viernes, 26 de diciembre de 2014

Conversiones en Thonon a partir de una Navidad de 1596


Conversiones en Thonon a partir de una Navidad de 1596

Después de dos años que había predicado San Francisco de Sales en Thonon con algún fruto, aunque desigual a su trabajo, se rindió esta ciudad a sus combates y asaltos, abriendo los ojos para ver la luz del cielo y los oídos para oír las razones del santo; y fue la primera que ganó para Jesucristo. Había juntado más de ochocientos católicos y, para que tuviesen iglesia purificó, la de san Hipólito, que había sido muchos años antes profanada por los herejes.

Dijo en ella la primera misa, la noche de Navidad del año de 1596.

Levantaron los ministros y cónsules una sedición pretendiendo estorbar el sacrificio de la misa, diciendo que alborotaba la república con esta novedad. Hiciéronle varias propuestas, pero el santo les mostró las órdenes que tenía del duque para purificar iglesias, poner curas en ellas y hacer todo lo demás que juzgase conveniente para aumento de la religión católica, con lo que los hizo callar. En esta iglesia predicaba a los católicos, les administraba los sacramentos y confirmaba en la Fe para resistir a las persuasiones de sus parientes y amigos. Fuera de esto, se ejercitaba en todas las obras de piedad moviendo a otros, con su ejemplo, a que hiciesen lo mismo, visitando a los enfermos y socorriendo a los necesitados con limosnas, que le enviaba para esto su piadosa madre.

Pasaba las noches, en oración, en la iglesia delante del santísimo Sacramento, pidiendo al Señor, con suspiros y lágrimas, que ablandase los corazones de los herejes para que, dejando la herejía, abrazasen la verdad católica. El Señor le pagaba estos afectos con indecibles consuelos, especialmente una noche, víspera del día de Corpus, meditando en este soberano misterio, se sintió tan arrebatado de las dulzuras divinas, que no pudiendo su corazón sufrir la abundancia de los consuelos, cayó en tierra y dando vueltas en ella, como quien se anegaba en un mar de divinas suavidades, clamaba a Dios y le decía: "Domine confine undas gratiœ tuce quia sustinere non possum" (Señor, detened el raudal de vuestra gracia porque no puedo sufrir el torrente de los consuelos) Dijo misa aquel día y predicó tan embriagado del divino amor que sin poderlo disimular había entrado en la bodega de los vinos del esposo, porque sus palabras salían abrasadas de su boca y encendían a los oyentes, y su rostro les parecía a todos, que arrojaba llamas de fuego.

Con esta maravilla que luego se publicó, acudieron muchos, entre quienes estaba Pedro Poncet, jurisconsulto insigne, que habiéndole propuesto sus dudas y satisfecho por sus respuestas, abjuró en sus manos de la herejía. Conmovió a toda la ciudad la conversión de este famoso varón, causando alegría tanto a los católicos como a los ángeles, y tristeza a herejes y demonios; y en Geneva fue esta noticia de sumo sentimiento, por presentir que ejemplo de hombre tan docto hubiera de llevar tras sí a otros muchos.

No fue menos importante la conversión de Antonio de san Miguel, señor de Avulli, el cual, como dijimos, quedó aficionado al santo desde el primer sermón que le oyó en Anncsi. Lo buscó ahora en Thonon, oyó sus sermones, tuvieron a solas muchas disputas, y estando ya convencido, para que no pareciera su conversión liviandad de ánimo, escribió en un papel los artículos en que tenía más dificultad y se losenvió a los ministros de Geneva, pidiendo que le respondiesen con advertencia y que, si al mas mínimo artículo no le respondían, abjuraría de todo cuanto le habían enseñado. No se atrevieron los ministros de Geneva a responder, por conocer que sus respuestas habían de ir a los ojos del santo, y entonces, Antonio de san Miguel, estando bien instruido, en un día solemne, para que el acto fuese de mayor ejemplo, habiendo concurrido gran multitud de gente de toda la comarca y muchos de Geneva, que dista como cinco leguas de Thonon, después de haber dicho la confesión en voz alta e inteligible, abjuró de los errores del impío Calvino que hizo protestación de nuestra Fe confesando era católico, apostólico y romano. Con la conversión de este varón dio el santo por acabada reducción de Chablaix, y bailiajes; y así se vio luego que venían los pueblos a pedir curas que los instruyesen en la religión católica.

Corría San Francisco por todos aquellos villajes, purificaba los templos y los adornaba de altares, lámparas y todo lo necesario al culto divino, mirándole todos, como un nuevo apóstol de esa tierra, y martillo de sus herejías. Instituyó la oración de cuarenta horas en Thonon, teniendo patente el santísimo sacramento, y hacía venir procesiones de todos aquellos lugares vecinos. Hizo poner cruces en las calles, plazas y caminos, enarbolando al estandarte de Jesucristo en señal de victoria por su majestad; y el santo con sus manos puso una en el camino real de Geneva, en un lugar llamado Ennemase. Casi todos los ministros de la herejía se habían retirado de Geneva, huyendo de la guerra que san Francisco les hacía, y uno de ellos escribió desde allí un tratado o invectiva contra la santa cruz, a la que respondió el santo con una apología eruditísima, que anda entre sus obras y se intitula "Estandarte de la santa cruz de nuestro Salvador Jesucristo".

Iba creciendo cada día aquel rebaño católico por el celo del santo y de su primo Luis de Sales; y para que se conservase y creciese el fruto, creciendo el número do los ministros; fuera de traer sacerdotes que fuesen curas de aquellas almas, repartió el mérito de obra tan gloriosa con los padres capuchinos y de la compañía de Jesús; y el santo, fuera de confesar y predicar, enseñaba la doctrina cristiana a los niños y a los ancianos, que no tenían menos necesidad de oírla. Leía teología dos días cada semana a los clérigos, que había traído, para poner en las iglesias. Disputaba continuamente con los herejes y siempre salía victorioso, lo cual atribuían ellos a milagro, diciendo que Dios le favorecía con particulares auxilios. Confirmó el Señor la doctrina del santo por este tiempo con la resurrección de un niño, a quien dio la vida con su oración, por lo cual sus padres, que eran herejes, se convirtieron a la Fe con toda su familia. Entró muchas veces en Geneva disfrazado, con gran riesgo de vida, y disputó con Fayano y Beza, principales ministros de los herejes, y aunque los convenció evidentemente, y Beza confesó que la iglesia romana era la santa madre Iglesia y había en ella salud, no merecieron salir de las tinieblas los que se habían cegado con tanta luz. 

Extracto de La Leyenda de Oro

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