Exhortación a los Niños y Jóvenes sobre su
COMPORTAMIENTO en la Oración
I. ¿No parece ocioso el recordar aquí a niños y jóvenes cristianos que, cuando hacen oración, no han de derramar por todas partes sus miradas, sino estar con aquel recogimiento, con aquella mesura, con aquella modestia y gravedad que tendrían delante de un rey o grande de la Tierra? ¿No parece ocioso repetirles que han de pensar en lo que dicen, y no despachar sus oraciones con injuriosa liviandad? ¿Ignoran, por ventura, que para ser atendidos por Dios, han de atenderse a sí mismos; y que la plegaria, más que de los labios, ha de brotar del corazón?
II. Estos defectos excusaréis si, antes de la oración, fijáis el pensamiento en Dios. Hay varios métodos para ello.
1º Unos se representan a Dios sentado en un trono, en medio de los Ángeles y Santos, a manera de poderoso monarca rodeado de su corte, que pone leyes a todo lo criado, que guía los acontecimientos, y descansa regaladamente los ojos en los que le invocan.
2º Gustan otros de representarse su inmensidad, cual océano sin suelo ni orillas, que ciñe al universo mundo, y lo lleva en su fecundo seno, dando vida y movimiento a cuanto vive y se mueve, penetrando hasta lo más recóndito de nuestro ser, del corazón, de la conciencia, leyendo nuestros más ocultos pensamientos, y haciendo el recuento de nuestras obras más secretas; y todo eso va conforme a la pura verdad.
3º Imagínanse otros que ven a Jesucristo en los diversos pasos de su apostolado. Siéntanse a sus pies, beben sus enseñanzas; asisten señaladamente al Calvario, en cuyas cumbres tuvo su desenlace el más conmovedor e imponente de los dramas, que jamás vieron ni piensan ver los siglos.
III. De imaginaros así muy al vivo esa soberana Majestad siempre atenta a vuestras oraciones, y de la consideración de vuestra bajeza e innúmeros pecados, surgirá dentro de vos un hondo sentimiento de humildad, templado con un afecto de filial abandono, en que se regala dulcemente el corazón.
Devocionario y Cánticos Religiosos, Preámbulo de la Oración de la Mañana, Buenos Aires, 1923
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