San Marcos, evangelista y mártir.
(† 64.)
El glorioso evangelista y mártir de Cristo san Marcos fue hebreo de nación, y como algunos autores escriben, de la tribu de Leví y uno de los setenta y dos discípulos del Señor. Acompañó al apóstol san Pedro, que le llama en sus epístolas hijo carísimo, y por su gran espíritu y gracia en el hablar, lo tomó por intérprete para que explicase más copiosamente los profundos misterios de Cristo, que él en pocas palabras anunciaba. Y como los fieles que por la predicación de San Pedro se habían convertido en Roma, deseaban tener por escrito lo que de él habían oído, rogaron a san Marcos que escribiese el Evangelio de la manera que lo había oído de la boca de san Pedro; y el santo apóstol lo aprobó y con su autoridad lo confirmó y mandó que se leyese en la iglesia. Habiendo pasado el santo evangelista algunos años en Roma, tomó la bendición de su padre y maestro san Pedro, y por su orden partió a Egipto, llevando consigo el Evangelio que había escrito para predicarlo a aquellas gentes bárbaras y supersticiosas. Descubrió primero aquella luz del cielo a los de Cirene, Pentápoli y otras ciudades; y vino después a Alejandría como cabeza de toda aquella provincia y más necesitada de aquella divina luz. Allí edificó una iglesia al Señor con nombre de San Pedro su maestro que aun vivía; y fueron tantos los que se convirtieron a la fe de Jesucristo, así de los judíos que moraban en aquellas partes, como de los mismos egipcios, que presto se formó una admirable cristiandad, en la cual florecían maravillosamente todas las virtudes que el Señor enseñaba en su santo Evangelio; porque todos los fieles vivían entre sí con gran paz y conformidad, no había entre ellos pobres, porque a todos se daba lo que habían menester; ni ricos, porque los que lo eran dejaban sus riquezas para uso de los demás, y todos eran entre sí un alma y un corazón. Otros muchos había que dando libelo de repudio a todas las cosas de la tierra poblaban los montes y desiertos de Egipto, y vivían con tan extremada santidad, que no parecían hombres, sino ángeles vestidos de carne mortal. No pudieron sufrir tanta luz los ojos flacos de los gentiles y determinaron dar muerte a san Marcos como a destruidor de sus templos y enemigo de sus dioses, y un 24 de abril, que era día de domingo para los cristianos, y para los gentiles de una fiesta que celebraban a su dios Serapis, hallando al santo evangelista diciendo Misa, lo prendieron, y echándole una soga a la garganta lo arrastraron por las calles. Lo encerraron después en la cárcel, y venida la mañana siguiente lo arrastraron de nuevo por lugares ásperos y fragosos hasta que dio su espíritu al Señor.
Reflexión:
Así murió el glorioso evangelista san Marcos, sellando también con su sangre el santo Evangelio que nos dejó escrito, para que nadie pudiese imaginar con algún color de razón que quisiese engañar a los hombres. Este es el mismo Evangelio que predicaba en Roma el príncipe de los apóstoles san Pedro, el cual a su vez dio la vida en confirmación de la verdad de Cristo, muriendo en cruz con la cabeza abajo. Recuerden, pues, estos hechos, los despreocupados de nuestros días, y entiendan que si niegan el santo Evangelio sólo porque es contrario a sus pasiones, con aquellos sellos de sangre apostólica, se firmó también la sentencia de su condenación.
Oración:
Oh Dios, que ensalzaste a tu bienaventurado evangelista Marcos por la gracia de la predicación del santo Evangelio; concédenos que nos aprovechemos de su santa doctrina, y seamos protegidos por su poderosa intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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