"Qui ex Deo est verba Dei audit" ("El que es de Dios, escucha la Palabra de Dios") (Jn. 8, 47).
La primera señal que dio el Señor para conocer sus ovejas, fue oír sencillamente su voz y seguirla. Por ella se puede conocer el que es de Dios y el que es del diablo.
Los verdaderos hijos de Dios creen
con humilde rendimiento sus palabras
con humilde rendimiento sus palabras
Esta es la señal de los verdaderos hijos de Dios, oír sus palabras con sinceridad y rendimiento, como el mismo Dios explicó por su profeta: "Populus quem non cognovi, servivit mihi; 'in auditu auris obedivit mihi" ("Un pueblo que no conocía me sirve; con atento oído me obedece") (Salmo 17, 44-45).
Arguye de pérfida ingratitud y rebeldía a los judíos que sin embargo de estar obligados por tan singulares beneficios a creer en las promesas de su Dios y servirle con humildad y verdadero amor, resisten su predicación, desprecian su doctrina, intentan sujetar a su examen y vanas investigaciones los dogmas de la verdadera religión que les propone. Les arguye con la sinceridad y buena fe de los gentiles, que a la primera noticia que tienen de su Dios, a las primeras palabras que oyen de sus ministros, luego que se les proponen los misterios de su gracia, aunque escondidos e impenetrables, se humillan a la voz de Dios, creen en su palabra, adoran su bondad y omnipotencia, y desprecian los movimientos de su natural curiosidad: "In auditu auris obedivit mihi".
"Ved aquí, dice san Juan Crisóstomo, la nota y carácter glorioso de las ovejas dóciles de Dios, que le rinden como a supremo Señor, una obediencia absoluta y sin reserva".
Fuente: "Discursos Predicables", Msr. Gerónimo Bautista de Lanuza OP, 1803
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