San Juan, papa y mártir.
(† 526.)
San Juan, papa, primero de este nombre, nació en Florencia, y se crió en Roma donde hizo maravillosos progresos en las ciencias y cristianas virtudes. Era ya el espejo y oráculo de todo el clero cuando por la muerte del santísimo padre Hormisdas, fue elegido Juan sumo pastor de la Iglesia, con gran consuelo de los fieles. Reinaba a la sazón en Italia Teodorico, rey de los ostrogodos, defensor de los herejes arríanos, y en Oriente el emperador Justino, celoso protector de la Iglesia católica. Mandó, pues, este católico príncipe que no se admitiesen en su imperio obispos y sacerdotes arrianos, y que se les quitasen las iglesias que tenían y se diesen a los fieles y católicos. Al saber esto se embraveció Teodorico y dio bramidos como un león; y hasta amenazó de poner a sangre y fuego a Italia y pasar a cuchillo a todos los católicos. Se recataba de todas las personas de valor que veía aficionadas a la parte de Justino, y así mandó prender al sapientísimo Severino Boecio y a su suegro Símaco. Pero antes de ejecutar su furor, quiso enviar embajadores al emperador Justino, y escogió para esta embajada a cuatro senadores que habían sido cónsules y a nuestro santo pontífice, juzgando que había blandeado con las amenazas. Llegado el santo a Constantinopla, fue recibido con cruces, pendones y hachas encendidas; el mismo emperador bajó del caballo en que iba, y puesto ante él de rodillas, le hizo reverencia como a vicario de Dios en la tierra. Entrando el santo pontífice por la puerta de la ciudad dio la vista a un ciego. Trató los negocios que llevaba con el emperador y los concluyó como deseaba, aunque convinieron los dos en no dar las iglesias a los arrianos, ni consentir que contaminasen los templos del Señor con las ceremonias de los herejes. Por lo cual el rey Teodorico hizo matar a Símaco y al ilustre y católico filósofo Boecio, que eran los varones más esclarecidos de Italia, y el mayor ornamento de Roma. Luego que volvió el santo pontífice a Italia fue encerrado en una cárcel sucia y tenebrosa de Ravena, pero no por eso desmayó ni dejó por temor del tirano de llevar adelante la defensa de la fe católica, antes escribió una carta a los obispos de Italia en que les exhortaba a trabajar varonilmente en la viña del Señor, y a despreciar por la causa de Jesucristo las fieras amenazas del rey. Fue el santo en aquella cárcel tan maltratado, que dentro de pocos días murió. Pero no se fue alabando el tirano, porque poco después fue severísimamente castigado de Dios con espantosos terrores que le helaron la sangre y le quitaron la vida.
Reflexión:
En la carta que escribió el venerable pontífice san Juan desde su cárcel a los obispos de Italia, les decía: "Armaos, hermanos míos, con la espada del espíritu del Señor contra la perfidia de los herejes; persaguidla hasta que no quede raíz ni rastro de ella; y puesto caso que el rey Teodorico inficionado de la pestilencia arriana nos amenace y diga que a nosotros y a nuestra tierra la ha de pasar a sangre y fuego, no por eso os turbéis, ni temáis a los que pueden matar al cuerpo y no al alma. Roguemos al Señor que de esta fortaleza cristiana así a nuestros pontífices y prelados como a todos los fieles de la santa y divina Iglesia católica, pues, vale más la fe de Jesucristo que todos los demás bienes temporales del mundo.
Oración:
Oh Dios, que cada año nos alegras con la festividad de tu bienaventurado mártir y pontífice san Juan, concédenos benignamente que merezcamos la protección de aquel cuya memoria solemnizamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
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