El pentecostalismo es una herejía que ha logrado infiltrarse en la Iglesia con el fin de debilitarla desde el interior. Va de la mano del modernismo, y también lo refuerza; los dos movimientos proceden de igual manera y se apoyan recíprocamente en este trabajo de demolición. Ahora bien, si el modernismo intenta destruir la Iglesia en cuanto a la doctrina, el pentecostalismo lo hace en cuanto al culto. Ambos se disfrazan con piel de oveja; por eso su terminología es muy similar a la católica. Con palabras piadosas y su proceder externo pueden engañar incluso a las personas más cautas, y por ello es preciso escudriñar bajo ese ropaje: para desenmascarar a los lobos rapaces que se esconden en su interior.
El pentecostalismo es un movimiento subversivo controlado y cuidadosamente dirigido por los enemigos ocultos de la Iglesia con el fin de llegar a su ruina total. Promete a sus adeptos la plena experiencia del Espíritu Santo que tuvieron los Apóstoles el día de Pentecostés, junto con algunos de los dones externos que recibieron, especialmente los de lenguas, curaciones y profecía .
El moderno movimiento carismático o pentecostal, de hecho, nació del Protestantismo en Carolina del Norte (Estados Unidos); la fecha oficial de nacimiento fue el año 1892; sus fundadores fueron el Rev. R. G. Spurling y el Rev. W. F. Bryant , pastor bautista el primero, y pastor metodista el segundo. El movimiento fue bien recibido por otras comunidades de signo protestante contemporáneas a ellos.
Estos pentecostales afirmaban poseer la misma plenitud del Espíritu Santo que los Apóstoles recibieron el día de Pentecostés, junto con algunos carismas también otorgados a los Apóstoles en esa ocasión, en particular los dones de profecía, curaciones y lenguas. Como el resto de sus hermanos protestantes, afirmaban que el Espíritu Santo interviene directamente en la interpretación personal de la Sagrada Escritura. Rechazaban también todos los dogmas, porque sostenían que el Espíritu Santo inspira directamente a los fieles lo que es necesario creer para la salvación ; de allí que en el movimiento no hubiera lugar para ningún tipo de magisterio, porque la piedad cristiana era vivida en forma personal, sin guías jerarquizados pero de manera entusiástica, incluso con emotividad y exaltación extremas.
Era esperable que un movimiento de este género se resolviera en el caos. Esto habría debido abrir sus ojos y hacerles cambiar de camino, porque el Espíritu Santo no produce el caos; en cambio, los pentecostales protestantes explicaron el fenómeno diciendo que la confusión era inevitable en un movimiento vivo y en expansión . Una mirada a los organismos vivos en torno a nosotros les habría debido enseñar que la vida sana se desarrolla armoniosamente y produce cosas buenas, mientras la vida que se desarrolla caóticamente no puede producir más que monstruos y abortos de la naturaleza.
La Iglesia Católica juzgó el movimiento por lo que era, y en el segundo Concilio Plenario de Baltimore (Estados Unidos) los obispos católicos pusieron en guardia a los fieles para no prestarle ningún tipo de adhesión. Prohibieron a los católicos incluso estar presentes, aun por mera curiosidad, en los llamados encuentros de oración.
La Iglesia, sin embargo, no conoció un movimiento así en su interior por siglos, y los católicos se libraron del contagio hasta 1966 , cuando llegó a la Iglesia por medio de dos laicos, ambos profesores de Teología en la Universidad de Duquesne en Pittsburg Pennsylvania (Estados Unidos). Se llamaban Ralph Keifer y Patrick Bourgeois; ellos leyeron, releyeron y discutieron los dos libros sobre el movimiento pentecostal protestante: “Cruz y la palanca de cambio” , del pastor Wikerson y “Ellos hablan en lenguas” del periodista J. Sherill.
En su deseo de reencender la llama de la Fe en los estudiantes universitarios, pensaron erradamente que Dios ponía en sus manos un medio providencial. En su lucha contra la apatía y la increencia de los universitarios, tenían necesidad de aquel poder que creían que poseía Wikerson.
Estudiaron o reestudiaron durante dos meses sucesivos; luego releyeron algunos pasajes de la Carta de San Pablo a los Corintios (1 Cor, 12) y de los Hechos de los Apóstoles que sirvieron como base teológica al movimiento, y por fin se dirigieron a un grupo de oración pentecostal protestante para recibir... El Bautismo del Espíritu.
Y así fue como el 13 de Enero de 1967, en un encuentro de oración, se impuso las manos a Ralph Keifer y a Patrick Bourgeois, que recibieron el Bautismo del Espíritu junto con el don exaltante de “hablar en lenguas” . Su entusiasmo se inflamó; convencieron a los estudiantes de que probasen la misma experiencia, y en el siguiente encuentro de oración el mismo Keifer impuso las manos sobre algunos estudiantes, que súbitamente recibieron el Bautismo del Espíritu con varios “dones extraordinarios”.
Desde entonces el movimiento se difundió ampliamente en toda la Iglesia Católica. Ha ganado seguidores incluso entre Cardenales y Obispos, y naturalmente atrae, como una calamidad irresistible, a millares de religiosas , deseosas de experimentar lo que creen ser las emociones del primer Pentecostés.
Pero es necesario subrayar todavía una vez más que no existe un movimiento carismático "católico". El movimiento no es católico, sino protestante. No ha nacido en la Iglesia Católica, sino que fue importado a ella desde las sectas pentecostales protestantes, en las cuales nació.
Aunque durante dos mil años la Iglesia no había conocido ningún Bautismo del Espíritu, y aunque el movimiento provenga de la herejía, el fenómeno se ha extendido como un incendio. ¿Cómo ha podido suceder una cosa así?
Porque el movimiento carismático promete una conversión inmediata y una inmediata santidad. Además es permisivo especialmente desde el punto de vista moral. ¿Quién renunciaría a tan preciosos dones y a tan poco precio?
Para quienes presentan objeciones, tienen una respuesta pronta y aparentemente convincente: "¿por qué pones objeciones? ¿Acaso no ves que muchos sacerdotes, obispos e incluso cardenales y el Papa respaldan el movimiento? Es claro que no hay ningún mal en ello". Es evidente que el engaño diabólico escondido en el movimiento carismático ofusca a la masa de superficiales que van en busca del éxito clamoroso y de resultados inmediatos, olvidando que el camino de la santidad auténtica y del apostolado eficaz y duradero está hecho de abnegación, silencio, mortificación, humillación, y también de aparentes fracasos: "Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, no produce fruto” (Jn. 12,24)
Leyendo al Padre Darío Betancourt, mentor e ideólogo de la Renovación Carismática en el capítulo 6 de “RENOVADOS POR EL ESPÍRITU” (pág. 86) dice:
“...Por lo tanto tenemos la necesidad de una nueva efusión del Espiritu Santo, de un Pentecostés personal”
De esa expresión debemos inferir que el Sacramento de la Confirmación ya no da resultado, o bien que no es el “Pentecostés personal”.
Pero se contrapone con el Magisterio de la Santa Iglesia (Concilio de Florencia, 1439: "la confirmación es el Pentecostés de todo cristiano") y por lo tanto no es católica esta afirmación. Textualmente dice el Magisterio:
“Ahora bien, en lugar de aquella imposición de manos (Hch. 8,14 ss.) se da en la Iglesia la Confirmación” “El efecto de este Sacramento es que en él se da el Espíritu Santo para fortalecer, como les fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés, para que el cristiano confiese valerosamente el nombre de Cristo” (Dz. 697)
Por lo tanto el Padre Darío Betancourt nos quiere poner en contra de lo que la Iglesia de Cristo ha dictaminado, incurriendo así en graves delitos canónicos.
En la siguiente página (87) afirma, sin duda hablando de Hechos, 1,5:
“Este bautismo quiere decir que sin una experiencia personal del Espíritu es imposible ser auténticos testigos”
¿Qué quiere decir esto? Que en esta postura hay desprecio por los Sacramentos instituidos por Nuestro Señor; se los rebaja y se da más importancia al SUPER-SACRAMENTO instituido por los herejes pentecostales, llamado “BAUTISMO DEL ESPIRITU”.
Queda claro que al menos el Padre Darío Betancourt cree que la Confirmación es un Sacramento incompleto.
En la página 88 y 89 profundiza más su particular “teología”:
“¿Para qué sirve este bautismo del Espíritu?: Es la fuerza necesaria para ser testigos de Jesús ”
Es decir que sin este “bautismo del espíritu” somos cristianos mediocres e incompletos, o como dicen los émulos locales del Padre Darío Betancourt: “los católicos que no son de la Renovación Carismática son catolicos de cuarta”, es decir de inferior categoría.
El Padre Darío Betancourt y los Carismáticos dicen creer que en la Confirmación hemos recibido al Espíritu Santo, pero:
“ESTA FUERZA QUEDÓ COMO LIGADA, COMO AMARRADA EN NOSOTROS, HE AQUÍ POR QUÉ, A TRAVÉS DE ESTA EFUSIÓN (la de los Carismáticos), ESTA FUERZA SE MANIFIESTA, ES LIBERADA. CON LA ORACIÓN DE EFUSIÓN (que puede ser realizada por laicos comunes) SE MANIFIESTAN EN NOSOTROS LOS EFECTOS PARTICULARES Y SENSIBLES DEL ESPÍRITU”
Es más:
“La oración de efusión es una oración para hacer surgir al Espíritu Santo, algunos lo llaman el “despertar” del Espíritu en nosotros, o Pentecostés personal ”
¡Que impías afirmaciones las presentadas por el Padre Darío Betancourt!: un Espíritu Santo que se adormila por que los Sacramentos creados por Nuestro Señor Jesucristo son imperfectos y necesitan de los carismáticos para ser efectivos .
O aún peor: detrás de esta ambivalente frase podría esconderse la conocida herejía gnóstica de que es en el hombre donde se encuentra Dios, por lo cual el hombre es Dios. Debe el hombre tomar conciencia de tal dignidad y “despertar” del letargo de la insuficiencia de la Doctrina de la Iglesia Católica , a la que hay que renovar.
Fuentes: http://www.statveritas.com.ar/ y http://www.cristiandadfm.com/documentos.htm. “Infidelidades de la Iglesia” P. IRABURU, José María SJ /
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