Santa Eufrasia, virgen.
(† 450.)
La gloriosa virgen santa Eufrasia, llamada también Eufrosina, nació en Constantinopla. Era su padre Antígono, senador, hombre muy virtuoso, de alto entendimiento, y muy amado del emperador Teodosio el Menor; y su madre, una señora de alto linaje, rica y en todo igual a su esposo. Murió Antígono, y quedando la hija sin padre, el emperador procuró que un caballero, senador principal, se desposase con la niña Eufrasia, que a la sazón era de cinco años. Se hizo el contrato y recibió las arras, y se difirieron las bodas hasta tener edad. Mas como al senador le pareciese largo el plazo, tentó de casarse con la madre que era moza; mas ella, para que no le tratasen en este negocio, se mudó con su hija a Egipto, donde tenía posesiones y haciendas. Visitó la inferior Tebaida con gran consuelo suyo, por ver a los santos ermitaños que allí vivían, y al cabo paró en un monasterio de ciento treinta y tres monjas, que servían al Señor con gran perfección. Quiso quedarse allí la niña Eufrasia que a la sazón tenía siete años, y diciéndole la abadesa que ninguna mujer podía quedarse en el monasterio que no se hubiese ofrecido a Jesucristo con voto perpetuo, luego la santa niña se llegó a un crucifijo, y abrazándose con él y besándolo, pronunció estas palabras: "Yo me prometo a Jesucristo con voto perpetuo para religiosa de este convento". Esto dijo con tan gran resolución y espíritu del cielo, como se vio después por las obras de su vida admirable. Comía una vez al día como las monjas, y su comida era pan y legumbres; su dormir era en el suelo sobre un cilicio ancho de un codo y tres de largo; andaba vestida de cilicio, barría la casa, sacaba agua del pozo, y para ejercitar la obediencia ciega trasladaba una buena cantidad de piedra de una parte a otra volviéndola al fin el primer lugar, pasando a veces una semana entera sin probar bocado. Mas el demonio, viendo sus altos intentos, le hizo cruda guerra, ya con tentaciones interiores, ya con asechanzas exteriores para lisiarla o matarla: Porque un día que ella estaba sacando agua del pozo, la tomó y la echó con el cántaro que tenía dentro del pozo, donde estuvo cabeza abajo hasta que las monjas acudieron y la sacaron, y ella sonriéndose dijo al maligno espíritu: "¡Vive Jesucristo, que no me vencerás!" Otro día la echó de un terrado abajo, y teniéndola por muerta, ella se levantó sana y sin lesión alguna; otra vez, estando en la cocina, al tiempo que más hervía la olla, la tomó el demonio y se la echó encima, y pareciéndoles a las hermanas que la había abrasado, ella dijo que no había sentido más pena que si fuera agua fría. Curó a un niño sordo, mudo y paralítico, haciéndole la señal de la cruz, y finalmente, después de una vida llena de méritos y prodigios, entregó su alma al Creador a la edad de treinta años.
Reflexión:
Por ventura te has marvillado, viendo que la santa y virginal Eufrasia era tan perseguida de los demonios: Pero recuerda cómo salía siempre victoriosa de sus tentaciones, y milagrosamente ilesa de sus malos tratamientos. Esos malignos espíritus combaten con mayor saña a los justos que a los pecadores; porque ¿a dónde irá el ladrón a robar, sino donde hay tesoros? ¿Y a qué navío acometen los piratas, sino al que anda cargado de oro, plata y piedras preciosas? A los justos saltea el demonio para despojarlos del tesoro de sus virtudes; que en los pecadores nada halla qué robar.
Oración:
Señor Dios, que por virtud de la santa Cruz triunfaste en la bienaventurada Eufrasia de los engaños del mundo y de las furias del infierno; concédenos la gracia de perseverar firmes en las adversidades por el amor de Cristo, el cual contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
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