San Vidal, mártir.
(† 172.)
Entre los santos que derramaron su sangre en las primeras persecuciones de la Iglesia, uno fue san Vidal, caballero muy noble de Ravena y marido de Santa Valeria, y padre de Gervasio y Protasio, que todos cuatro fueron ilustres mártires del Señor. Sucedió que habiendo apresado los gentiles en Ravena a un cristiano, llamado Ursicino, de profesión médico, le dieron muchos y atroces tormentos, los cuales él sufrió con gran constancia y fortaleza ayudado de la gracia del Señor. Mas cuando llegaba su última hora y vio que el verdugo desenvainaba la espada y le vendaba los ojos, comenzó (como hombre) a desmayar, y a perder el vigor que antes había tenido; y estando ya por adorar a los falsos dioses, Vidal, que estaba presente en este espectáculo, compadeciéndose de él, y juzgando que le corría obligación de socorrerle en aquel conflicto, alzó la voz y públicamente dijo: "¿Qué es esto, Ursicino? ¿qué dudas? ¿qué temes? Habiendo tú como médico dado salud a tantos enfermos, ahora no aciertas a salvarte a ti mismo? Acuérdate que con esta muerte que se acaba en un soplo, comprarás una vida bienaventurada que no tiene fin". Fueron de tanta eficacia las palabras de Vidal que animaron de tal suerte a Ursicino, que con gran alegría tendió el cuello al cuchillo y murió por Cristo. San Vidal, no contento de haberle dado la vida del alma, por dar honra a su cuerpo muerto con gran celo y fervor, lo hurtó y sepultó. El juez que se llamaba Paulino, visto lo que Vidal había dicho y hecho, y entendiendo que era cristiano, lo amonestó blandamente que dejase aquella nueva secta, y siguiese la antigua religión de los romanos. Se burló Vidal de las palabras de Paulino, el cual le mandó luego atormentar en el ecúleo, donde fueron despedazadas sus carnes y descoyuntados sus miembros, y probada su fe y su paciencia. Como todo esto no bastase para trocarle y ablandar su pecho fuerte, ordenó que lo llevasen al mismo lugar donde había sido ajusticiado Ursicino, y que hiciesen en él una hoya muy grande, le echasen vivo en ella, y la llenasen de tierra y piedra, lo cual ejecutaron a la letra los verdugos, y murió el glorioso mártir ahogado y sepultado vivo, entregando con este linaje de cruel martirio su triunfante espíritu al Criador. Se conservan las sagradas reliquias de este santo en un magnífico sepulcro de una iglesia que se le dedicó en Ravena, que es uno de los templos más hermosos del mundo; parte de ellas se veneran en Bolonia y en Praga.
Reflexión:
Dio el bárbaro tirano contra san Vidal aquella sentencia de horrorosa muerte, a persuasión de un sacerdote de Apolo, en el cual luego que expiró el santo mártir, entró el demonio y le comenzó a atormentar tan terriblemente, que daba gritos y decía: "¡Quémame, Vidal! ¡enciéndeme, Vidal!" Y como padeciese siete días este tormento, no pudiendo más sufrir el fuego interior que le abrasaba, se echó en un río y se ahogó. Donde se ve el castigo del mal consejo que había dado aquel mal hombre contra nuestro santo; el cual por el contrario, mereció la palma de los mártires por el buen consejo que había dado a Ursicino ayudándole a morir por el Señor. Procuremos pues aconsejar siempre cosas buenas y santas: ya que de los buenos consejos podemos esperar la recompensa de Dios, y de los malos consejos solo podemos esperar el daño y castigo, que no pocas veces recae aun en esta vida sobre la cabeza de los que aconsejaron a otros lo que era inicuo.
Oración:
Te suplicamos, Señor todopoderoso, que los que celebramos el nacimiento al cielo de tu bienaventurado mártir Vidal, seamos por su intercesión fortificados en el amor de tu santo nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
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