(† 96. † 304.)
El tercer vicario de nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra fue el glorioso pontífice y mártir san Cleto. Fue natural de Roma y convertido a la fe por el príncipe de los apóstoles san Pedro; el cual, viéndolo varón espiritual, prudente y celoso, lo ordenó obispo y lo tomó por coadjutor, así como a san Lino que fue el segundo pontífice. Gobernaba san Cleto santísimamente la Iglesia; mas habiendo sucedido a Vespasiano y Tito su hijo, el viciosísimo emperador Domiciano, que entre otras maldades que cometió se hizo llamar dios, persiguió a los cristianos que no le reconocían por tal, y en un solo día hizo millares de mártires. En esta persecución, que fue la segunda que padeció la Iglesia, fue preso y cargado de cadenas el glorioso pontífice san Cleto, y en el día 26 de abril alcanzó la corona del martirio, habiendo tenido la silla apostólica doce años, siete meses y dos días. Lo sepultaron los cristianos junto al apóstol san Pedro, y se conserva su cuerpo en el Vaticano. En este mismo día celebra la Iglesia el martirio del papa san Marcelino, el cual fue natural de Roma e hijo del prefecto, y sucedió en el pontificado a san Cayo, asimismo papa y mártir, siendo emperadores Diocleciano y Maximiano. En este tiempo se levantó la décima persecución contra la Iglesia, que fue la más brava y más cruel de todas, porque en espacio de un mes murieron por Cristo en diversas provincias más de diecisiete mil mártires con tan atroces y exquisitos tormentos, que sólo el demonio los pudiera inventar. Y porque durante esta persecución, recibía el santo benignamente a los que espantados con las amenazas y el terror de los suplicios habían ofrecido incienso a los falsos dioses y después arrepentidos de su culpa le pedían el perdón y la penitencia, no faltaron malvados censores que rigurosamente osasen juzgar y condenar la paternal blandura del santo pontífice: lo cual fue ocasión para que más tarde le infamasen diciendo calumniosamente que el mismo santo, vencido también del temor de los tormentos, había sacrificado a los ídolos, y hecho después penitencia de su pecado, ofreciéndose de su voluntad al martirio. Mas lo que hubo fue, que habiendo sido preso juntamente con otros tres santos llamados Claudio, Cirino y Antonino, por sentencia del emperador, fue como ellos decapitado. Se dejaron por orden del juez los cadáveres insepultados, hasta que san Marcelo los recogió a los treinta y tres días, y con acompañamiento de los presbíteros y diáconos, y con himnos y antorchas les dio honrosa sepultura en el cementerio de santa Priscila en la vía Salaria.
Reflexión:
No es maravilla que en aquellas cruelísimas persecuciones algunos fieles, vencidos por la inhumanidad y duración de los tormentos, se rindiesen a la voluntad de los tiranos. El ser vencidos era efecto de la fragilidad del hombre; el vencer, prodigio de la fortaleza de Dios. Pero así como es propio de la humana flaqueza el caer, también lo es de la gracia de Cristo, levantar al caído. Por esta causa instituyó el Señor el sacramento de la penitencia, donde el pecador alcanzase remisión de sus pecados por muchos y graves que fuesen, con solo confesarlos con un corazón contrito y humillado. ¿Por qué pues no hemos de humillarnos, si hemos pecado? ¿No vale más confesar ahora humildemente nuestras culpas, que padecer la vergüenza de ellas cuando se manifiesten a todo el mundo en el día del juicio, y caer en una eterna confusión?
Oración:
Te suplicamos, Señor, que en la fiesta de tus pontífices y. mártires Cleto y Marcelino, merezcamos su poderosa protección, y que por su intercesión sean gratas a tu divina Majestad nuestras oraciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
Reflexión:
No es maravilla que en aquellas cruelísimas persecuciones algunos fieles, vencidos por la inhumanidad y duración de los tormentos, se rindiesen a la voluntad de los tiranos. El ser vencidos era efecto de la fragilidad del hombre; el vencer, prodigio de la fortaleza de Dios. Pero así como es propio de la humana flaqueza el caer, también lo es de la gracia de Cristo, levantar al caído. Por esta causa instituyó el Señor el sacramento de la penitencia, donde el pecador alcanzase remisión de sus pecados por muchos y graves que fuesen, con solo confesarlos con un corazón contrito y humillado. ¿Por qué pues no hemos de humillarnos, si hemos pecado? ¿No vale más confesar ahora humildemente nuestras culpas, que padecer la vergüenza de ellas cuando se manifiesten a todo el mundo en el día del juicio, y caer en una eterna confusión?
Oración:
Te suplicamos, Señor, que en la fiesta de tus pontífices y. mártires Cleto y Marcelino, merezcamos su poderosa protección, y que por su intercesión sean gratas a tu divina Majestad nuestras oraciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
No hay comentarios:
Publicar un comentario