lunes, 21 de marzo de 2016

San Benito, abad (21 de marzo)



San Benito, abad.


(† 543.)



El gran patriarca san Benito, Padre de tantas y tan sagradas religiones, fue de nación italiano y nació en la ciudad de Nursia de nobles y piadosos padres. Mientras estudiaba en Roma las letras humanas, le dieron en rostro los vicios y travesuras de algunos de sus compañeros, y dejando los estudios, y a sus padres, deudos, comodidades y regalos de esta vida, se fue a un desierto, donde se hizo discípulo de un santo anacoreta llamado Romano, encerrándose en una cueva abierta en la roca, que parecía una sepultura. Como viese el demonio el rigor y aspereza con que vivía, encendió en su imaginación una tentación sensual, terrible y vehemente; entonces el honestísimo mancebo, desnudándose de sus vestidos, se echó en un campo lleno de espinas y abrojos, y comenzó a revolcarse en ellos, hasta que todo su cuerpo quedó lastimado y llagado, y apagó con sangre aquel ardor que Satanás había encendido en sus miembros. Fue tan grato al Señor este sacrificio, que de allí en adelante, (como el mismo santo le dijo a sus discípulos) nunca tuvo otra tentación semejante, antes comenzó a ser maestro de todas las virtudes. Quedaban en el monte Casino algunas reliquias de la gentilidad y había allí un templo e ídolo de Apolo a quien adoraba la gente rústica que aún era pagana. Fue allá san Benito e hizo pedazos la estatua, derribó el altar, y en aquel sitio fundó después el famoso monasterio de Monte Casino, que fue como la cabeza de otros once monasterios que edificó, llenos de santos y escogidos religiosos. Le traían muchos caballeros y señores sus hijos para que les instruyese y enseñase desde la tierna edad en las cosas de la virtud. Estaban todos aquellos campos hechos un paraíso habitado de moradores del cielo, y el Señor ilustraba la santidad del gloriosos san Benito con prodigios innumerables. Llegó a Totila, rey de los godos, la fama del santo y su don de profecía: Y quiso hacer experiencia de ello. Para esto mandó a un cortesano suyo, llamado Riggo, que se vistiese con sus ropas reales y con gran acompañamiento fuese a visitarle. Mas así que el santo que estaba en su celda, vio al rey fingido, le dijo: "Dejo, hijo, ese vestido que traes, que no es tuyo". Le visitó después el rey Totila, y echándose a sus pies le reverenció como a santo; y san Benito con santa libertad le reprendió sus crueldades y desafueros, diciendo: "Muchas malas obras haces, y muchas malas has hecho; cesa ya de la maldad: Tomarás a Roma, pasarás el mar, vivirás nueve años y el décimo morirás". Finalmente profetizó el santo el día en que él mismo había de morir, y seis días antes mandó abrir su sepultura y el día sexto se hizo llevar a la iglesia, donde, recibidos los santos Sacramentos, dio su alma al Señor, que para tanta gloria le había criado.


Reflexión:

Es cosa de gran admiración y mucho para alabar a Dios, ver la perfección y excelencia de la Regla que escribió san Benito en tan pocas palabras, y las muchas y diversas religiones así monacales como militares que militan debajo de ella, y los innumerables monasterios de esta Orden que ha producido más de tres mil santos, más de doscientos cardenales, cuarenta Sumos Pontífices y una infinidad de santos e insignes obispos y prelados; y pues hasta muchos duques, reyes y emperadores han dejado sus cetros y estados por el pobre hábito de san Benito, procuremos aficionarnos a las virtudes de tan santísimo Padre, para que siguiéndole en la vida, merezcamos su compañía en la gloria.



Oración:

Te suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado abad san Benito nos haga agradables en tu divino acatamiento, para conseguir por su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros propios méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

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