San Norberto, fundador y arzobispo.
(† 1134.)
El glorioso fundador de la orden Premonstratense, san Norberto, nació en Seten, en una de las más ilustres casas de Alemania y fue hijo de Heriberto conde de Gnepp y emparentado con el emperador. En su mocedad se engolfós en las vanidades del siglo y era como el alma de todas las diversiones de la corte; mas caminando un día a caballo hacia un lugar de Westfalia llamado Freten, seguido de sólo un lacayo, se levantó una furiosa tempestad, y cayó un rayo a los pies de su caballo, que le derribó, quedando como muerto por espacio de una hora. Vuelto en sí, sintió de tal manera trocado su corazón que exclamó como Saulo: "Señor, ¿qué quieres que haga?" Y desde aquel día dejó los ricos vestidos, y dando de mano a todos los devaneos del mundo, resolvió entregarse del todo al servicio divino. No había querido recibir hasta entonces las órdenes sagradas a pesar de ser canónigo; y una vez recibidas, comenzó a predicar con gran fervor, y admiración de los oyentes, que veían convertido en santo misionero al que habían visto cortesano tan liviano y disoluto. Habiéndosele juntado trece compañeros, buscó un lugar solitario, áspero y apartado que se llamaba Premonstrato, en el obispado de Lauduno, donde asentó los fundamentos de un monasterio; y allí tuvo su origen la nueva religión que del mismo lugar se llamó Premonstratense, y tomó la regla de san Agustín y el hábito blanco de los canónigos reglares. Entabló con sus compañeros una vida muy penitente y más angelical que humana; y el Señor le ilustró con singulares dones de profecía y de milagros. Mas acompañando en un viaje a Alemania al conde de Champaña, fue elegido muy a pesar suyo para el arzobispado de Magdeburgo, y conducido con guardias de vista a aquella iglesia, a donde llegó con su pobre hábito y con los pies descalzos, pero con universal aplauso y gozo del clero y del pueblo. Vino a él un día un hombre para confesarse; y aunque llevaba traje de penitente, así que el santo le vio, mandó que le quitasen la capa y que mirasen lo que traía y hallaron que iba armado con un puñal para matar al Arzobispo, como él mismo, lo confesó arrepentido ya de su pecado. Finalmente habiendo provisto de prelado a la religión premonstratense, y gobernado santísimamente su iglesia de Magdeburgo por espacio de ocho años, a los cincuenta y tres de su vida preciosa entregó su espíritu en las manos del Criador, quedando su santo cadáver sin la menor señal de corrupción y expuesto nueve días a la veneración del pueblo.
Reflexión:
Escribe Paulo Morigia en la Historia del origen de las religiones, cap. 17, que la religión premonstratense creció tanto, que tenía treinta provincias, y en ellas más de mil trescientos monasterios, y cuatrocientos de monjas. Pero ¿quién podrá decir la muchedumbre de santos religiosos y las excelentes virtudes con que han ilustrado a la Iglesia de Dios? Toda esta gloria redunda en alabanza de san Norberto y es fruto de su conversión. Si hubiese permanecido en los peligros de la corte y en la vanidad del mundo, no hubiera hecho nada, y por ventura se hubiera perdido, y sido causa de la perdición de muchas almas. Se convirtió de veras al Señor, y de caballero mundano, vino a ser gran santo y padre de innumerables santos.
Oración:
Oh Dios, que hiciste tan excelente predicador de tu divina palabra al bienaventurado Norberto, tu confesor y pontífice, y por su medio te dignaste aumentar tu santa Iglesia con una nueva familia; concédenos por sus merecimientos, que practiquemos lo que nos enseñó con sus ejemplos y palabras. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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