(Aspiración de Lunes Santo)
Yo no hallo en todo el mundo Altares más amables que los pies de mi Salvador; quiero seguir sus mismos pasos hasta llegar a sus pies, y caminar por las excelentes sendas que anduvo el mayor entre todos los hombres, hasta llegar a hallar el Dios de los dioses. ¡Oh, qué admirables son estos pies, y qué bien los compuso San Juan de un metal encendido dentro del horno! Son pies de metal por su constancia, y pies de fuego por el fervoroso afecto con que caminan hacia su Señor. Todo el cielo y todos los obsequios deben postrarse a estos pies. Murmure Judas cuanto quiera, que yo si tuviera un mar de agua de azar, y de ungüentos olorosos, todo lo derramaría sobre un objeto tan digno de amor. Ojos míos, al menos derramad lágrimas a la vista de esta preciosa víctima, que va a ser sacrificada por pagar vuestra mala libertad, y vuestras concupiscencias. Lavadla con vuestra agua antes que ella os lave con su sangre. Alma mía no busques las superfluidades de tu cabeza para enjugarla: Tus cabellos son tus pensamientos, los que no deben ocuparse en otro objeto que en aquel que tanto pensó en ti en el día de su eternidad.
Fuente: "La sabiduría evangélica", P. Nicolás Caussin, 1797
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