aquel a quien los Magos buscaron como el Rey de los judíos (Mt. 2, 2) de a
cuerdo con Miq. 5, 2 (cf. Mt. 2, 6) lejos estuvo de ejercer entonces tal reinado sobre su ingrato pueblo (ni menos esa violencia con las naciones, descrita en los vv. 5 y 6). Así Él mismo lo declaró a Pilato sin perjuicio de de confirmar su dignidad real (Jn. 18, 33-38). "En los resplandores de la santidad (tuya)", pues el Salmo es un elogio de Cristo mismo, y destaca de este modo el resplandor de su aspecto el día de su venida en gloria, como lo mostró en la Transfiguración (cf. Mc. 9, 1 y nota). Otros vierten: "En los esplendores de tus santos (cf. Judas 14 y nota; Fil. 3, 20 s.; I Tes. 4, 16 s.). Bover-Cantera traduce: "entre sagrada pompa", Prado: "en fulgor santo".
"El te engendró":
Wutz, Rembold y otros usan aquí también el verbo en tercera persona, lo cual, como dice Calès, queda bien al contexto. Después de hablar el Padre en v. 2b, es el salmista quien habla en el v. 3. Mientras en el v. 1 y en el Salmo 2, 7 se trata de la glorificación de Cristo Hombre a la diestra del Padre, este texto, así vertido, alude a la generación eterna del Verbo, de donde se deduce la divinidad de Jesucristo por identidad de su naturaleza con la del Padre (cf. Heb. 1, 3; Sab. 7, 26 y notas).
"Del seno": Otros: como "Rey" (Wutz); "cual rocío" (Bover Cantera, Nácar Colunga, Prado). Rembold vierte así el último
hemistiquio: "El Señor te eligió Rey en los montes santos (cf. Salmo 2, 6). Otros, según el T.M. leen así este final: "En las bellezas de la santidad en el seno de la aurora: tú tienes el rocío de tu juventud", cosa, como se ve, demasiado insegura frente al texto que adoptamos, sólidamente apoyado, como hemos visto, por el contexto y los lugares paralelos. Sobre la procedencia divina de Jesús, cf. Is. 4, 2; 7, 14; 9, 6; Miq. 5, 2; Zaq. 13, 7, etc.
"Antes del lucero": Esto es, antes de toda creatura. Quizá podría verse en el "Lucero" una alusión a Satanás cuya derrota por el Mesías anuncia precisamente este Salmo. Es de notar que fuera de algunas menciones intrascendentes en Job (11, 17 y 38, 32), el nombre de Lucero (Lucifer) sólo se usa una vez más en el Antiguo Testamento: en Is. 14, 12 donde es aplicado al rey de Babilonia, figura de Satanás o en todo caso de la potestad anticristiana (cf. Jer. 51, 53; Apoc. 17 y 18). En cambio en el Nuevo Testamento ese mismo nombre (en griego "Heósforos", variante: "Fósforos") es usado una sola vez (II Pedro 1, 19), con referencia a la Parusía de Cristo, el cual había sido simbolizado por la Estrella de Jacob (Num. 24, 17) y anunciado en su Nacimiento por una estrella (Mt. 2, 2). En su segunda venida se llama a Sí mismo la Estrella Matutina (Apoc. 22, 16), anunciando con ese nombre el galardón de su Reino (Apoc. 2, 28), galardón que es Él mismo (Apoc. 22, 12).

Versículo 4: San Pablo, en la Epístola a los Hebreos, es el gran intérprete de este Salmo y especialmente de este pasaje, al que dedica casi íntegramente seis capítulos (de 4, 14 a 10, 25) citándolo constantemente para armonizarlo con el v. 1 (Heb. 5, 5-10; 6, 20; 7, 28; 8, 6; 10, 12 s.) y también con Salmo 2, 7 (Heb. 5, 5 s.), lo que muestra una vez más la correlación de ambos oráculos. Revela así maravillosamente el celestial sacerdocio de Cristo, que no se arrogó Él, sino que esperó a que el Padre se lo diera con el juramento que aquí vemos (Heb. 5, 4-6; 7, 17 y 28; 8, 6). Y así "una vez perfeccionado (por su Pasión) vino a ser causa de sempiterna salud para todos los que le obedecen, siendo constituído por Dios Sumo Sacerdote a la manera de Melquisedec" (Heb. 5, 9 s.; 6, 20), es decir, con un sacerdocio "para siempre" porque su vida es "indestructible" (Heb. 7, 16), dado que Él, resucitado, ya no puede morir como morían los demás sacerdotes (Heb. 7, 23). "El permanece siempre" (Heb. 7, 24; Rom. 6, 9; I Tim. 6, 16; Apoc. 1, 18) y vive para interceder por nosotros (Heb. 7, 25; 9, 24), "sentado a la diestra del Padre" (vv. 1 y 5; Heb. 8, 1) como Ministro del Santuario celestial (Heb. 8, 2; 9, 11 y 24) y Mediador del Testamento nuevo (cf. Heb. 8, 6-13; 9, 15; 10, 15-18), lo cual exigía la previa muerte del testador (Heb. 9, 16 s.; cf. Hech. 3, 22 y nota); y como el sacerdocio requiere víctima que ofrecer (Heb. 8, 13), Él ofrece su Sangre (Heb. 9, 14) pues "como Sumo Sacerdote de los bienes venideros... por la virtud de su propia sangre entró una vez para siempre en el Santuario, después de haber obtenido redención eterna" (Heb. 9, 11-12). Por lo cual "hemos sido santificados una vez para siempre por la oblación del Cuerpo de Jesucristo" (Heb. 10, 10), quien, "ofreciendo por los pecados un solo sacrificio" (Heb. 10, 12), a diferencia de los antiguos sacerdotes que sacrificaban víctimas cada día, "para siempre está sentado a la diestra de Dios aguardando lo que resta para que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies" (Heb. 10, 12-13). Muestra en fin el Apóstol a los Hebreos, cuán grande es la significación de este versículo que él llama "juramento posterior a la Ley" (Heb. 7, 28) y merced al cual tenemos "confiado acceso al Santuario celestial" (Heb. 10, 19) para recurrir al "gran Sacerdote establecido sobre la casa de Dios" (Heb. 10, 21), al cual, dice, "lleguémonos con corazón sincero, en plenitud de fe" (Heb. 10, 22) y caridad de unos con otros (ibíd. 24) y "confesión de nuestra esperanza" en su gloriosa venida (ibíd. 23 y 25).
"A la manera de Melquisedec": (Así también Vaccari, Bover-Cantera, Calès, Wutz, Ubach, Sánchez Ruiz, etc.). Véase sobre esto Heb. 7, 1 ss. donde San Pablo muestra la admirable figura de Cristo que fue Melquisedec, sacerdote y rey (Gn. 14, 18; cf. Zac. 6, 12 s.; Ez. 44, 3; 45, 15 ss. y 22 ss.; 46, 2 ss.) de Salem o Jerusalem (Salmo 86, 3 y nota), de paz (cf. Salmo 45, 10; Is. 11, 6-9) y de justicia (cf. Salmo 71, 2 y 7; Is. 32, 1; Jer. 23, 5 ss.; 33, 15 ss.). Su sacerdocio fue distinto del de Aarón, no obstante las promesas hechas a éste y a sus descendientes (Ex. 40, 12 s.; Núm. 25, 13; Ecli. 45, 19; cf. Salmo 105, 30; 117, 2), porque ellos murieron, en tanto que Melquisedec "vive" (Heb. 7, 8) y "permanece sacerdote a perpetuidad" (ibíd. v. 3). Sobre sacerdocio cf. Ecli. 24, 14; Heb. 8, 4; I Ped. 2, 9; Apoc. 1, 6; 5, 10.

Versículo 5: El Hijo está hoy a la diestra del Padre como en el v. 1, ejerciendo su Sacerdocio (v. 4) en una continua intercesión por nosotros (Heb. 7, 24 s.), a la espera de que el Padre le cumpla la promesa del v. 2 (Heb. 10, 12 s.), para cumplir Él a su vez las hazañas del v. 6. Leemos, pues, al principio "Adoní" (mi Señor) y no "Adonai" (el Señor), lo mismo que Ubach, Wutz, Calès y otros porque, como muy bien lo dice este último: "es el Mesías quien está a la diestra de Yahvé, de igual modo que en el v. 1 s., y quien realiza lo que se expresa por verbos de los vv. 5-7. No hay otra solución posible para el v. 7, porque no es Dios Padre quien "bebe del torrente en el camino". Y por lo tanto tampoco es Él quien ejecuta los actos enumerados en los vv. 5 y 6, a menos de admitirse una incoherencia (cf. Mt. 26, 64; Lc. 22, 69)".
"Destrozará, etc.": Algunos vierten "destroza, etc." poniendo los verbos en presente profético (cf. Salmo 2, 9; 44, 4-6; 67, 22).
"En el día de su ira": Esto es, de "la ira del Cordero" (Apoc. 6, 17). Cf. v. 6; Sof. 1, 14 ss.,; Mt. 23, 41; Rm. 2, 5 y 8; II Tes. 1, 7-10. Como observan los comentadores, este juicio, en el cual no se alude a la suerte de los justos, es descrito con los caracteres de una batalla terrible, donde el Mesías no economiza sus fuerzas pero en la que obtiene también un triunfo deslumbrante. Cf. Apoc. 16, 14 y 16; 17, 14; 19, 19.


Versículo 6: "Juzgará": Otros vierten: "hará justicia". Sobre el significado de esta expresión véanse los Salmos 92-99; 100, 2 y nota. Cf. Salmo 88, 28; Apoc. 11, 15.
"Las naciones": Literalmente: "los gentiles", como en el Salmo 2, 8 (cf. Ez. 30, 3; Dn. 2, 45; Lc. 21, 24; Rm 11, 25).
"Amontonará cadáveres": También en esta violencia concuerda con el Salmo 2, 9. Cf. Salmo 110, 7; Joel 3, 9-17; Zac. 14, 1-4; Mt. 25, 32; Lc. 19, 27; Apoc. 19, 11-21 s.
"La cabeza": Así literalmente y en singular. El sentido parece ser: "al jefe", como leen algunos, refiriéndose al Anticristo. Cf. v. 5 y nota; Salmo 149, 6-9; Apoc. 2, 27; 19, 15. Rembold vierte así:
"Juzgará a los gentiles inflados de soberbia".

Versículo 7: Los SS. PP. (Santos Padres) han visto en este versículo el contraste entre ambas venidas del Mesías (cf. v. 3 y nota), o sea, entre este gran triunfo anunciado a Cristo Rey y el supremo rebajamiento de su Encarnación (cf. Fil. 2, 7 s. y nota) y de su Pasión, en la cual, para ir del Cenáculo a Getsemaní, atravesó y quizá bebió "del torrente Cedrón" (Jn. 18, 1), como lo había dicho, en un momento semejante, el mismo David, que tantas veces fue figura de Él (II Rey. 15, 23). Cf. Is. 61, 1 s. y nota). Los modernos tienden a interpretar este pasaje en el sentido de que el Héroe divino, como los guerreros de Gedeón (Juec. 7, 5 s.), apenas beberá un sorbo de agua al pasar, no dándose tregua ni retirándose a descansar hasta el completo aniquilamiento de los enemigos. Entonces, cuando no existan ya los que dijeron como en la parábola: "No queremos que este reine sobre nosotros" (Lc. 19, 14 y 27), lo veremos a nuestro amable Rey, que tiene "un Nombre sobre todo nombre" (Fil. 2, 9), levantar triunfante para siempre la sagrada Cabeza que nosotros coronamos de espinas (Jn. 19, 2 s.) y que los ángeles adoraron (Jn. 20, 7). Lo veremos y lo verán todos (Apoc. 1, 7), aun los que le traspasaron (Zac. 12, 10; Jn. 19, 37) y celebrarán su triunfo los ángeles, que están deseando ver aquel día (I Ped. 1, 7-12).






(Los subrayados "parusíacos" son nuestros)

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