San Fidel de Sigmaringa, mártir.
(† 1622.)
El apostólico varón y glorioso mártir de Cristo, san Fidel nació de padres nobles y católicos en la ciudad de Sigmaringa que está en la Suevia, en el obispado de Constancia. Después de haber estudiado las letras humanas y el derecho civil y canónico en la universidad de Friburgo, se disgustó del tumulto y peligros del foro, y trocó la toga de abogado por el hábito de los padres capuchinos. El día del patriarca san Francisco vistió el tosco sayal del Padre de los pobres. Celebró su primera misa con gran concurso y edificación del pueblo, y lo destinaron los superiores al sagrado ministerio de la palabra divina, y el santo con estilo llano y desnudo de adornos retóricos, pero con gran fuerza de espíritu y eficacia de razones, predicó el divino Evangelio por las principales ciudades de Alemania, ganando para Jesucristo innumerables pecadores. Socorría a los pobres con copiosas limosnas que pedía a las personas ricas y caritativas, y habiendo sido inficionado de una enfermedad contagiosa el ejército austriaco que estaba acuartelado en aquellas provincias, asistía a los soldados, curándoles las llagas, dándoles de comer por su mano, y administrando los sacramentos de la Iglesia a los que estaban en peligro de muerte. Lo llamó el Señor a la conversión de los calvinistas Grisones, y la congregación de Propaganda Fide escogió por cabeza y Prefecto de aquella ardua misión a nuestro santo, el cual con increíbles trabajos redujo a la verdadera fe a muchos herejes, aun de los más principales y nobles del país. Mas los infernales ministros de Calvino fingiendo que querían también convertirse llamaron un día al santo para que les predicase la verdad católica en la iglesia de Servis. Llegó el apostólico misionero a aquel lugar, y habiendo celebrado aquel día la Misa con extraordinario fervor, subió al púlpito donde halló un billete que decía: Hoy predicarás y no más. No desmayó el santo con este anuncio de muerte; antes con la misma fuerza de espíritu y apostólica libertad predicaba la verdad católica, cuando de improviso entraron en la iglesia muchos hombres armados. Disparó uno de ellos su fusil contra el santo misionero, y aunque no acertó a herirle, entendió el santo que era ya llegada la hora suspirada de dar la vida por Cristo, y por la salud de sus hermanos. Bajando pues de la sagrada cátedra, se postró delante del altar mayor, donde encomendó su alma en las manos de Dios, y para evitar un nuevo sacrilegio de los herejes, salió de la iglesia por una puerta que estaba al lado de ella. Entonces como lobos sedientos de sangre se echaron sobre él los herejes y le asesinaron bárbaramente con veintitrés heridas, mientras rogaba, como san Esteban, por los que le daban la muerte.
Reflexión:
Se llamaba el glorioso san Fidel, con el nombre de Marco que le habían puesto en el bautismo: mas el día en que se vistió la librea de Cristo, y tomó el hábito de religión, tomó el nombre de Fidel para recordar continuamente la fidelidad con que había de servir a Dios; y por esta causa solía escribir en la primera página de todos sus libros aquellas palabras de la Sagrada Escritura que dicen: "Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida". Seámoslo también nosotros, perseverando en la santa fe y en las buenas obras hasta la muerte para que podamos oír de los labios del eterno Juez aquellas palabras: ¡Ea, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor!
Oración:
Oh Dios, que te dignaste adornar con la palma del martirio y con gloriosos milagros al bienaventurado Fidel, abrasado de celo en la propagación de la verdadera fe: Te rogamos por sus méritos e intercesión que fortalezca con tu gracia nuestra fe y caridad, de manera que merezcamos ser hallados fieles en tu servicio hasta la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
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