San Braulio, obispo de Zaragoza
(† 651.)
El santísimo y sapientísimo obispo san Braulio, honor inmortal de la Silla de Zaragoza, fue hermano del obispo Juan, y sucesor suyo en el obispado, y natural de la misma ciudad (por lo que algunos escriben), y de la sangre de los reyes godos de España. Tuvo por maestro a san Isidoro, arzobispo de Sevilla, y salió tan aventajado en las lenguas y ciencias divinas y humanas, que su mismo sapientísimo maestro le envió su famoso libro de las Etimologías, que a su petición había escrito, para que lo corrigiese. Participó en tres concilios Toledanos, que fueron el cuarto (en que presidió san Isidoro, su maestro), y el quinto y el sexto. En el quinto tuvo san Braulio gran mano, y ordenó los cánones y decretos, y todo el peso de los negocios cargaba sobre él, por ser considerado como el oráculo de toda la Iglesia de España. Escribió una carta al Sumo Pontífice que a la sazón era Honorio, primero de este nombre, con tan excelente doctrina, estilo y elocuencia, que fue muy celebrada y leída con admiración en Roma. En ella le daba cuenta del celo con que tanto el rey Chintila como los obispos de España trabajaban por conservar en toda su integridad y pureza la doctrina católica y divina de Jesucristo. Escribió más tarde una carta al rey Chindasvinto, cuyo efecto fue declarar a Recesvinto sucesor del reino, y rey juntamente con su padre; con lo cual acabó con las facciones y turbulencias, y ahorró mucha sangre. Residía el santo prelado en la iglesia de Santa María la Mayor, llamada del Pilar de Zaragoza, ocupándose de día y de noche en el servicio de Dios y de su Santísima Madre. Hizo edificar una iglesia sobre la sepultura de los santos mártires santa Engracia y sus dieciocho compañeros, y de los innumerables mártires de Zaragoza, que antiguamente se llamó la iglesia de las Santas Masas, y ahora tiene título de santa Engracia, donde después el rey católico don Fernando labró un suntuoso monasterio y lo dio a los Padres de la Orden de San Jerónimo. Finalmente a los veinte años de su gloriosísimo obispado, descansó san Braulio en la paz del Señor, dejando a toda la ciudad de Zaragoza con gran sentimiento por haber perdido tan- excelente padre, pastor y maestro. El sagrado cadáver fue sepultado con gran veneración en el santuario del Pilar.
Reflexión:
Mucho trabajó y sudó san Braulio, restableciendo en España la integridad de la fe, y honrando a los innumerables mártires de Zaragoza y a santa Engracia con aquel templo sepulcral de las Santas Masas, que destruido a principios de este siglo por la impiedad extranjera, acaba de reedificarse, en calidad de monumento nacional y sagrado ornamento de la nobilísima capital de Aragón. ¡Ah! La Religión no ha hecho otra cosa que edificar; la impiedad nunca supo hacer otra cosa que destruir. La Religión labró el edificio moral de la sociedad cristiana, y embelleció las naciones con las obras más suntuosas e inmortales del arte. ¿Y qué otra cosa ha hecho la impiedad que demoler esos monumentos, y volver a los hombres, viciosos, deshonrados y bestiales como antes? Y en eso emplean todavía su tiempo y su trabajo los impíos: en destruir y derribar; porque edificar algo sobre las ruinas, ni siquiera ellos mismos saben si ha de ser posible. No emplees, pues, la vida en obras de destrucción propias de los hijos del diablo, sino en obras de edificación propias de los hijos de Dios.
Oración:
Oh, Señor, que con el celo, erudición y ejemplos del bienaventurado Braulio, tu confesor y pontífice, quisiste fortalecer tu Iglesia, defiéndela por su intercesión con seguros y perpetuos auxilios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
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