viernes, 9 de diciembre de 2011

La Diligencia en Madrugar




La diligencia en madrugar recomendada en las Sagradas Escrituras

Dios alimentó á su pueblo con Maná en el desierto por espacio de quarenta años. Todas las mañanas, a excepción de los Sábados, caía alrededor del campo un rocío, y sobre esta alfombra el Maná, que era un grano menudo y blanco de la hechura y tamaño del coriandro. Los Israelitas tenían precisión de recoger muy de mañana lo que necesitaban para aquel dia, pues se derretía al salir el sol; después lo majaban y hacían pan.

"El Maná, dice Salomón, se derretía y disipaba luego que el menor rayo del sol le llegaba a calentar, para que todos supiesen que conviene anticiparse al sol para bendeciros, Oh Dios, y adoraros al rayar el día" (Sab. 16, Exod. XVI).

No es a los perezosos y dormilones a quienes el Señor comunica su gracia, figurada con mucha propiedad en el Maná.

"Los que madrugan en busca mía, dice la Sabiduría, me encontrarán". Dichoso el hombre que me oye, que viene muy temprano cada día a la entrada de mi casa, y observan á las puertas de ella. Quien me hallare, hallará la vida, y recibirá la salud del Señor." (Prov. 8, 34)

Del Sabio está escrito que pondrá especial cuidado en levantarse muy temprano para consagrarse al Señor que lo crió, y para orar en presencia del Altísimo. También David se levantaba a la aurora; y se aplicaba desde la mañana a meditar la ley de Dios. El madrugar fué ley inviolable en todos los Santos: daban al sueño el menos tiempo que podían; porque dormir es una función animal que nos es común con las bestias, y nos hace semejantes á ellas. (Eclesiástico 39; Salmos 62 y 118)

(Historias Selectas, Denis Génevaux, 1789)

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