San Patricio, apóstol de Irlanda.
(† 493.)
El maravilloso apóstol y obispo primado de Irlanda, san Patricio, nació en Escocia en el territorio de Aclud, que se llama hoy Dumbritón. A los dieciséis años de su edad le prendieron unos salteadores irlandeses juntamente con una hermana suya llamada Lupita, y le vendieron en Irlanda a un amo que le hacía apacentar su ganado de cerda. Mas el ángel del Señor le sacó de aquella esclavitud, manifestándole dónde hallaría la cantidad de oro que bastase para su rescate. Estuvo después debajo de la enseñanza de San Germán dieciocho años, y por su consejo fue a recibir la bendición del Papa Celestino I, para consagrarse del todo a la conversión de los gentiles en Irlanda. Era aquella gente dura y bárbara, y hacían gran resistencia al santo predicador muchos magos y hechiceros, entre los cuales había uno, llamado Docha, muy querido del rey, el cual se hacía dios, y con varios engaños resistía a san Patricio como Simón Mago a san Pedro. Quiso para confirmación de su divinidad subirse a los cielos; mas estando ya muy alto, hizo oración san Patricio, y luego cayó muy mal herido a los pies del santo. Había en aquella tierra un ídolo muy célebre al cual llamaban cabeza de todos los dioses: Era muy grande y estaba cubierto de oro y plata: Viendo pues el siervo de Dios que la adoración de este ídolo detenía a muchos a que no se rindiesen a su predicación, hizo oración al Señor, y levantando contra él el báculo llamado de Jesús, que traía en la mano, al momento cayó en tierra el ídolo y se hizo pedazos. De esta suerte convirtió a aquellas gentes a fuerza de prodigios innumerables y estupendos, y gozando después algunos años de quietud y mayor contemplación, cada día rezaba el Salterio; se hincaba muchas veces de rodillas adorando al Creador de todo, y rezaba con tierna devoción las Horas canónicas. Gastaba gran parte de la noche en devotos ejercicios, y tomaba un breve descanso sobre el duro suelo, teniendo por cabecera una piedra. Con esta santa y admirable vida se preparó a una santísima muerte, que alcanzó a los ochenta años de su edad después de haber reducido todo el país de Irlanda a la fe de Cristo, y edificar numerosas iglesias, y consagrado muchos obispos, y ordenado gran numero de sacerdotes. En la provincia de Ultonia se ve hasta el día de hoy una pequeña isla hacia la mitad de un lago que forma el Líffer, donde estaba el célebre purgatorio de san Patricio. Es una cueva, donde se dice que el Santo pasó toda una cuaresma en grande penitencia, para alcanzar del Señor la conversión de aquellos isleños; y donde se retiraban después muchos santos varones para purificar sus almas, dedicándose algunos días a ejercicios de penitencia y oración en unas pequeñas celdas que allí edificaron: las cuales se llamaban las celdas de los Santos.
Reflexión:
Es cosa de maravilla, que estando este gran apóstol de Irlanda tan fatigado con tantos trabajos de peregrinaciones, y cuidados de tantas iglesias, hallase tiempo y sazón para rezar tantos salmos y oraciones, mayormente en los postreros años de su vida. Tomen de ahí ejemplo los hombres engolfados en los negocios de este mundo, y aprendan a buscar y hallar tiempo para encomendarse a Dios, y mirar por el principal negocio, que es el de su alma, y de su eternidad. Porque, como nos dice el Señor en su Evangelio: "¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si viene después a perder su alma?"
Oración:
Oh Dios que te dignaste enviar al bienaventurado Patricio tu confesor y pontífice, para que anunciase tu gloria a los gentiles, concédenos que con tu gracia y por su intercesión y merecimientos, cumplamos fielmente todo lo que tú nos mandas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
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