San Pablo, apóstol de las gentes.
(† 67)
El gloriosísimo apóstol de las gentes san Pablo fue hebreo de nación y de la tribu de Benjamín: nació en la ciudad de Tarso (como él mismo lo dice). Tuvo padres honrados y ricos, y de ellos fue enviado a Jerusalén, para que debajo del magisterio de Gamaliel, famoso letrado, fuese enseñado en la ley de Moisés. Entendiendo que los discípulos de Jesucristo eran contrarios a aquella doctrina, los comenzó a perseguir cruelísimamente; y no contentándose con haber procurado la muerte de san Esteban y de guardar los mantos de los que le apedreaban para apedréarle con las manos de todos, él mismo se ofreció al sumo sacerdote para perseguir a los cristianos; y con gente armada partió para la ciudad de Damasco para traer aherrojados a todos los que hallase, hombres y mujeres que creyesen en Cristo, y hacerlos infame y cruelmente morir. Pero en el mismo camino de Damasco se le apareció el Señor, y cegándolo primero con su luz, lo alumbró y con su voz poderosa como trueno lo asombró y derribó del caballo, y de lobo lo hizo cordero, y de perseguidor, defensor de su Iglesia, y vaso escogido para que llevase su santo nombre por todo el mundo, como se dijo en el día de su conversión. No se puede explicar con pocas palabras lo que este santísimo apóstol trabajó y padeció predicando el Evangelio en Damasco, en Chipre, en Panfilia, en Pisidia, en Lystra, en Jerusalén, en muchas regiones de Siria, Galacia y Macedonia, y en las populosas ciudades de Filipos, de Atenas, de Efeso, de Corinto, y de Roma, alumbrando como sol divino tantas naciones, islas y regiones que estaban asentadas en las tinieblas y sombras de la muerte. Él mismo dice de sí que fue encarcelado más veces que los otros apóstoles, y que se vio lastimado con llagas sobremanera, y muchas veces en peligro de muerte. Su vida no parecía de hombre mortal, sino de hombre venido del cielo, que con verdad pudo decir: "Vivo yo, más no yo, sino Cristo vive en mí". El fue el grande intérprete del Evangelio que sin haber aprendido nada de los demás apóstoles, fue enseñado por el mismo Dios, y descubrió a los hombres las riquezas y tesoros que están escondidos en Cristo, confirmando su predicación con divinos portentos, como decía a los fieles de Corinto: "Las señales de mi apostolado ha obrado Dios sobre vosotros, en toda paciencia, en milagros y prodigios, y en obras maravillosas". Y escribe san Lucas, que con poner los lienzos de san Pablo sobre los enfermos y endemoniados, todos quedaban libres de sus dolencias. Después de haber estado el santo apóstol dos años preso en Roma, es fama que sembró también la semilla y doctrina del cielo por Italia y Francia y que vino a España donde predicó con gran fruto. Finalmente volviendo a Roma a los doce años del imperio de Nerón, fue degollado, en el lugar llamado de las tres fontanas, sellando con su sangre la fe de Cristo.
Reflexión:
Alabemos pues y glorifiquemos a los príncipes de la Iglesia san Pedro y san Pablo; porque ellos son las lumbreras del mundo, las columnas de la fe, los fundadores del reino de Cristo, los ejemplos de los mártires, los maestros de la inocencia y los autores de la santidad, alabados del mismo Dios. Amémoslos como buenos hijos a sus padres, oigámoslos como discípulos a sus maestros, sigámoslos como oveja a sus pastores; imitémoslos como a santos, y pidámosles socorro y favor como a bienaventurados.
Oración:
¡Oh Dios! que alumbraste a los gentiles por medio de la predicación del apóstol san Pablo; te suplicamos nos concedas sea nuestro protector para contigo aquel cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
No hay comentarios:
Publicar un comentario