72. Y se debe considerar que !a dignidad de Dios es tal que lo sabe todo. Por lo cual Dios viene del verbo ver . En efecto, esta es una de las señas de la Divinidad. Isaías 41, 23: "Anunciadnos lo por venir para que sepamos así que sois dioses". Hebr 4, 13: "Todas las cosas están desnudas y manifiestas a sus ojos". Pues bien, tal dignidad se la arrebataron los adivinos, contra los cuales dice Isaías, 8, 19: "¿Acaso no consultará el pueblo a su Dios? ¿Se habla a los muertos en favor de los vivos?
76 5) La quinta razón se toma de la inmensidad de! premio o recompensa. En efecto, en ninguna otra ley se prometen tales premios como en la ley de Cristo. En efecto, a los sarracenos se les prometen ríos de leche y miel, a los judíos la tierra de promisión; pero a los cristianos la gloria de los ángeles. Mt 22, 30: "Serán como ángeles de Dios en el cielo". Considerando esto, San Pedro dice, en Juan 6, 69: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna".
DEL SEGUNDO PRECEPTO"No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano" (Ex 20,7)
DEL SEGUNDO PRECEPTO"No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano" (Ex 20,7)
84. "No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano". Debe saberse que el nombre de Dios puede usarse de seis maneras.Primeramente para confirmar lo que se dice, como en el juramento. Y así confesamos que la verdad primera no existe sino en Dios, y con esto se rinde un homenaje a Dios. Por lo cual en la Ley se prescribe, Deut 6, que no se jure sino por Dios. Hacen lo contrario los que juran de otra manera. Exod 23, 13: "No jurarás en el nombre de los dioses extranjeros".Y aun cuando a veces se jure por las criaturas, es de saberse que en todos estos casos no se jura sino por Dios. En efecto, cuando juras por tu alma o por tu cabeza, es lo mismo que obligarla a sufrir la pena prescrita por Dios. II Cor I, 23: "Pongo a Dios por testigo sobre mi alma". Igualmente, cuando juras por el Evangelio, juras por Dios, que dio el Evangelio, y por eso pecan los que ligeramente juran por Dios o por el Evangelio.
89 En sexto lugar se usa para el cumplimiento del trabajo. Dice el Apóstol en Col 3, 17: "Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo". Salmo 123, 8: "Nuestro auxilio está en el nombre del Señor". Pero como aveces se empieza a obrar sin discreción, como ocurre con un voto que no se cumple, también entonces se toma el nombre del Señor en vano. Por lo cual dice el Eclesiastés 5, 3: "Si hiciste un voto a Dios, no tardes en cumplirlo". Salmo 75, 12: "Haced votos al Señor vuestro Dios y cumplidlos, vosotros todos que estando a su alrededor le ofrecéis presentes". "En efecto, le desagrada la promesa infiel e insensata", Eclesiastés 5, 3.
DEL TERCER PRECEPTO"Acuérdate de santificar el día del sábado" (Ex 20,8)
DEL TERCER PRECEPTO"Acuérdate de santificar el día del sábado" (Ex 20,8)
91 Ahora bien, cinco son las razones de este precepto.a) En primer lugar fue dado para destruir un error. En efecto, previo el Espíritu Santo que algunos hombres llegarían a decir que el mundo siempre ha existi-do. 2 Pedro 3, 3-5: "En los postreros días vendrán, con burlas, escarnecedores que vivan conforme a sus propias concupiscencias, y dirán: ¿dónde está la promesa de su venida? Porque desde que murieron los padres, todo permanece igual desde el principio de la creación. Es que quieren ignorar que primero hubo cielos y tierra salida del agua, y en el agua asentada por la palabra de Dios". Pues Dios quiso que se guardara un día en memoria de que Dios lo había creado todo en seis días y de que en el séptimo descansó de crear nuevas criaturas. Y este motivo lo puso Dios en la ley, diciendo: "Acuérdate de santificar el día del sábado".92 Pero los judíos honraban el sábado en memoriade la primera creación; mas al venir Cristo, hizo unanueva creación. En efecto, por la primera fue hecho el hombre terreno, y por la segunda el hombre celeste.Gal 6, 15: "En Jesucristo ni la circuncisión es nada ni el prepucio, sino la nueva criatura". Y esta nueva creatura lo es por la gracia, que empezó en la resurrección.Rom 6, 4-5. "Así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Si en efecto hemos sido injertados en la semejanza de su muerte, lo seremos también por la de su resurrección". Y como la resurrección ocurrió en Domingo, ese día lo solemnizamos así como los judíos solemnizaban el sábado por la primera creación.
93 b) En segundo lugar fue dado (este precepto)para instruir en la fe en el Redentor. En efecto, la car-ne de Cristo no se corrompió en el sepulcro. Por lo cual dice el Salmo 15, 9: "Mi carne se siente segura"; y también, el mismo Salmo, vers. 10: "No permitirás que tu santo experimente la corrupción". Por lo cual quiso que fuese observado el sábado, pues como los sacrificios significaban la muerte de Cristo, así el descanso del sábado significaba el descanso de su carne. Pero nosotros no observamos esos sacrificios, porque habiendo llegado la realidad y la verdad, debe cesar la figura, así como saliendo el sol cesa la sombra; sin embargo, conservamos el sábado en honra de la gloriosa Virgen, en la cual el día de la muerte de Cristo permaneció entera la fe.94 c) En tercer lugar nos fue dado para robustecer y para figurar la Verdad de la promesa. En efecto, se nos ha prometido el descanso. Isaías 14, 3: "Y llegará el día en que Dios te dará el reposo de tus fatigas, de tu angustia y de la dura servidumbre a que estuviste sometido antes"; y también Isaías 32, 18: "Mi pueblo descansará en la belleza de la paz y en tiendas de seguridad y en la opulencia de su reposo".
97 e) En quinto lugar fue dado para obrar bondadosamente respecto a los inferiores. En efecto, algunos, crueles consigo mismos y con los suyos, no cesan de trabajar continuamente por la ganancia; y esto es cosasobre todo de los judíos, porque son sumamente avaros. Deut 5, 12-14: "Guarda el día del sábado... paraque descanse tu siervo y tu sierva, y tú también"; y luego: "No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguna de tus bestias, para que tu siervo y tu sierva descansen, como tú también".Así es que por todo lo dicho fue dado el precepto mencionado.98 "Acuérdate de santificar el día del sábado". Yase dijo que así como los judíos celebran el sábado, así nosotros los cristianos celebramos el domingo y otras fiestas importantes. Veamos, pues, cómo debemos guardarlos. Y es de saberse que Dios no dice: Guarda el sábado, sino "acuérdate de santificar el sábado".99 Ahora bien, la palabra santo se toma en dos acepciones diferentes. En efecto, a veces santo es lo mismo que puro. Dice el Apóstol en I Cor 6, 11: "Pero habéis sido lavados, pero habéis sido santificados". Aveces se llama santa a una cosa consagrada al culto de Dios, como un lugar, un tiempo, vestiduras y vasos sagrados. Así es que de estas dos maneras debemos celebrar las fiestas. O sea, con pureza de corazón y entregándonos al servicio divino.100 Por lo mismo hay que considerar dos cosas en este precepto. Primeramente, en verdad, qué se debe evitar en día festivo; en segundo lugar, qué debe hacerse. Ahora bien, debemos evitar tres cosas: a) Primeramente el trabajo corporal. Jer 17, 22: "Santificaréis el sábado, no haciendo en ese día obra servil", por lo cual también en la ley se dice -Lev 23, 25-: "Ninguna obra servil haréis ese día". Obra servil es el trabajo corporal, porque una obra libre es un acto del alma, como entender y otros semejantes; y a esos actos ningún hombre puede ser constreñido.101 Pero es de saberse que las obras corporales pueden hacerse en sábado por cuatro motivos. En primer lugar por necesidad. Por lo cual el Señor excusó a sus discípulos que habían cortado espigas en día sábado, como se dice en Mt 12, 3-7. En segundo lugar por la utilidad de la Iglesia. Por lo cual se dice en el mismo Evangelio (Mt 12, 5) que los sacerdotes hacían todas las cosas que eran necesarias en el templo en día sábado. En tercer lugar por la utilidad del prójimo. Por lo cual el Señor curó en sábado al hombre de la mano seca, y confundió a los judíos -que lo censuraban- con el ejemplo de la oveja, Mt 12, 11-12. En cuarto lugar por la autoridad de un superior. Por lo cual el Señor ordenó a los judíos que circuncidaran en día sábado, como se dice en Juan 7, 23.102 b) En segundo lugar debemos evitar el pecado. Jer 17, 21: "Guardad vuestras almas, y no llevéis cargas en día de sábado". Ahora bien, el peso del alma, o sea, el peso malvado es el pecado: Salmo 37, 5: "Pesan sobre mí como pesada carga". Ahora bien, el pecado es una obra servil: en verdad, como se dice en Juan 8, 34: "El que comete pecado es siervo del pecado". Por lo cual, cuando se dice: "Ninguna obra servil hagáis en ese día", esto puede entenderse del pecado. Por lo cual obra contra este precepto el que peca en día de sábado, porque se ofende a Dios trabajando y pecando (en ese día), Isaías I, 13-14: "El sábado y vuestras otras fiestas no las soportaré". ¿Y por qué? Porque "son inicuas vuestras asambleas. Mi almaodia vuestras neomenias y vuestras festividades: se me han hecho molestas".103 c) En tercer lugar debemos evitar la ociosidad. Eccll 33, 29: "La ociosidad enseña muchas maldades". San Jerónimo le dice a Rústico: "Ocúpate continuamente en cualquier obra buena, para que el diablo te encuentre ocupado". Por lo cual no se deben celebrar más que las fiestas principales, si se ha de estar ocioso en las otras. Salmo 98, 4: "La gloria del rey es amar las cosas justas", esto es, la discreción. Por lo cual en Macabeos 2, 34-38 se dice que algunos judíos se habían ocultado, y que los enemigos se arrojaron sobre ellos, creyendo que no podrían defenderse en día de sábado, y los vencieron y mataron. Así ocurre a muchos que están ociosos en los días de fiesta. Trenos I, 7: "Miraron a Jerusalén sus enemigos, y se burlaron de sus sábados". Pero deben hacer esos ociosos lo que hicieron estos otros judíos, que dijeron -I Macabeos 2, 41-: "Sea cualquiera el que venga a pelear contra nosotros en día de sábado, lucharemos contra él".104 "Acuérdate de santificar el día del sábado". Como ya se dijo, el hombre debe santificar el día de fiesta: y esto se dice, tanto porque es puro como por que esta consagrado a Dios. También se ha dicho ya de qué cosas debemos abstenernos en tal día. Ahora debemos decir en qué cosas hemos de ocuparnos: y son tres. a) Primeramente se deben hacer sacrificios. Por lo cual, en Núm 28, 3-10, se dice que Dios ordenó que diariamente se ofreciera un cordero en la mañana, y otro en la tarde, pero que en sábado deberían duplicarse. Lo cual significa que en sábado debemos ofrecerle a Dios el sacrificio de todo lo que tenemos. I Paralip 29, 14: "Tuyas son todas las cosas, y lo que hemos recibido de tus manos, te lo damos".105 Por lo cual primero debemos ofrecer espontáneamente el alma doliéndonos de nuestros pecados: Salmo 50, 19: "El sacrificio (agradable) a Dios es un corazón contrito", y pidiendo beneficios (divinos): Salmo 140, 2: "Señor, que mí oración se eleve como el in-cíenso en tu presencia". En efecto, el día de fiesta fue establecido para tener el gozo espiritual que produce la oración, por lo cual en ese día deben multiplicarse las oraciones.En segundo lugar debemos mortificar nuestro cuerpo, y esto ayunando; Rom 12, I: "Os ruego, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos a Dios como hostia viva y santa"; alabando: Salmo 49, 23: "El que me ofrezca un sacrificio de alabanza me honrará"; por lo cual en ese día deben multiplicarse los cantos (de alabanza).En tercer lugar, debes sacrificar tus bienes, y esto dando limosnas. Hebr 13, 16: "De la beneficencia y de la mutua asistencia no os olvidéis: con tales sacrificios se obliga a Dios"; y esto dos veces más que en otros días, porque entonces la alegría es general. Nehem 8, 10: "Enviad partes a los que no prepararon para ellos, porque este es el santo día del Señor".106 b) En segundo lugar en el estudio de las palabras del Señor, como los judíos mismos lo hacen ahora. Hechos 13, 27: "Las palabras de los profetas que se leen cada sábado". Por lo cual también los cristianos, cuya justicia debe ser más perfecta, deben concurrir a la predicación y al oficio de la Iglesia. Juan 8, 47: "El que es de Dios, oye las palabras de Dios"; además, hablan cosas de provecho: dice el Apóstol en Ef 4, 29: "No salga de vuestra boca palabra mala, sino que sea buena, para edificación". En efecto, estas dos cosas son de provecho para el espíritu del pecador, porque cambian su corazón en mejor. Jerem 23, 29: "Mis palabras son como fuego ardiente, dice el Señor, y como martillo que rompe una piedra".Ahora bien, lo contrario les ocurre aun a los perfectos si no dicen o no escuchan cosas de provecho. Dice el Apóstol en I Cor 15, 33-34: "Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Vigilad, justos, y no pequéis"; y Salmo 118, 11: "En mi corazón guardé tus palabras". En efecto, la palabra (de Dios) instruye al ignorante: Salmo 118, 105: "Tu palabra es para mis pies una lámpara"; e inflama al tibio: Salmo 104, 19: "La palabra del Señor lo inflamó".107 c) En tercer lugar, en divinos ejercicios. Por otra parte, esto es propio de los perfectos. Salmo 33, 9: "Gustad y ved cuan dulce es el Señor". Y esto por el descanso del espíritu. En efecto, así como el cuerpo fatigado desea el descanso, así también el alma. Ahorabien, el lugar del alma es Dios: Salmo 30, 3: "Sed paramí un Dios protector y un lugar de refugio". Hebr 4, 9-10: "Así queda un descanso para el pueblo de Dios: porque el que ha entrado en su descanso, también descansará de sus obras, como Dios descansó de las suyas". Sab 8, 16: "Entrando en mi casa descansaré en ella".108 Pero antes de que el alma alcance ese reposo, es necesario que le precedan tres descansos. El primero, de la turbación del pecado. Isaías 57, 20: "El corazón del impío es como un mar impetuoso, que no se puede apaciguar". El segundo, de las pasiones de la carne; porque la carne apetece contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, como se dice en Gal. 5, 27. El tercero, de las ocupaciones del mundo. Luc 10, 41: "Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas". Y entonces, después de esto el alma reposa libremente en Dios. Isaías 58, 13-14: "Cuando hagas del sábado tus delicias, entonces tendrás tus delicias en el Señor".109 Por lo cual los santos todo lo dejaron; porque esta es la perla preciosa que al descubrirla un hombre la esconde; y por su gozo va y vende cuanto tiene, y la compra, como se dice en Mt 13, 45. En efecto, este reposo es la vida eterna, y el gozo es eterno. Salmo 131, 14: "Esta será por siempre mi mansión; aquí habitaré porque la he elegido": a la cual nos conduzca El.
DEL CUARTO PRECEPTO"Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida sobre la tierra que el Señor Dios te dará" (Ex 20,12)
DEL CUARTO PRECEPTO"Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida sobre la tierra que el Señor Dios te dará" (Ex 20,12)
110 La perfección del hombre consiste en el amor de Dios y del prójimo. Al amor de Dios pertenecen tres preceptos que fueron inscritos en la primera tabla; y al amor del prójimo siete preceptos que lo fueron en la segunda tabla. Pero, como se dice en I Juan 3, no hemos de amar de palabra ni con la lengua, sino con he-chos y en verdad. En efecto, el hombre que ama así debe hacer dos cosas, a saber: huir del mal y hacer el bien. Por lo cual entre los preceptos algunos inducen al bien, pero hay otros que prohíben hacer el mal.111 Y es de saberse que evitar hacer el mal está en nuestro poder; pero no podemos hacer el bien a cualquiera; por lo cual dice San Agustín que a todos debemos amar, pero no estamos obligados a hacerles atodos el bien. Pero entre todos debemos hacerles el bien a nuestros parientes, porque, dice San Pablo (I Tim 5, 8): "Si alguno no tiene cuidado de los suyos, y sobre todo de los de su casa, es un infiel". Pues bien, entre todos nuestros allegados, los mas próximos paranosotros son padre y madre; por lo cual dice San Ambrosio: "Primero debemos amar a Dios; y en segundo lugar a padre y madre"; y esto es lo que dice (el cuarto precepto): "Honra a tu padre y a tu madre". Y de esto mismo da la razón Aristóteles, el cual dice que al gran beneficio que de ellos recibimos no podemos corresponder con igualdad, por lo cual bien puede un padre ofendido expulsar a su hijo, pero no es posible lo contrario.112 En efecto, tres cosas dan los padres al hijo.Primero, el sostén en cuanto al ser. Eccli 7, 29: "Honra atu padre, y no olvides los gemidos de tu madre. Recuerda que sin ellos tú no habrías nacido". En segundo lugar, el alimento o mantenimiento en cuanto sea necesario para la vida. En efecto, desnudo entra el hijo en este mundo, como se dice en Job 1,21; pero sus padres lo sustentan.En tercer lugar la enseñanza. Hebr 12, 9: "Hemos tenido a nuestros padres carnales para educarnos". Eccli 7, 25: "¿Tienes hijos? Instrúyelos".113 Los padres deben dar a sus hijos dos enseñanzas, porque, como se dice en Prov 22, 6, "Instruye al niño en su camino, que aun de viejo no se apartará de él"; y en Lamentaciones de Jeremías 3, 27: "Bueno es que el hombre soporte el yugo desde la mocedad". Y estas son las enseñanzas de Tobías a su hijo (Tobías IV), a saber: "el temor de Dios y la abstención de todo pecado". Lo cual es contra aquellos que se deleitan con las maldades de sus hijos. Pero, como se dice en Sab 4, 6: "Todos los hijos que nacen de padres inicuos son contra sus padres testigos de su iniquidad". Por eso Dios castiga el pecado en el hijo, como se dice en Exod 20, 5.114 Así es que los hijos reciben de sus padres el ser, el sustento y la educación. Y por deberles a ellos el ser, debemos honrarlos más que a señores de quienes recibimos solamente bienes, pero menos que a Dios, de quien tenemos el alma. Eccli 3, 8-10: "El que teme al Señor honra a sus padres, y sirve como a señores a quienes lo engendraron, de obra y de palabra y con toda paciencia. Honra a tu padre y a tu madre, para que venga sobre ti la bendición de Dios". Y así te honras a ti mismo, porque como se dice en Eccli 3, 13: "la gloría del hombre viene del honor de su padre, y es deshonra del hijo el padre sin honor".115 Así también, por darnos ellos el sustento durante nuestra niñez, nosotros debemos dárselo en su ancianidad. Eccli 3, 14-15: "Hijo, acoge a tu padre en su ancianidad, y no lo contristes durante su vida; y si pierde la razón, sé indulgente, y no lo desprecies por tu vigor". Ibid. 18: "¡De qué mala reputación es el que abandona a su padre! ¡y es maldito el que exaspera a su madre!".Para vergüenza de los que hacen lo contrario, Casio-doro escribe en Epistolis, lib. 2, que las cigüeñas, cuando sus padres, por su vejez avanzada, sueltan las alas, ni pueden ser aptos para transportar sus propios alimentos, abrigando con sus plumas los miembros de sus padres, restauran con alimentos los cuerpos flojos, y con piadosa mudanza los jóvenes devuelven lo que de pequeños recibieron de sus padres.116 Además, en tercer lugar, por habernos instruido, debemos obedecerles. Colos 3, 20: "Hijos, obedeced a vuestros padres en todo", menos, es claro, en lo que sea contra Dios. Le dice San Jerónimo ,a Heliodoro: "En este caso, la única clase de piedad es ser cruel". Luc 14, 26: "Si alguno no aborrece a su padre y a su madre... no puede ser mi discípulo". En efecto, Dios es más verdaderamente nuestro padre. Deut 32, 6: "¿Acaso no es El tu padre, el que por Sí mismo te hizo y te creó?".117 "Honra a tu padre y a tu madre". Entre todos los preceptos sólo a éste se agrega: "para que tengas larga vida sobre la tierra". Y esto es así para que no se crea que por ser algo natural no se deba un premio a quienes honran a sus padres.118 Pero es de saberse que para quienes honran a sus padres se prometen cinco cosas deseables.a) Lo primero es la gracia en el presente, y la gloria en el futuro, que son en extremo deseables. Eccli 3, 9: "Honra a tu padre para que venga sobre ti la bendición de Dios, y su bendición permanecerá hasta el fin". Lo contrario es debido a los que maldicen sus padres; y aun en la ley son malditos de Dios, como se dice en Deut 27; y en Luc 16, 10 se dice: "El que es injusto en las cosas pequeñas lo será también en las mayores".Pero la vida natural es como nada en comparación con la vida de la gracia. Así es que si no reconoces el beneficio de la vida natural que tienes de tus padres, indigno eres de la vida de la gracia, que es mayor, y en consecuencia de la vida de la gloria, que es la máxima.119 b) La segunda cosa deseable es la vida: por lo cual "para que tengas larga vida sobre la tierra". Se dice en Eccli 3, 7: "El que honra a su padre tendrá larga vida". Y observa que una vida es larga cuando es llena, pues no se mide por el tiempo sino por la acción, según Aristóteles. Pues bien, es llena la vida cuando es virtuosa. Por lo cual el virtuoso y santo vive largo tiempo, aun cuando muera pronto corporalmente. Por lo cual se dice en Sab 4, 13-14: "Perfecto en breve, completó una larga vida, pues su alma era grata a Dios".Por otra parte, excelente negocio hace el que cumple en un día tanto cuanto otro en un año. Y nótese que a veces ocurre que una más larga vida es causa de la muerte corporal y espiritual, como le ocurrió a Judas. Es, pues, un premio la vida corporal.120 Pero lo contrario, es decir, la muerte obtienen los que ultrajan a sus padres. En efecto, de ellos tenemos la vida, como los soldados reciben del rey un feudo; y por eso, así como es justo que se les quite el feudo por una traición, así también a éstos la vida por el ultraje inferido a los padres. Prov 30, 17: "Que el ojo del que injuria a su padre y que desprecia el parto de su madre, sea agujerado por los cuervos de los torrentes y lo devoren los aguiluchos". Por aguiluchos se entienden los reyes y los príncipes, y por cuervos sus oficiales. Y si a veces no son castigados corporalmente, sin embargo no pueden huir de la muerte espiritual.121 Por esto un padre no debe dar demasiado poder a sus hijos. Eccli 33, 21: "Mientras sobrevivas y alientes, que nadie te substituya"; además, ibid. 20: "Ni al hijo, ni a tu mujer, ni a tu hermano, ni al amigo des poder sobre ti en tu vida, ni les entregues tus bienes durante tu vida, no sea que te arrepientas".122 c) Lo tercero es tener hijos agradecidos y gratos. En efecto, es natural que el padre amase una ri-queza para sus hijos, pero no al contrario. Eccli 3, 6: "El que honra a su padre, encontrará su gozo en sus hijos". Mt 7, 2: "Con la medida con que midiereis seréis medidos".123 d) Lo cuarto es una buena reputación. Eccli 3, 13: "La gloria del hombre procede de la honra de su padre"; y de nuevo, 3, 18: "¡Qué infame es el que abandona a su padre!".124 e) Lo quinto es tener riquezas. Eccli 3, I I: "Labendición del padre afianza la casa de los hijos; pero lamaldición de la madre la destruye desde sus cimientos".125 "Honra, a tu padre y a tu madre". Debe notar se que no se dice que alguien sea padre sólo por razón de la generación carnal; sino que algunos son llamados padres por otras varias razones, y a cada uno de ellos se le debe cierto respeto.En efecto, se llama padres a los Apóstoles y a otros santos por su doctrina y el ejemplo de su fe. Dice el Apóstol en I Cor 4, 15: "Porque aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, pues yo os engendré en Jesucristo por el Evangelio". Y por eso se dice en Eccli 44, I: "Alabemos a nuestros padres y gloriosos varones en su siglo". Pero no los alabemos con la boca, sino imitándolos. Y esto se hace si no se halla en nosotros lo contrario a lo que en ellos alabamos. Hebr 13, 7: "Acordaos de vuestros pastores... y considerando el fin de su vida, imitad su fe".126 Se llama también padres a los prelados; y se les debe venerar, porque son ministros de Dios. Luc 10, 16: "El que a vosotros oye a Mí me oye; el que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia". Y por eso debemos honrarlos obedeciéndoles: dice el Apóstol en Hebr13, 17: "Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos"; y dándoles el diezmo: Prov 3, 9: "Honra a Dios de tu hacienda, y da a los pobres de las primicias de tus frutos".127 Igualmente a reyes y príncipes: 4 Reyes 5, 13: "Padre, aunque sea difícil lo que os mandó el Profetaciertamente deberíais cumplirlo"; a quienes se les llamapadres porque deben velar por el bien del pueblo. Y a éstos los honramos por la sujeción: Rom 13, I: "Todos habéis de estar sometidos a las autoridades superiores". Y esto no sólo por el temor sino por amor; no sólo por la razón, sino también por la conciencia. Y la razón de esto es que según el Apóstol (Rom 13, I), toda potestad viene de Dios; y por eso se les debe dar lo que se les debe, y así: "al que tributo, tributo; a quien renta, renta; a quien temor, temor; a quien honor, honor". Rom 13, 7.-Prov 24, 21: "Hijo mío, teme al Señor y al rey".128 Igualmente a los benefactores. Eccli 4, 10: "Sed misericordiosos con los huérfanos como un padre"; por que lo propio de un padre es hacerles el bien a sus hijos. Y por eso nosotros debemos corresponder haciendo el bien. Eccli 29, 20: "No olvides el beneficio de tu fiador". En efecto, a los ingratos les ocurre aquello de la Sabiduría 16, 29: "La esperanza del ingrato se derrite como la nieve de invierno".129 También por la edad. Deut 32, 7: "Pregunta atu padre, y te instruirá; a tus mayores, y te dirán". Lev 19, 32: "Ante una cabeza blanca levántate, y honra lapersona del anciano". Eccli 32, 13: "En medio de los grandes no te adelantes a hablar, y donde hay ancianos no hables mucho". Ibid. 9: "Escucha en silencio; y por tu respeto te sobrevendrá mucha gracia".130 Así es que todos estos deben ser venerados, porque todos tienen cierta semejanza con el Padre que está en los cielos. Y de ellos dice el Señor en Lucas 10, 16: "Quien a vosotros desprecia, a Mí me desprecia".
131 En la ley divina, por la que se nos ordena el amor de Dios y del prójimo, se prescribe, no sólo hacer el bien, sino también evitar el mal. Ahora bien, entre otros, el mayor mal que se puede hacer al prójimo es matarlo; y esto se prohíbe con estas palabras: "No matarás".132 Con relación a este precepto se yerra de tres maneras. En efecto, algunos dijeron que no es lícito matar ni siquiera a los animales. Pero esto es falso, porque no es pecado usar de ellos, que están sujetos al poder del hombre. Es igualmente del orden natural que las plantas sirvan de alimento a los animales, y algunos animales de alimento de otros, y todo para la alimentación del hombre. Gen 9, 3: "Os he entregado todo y asimismo la verdura de las plantas". Y Aristóteles dice en su Política que la caza es como una guerra justa. Dice el Apóstol en I Cor 10, 25: "Todo cuanto se vende en el mercado, comedio sin preguntar nada por motivo de conciencia". Así es que no matarás a los hombres.133 Otros dicen que este mandamiento prohibe de manera absoluta el matar a un hombre. Por lo cual dicen que los jueces seculares son homicidas que condenan a otros según las leyes. Contra ellos dice San Agustín que por este precepto Dios no se quitó a Sí mismo el poder de matar. Por lo cual dice el Deuteronomio, 32, 39: "Yo mataré y daré la vida". Así es que para los que matan por mandato de Dios es algo lícito, porque entonces es Dios quien lo hace. En efecto, toda ley *es un mandato de Dios. Prov 8, 15: "Por mí reinan los reyes y los legisladores ordenan lo que es justo". Y el Apóstol dice en Rom 13, 4: "Si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada, pues ministro de Dios es". Y a Moisés también se le dijo, Exod 22, 18: "No dejarás con vida a los malvados". En efecto, lo que le es lícito a Dios, les es lícito también a sus ministros, por mandato de El mismo. Ahora bien, es evidente que siendo Dios el autor de las leyes, no peca infligiendo la muerte a causa del pecado. Rom 6, 23: "La soldada del pecado es la muerte". Luego tampoco peca su ministro. Así es que este es el sentido (del precepto): "No matarás" por tu propia autoridad.* Si es justa.134 Pero otros dijeron que con decir "no matarás" se prohíbe matar a otro; por lo cual decían que es lícito matarse uno a sí mismo. En efecto, tal cosa sabemos de Sansón, Jueces 16, y de Catón, y de algunas vírgenes que se arrojaron a las llamas, según relata San Agustín en el libro I de La Ciudad de Dios. Pero a esto responde allí mismo San Agustín diciendo: "El que se mata, ciertamente mata a un hombre". Y si no es lícito matar a un hombre sin la autoridad de Dios, luego tampoco a sí mismo, si no es con la autoridad dé Dios, o por inspiración del Espíritu Santo, como se dice de Sansón. Así es que "no matarás".135 Es de saberse también que de muchas maneras puede ser homicida el hombre.Primero por su propia mano. Isaías I, 15: "Vuestras manos están llenas de sangre": lo cual no es sólo contra la caridad, que ordena que ames al prójimo como a ti mismo: I Juan 3, 15: "Todo homicida no tiene en sí la vida eterna": sino que peca también contra la naturaleza, porque, como dice el Eclesiástico, 13, 19: "todo animal ama a su semejante". Por lo cual dice el Éxodo, 21, 12: "El que hiera mentalmente a otro será castigado con la pena de muerte". Y este es ciertamente más cruel que el lobo, del cual se dice en el libro IV "De los animales" (de Aristóteles) que si al lobo se le da carne de lobo, no la come.También con la boca. Y esto lo hace aconsejando a alguien contra otro, desafiándolo, acusándolo y calumniándolo. Los dientes de los hijos de los hombres, dice el Salmo 56, 5, son "lanzas y saetas, y su lengua es tajante espada".En tercer lugar ayudando. Prov I, 15: "Hijo mío, no andes con ellos... porque sus pies corren al mal y se apresuran a derramar sangre".También con el consentimiento. Rom I, 32: "Son dignos de muerte no sólo quienes las hacen sino también quienes aprueban a quienes las hacen". Pues de cierta manera consientes si puedes impedirlo: Prov 24, II: "Libra a los que son llevados a la muerte"; asimismo si teniendo medios para socorrerlos no lo haces por negligencia o por avaricia. Dice San Ambrosio: "Alimenta al que muere de hambre; si no te importa, lo mataste".136 Y debe saberse que algunos matan solamente el cuerpo, como ya se dijo; otros, el alma, arrebatando la vida de la gracia, o sea, arrastrando al pecado mortal. Juan 8, 44: "El es homicida desde el principio", esto es, en cuanto movió al pecado. Otros, empero, de las dos maneras, y esto doblemente. Primeramente matando a las mujeres encintas, pues así se mata a los infantes en cuerpo y alma.* En segundo lugar matándose uno mismo.* Esto último en cuanto se impide su bautismo. 137 "No matarás". En el Evangelio, Mateo 5, Cristo enseña que nuestra justicia debe ser mayor que lajusticia de la ley. Por lo cual enseña a los cristianos aguardar los mandatos de la ley más perfectamente que como la guardaron los judíos. Y la razón de esto es que con un esfuerzo mayor se gana una recompensa más grande. 2 Cor 9, 6: "El que poco siembra, poco cosecha". En efecto, en la ley se prometían bienes temporales y terrenos: Isaías I, 19: "Si queréis escucharme comeréis los bienes de la tierra"; pero en nuestra ley se prometen los bienes celestiales y eternos. En consecuencia, por ser mayor la merced 'que se espera, debe abundar la observancia de los mandamientos.138 Ahora bien, entre los otros preceptos, el Señor hace mención de éste, diciendo en Mt 5, 21-22: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás. Mas yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio", es decir, condenado a la pena pronunciada por la ley. En Éxodo 21, 14 se dice: "Si de propósito mata un hombre a su prójimo traidoramente, de mi altar mismo lo arrancarás para darle muerte".139 Ahora bien, de cinco maneras debe cada quien guardarse de la cólera.A) Primeramente no se debe dejar llevar de ella fácilmente. Santiago I, 19: "Que todo hombre sea pronto para escuchar, mas tardo para hablar y tardo para airarse". Y la razón de ello es: a) que la ira es un pecado, y Dios lo castiga.140 Pero ¿acaso toda ira es contraria a la virtud?Sobre esto hay dos opiniones. En efecto, los estoicos dijeron que ninguna pasión tiene cabida en el sabio;por el contrario, enseñaban que la verdadera virtud se da en el reposo del espíritu. Pero los peripatéticos enseñaron que la ira tiene cabida en el sabio, pero moderada: y esta opinión es más verdadera.Y esto se prueba primeramente por autoridad, porque en los Evangelios encontramos que estas pasiones se le atribuyen a Cristo, en quien tenemos la plenitud y la fuente de la sabiduría.En seguida se prueba por la razón: porque si todas las pasiones fuesen contrarias a la virtud, algunas potencias del alma serían inútiles, y aun nocivas al hombre, porque ningún acto les convendría; y así la potencia irascible y la concupiscible le habrían sido dadas inútilmente al hombre.141 Por lo cual debemos decir que a veces la iraes una virtud, y a veces no. En efecto, en tres sentidos debe tomarse.Primeramente según consiste en el solo juicio de la razón sin emoción del alma; y ésta no se llama propiamente ira, sino juicio. Y así se dice que Dios se irrita al castigar a los malos. Miq 7, 9: "Habré de soportar la ira del Señor porque pequé contra El".En segundo lugar, según es una pasión, y ésta reside en el apetito sensitivo. Y es doble: porque a veces se ordena por la razón y se contiene dentro de los términos de la razón, como cuando alguien se irrita cuando debe y en cuanto debe y por lo que debe irritarse, etc.: y entonces es un acto de virtud y se le llama celo. Por lo cual Aristóteles dice que la mansedumbre no consiste en no irritarse de ninguna manera. Así es que esta ira no es pecado.142 Y hay una tercera ira, que evita el juicio de la razón, y ésta siempre es pecado; pero a veces venial, y a veces mortal; y esta diferencia depende de lo que a la ira incita, que a veces es venial y a veces es mortal.143 El pecado mortal es doble: o lo es por su naturaleza, o lo es por las circunstancias. Mas es claro que el homicidio es por su naturaleza un acto de pecado mortal, porque va directamente contra un precepto divino. Y por eso el consentir en el homicidio es un pecado mortal por su naturaleza: porque si el acto es mortal, también será mortal el consentimiento en ese acto. Sin embargo, a veces el pecado es mortal por su naturaleza, pero el movimiento no es pecado mortal porque le falta el consentimiento; y por lo tanto, si se despierta un movimiento de concupiscencia para fornicar, y no consentimos, no es pecado mortal.Lo mismo con la cólera: en efecto, es un movimiento para vengar una injuria inferida, pues esto es lo propio de la ira. Pues bien, si este movimiento es tan violento que arrastre la razón, entonces es pecado mortal; pero si la razón no se ha pervertido hasta dar su consentimiento, entonces es pecado venial. Mas si el movimiento no es por su naturaleza un pecado mortal, entonces, aunque haya consentimiento, no hay pecado mortal.Así es que lo que dice el Señor: "Aquel que se aira contra su hermano merece ser condenado por el tribunal" debe entenderse del movimiento que intenta un daño grave, movimiento que es pecado mortal, porque hubo allí consentimiento. Eclesiastés 12, 14: "Dios ha de juzgar cuanto se haya hecho, sea bueno, sea malo".144 b) La segunda razón por la que no debemos dejarnos llevar fácilmente de la ira es que todo hombre ama la libertad y odia la esclavitud. Pues bien, el poseído de la ira no es dueño de sí mismo. Prov 27, 4: "¿Quién podrá soportar el ímpetu del hombre excitado?"; y 27, 3: "Pesada es la piedra, pesada la arena;pero la ira del necio es más pesada que ambas cosas".145 B) En segundo lugar debe tener cuidado en no permanecer largo tiempo en estado de cólera. Salmo 4, 5: "Enojaos, pero no pequéis"; Ef 4, 26: "Que no se ponga el sol sobre vuestra iracundia".Y la razón de ello la da el Señor en el Evangelio, diciendo, Mt 5, 25: "Muéstrate conciliador con tu adversario mientras vas con él en el camino, no sea que te entregue al juez, y seas puesto en prisión. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo".146 C) En tercer lugar debe cuidar de no dejarse llevar por la ira.Primeramente en el corazón, cosa que hace cuando cae en el odio. En efecto, la distinción entre ira y odio esté en que la ira es repentina y el odio es duradero, y por eso éste es pecado mortal. I Juan 3, 15: "El que odia a su hermano es homicida". Y la razón de ello es que despojándose de la caridad se mata a sí mismo y mata al otro. Dice San Agustín en su Regla: "No tengáis pleito alguno, o terminadlo rápidamente, no sea que la ira crezca hasta el odio y que de una paja se haga una viga, y el alma se vuelva homicida". Prov 15, 18: "El iracundo promueve contiendas". Gen 49, 7: "Maldita sea su cólera por pertinaz, y su enojo por inflexible". 147 D) En cuarto término debe cuidar de no llegar a las palabras. Prov 12, 16: "El insensato muestra al instante su cólera". Y la puede mostrar de dos maneras: a saber, injuriando y hablando orgullosamente.En cuanto a lo primero dice el Señor en Mt 5, 22: "El que le dijere a su hermano ¡loco! será reo de la gehena de fuego. Y el que le dijere ¡raca! será reo ante el Sanhedrín". Prov 15, I: "Una respuesta blanda calma la ira; una palabra áspera enciende la ira".148 E) En quinto término debe cuidar de no llegar a los hechos. En efecto, en todas nuestras acciones de-bemos observar dos cosas, a saber, obrar con justicia y con misericordia. Y la ira impide ambas cosas: "la cólera del hombre no obra la justicia de Dios", como dice el Apóstol Santiago, I, 20: en efecto, aunque quisiera, no le es posible. Por lo cual cierto filósofo le dijo a un ofensor suyo: "Te castigaría si no estuviera enojado". Prov 27, 4: "Cruel es la ira, furiosa la cólera". Gen 49, 6: "En su furor degollaron a un hombre".149 Por lo cual Cristo no sólo nos enseñó guardarnos del homicidio, sino también de la ira. En efecto, el buen médico no sólo suprime el mal que aparece sino que también arranca la raíz del mal, no sea que retoñe: por lo cual quiere que nos abstengamos de las causas de los pecados, y por lo tanto de la cólera, que es la causa del homicidio.
DEL SEXTO MANDAMIENTO"No adulterarás". (Ex 20,14).
DEL SEXTO MANDAMIENTO"No adulterarás". (Ex 20,14).
150 Tras de la prohibición del homicidio se prohíbe el adulterio; y justamente, porque marido y mujer son como un solo cuerpo. "Serán (dijo el Señor, Gen 2, 24) dos en una sola carne". Por lo cual después de la injuria que se infiere a una persona no hay otra mayor que la que se infiere al cónyuge. El adulterio se le prohíbe a la esposa y al esposo.A) Pero primero debemos hablar del adulterio de la esposa, porque parece que ésta comete mayor pecado.151Al adulterar la mujer comete tres pecados graves. Los insinúa el Eclesiástico, 23, 32-34: "Cualquier mujer que abandona a su marido... en primer lugar desobedeció la ley del Altísimo, en segundo lugar pecócontra su marido, y en tercer lugar se ha manchado con el adulterio y se ha dado hijos de varón extraño".Así pues, primeramente peca por infidelidad, porque se hizo infiel a la ley: en efecto, el Señor prohíbe el adulterio. Además, lo hace contra un decreto de Dios, Mt 19, 6: "A quienes Dios unió no los separe el hombre". Además, contra los ordenamientos de la Iglesia y contra el sacramento. En efecto, el matrimonio se efectúa en presencia de la Iglesia, por lo cual se pone a Dios como testigo y garante de la fidelidad jurada: Mal 2, 14: "Dios es testigo entre tú y la mujer de tu juventud, a la que tú has despreciado". Así es que se peca contra la ley, contra el reglamento y contra el sacramento de Dios.152 En segundo lugar peca por traición, porque deja a su marido. Dice el Apóstol en I Cor 7, 4: "La mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido". Por lo cual ni siquiera puede guardar la castidad sin el consentimiento del marido. Y por lo mismo, si adultera, comete traición, al entregarse ella misma a un extraño, como el esclavo que se entrega a otro dueño. Prov 2, 17: "Deja al compañero de su mocedad, y olvida laalianza de su Dios".153 En tercer lugar (peca) porque comete un robo, pues se da hijos de un extraño; y este es el robo máximo, porque da toda la herencia a hijos extraños.Y obsérvese que tal mujer debería ver la manera de que los hijos se hiciesen religiosos o que hicieren alguna otra cosa de modo que no heredaran de los bienes del marido. Así es que la mujer adúltera es sacrílega, traidora y ladrona.154 B) Pero los varones no pecan menos que las mujeres, aunque a veces se hacen ilusiones. Lo cual es evidente por tres motivos: Primeramente por razón de la igualdad, porque "el varón no es dueño de su propio cuerpo, sino la mujer", como se dice en I Cor 7, 4: por lo cual ninguno de los dos puede hacer nada sin el consentimiento del otro en cuanto al matrimonio. Y para darlo a entender, Dios no formó a la mujer de un pie o de la cabeza, sino de un costado. Y por eso nunca tuvo el matrimonio una condición perfecta sino en la ley de Cristo; porque un solo judío tenía muchas mujeres, pero la mujer no tenía muchos maridos, por lo cual no había igualdad.155 En segundo lugar, por la fortaleza del varón;porque la pasión propia de las mujeres es la concupiscencia: I Pedro 3, 7: "Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a delicado vaso más frágil, honrándolas". Por lo cual si exiges de tu mujer lo que tú no quieres observar, quebrantas la fidelidad.156 En tercer lugar por su autoridad, porque el varón es la cabeza de la mujer: por lo cual las mujeres no deben hablar en la Iglesia, sino preguntar al marido en casa, como se dice en I Cor 14. Es pues el marido el maestro de la mujer; por lo cual Dios dio su precepto al varón. Ahora bien, más peca el sacerdote que el laico, el Obispo más que el sacerdote, si no observan lo que deben, porque a ellos les pertenece el enseñar alos demás. De manera semejante, si el varón peca, quebranta la fe no guardando lo que debe.Sin embargo, atiendan las esposas a lo que dice Cristo en Mt 23, 3: "Haced y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras".157 "No adulterarás". Como está dicho, tanto a los varones como a las mujeres Dios les prohibió el adulterio. Pero debe saberse que aun cuando algunos creen que el adulterio es pecado, sin embargo no creen que sea pecado mortal la simple fornicación. Contra ellos dice el Apóstol en Hebr 13, 4: "Dios condenará a fornicadores y adúlteros"; y en I Cor 6, 9: "No os engañéis: ni los fornicarios, ni los adúlteros, ni los muelles, ni los sodomitas poseerán el reino de Dios". Ahora bien, a nadie se excluye del reino de Dios sino por el pecado mortal. Luego es pecado mortal (la fornicación).158 Pero quizá digáis: no hay razón para que seapecado mortal por no darse un cuerpo propiedad de una mujer, como en el adulterio. Respondo que si no se da un cuerpo propiedad de una mujer, sin embargo se da un cuerpo de Cristo, que se le dio y consagró en el bautismo. Así pues, si nadie debe hacer injusticia contra su mujer, con mayor razón tampoco contra Cristo. I Cor 6, 15: "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una meretriz? Ni lo quiera Dios". Es pues una herejía decir que la simple fornicación no es pecado mortal.159 Por lo cual conviene saber que con el precepto de "no adulterarás", se prohíbe no sólo el adulterio sino toda corrupción carnal, excepto los actos del matrimonio.160 Además debe saberse que algunos dicen que launión del varón y la esposa no es sin pecado; lo cual es herético. Dice el Apóstol en Hebr 13, 4: "El matrimonio sea tenido por todos en honor, y el lecho conyugal sin mancha". Ahora bien, tal unión no sólo se hace aveces sin pecado, sino que también es para merecer lavida eterna los que poseen la caridad; a veces se hace con pecado venial; a veces con pecado mortal.En efecto, cuando es con la intención de procrear un hijo, entonces es una obra de virtud; cuando es con la intención de pagar el débito, también entonces es una obra de justicia; mas cuando es un modo de ejercitar la sensualidad, entonces es con pecado venial, si no traspasa los límites del matrimonio; y cuando los traspasa, de modo que si pudiera se pasaría a otra mujer, entonces es mortal.** La regla de S.S. Paulo VI ha sido siempre la de la Iglesia y es definitiva: todo acto conyugal debe estar abierto mental, intencionalmente a la concepción, sin echar mano de ningún recurso artificial para evitarla. Además, no pueden los esposos limitar arbitrariamente el número de hijos ni siquiera echando mano del recurso lícito del ritmo, que deja de ser lícito en ese caso. Jamás debe olvidarse que el fin específico del matrimonio es la procreación (N. del Traductor).161 Mas debe saberse que el adulterio y la fornicación se prohíben por muchas razones. En efecto, primeramente dan muerte al alma. Prov 6, 32: "El adúltero pierde el alma por pobreza del espíritu". Y dice "por pobreza del espíritu", lo que ocurre cuando la carne domina al espíritu.En segundo lugar priva de la vida: en efecto, el adúltero debe morir según la ley, como se dice en el Le-vítico 20 y en Deut. 22. Y que a veces no sea castigado corporalmente es para su mal; porqué la pena corporal que se sufre con paciencia es para la remisión de los pecados; pero será castigado en seguida en la vida futura.En tercer lugar disipa sus bienes. Por lo cual en Lc 15, 13 se cuenta que el hijo pródigo disipó su hacienda viviendo lujuriosamente. Eccli 9, 6: "De ninguna manera te entregues a meretrices, para que no te pierdas y pierdas tu hacienda".En cuarto lugar, hace despreciables a sus hijos. Sab 3, 16-17: "Los hijos de los adúlteros serán destruidos, y la raza que procede del lecho criminal será exterminada; y si algunos viven largamente, serán tenidos en nada, y sin honor". I Cor 7, 14: "De otro modo vuestros hijos serán impuros, y ahora son santos". En la Iglesia no se les honra, si es que pueden sin deshonra ser clérigos.En quinto lugar, deshonra, y especialmente a las mujeres. Eccli 9, 10: "Toda mujer pública es pisoteada como el estiércol en el camino"; y del varón se dice en Prov 6, 33: "Va acumulando para sí oprobios e ignominias, y jamás se borrará su infamia". Gregorio dice también que los pecados carnales son más infamantes pero menos culpables que los espirituales. Y la razón es que el pecado carnal es común con las bestias. Salmo 48, 21: "El hombre, constituido en dignidad, no entiende: se ha igualado con los insensatos jumentos, y se ha hecho ellos".
DEL SÉPTIMO MANDAMIENTO"No hurtarás". (Ex 20,15).
DEL SÉPTIMO MANDAMIENTO"No hurtarás". (Ex 20,15).
162 El Señor ha prohibido en su ley principalmente la ofensa al prójimo: y primeramente la ofensa a la propia persona, cuando dice: "No matarás"; en segundo lugar, en el consorte, cuando dice: "No adulterarás";en tercer lugar, en las cosas, y aquí dice: "No hurtarás".163 Y debe saberse que por este precepto se prohibe toda manera injusta de quitar un bien. En efecto, de muchas maneras se comete el hurto.Primera: tomando ocultamente. Mt 24, 43: "Si el padre de familia supiera a qué hora vendría el ladrón...": y esto es vituperable porque es una especie de traición. Eccli 5, 17: "Sobre el ladrón vendrá la confusión".164 Segunda: arrebatando violentamente: y esta es mayor injusticia. Job 24, 9: "A viva fuerza saquearon a los huérfanos". Entre ellos se hallan los príncipes yreyes malos. Sof 3, 3: "Sus príncipes están en medio de ella como leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos, que nada dejan para la mañana". En efecto, éstos obran contra la intención del Señor, que quiere un reino justo y que dice, Prov 8, 15: "Por mí reinan los reyes y los legisladores ordenan lo que es justo". Y tales injusticias a veces las cometen a modo de hurto, a veces con violencia. Isaías I, 23: "Tus príncipes son prevaricadores, compañeros de bandidos: todos aman las dádivas y van tras los presentes". A veces componen y estatuyen leyes sólo para lucrar. Isaías 10, I: "¡Ay de aquellos que establecen leyes inicuas!", y San Agustín dice que todo mal gobierno es un robo. Por lo cual dice: "¿Qué son los reinos sino latrocinios?".165 Tercera: no pagando el salario. Lev 19, 13: "No retendrás el salario de tu jornalero hasta el siguiente día". Y por esto se entiende que el hombre debe dar a cada quien lo suyo, ya sea príncipe, ya prelado, yaclérigo, etc. Rom 13, 7: "Pagad a todos lo que se les debe: a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana". En efecto, estamos obligados a pagar estipendio a los reyes que custodian nuestra paz.166. Cuarta: defraudando en los tratos. Por lo cual se dice en Deut 25, 13: "No tendrás en tu bolsa diferentes pesas"; y Lev 19, 35-36: "No cometáis injusticia en el juicio, en la regla, en el peso, en la medida. La balanza sea justa y cabales las pesas, justo el modio y el sextario". Prov 20, 23: "Abominables son al Señor las pesas falsas; mala cosa es la balanza infiel". Esto es también contra los taberneros, que mezclan el agua con el vino. También con esto se prohíbe la usura. Salmo 14, I: "¿Quién habitará en tu tabernáculo, o quién descansará en tu monte santo?"; y luego, 5: "El que no da a usura su dinero". Esto es igualmente contra los cambistas, que cometen muchos engaños, y contra los vendedores de paños y de otros objetos.167 Pero quizá digas: ¿Por qué no he de hacer con el dinero como con un caballo o una casa? Debe responderse que cometen pecado los que venden dos veces una cosa. Ahora bien, en la casa hay dos cosas, a saber: la casa misma y el uso. En efecto, una cosa es poseer la casa, y otra usar de ella; por lo cual separadamente puedo vender el uso sin vender la casa; y así en todas las cosas semejantes. Por lo cual si hay cosas que valen por su solo uso, y su uso las destruye, no puede hacerse con ellas lo que con la casa. En efecto, usamos del dinero gastándolo, y del trigo consumiéndolo; por lo cual, si vendes su uso, vendes dos veces.168 Quinta: comprando dignidades, o temporales o espirituales. Acerca de lo primero, Job 20, 15: "Vomitará las riquezas que devoró, y de su vientre se las arrancará Dios". En efecto, todos los tíranos que por la fuer-za sujetan reinos o provincia o feudo, ladrones son, y todos ellos están obligados a la restitución. Acerca de lo segundo, Juan 10, I: "En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador"; y por lo tanto son ladrones los simoníacos.169 "No hurtarás". Este precepto, como está dicho, prohíbe toda mala adquisición. Y muchas razones deben llevarnos a evitar eso. La primera se desprende de su gravedad. En efecto, se asimila este pecado al homicidio. Eccli 34, 25: "Es la vida de los pobres el pan que necesitan, y quien se lo quita es un hombre sanguinario"; y otra vez, Eccli 34, 27: "Hermanos son el que derrama la sangre y el que defrauda al jornalero".170 La segunda es por la clase del peligro, pues ningún pecado es tan peligroso. En efecto, ningún pecado se perdona sin satisfacción y penitencia. De todos los otros pecados se arrepiente uno rápidamente: como es claro en el caso del homicidio, cesando la ira; y en el de la fornicación, cesando la pasión de la concupiscencia, y así en los demás. Mas aunque de este pecado aveces se arrepienta uno, sin embargo, no es fácil de hacer satisfacción; sobre todo porque no sólo está obligado a satisfacer por lo robado, sino también por el daño causado al dueño con el robo; y todavía estáobligado a hacer penitencia por el pecado. Por lo cual se dice en Habacuc 2, 6: "¡Ay de aquellos que amonto-nan lo ajeno! ¿Hasta cuándo acumulará contra sí el denso cieno?". Dice que es un denso cieno, del que no fácilmente se libra el hombre.171 Tercera: de la inutilidad de tales bienes. En efecto, no son útiles espiritualmente. Prov 10, 2: "No aprovecharán los tesoros de la iniquidad"; porque las riquezas aprovechan espiritualmente por las limosnas ysacrificios: Prov 13, 8: "Las riquezas del hombre son para el rescate de su vida"; pero de las que no son propias se dice en Isaías 61,8: "Yo, el Señor, amo la justicia y odio la rapiña en el holocausto". Eccli 34, 24: "El que ofrece un sacrificio con los bienes de los pobres es como el que degüella un hijo delante del padre". Y tampoco aprovechan temporalmente, porque duran poco.Habac 2, 9: "Ay del que amase frutos de avaricia, paramal de su propia casa... y cree que así se librará de las garras del mal". Prov 28, 8: "Quien amontona riquezas con usura e intereses injustos, las allega paraotro que será liberal con los pobres". Prov 13, 22: "Parael justo se reservan los bienes del pecador".172 Cuarta: por la singularidad del daño: hacen perder los demás bienes, pues son como fuego mezclado a la paja. Job 15, 34: "El fuego devorará las moradas de los que gustan de recibir presentes". Sábete, además, que el ladrón no sólo pierde su alma, sino también las de sus hijos, porque éstos tienen la obligación de restituir.
DEL OCTAVO MANDAMIENTO"No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". (Ex 20,16).
DEL OCTAVO MANDAMIENTO"No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". (Ex 20,16).
173 Ya tiene prohibido el Señor que nadie ofendaa su prójimo de obra; ahora preceptúa que tampoco se le ofenda de palabra, o sea: "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". Ahora bien, esto puede ser de dos maneras: o en un proceso, o en la conversación corriente.174 En un proceso, de tres maneras, según lo que tres personas pueden obrar contra este precepto. La primera persona, acusando falsamente: Lev 19, 6: "No seas calumniador ni chismoso entre el pueblo". Y observa que así como no debes decir falsedad, tampoco debes callar la verdad. Mt 18, 15: "Si tu hermano pecare contra tí, ve y repréndele".175 También la persona del que testifica mintiendo. Prov 19, 5: "El testigo falso no quedará impune". En efecto, este precepto incluye todos los precedentes, porque ese tal a veces es homicida, a veces ladrón, etc.Y éstos deben ser castigados con la pena de la que se dice en Deut 19, 18, 19, 21: "Si después de una escrupulosa investigación, averiguasen que el falso testigo ha dicho mentira contra su hermano, le harán a él lo que él pensaba que se le hiciera a su hermano... No te compadecerás de él, sino que le exigirás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie"; y Prov 25, 18: "El hombre que rinde falso testimonio contra su prójimo es un dardo, una espada y aguda saeta".176 También la persona del juez que sentencia in justamente. Lev 19, 15: "No juzgarás injustamente. No tengas miramiento con la persona del pobre, ni honres la cara del poderoso. Juzga a tu prójimo con justicia".177 En la conversación ordinaria suelen pecar contra este precepto cinco clases de hombres. A saber, los detractores. Rom I, 30: "Los detractores le son odiosos a Dios". En efecto, dice que "le son odiosos a Dios" porque nada aprecia tanto el hombre como su reputación. Ecli 7, 2: "Vale más el buen nombre que los perfumes preciosos". Prov 22, I: "Vale más el buen nombre que muchas riquezas". Pues bien, eso lo arrebatan los detractores. Ecli 10, II: "El que ocultamente habla mal, no hace menos daño que la serpiente que muerde sin hacer ruido". Por lo cual si no restituyen la fama, no pueden salvarse.178 También el que gustosamente escucha a los detractores. Eccli 28, 28: "Pon a tus orejas una cerca de espinas, y no des oído a la lengua malvada, y pon puertas a tu boca y cerraduras a tus orejas". Pues no debe el hombre oír complaciente a tales gentes: muy al contrario debe mostrarle al detractor un rostro triste y severo. Prov 25, 23: "El viento norte ahuyenta la lluvia, y el rostro severo la lengua detractora".179 También los chismosos, que cuentan cualquier cosa que oyen. Prov 6, 16 y 19: "Seis cosas aborrece el Señor, y otra más le es detestable: el que siembra discordias entre hermanos". Eccli 28, 15: "El murmurador y el hombre de dos lenguas es maldito, porque perturba a muchos que vivían en paz"; y por los muchos males que se siguen.180 También los halagadores, o sea, los aduladores. Salmo 10, 3: "El pecador gloriase en los deseos de su alma, y el inicuo es alabado". Isaías 3, 12: "Pueblo mío, los que te llaman bienaventurado son los que te engañan". Salmo 140, 5: "El justo me corregirá y reprenderá con misericordia; pero que el bálsamo del pecador no unja mi cabeza".181 También los murmuradores, y éstos abundan principalmente entre los súbditos. I Cor 10, 10: "Ni tampoco murmuréis". Sab I II: "Guardaos de la murmuración, la cual de nada aprovecha". Prov 25, 15: "con la paciencia se aplaca el príncipe, y la lenguablanda quebranta la dureza".182 "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Con esta prohibición prohíbase toda mentira. Eccli 7, 14: "Guárdate de proferir mentira alguna; porque el acostumbrarse a eso no es bueno". Y esto por cuatro razones.Primera: por la semejanza con el demonio. En efecto, el mentiroso se hace hijo del demonio. Porque por sus palabras se conoce de qué región y patria es un hombre: "Porque tu misma habla te da a conocer", como se dice en Mt 26, 73. Así, algunos hombres son del linaje del diablo y son llamados hijos del diablo, a saber, los que dicen mentiras; porque el diablo es mentiroso y el padre de la mentira, como se dice en Juan 8, 44. En efecto, él mintió: Gen 3, 4: "De ningún modo moriréis". Mas otros son hijos de Dios, los que dicen la verdad, porque Dios es la verdad.183 Segunda: por la disolución de la sociedad. En efecto, los hombres viven juntos, cosa que no podríaser si entre sí no dijesen la verdad. Dice el Apóstol en Ef 4, 25: "Despojándoos de la mentira, hable cada uno verdad con su prójimo, porque todos somos miembros unos de otros".184 Tercera: por la pérdida de la fama. En efecto, al que acostumbra mentir no se le cree, aunque diga laverdad. Eccli 34, 4: "¿Qué se puede purificar con lo que es inmundo? ¿Y el mentiroso qué verdad puede decir?".185 Cuarta, por la perdición del alma. En efecto, el hombre mentiroso da muerte a su alma. Sab 1,11: "Laboca mentirosa da muerte al alma". Salmo 5, 7: "Tú perderás a todos los que hablan mentira". De lo cual se desprende que es pecado mortal.186 Debes advertir que de las mentiras algunas son graves, algunas veniales.Es pecado mortal mentir en las cosas que son de fe; lo cual corresponde a los maestros y predicadores ilustres; esta es más grave que todas las otras especies de mentira: 2 Pedro 2, I: "Habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán sectas de perdición". Algunos a veces hablan así para aparecer como sabios: Isaías 57, 4: "¿De quién os burláis? ¿A quién le hacéis muecas y le sacáis la lengua? ¿No sois vosotros hijos malvados, raza de mentira?". Igualmente a veces algunos mienten para dañar al prójimo. Col. 3, 9: "No os engañéis unos a otros". Y estas dos especies de mentiras son mortales.187 Mas otros mienten en interés de sí mismos, y esto de múltiples maneras. A veces por humildad. Y a veces en la confesión. Sobre lo cual dice San Agustín: "Como se debe evitar que el hombre calle lo que haya hecho, así también que no diga lo que no haya hecho". Job 13, 7: "¿Acaso tiene Dios necesidad de vuestras mentiras?". Eccli 19, 23: "Hay quien maliciosamente se humilla; mas su interior está lleno de dolo; y hay justo que se abate excesivamente con grandes humillaciones".Algunos por un poco de vergüenza, como cuando creen decir verdad y dicen algo falso, y advirtiéndolo se avergüenzan de retractarse. Eccli 4, 30: "De ningún modo contradigas a la palabra de verdad, y avergüénzate de la mentira (fruto) de tu ignorancia".Algunos por interés, a saber, cuando quieren alcanzar algo o librarse de algo. Isaías 28, 15: "Pusimos nuestra confianza en la mentira, y nos protege la mentira". Prov 10, 4: "Quien se apoya en la mentira se alimenta de viento".Otros por conveniencia de otro, como cuando quieren librar a alguien de la muerte o de un peligro o daño; y de esto hay que cuidarse, como dice San Agustín. Eccli 4, 26: "No tengas miramientos con nadie en daño tuyo, ni mientas a costa de tu alma".Otros por juego: y esto debe evitarse, no sea que por la costumbre se llegue al pecado mortal. Sab 4, 12: "La fascinación de la frivolidad oscurece el bien".
188 He aquí la diferencia entre ley divina y ley humana: la ley humana juzga hechos y dichos; mas la divina no sólo esas cosas sino también los pensamientos. Y la razón de esto es que aquélla es dada por hombres, que juzgan lo que sale al exterior; y la divina procede de Dios, que ve lo externo y lo interno. Salmo 72, 26: "¡Oh Dios de mi corazón!". I Reyes 16, 7: "El hombre ve lo de afuera, mas Dios ve el corazón".Hemos hablado ya de los preceptos relativos a dichos y hechos; ahora hablaremos de los relativos a los pensamientos. Porque para Dios la voluntad cuenta como hecho. De allí el "no codiciarás"; o sea, no sólo no arrebates de hecho, sino que tampoco "codiciarás el bien de tu prójimo". Y esto por muchas razones.189 Primero, por la infinidad de la codicia, pues ésta es algo infinito. Ahora bien, todo hombre prudente debe tender a un fin determinado: ciertamente nadie debe ir por un camino sin fin. Eclesiastés 5, 9: "El avaro jamás se saciará del dinero". Isaías 5, 8: "¡Ay de los que ¡untáis casa con casa, y agregáis heredades a heredades". Y la razón de que la codicia nunca se sacia es que el corazón del hombre está hecho pararecibir a Dios. Por lo cual dice San Agustín en sus Confesiones, I: "Nos hiciste para ti, Señor, e inquieto estánuestro corazón hasta que descanse en ti". Por lo tanto, no puede llenarlo lo que es menos que Dios. Salmo 102, 5: "El cual sacia de bienes tu deseo".190. Segundo, porque arrebata la paz, que es harto deleitable. En efecto, los codiciosos siempre están ansiosos por adquirir lo que no tienen, y por guardar lo que tienen. Eclesiastés 5, II: "La hartura no deja dormir al rico"... Mt 6, 21: "Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón". Por lo cual Cristo -Lc 8, 14comparó las riquezas con las espinas, como dice San Gregorio. 191 Tercero, porque hace inútiles las riquezas. En efecto, hace que las riquezas no sean útiles ni para sí ni para los demás, pues no sirven sino para conservarlas. Eclesiástico 14, 3: "Al hombre codicioso y tacaño de nada le sirve la riqueza".192 Cuarto, porque suprime la equidad de la justicia. Éxodo 23, 8: "No recibas regalos, que ciegan aun a los prudentes y tuercen las sentencias de los justos". Eccli 31,5: 'El que ama el oro no será justificado".193 Quinto, porque mata la caridad del prójimo, pues, como dice San Agustín, mientras mayor es en uno la caridad, tanto menor es la codicia, y a la inversa. Eclesiástico 7, 20: "No desprecies a un queridísimo hermano por el oro"; y (mata también) la caridad de Dios, porque como nadie puede servir a dos señores, así tampoco a Dios y a las riquezas, como se dice en Mt. 6, 24.194 Sexto, porque engendra todos los pecados. En efecto, es la raíz de todos los males, según el Apóstol, como dice en I Tim 6. Y por eso, si está enraizada en el corazón, produce el homicidio y el hurto y todos los males. Y por eso dice el Apóstol en I Tim 6, 9-10: "Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones y en el lazo del diablo y en muchas codicias inútiles y nocivas, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición: porque la raíz de todos los males es la avaricia".195 Y observa que la codicia es pecado mortal cuando se desea sin razón el bien del prójimo; pero cuando se desea razonablemente, es venial.
DEL DÉCIMO PRECEPTO DE LA LEY"No desearás la mujer de tu prójimo". (Ex 20,17).
DEL DÉCIMO PRECEPTO DE LA LEY"No desearás la mujer de tu prójimo". (Ex 20,17).
196 San Juan en su Primera Epístola Canónica, capítulo II, versículo 16, dice que "todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscenciade los ojos y orgullo de la vida". Por lo cual todo lo que es deseable se encierra en estas tres concupiscencias;pero dos de ellas se entiende que están prohibidas por este precepto: "No desearás la casa de tu prójimo".Por casa se entiende la elevación por la que se designa la avaricia: Salmo III, 3: "Gloria y riquezas habrá en su casa". Porque el que desea la casa desea dignidades. Por eso después de este precepto: "No desearás la casa de tu prójimo", se pone otro, por el que se prohíbe la concupiscencia de la carne: "No desearás -dice- la mujer de tu prójimo".197 Y debe saberse que después del pecado, por lacorrupción, nadie escapa a la concupiscencia con excepción de Cristo y la Virgen gloriosa. Y cuantas veces haya concupiscencia, la hay o con pecado venial o con pecado mortal, cuando domina. Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal"; y no dice que no esté, porque, como él mismo dice en Rom 7, 18: "Pues yo sé que no hay en mí, esto es, en mi carne, cosa buena".198 Ahora bien, reina el pecado en la carne cuando primeramente reina en el corazón la concupiscenciaconsintiendo. Por lo cual añade el Apóstol: "esto es, obedeciendo a las concupiscencias de la carne". Mt 5, 28: "El que mirare a una mujer deseándola, ya adulteró en su corazón con ella". En efecto, ante Dios la intención se reputa como acción.199 Segundo, cuando domina en la boca expresando el pensamiento. Mt 12, 34: "De la abundancia del corazón habla la boca". Ef 4, 29: "Que de vuestra bocano salga ningún discurso malo". Por lo cual no sin pecado se componen canciones vanas, aun según los filósofos: porque los poetas que componen versos amatorios debían ser expulsados de las ciudades.200 Tercero, cuando se manifiesta en una obra, sirviendo a los miembros de concupiscencia. Rom 6, 19: "Así como pusisteis vuestros miembros al servicio de lainiquidad para la iniquidad". Estos son, pues, los grados de la concupiscencia.201 Y debe saberse que es necesario esforzarse mucho para huir de este pecado, por ser interior, pues muy difícil es vencer a un enemigo de casa.Mas se vence de cuatro modos.Primero, huyendo de las ocasiones exteriores, como son las malas compañías, y cuanto ocasionalmente induce a este pecado. Eccli 9, 5-9: "No pongas tus ojos en la doncella, no sea que tropieces por su belleza... No derrames la vista por las calles de la ciudad, ni andes vagando por sus plazas. Aparta tus ojos de la mujer ataviada, y no mires detenidamente a una hermosura ajena. Por la hermosura de la mujer muchos se han perdido; y por este motivo se enciende cual fuego la concupiscencia". Prov 6, 27: "¿Por ventura puede un hombre esconder el fuego en su seno sin que ardan sus vestidos?". Y por eso se le ordenó a Lot que huyera de toda la región cercana. Gen 19, 17.202 Segundo, no dando entrada a los pensamientos, porque son la ocasión de que se excite la concupiscencia. Y esto se logra mediante la mortificación de la carne: I Cor 9, 27: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco aservidumbre".203 Tercero, perseverando en la oración, porque "Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila su centinela", Salmo 126, I. Sab 8, 2 I: "Entendí que no podíaser continente si Dios no me lo concedía". Mt 17, 21: "Esta especie de demonios no se echa afuera sino por la oración y el ayuno". En efecto, si dos luchan, y quieres ayudar a uno, y al otro no, será necesario darle auxilio al primero y negárselo al segundo. Pues bien, entre el espíritu y la carne la batalla es continua, por lo cual es necesario que si quieres que venza el espíritu, le des tu auxilio a él, y esto se hace con la oración; y que se lo niegues a la carne, y esto se hace mediante el ayuno, porque con el ayuno debilitase la carne.204 Cuarto, dedicándose a ocupaciones lícitas. Eccli 33, 29: "La ociosidad enseña muchas maldades". Ezeq lo, 49: "He aquí cuál fue la maldad de Sodoma: la soberbia, la hartura, la abundancia y el ocio". Dice San Jerónimo: "Haz siempre algo bueno, para que el diablo te encuentre ocupado". Ahora bien, entre todas las ocupaciones la mejor es el estudio de las Sagradas Escrituras. San Jerónimo a Paulino: "Ama los estudios de las Escrituras, y no amarás los vicios de la carne".205 Estos son los diez preceptos, de los que dijo el Señor -Mt 19, 17-: "Si quieres entrar en la vida eterna guarda los mandamientos". Dos son las principales raíces de todos los mandamientos, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.Mas al que ama a Dios le es necesario hacer tres cosas, a saber, no tener otro Dios, y en cuanto a esto dice: "No adorarás dioses ajenos". Segundo, honrarlo; y en cuanto a esto dice: "No tomarás el nombre de tu Dios en vano". Tercero, gustosamente descansar en El; y en cuanto a esto dice: "Acuérdate de santificar el día de sábado".Y el que ama al prójimo primeramente debe hacerle el debido honor. Por lo cual dice: "Honra a tu padre". Segundo, abstenerse de hacerle el mal; y esto o de obra, por lo que dice: "No matarás", en cuanto a la propia persona; "no adulterarás", en cuanto al cónyuge; "no hurtarás", respecto a los bienes exteriores. O también de palabra: "no levantarás falso testimonio"; o de deseo, y en cuanto a esto dice: "No codiciarás los bienes ajenos", y "No desearás la mujer de tu prójimo".
fuente: http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/index.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario