San Celestino, papa.
(† 432)
El glorioso celador de la dignidad de la Madre de Dios, san Celestino, primero de este nombre, fue hijo de Prisco, romano, y nació en Campania, que es tierra de Nápoles. Habiendo resplandecido a los ojos de todos por sus virtudes y sabiduría, lo consagraron obispo de Ciro en la Siria y le honraron con el título de cardenal de la iglesia de Roma, y después, por muerte de Bonifacio primero, fue elegido con universal aplauso vicario de nuestro Señor Jesucristo en la tierra. Este fue el santo Pontífice que envió al glorioso san Patricio a Irlanda, para que convirtiese aquellas gentes ciegas a la fe de Cristo, lo cual hizo san Patricio, con tan maravilloso suceso, que mereció ser llamado Apóstol de aquella nación. Por este tiempo se quitó la máscara el diabólico heresiarca Nestorio, el cual con boca sacrilega negaba la unión hipostática del Verbo eterno con la naturaleza humana en el vientre de la purísima Virgen, y juntamente afirmaba que esta serenísima Reina de los ángeles no había concebido y parido a un hombre que juntamente era Dios, sino a un hombre puro; y que así no se había de llamar Madre de Dios, sino Madre de Cristo, en quien reconocía y confesaba dos personas, divina y humana, poniendo en estas tanta distinción como en las naturalezas. Contra este Luzbel que trajo a su error la tercera parte de las estrellas, armó el cielo a otro ángel que fue san Celestino, el cual mandó que se celebrase en el año cuatrocientos treinta y uno el concilio general de Éfeso, que fue el tercero de los ecuménicos, donde asistió como legado apostólico el glorioso doctor y patriarca san Cirilo. Allí fue condenada y anatematizada la herejía de Nestorio, y porque llamado, no quiso comparecer al concilio, ni retractarse, fue depuesto de la cátedra de Constantinopla, y recluso en el monasterio de San Euprepio de Antioquía, donde acabó miserablemente su vida, llenándosele de gusanos aquella lengua que tanto había blasfemado contra la Madre de Dios. Entonces añadió la Iglesia, como artículo de fe, a la oración angélica aquellas palabras: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros; y el pueblo con luminarias y regocijos, celebró la definición dogmática del más excelso título de nuestra Señora. Finalmente habiendo el santo Pontífice Celestino logrado del emperador Teodosio que hiciese leyes para la observancia de las fiestas, y edificado y enriquecido muchos templos de Roma con gran magnificencia, a los ocho años de su pontificado descansó en la paz del Señor.
Reflexión:
No hagas ningún caso de los actuales impíos que tomando en su boca las antiguas blasfemias de Nestorio dicen que la Virgen María no es Madre de Dios, porque no dio a su Hijo más que el ser de hombre, y no el ser de Dios. Responde tú que tampoco las madres humanas dan a sus hijos más que el cuerpo, y no obstante se llaman y son realmente madres de sus hijos animados y vivos, aunque el alma no se la hayan dado ellas, sino Dios. Así, María es Madre verdadera de Jesucristo Dios: porque aunque no le haya dado más que el ser de hombre, ese ser de hombre está divinamente unido en un solo compuesto personal con el ser de Dios. Pues, como dice el símbolo Atanasiano, así como el alma racional y el cuerpo forman un hombre, así la divinidad y la humanidad constituyen una sola persona en Cristo. El compuesto que nació de María es Dios; y por esta causa es y se llama María verdadera Madre de Dios. ¿Ves ahora cuán sin fundamento es la blasfemia de los herejes?
Oración:
Te suplicamos, Señor, que nos haga recomendables la intercesión de san Celestino papa, para que logremos por su protección, lo que no podemos alcanzar por nuestros propios merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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