miércoles, 20 de enero de 2016

De un Músico Católico a un Rey Católico


De un Músico Católico a un Rey Católico

No hemos querido dejar de apreciar, apropósito de las famosas líneas con las que le dedicara nada menos que al Rey Católico de España Felipe II las mejores misas compuestas por él, el sacerdote y compositor de Música Sacra: Tomás Luis de Victoria; el mensaje solemne que versa sobre el verdadero sentido de la Música, el verdadero sentido de la piedad, el verdadero sentido de esta vida en procura de la eternamente venidera.


"Desde los días, en que habiendo partido de España para Italia, llegué a la ciudad de Roma, además de otros nobilísimos estudios, en que hube de ejercitarme durante algún tiempo, muchos esfuerzos y cuidados consumí en el estudio del arte musical. Y me propuse desde el principio no contentarme con su conocimiento, para detenerme en el solo deleite de oídos y de espíritu, sino mirando más allá, ser provechoso –cuando me fuera posible- para el presente y para la posteridad. Habiendo, pues, trabajado en gran manera en este estudio de la Música, a la que me siento arrastrado por la naturaleza, como por un secreto instinto e impulso, a fin de que los frutos de mi ingenio tuviesen más difusión, acometí la empresa de poner en Música adornar con modulaciones –principalmente aquella parte- que con más frecuencia se celebra en la Iglesia católica. Porque ¿Para qué debe servir mejor la Música que para las divinas alabanzas del Dios inmortal, de quien procede el número y la medida? cuyas obras todas están tan admirable y tan suavemente dispuestas, que llevan delante de sí y muestran cierta increíble armonía y canto. Por lo cual, en muy grave error se ha de entender que cayeron, y por tanto deben ser sin compasión castigados, los que pervirtieron un arte creado como el más honesto para alivio de los cuidados y para recreo del alma con un deleite casi necesario, consagrándole para cantar torpes amores y otras cosas indignas. A fin de no abusar, pues, de beneficios de Dios, Optimo Máximo, de quien procede todo bien, a las cosas sagradas y eclesiásticas consagré todo el empeño y ayuda de mi ingenio. Dejo al juicio de otros cuanto haya sobresalido en ello. Por parecer testimonio de inteligentes y peritos ciertamente, lo he conseguido de manera que no tengo por qué arrepentirme de mis esfuerzos y trabajos.
Y habiendo mucho antes de ahora compuesto y hecho imprimir, obras que advertí fueron recibidas, con aplauso, quise ya, fatigado, para poner término a mis trabajos de compositor y cumplida ya al fin mi misión, gozar de honesto descanso entregando el espíritu a la contemplación divina –como cumple a un sacerdote- quise, repito, añadir este último fruto de mi ingenio que graves razones, no sólo al darle a luz, sino también al concebirle en mi espíritu y pensamiento, me movían a ofrecerle muy principalmente a Vuestra Majestad. Porque después de una larga ausencia, al volver a ver el suelo de mi nacimiento, habiéndome de presentar en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia, no debía llegar con las manos vacías sino ofreceros algún regalo, que fuese el más propio de mi profesión ministerio, y a Vuestra Majestad el más agradable. Y nada para canto y música puede proponerse a un músico más grande y de mayor majestad, que el sacrosanto misterio y sacrificio de la Misa. Con esto he querido poner fin a mis trabajos. Esta obra compuesta por un español, ¿A quién se la debe con más justicia que al Rey de las Españas, católico, piadoso y tan amado de Dios? Ciertamente entiendo y confieso que tan gran Príncipe es harto más digno de mejores dones, es, sin embargo, muy propio de la real clemencia mirar en los inferiores y en los pequeños no el regalo, sino el corazón. Ni es tampoco posible que esté en relación con la dignidad regia la liberalidad privada. Confío en que esta mi ofrenda no ha de ser indigna de la Real Capilla, hallándose principalmente honrada con tu nombre y protección,
Réstame esperar que tu Majestad reciba este don con aquella amabilidad, conque se gana a todos los hombres, y a un súbdito, respetuosísimo con su autoridad acoja en su corazón de Rey, para quien mientras viviere, según es mi deber y según lo piden los tiempos de un reino cristiano, pediré al Señor Omnipotente y Rey de Reyes le sea todo feliz y próspero.

Viva y reine por largos años"

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