San Juan evangelista, el discípulo amado
San Juan Evangelista, el Apóstol Virgen, es sin duda uno de los mayores santos de la Iglesia, mereciendo el título de "el discípulo a quien Jesús amaba". Bajo la Cruz, recibió del Redentor a Nuestra Señora como Madre, y con Ella - como Fuente de la Sabiduría - la seguridad doctrinaria que le mereció de los Padres de la Iglesia el título de "el Teólogo" por excelencia. Conmemoramos su fiesta el día 27.Sabemos por los Evangelios que San Juan era hijo de Zebedeo y de Maria Salomé. Con su hermano Santiago, auxiliaba a su padre en la pesca en el lago de Genezaret. Por los Evangelios sabemos también que su padre poseía algunos barcos y empleados que trabajaban para él. Maria Salomé es señalada como una de las santas mujeres que acompañaban al Divino Maestro para servirlo.Como sus otros dos hermanos Simón y Andrés, también pescadores, era discípulos de San Juan Bautista, el Precursor. De él habían recibido el bautismo, celosos como eran, preparándose para la venida del Mesías prometido.Cierta vez, estaban Juan y Andrés con el Precursor, cuando pasó Jesús a alguna distancia. El Bautista exclamó: "He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo". Al día siguiente se repitió la misma escena, y esta vez los dos discípulos siguieron a Jesús y permanecieron con Él aquel día (Juan, 1, 35 a 39).Algunas semanas después estaban Simón y Andrés lanzando las redes a la aguas, cuando pasó Jesús y les dijo: "Vengan atrás de mi. Yo los haré pescadores de hombres". Más adelante estaban Santiago y Juan en una barca, arreglando las redes. "Y los llamó luego. Y ellos dejaron en la barca a su padre Zebedeo, con los empleados, y Lo siguieron" (Mc 1, 16 a 20).A partir de entonces pasaron a acompañar al Mesías en su misión pública. Luego se les juntaron otros, que alcanzarían el número de doce, completando así el Colegio Apostólico.Preeminencia de tres Apóstoles sobre los demásDesde luego, Pedro, Santiago y Juan tomaron preeminencia sobre los otros Apóstoles, volviéndose los "elegidos entre los elegidos". Y, como tales, participaron de algunos de los más notables episodios en la vida del Salvador, como la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración en el Tabor y la Agonía en el Huerto de los Olivos.San Juan fue también uno de los cuatro que estaban presentes cuando Jesús reveló los signos de la ruina de Jerusalén y del fin del mundo. Más tarde, con San Pedro, a quien lo unía respetuosa y profunda amistad, fue encargado de preparar la Última Cena. San Pedro amaba tiernamente a San Juan, y esa amistad es visible tanto en los Evangelios cuanto en los Hechos de los Apóstoles.Por su pureza de vida, inocencia y virginidad, Juan se volvió luego el discípulo amado, y eso de un modo tan notorio, que él siempre se identificará en su Evangelio como "el discípulo que Jesús amaba". A pesar de los Apóstoles no estar aún confirmados en gracia, eso no provocaba en ellos envidia ni rivalidad. Cuando querían obtener algo de Nuestro Señor, lo hacían por medio de San Juan, pues su buen genio y bondad de espíritu lo volvían querido por todos."Pero esta serenidad, esta dulzura, este carácter recogido y amoroso [de Juan Evangelista] son algo diferente de la inercia y de la pasividad. Los pintores nos acostumbraron a ver en él un no se que de femenino y sentimental, que está en contraste con la energía varonil y el celo fulgurante que se descubre en algunos pasajes evangélicos" .Si Nuestro Señor amaba particularmente a San Juan, también era por él amado de manera especialísima. Con su hermano Santiago, recibió de Cristo el sobrenombre de "Boanerges", o "Hijos del trueno", por su celo. Se indignaron contra los samaritanos, que no quisieron recibir al Maestro, y Le pidieron hacer descender sobre aquellos indóciles el fuego del cielo.Fue por ese amor, y no por ambición, que él y su hermano influyeron a su madre, Salomé, solicitando que uno y otro se quedarán a la derecha y a la izquierda del Redentor, en su Reino (un tanto equivocadamente, pues imaginaban un reino terreno). Cuando Nuestro Señor les preguntó si estaban dispuestos a beber con Él del mismo cáliz de sufrimiento de amargura, con determinación respondieron afirmativamente.El primer devoto del Corazón de JesúsEntretanto, una de las mayores pruebas de afecto de Nuestro Señor a San Juan se dio en la Última Cena. Quiso el Divino Maestro tener a su derecha al Apóstol Virgen, permitiéndole la familiaridad de recostarse en su corazón. Dice San Agustín que en ese momento, estando tan próximo de la fuente de luz, él absorbió de ella los más altos secretos y misterios que después derramaría sobre la Iglesia.A pedido de Pedro, preguntó a Jesús quien seria el traidor, y obtuvo la respuesta.San Juan tuvo no obstante un momento de flaqueza - y de los más censurables - cuando los enemigos prendieron a Jesús, habiendo entonces huido como los otros Apóstoles. ¡Era el momento en que Nuestro Señor necesitaba de más apoyo! Luego después lo vemos acompañando, de lejos, al Maestro al palacio del Sumo Sacerdote. Como era allí conocido, hizo entrar también a Simón Pedro. Se Puede suponer que él haya permanecido siempre en las proximidades de Nuestro Señor durante toda aquella trágica noche, y que no salio sino para ir a comunicar a Maria Santísima lo que pasaba con su Hijo. La Acompañó entonces en el camino del Calvario y con Ella permaneció al pié de la cruz. Era la señal evidente de su arrepentimiento.Custodia de la Madre de Dios al Apóstol virgenFue entonces que, recibiéndola como Madre, obtuvo el mayor legado que criatura humana jamás podía recibir. Dice San Jerónimo: "Juan, que era virgen, al creer en Cristo permaneció siempre virgen. Por eso fue el discípulo amado y reclinó su cabeza sobre el corazón de Jesús. En breves palabras, para mostrar cual es el privilegio de Juan, o mejor, el privilegio de la virginidad en él, basta decir que el Señor virgen puso su Madre virgen en las manos del discípulo virgen”. Enseñan los Padres de la Iglesia que ese gran Apóstol representaba en aquel momento a todos los fieles. Y que, por medio de San Juan, Maria nos fue dada por Madre, y nosotros a Ella como hijos. Pero Juan fue el primero en tal adopción.Fue él también el único de los Apóstoles en presenciar y en sufrir el drama del Gólgota, sirviendo de apoyo a la Madre de los Dolores, que con su Hijo compartía la terrible Pasión.Cuando, el Domingo de Resurrección, Maria Magdalena vino a decir a los Apóstoles que la tumba estaba vacía, fue él el primero en correr, seguido de Pedro, para el local. Y después, estando en el Mar de Tiberíades, apareciendo Nuestro Señor en la margen, fue el primero en reconocerlo.Una de las tres columnas de la Iglesia nacienteen los Hechos de los Apóstoles, él aparece siempre con San Pedro. Juntos estaban cuando, yendo a rezar al Templo a la puerta Hermosa, un cojo les pidió limosna. Pedro lo curo, y después predicó al pueblo que se reunió por causa de tal maravilla. Juntos fueron presos hasta el día siguiente, cuando valientemente defendieron su fe en Cristo ante los fariseos. Más adelante, cuando el diácono Felipe había convertido y bautizado muchos en Samaria, era necesario que fuese para allá uno de los Apóstoles a fin de crismarlos. Fueron escogidos Pedro y Juan para la misión.San Pablo, en su tercera ida a Jerusalén, narra en su Epístola a los Gálatas (2, 9) que allá encontró a "Santiago, Cleofás y Juan, que son considerados las columnas", y que ellos, "reconociendo la gracia que me fue dada [para predicar el Evangelio], impusieron las manos a mi y a Bernabé en señal de pleno acuerdo".Después de eso los Evangelios se callan a respecto de San Juan. Pero resta la Tradición. Según esta, él permaneció con Maria Santísima durante lo que restó de su vida mortal, dedicándose también a la predicación. Después de a intimidad con el Hijo, el Apóstol virgen es llamado a una estrecha intimidad de alma con la Madre que, siendo la Medianera de todas las gracias, debe haberlo acumulado de ellas en altísimo grado. ¡Que gran virtud debería tener alguien para ser el custodio de la Reina del Cielo y de la Tierra!Así, habría él permanecido con Ella en Jerusalén y después en Éfeso. "Dos motivos principales deberían haber ocasionado ese cambio de residencia: de un lado, la vitalidad del cristianismo en esa noble ciudad; de otro, las perniciosas herejías que comenzaban a germinar. Juan quería así empeñar su autoridad apostólica, sea para preservar sea para coronar el glorioso edificio construido por San Pablo; y su poderosa influencia no contribuyó poco para dar a las iglesias de Asia la sorprendente vitalidad que ellas conservaron durante el siglo II".Después de la dormición de Nuestra Señora - que es como la Iglesia llama el fin de su vida terrena - y la Asunción de Ella a los Cielos, él fundó muchas comunidades cristianas en el Asia menor.Vivo después del martirioOcurre entonces el martirio de San Juan, que es conmemorado el día 6 de mayo. El Emperador Domiciano lo hizo prender y llevar a Roma. En la Ciudad Eterna, él fue flagelado y colocado en un caldero de aceite hirviendo. Pero el Apóstol virgen salió de él rejuvenecido y sin sufrir daño alguno. Domiciano, espantado con el gran milagro, no osó atentar una segunda vez contra él, pero lo desterró para la isla de Patmos, que era poco más que un arrecife. Fue allí, según la Tradición, que San Juan escribió el más profético de los libros de las Sagradas Escrituras, el Apocalipsis.Después de la muerte de Domiciano, el Apóstol volvió a Éfeso. Y es allá que, según varios Padres y Doctores de la Iglesia, para combatir las doctrinas nacientes de Cerinto y de Ebion - que negaban la naturaleza divina de Cristo - escribió él su Evangelio. Ordeno antes a todos los fieles un ayuno que él mismo observó rigurosamente, para en seguida dictar a su discípulo Prócoro, en lo alto de una montaña, el monumento que es su Evangelio. Transportado en Dios, con un vuelo de águila, él lo comienza de una altura sublime: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios". Este Evangelio, de los más sublimes textos jamás escritos, era tenido en tanta veneración por la Iglesia, que figura en el ordinario de la Misa promulgada por San Pío V, por la fundamental doctrina que contiene.Según San Juan Crisóstomo, los propios Ángeles ahí aprendieron cosas que no sabían.San Juan escribió también tres Epístolas, siempre buscando establecer la verdadera doctrina contra errores incipientes que se infiltraban en la Iglesia.Según una tradición, el discípulo que Jesús amaba habría muerto en Éfeso, probablemente el 27 de diciembre del año 101 ó 102.Pero algunos exegetas levantan la hipótesis de que él no haya fallecido, con base en el siguiente pasaje del Evangelio: luego después de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades - después de la Resurrección de Jesús - Nuestro Señor confió una vez más la Iglesia a San Pedro. Este, volviéndose a Nuestro Señor, le preguntó, refiriéndose a San Juan: "¿Y este? ¿Que será de él?" Le respondió Jesús: "¿Que te importa si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga?" El propio San Juan comenta: "Corrió por eso el rumor entre los hermanos de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo `no morirá', sino `que te importa si quiero que él permanezca así hasta que yo venga?'" (Juan 21, 15 a 23).
San Juan Evangelista, el Apóstol Virgen, es sin duda uno de los mayores santos de la Iglesia, mereciendo el título de "el discípulo a quien Jesús amaba". Bajo la Cruz, recibió del Redentor a Nuestra Señora como Madre, y con Ella - como Fuente de la Sabiduría - la seguridad doctrinaria que le mereció de los Padres de la Iglesia el título de "el Teólogo" por excelencia. Conmemoramos su fiesta el día 27.Sabemos por los Evangelios que San Juan era hijo de Zebedeo y de Maria Salomé. Con su hermano Santiago, auxiliaba a su padre en la pesca en el lago de Genezaret. Por los Evangelios sabemos también que su padre poseía algunos barcos y empleados que trabajaban para él. Maria Salomé es señalada como una de las santas mujeres que acompañaban al Divino Maestro para servirlo.Como sus otros dos hermanos Simón y Andrés, también pescadores, era discípulos de San Juan Bautista, el Precursor. De él habían recibido el bautismo, celosos como eran, preparándose para la venida del Mesías prometido.Cierta vez, estaban Juan y Andrés con el Precursor, cuando pasó Jesús a alguna distancia. El Bautista exclamó: "He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo". Al día siguiente se repitió la misma escena, y esta vez los dos discípulos siguieron a Jesús y permanecieron con Él aquel día (Juan, 1, 35 a 39).Algunas semanas después estaban Simón y Andrés lanzando las redes a la aguas, cuando pasó Jesús y les dijo: "Vengan atrás de mi. Yo los haré pescadores de hombres". Más adelante estaban Santiago y Juan en una barca, arreglando las redes. "Y los llamó luego. Y ellos dejaron en la barca a su padre Zebedeo, con los empleados, y Lo siguieron" (Mc 1, 16 a 20).A partir de entonces pasaron a acompañar al Mesías en su misión pública. Luego se les juntaron otros, que alcanzarían el número de doce, completando así el Colegio Apostólico.Preeminencia de tres Apóstoles sobre los demásDesde luego, Pedro, Santiago y Juan tomaron preeminencia sobre los otros Apóstoles, volviéndose los "elegidos entre los elegidos". Y, como tales, participaron de algunos de los más notables episodios en la vida del Salvador, como la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración en el Tabor y la Agonía en el Huerto de los Olivos.San Juan fue también uno de los cuatro que estaban presentes cuando Jesús reveló los signos de la ruina de Jerusalén y del fin del mundo. Más tarde, con San Pedro, a quien lo unía respetuosa y profunda amistad, fue encargado de preparar la Última Cena. San Pedro amaba tiernamente a San Juan, y esa amistad es visible tanto en los Evangelios cuanto en los Hechos de los Apóstoles.Por su pureza de vida, inocencia y virginidad, Juan se volvió luego el discípulo amado, y eso de un modo tan notorio, que él siempre se identificará en su Evangelio como "el discípulo que Jesús amaba". A pesar de los Apóstoles no estar aún confirmados en gracia, eso no provocaba en ellos envidia ni rivalidad. Cuando querían obtener algo de Nuestro Señor, lo hacían por medio de San Juan, pues su buen genio y bondad de espíritu lo volvían querido por todos."Pero esta serenidad, esta dulzura, este carácter recogido y amoroso [de Juan Evangelista] son algo diferente de la inercia y de la pasividad. Los pintores nos acostumbraron a ver en él un no se que de femenino y sentimental, que está en contraste con la energía varonil y el celo fulgurante que se descubre en algunos pasajes evangélicos" .Si Nuestro Señor amaba particularmente a San Juan, también era por él amado de manera especialísima. Con su hermano Santiago, recibió de Cristo el sobrenombre de "Boanerges", o "Hijos del trueno", por su celo. Se indignaron contra los samaritanos, que no quisieron recibir al Maestro, y Le pidieron hacer descender sobre aquellos indóciles el fuego del cielo.Fue por ese amor, y no por ambición, que él y su hermano influyeron a su madre, Salomé, solicitando que uno y otro se quedarán a la derecha y a la izquierda del Redentor, en su Reino (un tanto equivocadamente, pues imaginaban un reino terreno). Cuando Nuestro Señor les preguntó si estaban dispuestos a beber con Él del mismo cáliz de sufrimiento de amargura, con determinación respondieron afirmativamente.El primer devoto del Corazón de JesúsEntretanto, una de las mayores pruebas de afecto de Nuestro Señor a San Juan se dio en la Última Cena. Quiso el Divino Maestro tener a su derecha al Apóstol Virgen, permitiéndole la familiaridad de recostarse en su corazón. Dice San Agustín que en ese momento, estando tan próximo de la fuente de luz, él absorbió de ella los más altos secretos y misterios que después derramaría sobre la Iglesia.A pedido de Pedro, preguntó a Jesús quien seria el traidor, y obtuvo la respuesta.San Juan tuvo no obstante un momento de flaqueza - y de los más censurables - cuando los enemigos prendieron a Jesús, habiendo entonces huido como los otros Apóstoles. ¡Era el momento en que Nuestro Señor necesitaba de más apoyo! Luego después lo vemos acompañando, de lejos, al Maestro al palacio del Sumo Sacerdote. Como era allí conocido, hizo entrar también a Simón Pedro. Se Puede suponer que él haya permanecido siempre en las proximidades de Nuestro Señor durante toda aquella trágica noche, y que no salio sino para ir a comunicar a Maria Santísima lo que pasaba con su Hijo. La Acompañó entonces en el camino del Calvario y con Ella permaneció al pié de la cruz. Era la señal evidente de su arrepentimiento.Custodia de la Madre de Dios al Apóstol virgenFue entonces que, recibiéndola como Madre, obtuvo el mayor legado que criatura humana jamás podía recibir. Dice San Jerónimo: "Juan, que era virgen, al creer en Cristo permaneció siempre virgen. Por eso fue el discípulo amado y reclinó su cabeza sobre el corazón de Jesús. En breves palabras, para mostrar cual es el privilegio de Juan, o mejor, el privilegio de la virginidad en él, basta decir que el Señor virgen puso su Madre virgen en las manos del discípulo virgen”. Enseñan los Padres de la Iglesia que ese gran Apóstol representaba en aquel momento a todos los fieles. Y que, por medio de San Juan, Maria nos fue dada por Madre, y nosotros a Ella como hijos. Pero Juan fue el primero en tal adopción.Fue él también el único de los Apóstoles en presenciar y en sufrir el drama del Gólgota, sirviendo de apoyo a la Madre de los Dolores, que con su Hijo compartía la terrible Pasión.Cuando, el Domingo de Resurrección, Maria Magdalena vino a decir a los Apóstoles que la tumba estaba vacía, fue él el primero en correr, seguido de Pedro, para el local. Y después, estando en el Mar de Tiberíades, apareciendo Nuestro Señor en la margen, fue el primero en reconocerlo.Una de las tres columnas de la Iglesia nacienteen los Hechos de los Apóstoles, él aparece siempre con San Pedro. Juntos estaban cuando, yendo a rezar al Templo a la puerta Hermosa, un cojo les pidió limosna. Pedro lo curo, y después predicó al pueblo que se reunió por causa de tal maravilla. Juntos fueron presos hasta el día siguiente, cuando valientemente defendieron su fe en Cristo ante los fariseos. Más adelante, cuando el diácono Felipe había convertido y bautizado muchos en Samaria, era necesario que fuese para allá uno de los Apóstoles a fin de crismarlos. Fueron escogidos Pedro y Juan para la misión.San Pablo, en su tercera ida a Jerusalén, narra en su Epístola a los Gálatas (2, 9) que allá encontró a "Santiago, Cleofás y Juan, que son considerados las columnas", y que ellos, "reconociendo la gracia que me fue dada [para predicar el Evangelio], impusieron las manos a mi y a Bernabé en señal de pleno acuerdo".Después de eso los Evangelios se callan a respecto de San Juan. Pero resta la Tradición. Según esta, él permaneció con Maria Santísima durante lo que restó de su vida mortal, dedicándose también a la predicación. Después de a intimidad con el Hijo, el Apóstol virgen es llamado a una estrecha intimidad de alma con la Madre que, siendo la Medianera de todas las gracias, debe haberlo acumulado de ellas en altísimo grado. ¡Que gran virtud debería tener alguien para ser el custodio de la Reina del Cielo y de la Tierra!Así, habría él permanecido con Ella en Jerusalén y después en Éfeso. "Dos motivos principales deberían haber ocasionado ese cambio de residencia: de un lado, la vitalidad del cristianismo en esa noble ciudad; de otro, las perniciosas herejías que comenzaban a germinar. Juan quería así empeñar su autoridad apostólica, sea para preservar sea para coronar el glorioso edificio construido por San Pablo; y su poderosa influencia no contribuyó poco para dar a las iglesias de Asia la sorprendente vitalidad que ellas conservaron durante el siglo II".Después de la dormición de Nuestra Señora - que es como la Iglesia llama el fin de su vida terrena - y la Asunción de Ella a los Cielos, él fundó muchas comunidades cristianas en el Asia menor.Vivo después del martirioOcurre entonces el martirio de San Juan, que es conmemorado el día 6 de mayo. El Emperador Domiciano lo hizo prender y llevar a Roma. En la Ciudad Eterna, él fue flagelado y colocado en un caldero de aceite hirviendo. Pero el Apóstol virgen salió de él rejuvenecido y sin sufrir daño alguno. Domiciano, espantado con el gran milagro, no osó atentar una segunda vez contra él, pero lo desterró para la isla de Patmos, que era poco más que un arrecife. Fue allí, según la Tradición, que San Juan escribió el más profético de los libros de las Sagradas Escrituras, el Apocalipsis.Después de la muerte de Domiciano, el Apóstol volvió a Éfeso. Y es allá que, según varios Padres y Doctores de la Iglesia, para combatir las doctrinas nacientes de Cerinto y de Ebion - que negaban la naturaleza divina de Cristo - escribió él su Evangelio. Ordeno antes a todos los fieles un ayuno que él mismo observó rigurosamente, para en seguida dictar a su discípulo Prócoro, en lo alto de una montaña, el monumento que es su Evangelio. Transportado en Dios, con un vuelo de águila, él lo comienza de una altura sublime: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios". Este Evangelio, de los más sublimes textos jamás escritos, era tenido en tanta veneración por la Iglesia, que figura en el ordinario de la Misa promulgada por San Pío V, por la fundamental doctrina que contiene.Según San Juan Crisóstomo, los propios Ángeles ahí aprendieron cosas que no sabían.San Juan escribió también tres Epístolas, siempre buscando establecer la verdadera doctrina contra errores incipientes que se infiltraban en la Iglesia.Según una tradición, el discípulo que Jesús amaba habría muerto en Éfeso, probablemente el 27 de diciembre del año 101 ó 102.Pero algunos exegetas levantan la hipótesis de que él no haya fallecido, con base en el siguiente pasaje del Evangelio: luego después de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades - después de la Resurrección de Jesús - Nuestro Señor confió una vez más la Iglesia a San Pedro. Este, volviéndose a Nuestro Señor, le preguntó, refiriéndose a San Juan: "¿Y este? ¿Que será de él?" Le respondió Jesús: "¿Que te importa si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga?" El propio San Juan comenta: "Corrió por eso el rumor entre los hermanos de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo `no morirá', sino `que te importa si quiero que él permanezca así hasta que yo venga?'" (Juan 21, 15 a 23).
No hay comentarios:
Publicar un comentario